Detalles del Momento: La agonía del capitalismo salvaje
| Moisés Absalón Pastora
América Latina, tierra de Incas y Olmecas, de Bolívar, de Martí, de Rubén, de Diriangén y Sandino, es el escenario más encarnizado de lucha contra el capitalismo salvaje que fustigaba Juan Pablo II y del que advertía era la otra cara de una iglesia que predicaba en beneficio de una opción preferencial por los pobres.
En nuestra América hispana hoy se escribe el epitafio sobre el cual se certifica la caída en picada del paradigma de que Estados Unidos, es el símbolo de la libertad y de la democracia para el mundo y todo eso que algún día pretendió dibujarse como el “sueño americano” se descubre ahora como una pesadilla contra la cual hay un grito de rebelión y de demanda por la justicia de los pueblos que va desde la frontera norte de México hasta la Patagonia en la cola del cono sur y que como clamor envolvente apunta a aplicar la eutanasia contra todo ese capitalismo salvaje que ancla la prosperidad en nuestras naciones.
Indudablemente la hora de la verdadera independencia de nuestra américa hispana, rebelde, mestiza e indígena llegó y viene en busca de su propio destino. América está en lucha , nuestros pueblos están en lucha y junto a ellos, los que ya vencimos, los que estamos al frente, los que estamos siendo más golpeados, pero con una inmensa dignidad que entusiasma a otros que como Venezuela, Cuba y Nicaragua quieren ser tan libres como nosotros porque aquí ni el imperio ni sus peleles ni pudieron ni podrán y esa no es una consigna sino una declaración de victoria de naciones que como la nuestra determinamos que somos quienes decidimos, con quien nos relacionamos, con quien comerciamos y cómo hacemos desde nuestras características nacionales nuestras propias democracias. El capitalismo salvaje, desde su más alta expresión, el neoliberalismo, ha planteado en sus inútiles esfuerzos por sobrevivir e imponerse que en América hay un eje del mal que avanza y tiene razón porque la izquierda democrática qué si es mal lo es para el imperio, pero bienestar para los pueblos porque supimos devolver el bien social que el negociante del interés humano nos había arrebatado a lo largo de la historia.
En América Latina los gobiernos impuestos por Estados Unidos van empacando maletas; en América Latina los instrumentos de dominio del falso paradigma de la libertad que son lame botas imperiales; sus organismos hemisféricos, como la tristemente célebre O.E.A a la que dijimos adiós y todo satélite pro yanqui, cansaron tanto, que ahora desde sus mentiras que poco o nada valen, desnudan la descarada parcialidad que asumen con los victimarios que financian y por el abandono que evidencia con las víctimas que torturan.
La reacción de los pueblos contra sus agresores no deja duda que jamás existió conformidad con esos modelos descomunalmente salvajes e inhumanos del imperio que estuvo intentando adueñarse de muchas formas de lo que erróneamente llegó a considerar era su patio trasero para imponer desde la política del gran garrote que América era para los americanos, entendiendo que América son exclusivamente ellos, y los demás, solo súbditos del emperador de la Casa Blanca que para remate hoy tiene a un inquilino fascista y senil que empuja a una tercera guerra mundial.
Hay indudablemente en américa latina una propuesta democrática que fundamenta su aceptación desde una identidad socialista que distribuye la riqueza, que comparte lo que desde sus iniciativas produce, que asume con responsabilidad que la educación y la salud no son un negocio, que los impuestos no son para atesorarlos ni para robarlos sino para invertirlos en escuelas, en hospitales, en carreteras de primer mundo como las nuestras, en caminos rurales y de penetración para extraer lo que producimos, en comunicaciones, tecnologías y hasta en centros de entretenimiento familiar como parte de una estrategia sana para construir sociedades felices y seguras donde haya paz para todos.
A esa democracia tan fundamental y sencilla donde el voto del rico y el pobre vale y decide con el mismo valor; donde el gobierno facilita los negocios al empresario y hasta constitucionaliza su relación con esos capitales que quieren invertir; donde el trabajador es tratado como un colaborador; donde hay subsidios para el transporte, la energía eléctrica y los pensionados; donde los señores de la tercera y cuarta edad son tratados como personas a eso el neoliberalismo llama comunismo, dictadura, régimen criminal, izquierda o cualquier otra cosa a la que combate con el financiamiento del imperio, pero asesinando, torturando, secuestrando, amenazando, quemando instituciones públicas y todo con el auxilio de sectores eclesiales donde algunos obispos, como el caso nuestro, desoyen ese alto predicado del Vaticano de que la iglesia tiene una opción preferencial por los pobres.
