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  • 19 agosto, 2024

Fin del monopolio de las almas: Se democratiza la fe en Nicaragua


Por: Edwin Sánchez (*)

I

Al escudriñar la voluntad nacional, M&R Consultores encontró que el catolicismo ya no late como antes.

Hoy acapara una preferencia del 30.9%. Lo más relevante en esta medición de la Religión es que, en palabras de los investigadores, “la población que se adscribe al protestantismo” es del 39.7%.

El centro de gravedad del palpitar espiritual de Nicaragua cambió. La otrora “minoría”, la vilipendiada y marginada Iglesia Evangélica, hace rato que dejó de serlo.

Por esa confesión se entiende el conjunto de todas sus denominaciones. Son tantas como órdenes cuenta la Iglesia Católica: diocesanos, carmelitas, franciscanos, dominicos, Compañía de Jesús, de inspiración y vocación militar… Y no se incluyen las prelaturas, organizaciones poderosas como el Opus Dei, que ha dado pie a famosas historias y películas; congregaciones macabras como la del depravado Marcial Maciel, quien fundó su propia “legión” de demonios, utilizando el nombre de Cristo, etc.. Más el rosario de las distintas comunidades de monjas.

En el Segundo Trimestre de 2022, M&R Consultores halló que Los No católicos constituían el 62.9%.  Saquen la cuenta dos años después.

¿Cómo se llegó hasta ahí?

Primero, no debemos confundir Religión con Imposición en su deriva autoritaria de Domesticación, y su fase última de Resignación.

La definición que nos presenta de Religión el Diccionario, siendo de España y todavía Real, es irreal por lo que nos tocó durante cinco siglos.  Esto, en el entendido de que el catolicismo es una religión, y no un culto avasallante, que es lo que sufrieron nuestros antepasados y terminaron padeciendo los que buscaban de corazón al Dios revelado en la Biblia.

La RAE señala por Imposición: “Exigencia desmedida con que se trata de obligar a alguien”. Que así fue el “bautizo” agresivo contra el pueblo del Teyte Macuil Miquiztli, más conocido como Cacique Nicarao (Investigaciones del finado escritor Fernando Silva, dadas a conocer al autor).

Aunque magnífica su pretensión, el concepto académico de Religión no es lo que llegó de España a América. Sus actos y secuelas fueron demasiados graves en Nicaragua, y constituyó, cuatro siglos después, uno de los detonantes muy justificados de la Revolución Liberal de 1893, conducida por el General José Santos Zelaya, liberalísimo de cepa, doctrinario, verdadero, no como los patéticos remedos del siglo XX y parte del XXI.

Empero, la Restauración Conservadora, de la que abundó el excelente historiador y noble sandinista Aldo Díaz Lacayo, abolió los avances de la sociedad que imprimió el jefe de la primera gran Revolución de Nicaragua.

Este retroceso al Estado Parroquial quedó sellado con la fumata blanca de haber anunciado, lágrimas aparte, el Habemus Princeps en 1956, cuando se consagró Príncipe de la Iglesia Católica al tirano Anastasio Somoza García: uno de sus “grandes frutos”.

Autorizar 41 años después, 1997, la primera misa somocista, cantada y llorada al padre de la dinastía, en la parroquia de San Rafael del Sur, nos confirma que “por sus frutos los conoceréis”.

Su Corolario 2018 ya no dejó dudas de lo que nos trajeron las naos.

Y el infame Epílogo de esta terrible historia circular y viciosa es más que evidente: muchos de los instigadores y encubridores del sadismo y del terror de ese año fueron aplaudidos por el gobierno de España. Que, además, los nacionalizó, y les concedió el privilegio de ser súbditos de la Corona, por llevar el ADN del atroz, leal y letal Pedrarias Dávila. Por ser del mismo linaje infernal de otros insignes profesionales de la decapitación, la vejación y la impiedad.

Fueron los últimos conquistadores chapiollos que a sangre y fuego quisieron devolver a Nicaragua a la sangrienta y bárbara época colonial.

Los hechos delatan que Religión fue lo menos que nos trajeron de la Península y lo que sus fatídicos epígonos “oficiaron” hace seis años, nada que ver con respecto a lo que la RAE expone:

“Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”.

