Detalles del Momento: La Revolución Liberal de 1893
Moisés Absalón Pastora
Las revoluciones no son erupciones volcánicas. No explotan de un momento a otro ni se establecen automáticamente. Se llega y se hace una revolución a través de un proceso de lucha cuando esta conduce a la transformación total de un sistema que cambia desde la raíz lo establecido y da forma a lo nuevo.
De esa manera es que la Revolución Liberal del 11 de julio de 1893, a la cabeza del General José Santos Zelaya, comienza a gestarse en aquella Nicaragua de la que eran dueños feudales oligarquías geófagas que dictaban desde una casta que abarcaba impresionantes latifundios generadores de riquezas que servían para mantener el poder económico de la clase dominante, caracterizada, fundamentada e inspirada en el despotismo que ya predominaba en el viejo continente y que a base de azote, patada, insulto y denigración humana marcaban el lomo de la clase obrera y campesina que eran los primeros explotados y lacerados por aquellas estructuras que eran la expresión más cruda de la bestialidad.
Hace 130 años el nicaragüense de la época vivía en el más completo oscurantismo, con ansias de salir del estado de postración social en que vivía bajo los gobiernos conservadores, los mismos que se jactan de los famosos 30 años de paz en que el país prácticamente no existió porque nunca pasó nada, donde no hubo un solo alfiler que mostrar como muestra de desarrollo.
Ante tanta oscuridad surgió el faro lumínico de la Revolución Liberal enarbolada por José Santos Zelaya, rodeado de la nueva sabia intelectual del momento para sacar al pueblo de la ignorancia llevando escuelas hasta en los más remotos lugares en lucha contra el analfabetismo y el atraso cultural que era tan severo que muchos no sabían que el territorio donde habían nacido era Nicaragua.
La revolución liberal que explota en León el 11 de julio y hace su entrada triunfal el 25 de julio de 1893 trayecto donde las batallas fueron cruentas y sostenidas, fue una respuesta contundente al atraso y se convirtió en un acontecimiento al que la inmensa mayoría se sumó porque representaba la redención y la esperanza.
Aunque el Partido Liberal existía desde mucho antes de la revolución de 1893, fundado por Máximo Jerez en 1852, fue con el General José Santos Zelaya que esta ideología se perfila doctrinariamente desde una visión de progreso y desarrollo, tan acelerado, que Nicaragua efectivamente comienza a ser revolucionada y a tocar los feudos que se habían atrincherado en el enriquecimiento y que obviamente comenzaron a fraguar los varios movimientos contrarrevolucionarios que el caudillo liberal tuvo que enfrentar teniendo a los Estados Unidos como su principal amenaza externa.
El gobierno de Zelaya pretendió modernizar y revolucionar el Estado de Nicaragua mediante los conceptos liberales plasmados en la Constitución “la Libérrima”, que propiciaba con decisión la unión centroamericana y facultaba al ejecutivo a buscarla con los tratados que creyera necesarios. Aquella revolución sería republicana, democrática y representativa. El Estado garantizaría las libertades ciudadanas: no ser arrestado sin orden judicial, no prisión por deudas, libertad religiosa sin protección para ninguna religión y el establecimiento del estado laico. Además, era esencial la educación gratuita y obligatoria para la primaria, abolición de la pena de muerte, matrimonio religioso hasta después del civil, divorcio permitido, secularización de los cementerios, libertad de prensa, respeto a la privacidad de la correspondencia, libertad económica, libertad de enseñanza, respeto a la propiedad y a la propiedad intelectual; sistema legislativo unicameral, obligatoriedad de votar, voto directo y secreto. Todo fue recogido por la “Libérrima”, no todo se cumplió, porque Zelaya no solo gobernó, sino que además tuvo que destinar tiempo para enfrentar agresiones internas y externas que solo años después de muchas batallas lograron sacarlo del poder, pero solo para convertirse en el primer eslabón de un nacionalismo que hicieron propio Zeledón y Sandino hasta nuestros días.
Este 11 de Julio los liberales de verdad, nada que ver con los impostores, celebran el 130 aniversario de la revolución de 1893 y lo hacemos sabiendo de que no todos los liberales que dicen serlo, lo son. El liberalismo de esta nuestra época contemporánea es en realidad una línea de oportunismo que está más aproximada al conservadurismo porque se palpa en las siglas que dicen representarlo una resistencia vergonzosa al progreso porque si el liberalismo es evolucionista estos que ahora se dicen de “hueso colorado” son en realidad retrógrados que se prestan a hacerle el favor a los que hoy quieren destruir la Nicaragua de liberales como José Santos Zelaya, de Benjamín Zeledón, de Augusto C. Sandino, de Rigoberto López Pérez y de otros grandes pro hombres que fueron parte de esa cadena de pensamiento que hoy nos tiene en la coyuntura de una revolución que como la de 1979 está coronando en éste mismo mes de julio 44 años actualizando los principios de la revolución liberal de 1893 y construyendo otros de la mano de sus mejores hijos.