Está planteado en América Latina el desconocimiento al miserable rol que decidió jugar a lo largo de muchas décadas de explotación, de injusticia, de corrupción, de abusos, de iniquidad a esos regímenes deshumanizados impuestos por el capitalismo salvaje, sus partidos políticos fracasados, que por no ser lo que creyeron ser, decidieron amedrentar con el terror desde plataformas mediáticas que si no tuvieron credibilidad ayer menos ahora que los pueblos saben a qué propósitos sirvieron.
América Latina y sus pueblos tienen una referencia muy clara de la diferencia entre neoliberalismo y socialismo y dejo al margen el comunismo, que nada tiene que ver con la esperanza de ser auténticamente libres. Yo hablo de un pensamiento de izquierda que está en las calles de todo el mundo pidiendo equidad, justicia, igualdad, derechos, oportunidades, bienestar, integración, prosperidad personal y colectiva.
Todas esas demandas nada tienen que ver con tesis comunistas, porque desde mi punto de vista solo existe en la mente trasroscada de quien le interesa tenerlo como un fantasma con el que se pretende asustar y engañar a los incautos, sino que esas demandas tienen que ver con la naturaleza humana de quien se ama así mismo y al prójimo y que para sus efectos su más alto paradigma de la sociedad a la que aspira es tener todos los beneficios posibles, pero en paz y en fraternidad donde no existan esos odios que para colmo, hasta algunos obispos de la iglesia católica, vomitan descaradamente desde los púlpitos desde donde ya poco se habla del amor de Jesús de Nazaret por los pobres, sino que se consagran la explotación de rico contra el pobre, lo que no es nuevo, pero sí pretende ser más constante y acelerado.
Estados Unidos es un imperio decadente y aborrecido y junto a él sus peleles, sus lame botas, los que con tal de agraciar al imperio son capaces de vender a su propia madre porque perdieron todo respeto por su nacionalidad y quien es capaz de levantar la mano contra el suelo que lo vio nacer, más capaz sería de abofetear o entregar en un negocio de trata de personas a la autora de sus días.
Aquí en nuestro país está vencido el imperio porque los nicaragüenses que tenemos conocimiento pleno de nuestra historia y los que mayoritariamente estudiamos esa relación fatal con Estados Unidos, en consecuencia, también sabemos que en la misma medida los peleles están vencidos e igual lo están los que son una vergüenza para todos los pueblos de América Latina que están en lucha y lo están porque somos Incas, Olmecas, Sandinistas, Martianos y Bolivarianos, que son identidades y orígenes con un peso moral que destripa a todos esos vende patria que ya fueron molidos por la historia.
A nosotros ya no nos detiene nadie, somos un país energizado con la potencia de la libertad y la paz que recobramos en el 2007 y que ahora defendemos. La única manera de volver al pasado es dejando de ser cristianos, es volviendo a negar al pueblo lo que ahora tiene y siempre mereció, pero eso está en los cuernos de la luna porque aquí hay conciencia, porque aquí hay PATRIA.
En Nicaragua se están dando cosas, estamos viendo cosas. Cada paso que avanzamos se da en función de un solo propósito; la paz que tenemos, la paz que disfrutamos, la paz que nos da estabilidad, la paz que nos permite construir y avanzar, la paz que nos trae prosperidad y desarrollo y la estamos defendiendo con nuestra razón contra todos los misiles externos que nos lanza quien siempre nos impuso las guerras, el imperio y sus sirvientes nacionales. La paz es el derecho más importante que consagra nuestra Constitución, por eso su defensa se vuelve tan importante en medio de un país donde hemos tenido que vivir conflictos armados permanentemente. Una causa nos une porque incluso aquellos que en un momento dado fueron encantados por serpientes se convencieron en un club de oportunistas que ahora están lejos y desnacionalizados por pretender asaltar el poder para imponernos la esclavitud del capitalismo salvaje.
La paz solo es posible con voluntad y requiere de todos los factores de seguridad para mantenerla a resguardo y es tan vital que la debemos mantener en una burbuja, aislada de cualquier bacteria contaminante, sobre todo de aquellas que acechan desde adentro y que buscan cualquier hendija para colarse y asesinarle.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.