No se habla ni se trata del siniestro catálogo de 2018: samotanas de sotanas, alborotos, tranques, violencia, desestabilización, violación de los DDHH, ultrajes a la dignidad humana y muerte a los que piensan distinto a los instintos de los fascistas.

Sí debemos dejar claro que hay católicos conforme a la significación aludida. No hay odios ni resentimientos en sus vidas. Son espíritus de paz, no amarguras asociadas ilícitamente con traidores, sembradores de cizañas y conspiradores para delinquir.

Esta hermosa grey está en las antípodas de los que se encubren en el catolicismo para dar rienda suelta a su fariseísmo.

Los cristianos auténticos DAN LA CARA a Dios y a los hombres, no la máscara.

II

Sobre la fresca muestra ofrecida por M&R, habrá quienes la descalifiquen con el “poderoso argumento” de la estulticia: por no encajar en su anquilosada moldura tradicional.

Pero, ¿quién creería a los sondeos de opinión pública que pinten un panorama tan incongruente con la vasta realidad?

Las estadísticas no son arbitrarias. Registran los cambios progresivos de la población. Su aprobación o desaprobación. Sus tendencias.

El Mapa Espiritual de Nicaragua no está cartografiado en piedra.

Los viejos datos queridos sí se fosilizan en la memoria.

No estaré tan de acuerdo con que a partir de los años 50 del siglo XX, el 95% se declaraba católico, como afirma Raúl Obregón, gerente general de M&R Consultores.

Los informes oficiales de los Somoza, impresas en muchas publicaciones internacionales, señalaban que en los años 70 tal población constituía el 98%.

Así, la hegemonía católica era absoluta: lo que ya no controlaba con la tradición, lo sojuzgaba a través de su inmenso poderío fáctico.

Y la superstición.

Sufrimos durante siglos un Estado Parroquial, que en su más oprobiosa etapa fue una República Bananera

Pero las palancas del Poder Terrenal no son las del Espíritu.

Es en la década de la Revolución (1980-1990) que por primera vez se produce un auge de las iglesias evangélicas.

Es cuando empieza a agrietarse el monólogo religioso, que por sus características más bien constituía una Dictadura Eclesiástica.

Por eso es muy trascendental que la Revolución Sandinista incluyera a los evangélicos en el Consejo de Estado y luego en la Asamblea Nacional. Que el doctor Gustavo Parajón, líder de la Iglesia Bautista de Nicaragua, fuera un interlocutor idóneo en los procesos de verificación y reconciliación nacional. Considerado, además, una personalidad notable por el Comandante de la Revolución, Daniel Ortega Saavedra.

En honor a la verdad, el presidente Ortega no esperó el avivamiento y masificación del protestantismo para darle su lugar al credo denostado, marginado, y cruelmente ninguneado como “las sectas”, “los palma tortillas”, “los masones”, el ¡uy!, cuando hasta pasar por la acera de un templo evangélico daba “miedo”, entre otros “elogios”.

Los “ideólogos marxistas” que hoy repostan en la extrema derecha como “sandinistas puros” chanfainas, los calumniaban de ser “agentes de la CIA” y “brazo ideológico del imperialismo yanqui”.

El mismo poeta fallecido, Ernesto Cardenal, se mofó de los evangélicos, llamándolos “estrambóticos”, en referencia directa al nombre de la Iglesia Cuadrangular. Nada comparado al sacerdote y escritor Azarías H. Pallais que en más de una ocasión salvó a los “hermanos separados” de ser linchados por turbas católicas en el Occidente del país.

Es que las pedradas a los techos y puertas de las iglesias, el azuzamiento y la violencia fueron parte del ritual de agresiones de exaltados católicos en contra de los protestantes.

Y a propósito de ataques, tranques con armas de fuego y trancazos a la Paz, la Consultora del señor Obregón no inventó los porcentajes actuales. Refleja la obra de no pocos obispos y miembros del clero. Reflejan las cenizas de lo que quedó de las mortíferas hogueras literales, más que metafóricas, atizadas desde 2018.

¿Y quién, sintiendo el llamado del Espíritu Santo, va a confundir un tranque de vejámenes, tortura, fuego y despedazamiento de seres humanos, con un Templo donde se honra y se alabe al Señor?