Es simplemente lamentable que esos, que se dicen liberales, no tengan una formación doctrinaria e ideológica que les haga ver que sus actitudes niegan lo que en realidad es el liberalismo. El liberalismo es un pensamiento para gente con visión de gigantes y no encaja en el enanismo mental de quienes jamás comprenderán que es una expresión concreta de la sed humana por el bienestar propio y ajeno.
El liberalismo es una recta lanzada al infinito, pero los impostores que dicen representarlo en algunas siglas lo que han hecho es alejarlo del interés de los nicaragüenses porque se atrincheraron en ambiciones y protagonismos que hoy, en algunas convenciones o reuniones de club, terminarán minándolo más porque se les olvidó ser liberales; porque son parte de las nuevas oligarquías y de los malos nicaragüenses que se coluden con el extranjero; porque actuando como conservadores se volvieron lacayos nacionales; porque hoy son absolutistas que creen que la verdad y la ley es solo de los mandamases; porque se quedaron habitando el mundo de la corrupción sin ser capaces de pedir perdón por el daño que hicieron cuando se pusieron al servicio del mismo imperio que sacó a Zelaya del poder y que asesinó a Zeledón y a Sandino.
130 años después de la Revolución Liberal del General José Santos Zelaya aun quedamos liberales doctrinarios que creemos en la transformación de la sociedad y por esa misma razón apoyamos la propuesta de paz y desarrollo de la revolución de 1979, la que arriba a 44 años este 19 de julio y que todos los días avanza hacia una propuesta de reconciliación nacional que nos conduce a todos a marcar rutas tan profundas de esperanza que ya son imposibles de borrar porque se calaron aprendiendo de los errores, pidiendo disculpas por los desaciertos y evitando toda ruta que nos pueda llevar a ellos.
Este 11 de Julio el liberalismo nicaragüense conmemora el 130 aniversario de su Revolución, la que en su época transformó desde sus cimientos la sociedad política de aquellos tiempos donde la norma era un régimen feudal que discriminaba a la persona como individuo para ser parte y protagonista en la construcción de su propio bienestar.
Hoy el liberalismo conmemora disperso tan importante referencia histórica. La Fe en el individuo como constructor de sus libertades ha sido demolida por la fragmentación de siglas que se convirtieron en trinchera de caudillos o aspirantes de caudillos. Ellos son, pero no existen, respiran, pero no viven.
El liberal progresista que todavía existe conmemora el 130 aniversario de su revolución haciendo de la política un medio que conduzca a todos los nicaragüenses hacia el bienestar general, materializando esos propósitos con aquellos que abandonamos esas siglas que de liberales nunca tuvieron nada y ahora nos lanzan el cuento con “propuestas edificantes” que de todas formas devora la maligna bacteria de la división, la descalificación, el protagonismo o la vanidad personal que caracteriza a los que son la causa del mal causado.
Hoy es más propicio que nunca inspirarnos en la transformación liberal que hizo el General José Santos Zelaya hace 130 años. Esa realidad la celebramos con la seguridad de estar en lo correcto, dentro del FSLN, como parte de una visión muy nacionalista para profundizar con nuestro aporte una democracia perfectible basada fundamentalmente en la paz y la estabilidad que malos hijos de Nicaragua nos quieren arrebatar obedeciendo a intereses oscuros y caprichos intervencionistas que ofenden la dignidad de los verdaderos hijos de este país.
El verdadero liberalismo condena tajantemente la Nicaragua sufrida, adolorida y atormentada que el terrorismo impuso para destruir el gran avance a la recuperación económica y a la modernidad que teníamos antes del 18 de abril de 2018 y que vino a romper la armonía nacional que el mundo destacaba como efecto de una visión tan revolucionaria como la de 1893 que inspiró profundas transformaciones para Nicaragua, pero que no gozaron de la gracia imperial que de la misma manera que lo hizo ayer endereza hoy sus cañoneras a través de los sirvientes nacionales que son los culpables de los crímenes, quemas, secuestros, destrucción y torturas que con la complicidad de obispos y sacerdotes han ejecutado contra la paz que pretenden arrebatarnos.
Nicaragua no crecerá como debe con retóricas políticas que han demostrado no ser atractivas para un pueblo que social y económicamente vivía y palpaba, no solo la mejoría generalizada, sino la de sus propios hogares y de sus familias. Nicaragua hoy vuelve a ser la referencia segura de nuestro continente creando las condiciones para una“nueva normalidad” para las inversiones que ya están de regreso y vinieron para quedarse.
El liberalismo nicaragüense no tiene nada que ver con siglas contaminadas con el odio porque el liberalismo no destruye, no mata, no tortura, no saquea el erario nacional. El liberalismo es puente, es suma y multiplicación de esos valores dispersos de los que ya nos hablaba otro gran liberal, nuestro poeta inmortal, Rubén Darío.
QUE DIOS BENDIDA A NICARAGUA.