Nicaragua y la Covid-19
Por : Jorge Capelán.
Uno de los secretos mejor escondidos tras la cacofonía del pánico y el terrorismo mediático provocada por la actual pandemia de la Covid-2019 ha sido la manera tan exitosa como Nicaragua, un país pequeño y pobre en una de las regiones más expuestas al cambio climático en el planeta, ha venido atajando la llegada del nuevo coronavirus.
Con 6.5 millones de habitantes, Nicaragua tenía hasta el 5 de abril solo 6 casos de Covid-19 (todos importados), de los cuales 3 estaban activos, 2 estaban recuperados y uno, enfermo de SIDA, había fallecido. Al mismo tiempo, mantenía en vigilancia cercana a unas 10 personas a las que, a pesar de haber dado negativo en las pruebas, se les sigue controlando por precaución.
En comparación, en la región centroamericana, hasta ese día habían 4.598 casos confirmados de Covid-19 de los cuales 4.360 eran activos, 167 fallecidos y 71 recuperados. En Centroamérica, solo Belice, con menos de 400.000 habitantes, tiene menos casos confirmados que Nicaragua, con 5, todos activos.
En cuanto a casos por millón de habitantes, Nicaragua tiene la menor cantidad de toda la región, con 0.93 casos. Le sigue Guatemala, con 4.22 casos; El Salvador, con 9.56 casos; Belice, con 12.24 casos; Honduras con 32.54 casos; Costa Rica, con 89.76 casos y Panamá, con 471.22 casos por millón.
Nótese que en los dos países con los que Nicaragua tiene extensas y porosas fronteras (Honduras al norte y Costa Rica al sur) tienen niveles de infección mucho más altos.
Asimismo, en dos países caracterizados por la aplicación de medidas draconianas de reclusión y toque de queda para hacerle frente a la pandemia (El Salvador y Honduras) las tasas de infección por millón de habitantes son también mucho más altas que en Nicaragua.
Sectores vinculados a la oposición golpista en el país alegan que las cifras del Gobierno son falsas y que en realidad este no está haciendo nada para combatir la pandemia. Dicen que hay tan pocos casos confirmados porque no se han aplicado pruebas masivas de Covid-19 a la población.
Esos argumentos solo son viables para el consumo en el exterior y para que ciertos grupos bastante alienados a lo interno del país vivan en una ilusión, porque para cualquier persona normal que viva en Nicaragua la situación evidentemente no es así.
Claramente, ningún centro de salud en Nicaragua está atestado de gente con síntomas respiratorios. Según declaraciones del director general del Ministerio de Salud, los casos de neumonía en este mes de abril, que por lo general tienen un repunte en el país, muestran niveles más bajos que el año anterior. El año pasado se aplicó a la población alrededor de 1 millón de vacunas contra la influenza (B, H1N1 y H3N2), mientras que la vacuna contra el neumococo se aplicó a los adultos mayores y a las personas que padecen enfermedades crónicas.
Por otra parte, ¿dónde están las protestas en las calles contra la supuesta falta de acción del Gobierno ante la pandemia? En ningún lado, solamente en el ciberespacio, en las mentes afiebradas de elementos con base en Miami y algunos países de la Unión Europea.
La respuesta del Gobierno sandinista a la emergencia de la Covid-19 se basa en una serie de pilares:
En primer lugar, el desarrollo de un Estado Social de Derecho que pone los derechos sociales y económicos de la población, en especial la salud, la educación y el derecho a la alimentación, en el centro.
En Nicaragua, contrariamente a la propaganda de los medios occidentales, no existe una relación antagónica entre el Estado y la población, que en inmensa mayoría (incluso entre amplios sectores de la minoría opositora) confía en que la Policía y las autoridades de la salud buscan el bien público.
En segundo lugar, en el desarrollo más amplio posible de la salud pública. Para nadie debería ser un secreto que la Salud Pública en Nicaragua nació con el derrocamiento de la dictadura somocista en 1979 y el triunfo de la Revolución Sandinista.
Antes del 19 de julio de 1979, los sectores populares más pobres eran forzados a vender su sangre a la empresa Plasmaféresis para poder sobrevivir mientras que las enfermedades endémicas eran muy extendidas en un país en el que más de la mitad de la población no sabía leer ni escribir.
Con la primera etapa de la Revolución Sandinista en los años 80 del siglo pasado llegaron masivas campañas de vacunación, prevención e higiene, así como de formación de personal de la salud y de desarrollo de infraestructura sanitaria, todo ello en medio y a pesar de una cruenta guerra terrorista promovida por los Estados Unidos.
Esto fue así porque esa política era parte fundamental del programa histórico del Frente Sandinista de Liberación Nacional, formulado muchos años antes del triunfo de 1979.
A pesar de la contrarreforma neoliberal del período 1990-2007, en el que se trató de privatizar totalmente la salud, toda esa infraestructura humana formada durante la década de los años 80 en los valores de la salud como un derecho básico e inalienable, resistió y cuando el Frente Sandinista regresó al poder estuvo en condiciones de implementar el exitoso modelo de salud comunitaria que hoy pone a prueba la emergencia de la Covid-19.
Durante los últimos 13 años, el Gobierno sandinista ha construido 18 hospitales: 15 primarios, 1 departamental y 2 nacionales, todos ellos funcionando gratuitamente. A mediado plazo, existe la proyección de construir 15 hospitales más, seis de los cuales ya están en construcción, entre ellos dos grandes: el de León y el de Nueva Segovia.