¿Qué no fue un cura hitleriano de Masaya el que ordenó quemar en vida al joven Gabriel de Jesús Vado, y esconder (no enterrar) sus restos en vez de darle cristiana sepultura?

El pueblo cristiano ha testificado en contra de la barbarie.

Para quienes rinden culto a la manipulación, a todo género mentira, y no toleran lo que ocurre en la vida real, en 2015 la encuestadora predilecta de la derecha conservadora, Cid Gallup, detalló que la Iglesia Católica contaba con un 46% de fieles.

III

¿Por qué fue tan dilatado el pensamiento único de este PRINCIPADO eclesiástico? (El que lea entienda)

Partamos de las carabelas al mando de Cristóbal Colón. No fueron enviadas por Martín Lutero, que entonces apenas contaba con nueve años de edad. Ni por Juan Calvino, nacido 18 años después del “descubrimiento”.

ALEJANDRO VI, electo apenas dos meses antes del 12 de octubre de 1492, fue el Papa que entregó América a España. Excepto Brasil, “donado” a Portugal por el Tratado de Tordesillas. Esta fue una versión más profana, minuciosa y oceánica de los linderos geográficos delimitados por quien estaba más ocupado siendo papá que Papa, “donándole” a Italia una enorme prole, que así celebró su celibato, “ahogado” de placer en un mar de mujeres, donde ya no divisaba ni las costas de sus dogmas, artículos de fe, sacramentos, encíclicas, homilías y concilios.

Y ya sabemos lo de los Reyes Católicos, de cómo llevaron a cabo esas Bulas de Donación (hermoso eufemismo del Robo) para el reparto del mundo: “donar” lo que les pertenecía a los apaches, sioux, iroqueses,  yaquis, aztecas, mayas, toltecas, chorotegas, chontales, caribisis, misquitos, taínos, incas, guaraníes, mapuches….

Los expedicionarios llevaban la “misión salvífica” de reclamar las tierras del nuevo mundo para la Iglesia y para el Rey, que entonces daba lo “mesmo”. Es la famosa regla de hierro para el éxito de la Conquista: con la Cruz y con la Espada.

Los más conspicuos calienta bancas de primera fila, y hasta de tumbas al pie del altar —tal el caso del déspota Pedro Arias de Ávila en la iglesia de León Viejo— fueron los conquistadores y colonizadores, los peninsulares y los criollos, que desovaron la más rancia oligarquía “católica”.

Los nacidos en cuna de encajes ocuparon la religión para entrenar en la mansedumbre y la resignación a los hijos del petate. Los primeros, los “sangre azul”, nacieron para mandar.

Los segundos, para obedecer.

Porque, según estos dueños de la “verdad revelada”, el Poder es Blanco. Inmaculado. Puro. No es mestizo, que eso ya es “pecado”. Peor, indio. Sería blasfemia. Mucho menos que sea de color negro “sacrílego”.

¿De dónde pues emana tanta rabia colonialista contra el Frente Sandinista, el Comandante Ortega y la escritora Rosario Murillo?

¿Han cometido la herejía de que en Nicaragua no es el color de la piel la que manda, sino los intereses de la Patria?

Revolución llamaríamos trastocar el incensado desorden de antaño, por un salutífero orden ungido por el pueblo: un pueblo de otra estatura espiritual.

Más allá de los asuntos de los hombres, lo que vemos es el establecimiento del milagro espiritual con repercusiones materiales, tangibles, políticas, sociales: un grupo o una institución por sí sola, excluyendo a las mayorías, ya no puede arrogarse o usurpar la representación de nadie más que su propia entidad o personería jurídica.

Mal hábito esto de “hablar en nombre del pueblo de Nicaragua”, siendo una organización más.

Sí. Por fin se acabó el monopolio de las almas.

Y se DEMOCRATIZÓ LA FE.

Porque así, poco a poco, hemos tenido tiempo para apreciar la concordia, y la bendición que suministra el solo acto de despachar la soberbia.

Y venir a entonar, bajo la batuta del Altísimo, nuestra realidad en letra alzada de Salve a ti, y más aún la verdad que no es simbólica: nuestros tonos azul, blanco y azul, tierra adentro del lábaro nacional, hoy ondean en lo más alto del Sermón de la Montaña.

“Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios”.

(*) Escritor.

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