Además de esto, es innumerable la cantidad de puestos de salud que se han construido y reacondicionado a lo largo y ancho del país, así como de casas maternas. También, y por si esto fuera poco, existe un programa masivo que semana a semana visita activamente a las comunidades para brindar información y atención médica gratuita a la población que por diferentes razones no puede ir a un centro de salud.
A todo esto hay que agregarle la reciente inauguración de un moderno laboratorio de biología molecular capaz de analizar pruebas de varias enfermedades, entre ellas la Covid-19. Este laboratorio es el segundo más avanzado de la región.
Además, Nicaragua cuenta desde fines de 2018 con una planta de medicamentos con capacidad para producir 12 millones de vacunas contra la influenza al año y en la que se proyecta producir el medicamento cubano Interferón Alfa-2B exitosamente utilizado para tratar pacientes con Covid-19.
Junto al desarrollo de esta base material, el modelo de salud sandinista (Modelo de Salud Familiar y Comunitario, formulado conceptualmente ya en el año 2008) cuenta con una amplia infraestructura social en la forma de redes sectoriales, municipales, departamentales y nacionales que articulan recursos de salud públicos, comunitarios y privados que desde hace años vienen impulsando todo tipo de jornadas de salud, especialmente para prevenir enfermedades como el dengue, zika y chikungunya, además de todas las demás tareas de salud.
Varios meses antes de la alerta por la Covid-19, el Gobierno, en julio del año pasado, ya había declarado una alerta epidemiológica para combatir las enfermedades arriba mencionadas. En realidad, desde hace muchos años Nicaragua, por sus mismas condiciones, vive en una situación permanente de alerta epidemiológica a la que las autoridades hacen frente en conjunto con las comunidades, lo que le ha dado al país mejores niveles se salud a nivel poblacional y una amplia experiencia ante este tipo de amenazas.
Por sus mismas características, Nicaragua está obligada a tener un sistema de alerta ante todo tipo de amenazas que incluyen situaciones epidemiológicas, climáticas (por ejemplo, huracanes), tectónicas (sismológicas y volcánicas) y desde hace muchos años realiza gigantescos ejercicios de defensa civil que involucran a millones de ciudadanos.
Es falso que el Gobierno no informe sobre el avance de la pandemia en el país, tal y como se puede constatar en la página web del Ministerio de Salud, además de las conferencias de prensa diarias que ofrecen sus representantes y de la abundante información que se brinda a través de los medios. Así como en Nicaragua hay una libertad irrestricta de desinformación, ya que no se ha cerrado ni un solo medio de la derecha golpista, también la hay de información a través de los medios del Poder Ciudadano.
Desde fines de febrero, el Gobierno de Nicaragua dio a conocer la política a seguir frente al coronavirus:
- Nicaragua no ha establecido, ni establecerá, ningún tipo de cuarentena.
- Las personas que tengan síntomas de Covid-19 y además tengan algún vínculo con alguien con la enfermedad comprobada, serán ingresadas en una unidad de salud para estudio y seguimiento.
- Quienes además de lo anterior den positivo en una prueba de Covid-19 serán ingresados a uno de los centros destinados al tratamiento de pacientes con la enfermedad.
- A las personas que ingresen de países de riesgo (según lo establecido por la OMS) no se les restringirá su movimiento en el país, pero sí se les alertará sobre las medidas de precaución a tomar y se les pedirá un número de contacto y dirección para darles seguimiento tanto por vía telefónica como por medio de visitas.
El 21 de enero, al día siguiente de que las autoridades chinas reportaran un tercer muerto por Covid-2019 y doscientos contagiados fuera de la provincia de Hubei, así como decenas de contagiados en otros países asiáticos, el Ministerio de Salud de Nicaragua, junto con la OPS, anunciaron la alerta epidemiológica.
10 días más tarde, la Comisión Interinstitucional encargada de hacer frente a la emergencia había elaborado un protocolo detallado, en base a experiencias propias y de la OMS, que cubre todos los aspectos de la estrategia para hacerle frente a la pandemia, el cual es actualizado mes a mes conforme va avanzando el conocimiento sobre el nuevo coronavirus y la Covid-19.
El protocolo contiene medidas detalladas sobre vigilancia epidemiológica, procedimientos de laboratorio y toma de muestras, organización de los servicios de Salud, organización interinstitucional, planes de comunicación, etcétera.
Durante las primeras semanas se capacitó a todo el personal de salud y se fue preparando toda la infraestructura médica necesaria para hacerle frente a la pandemia, lo que incluyó la inauguración el 3 de marzo del laboratorio de biología molecular antes mencionado que permite hacer las pruebas del nuevo coronavirus.
Ya el 12 de marzo, los presidentes de Centroamérica (excepto Bukele de El Salvador) participaron en una conferencia virtual para coordinar acciones ante la pandemia. Además, el Gobierno de Nicaragua sostuvo sendas reuniones con sus vecinos fronterizos (Costa Rica y Nicaragua) para coordinar esfuerzos ante la pandemia. Ciertamente, de parte de Nicaragua no ha habido actitudes estridentes y conflictivas, sino de total colaboración en el esfuerzo común por enfrentar la pandemia.
Un país como Nicaragua, dependiente del comercio exterior y de los ingresos del trabajo, sin grandes fuentes naturales de renta en la forma de hidrocarburos u otros recursos energéticos, no puede darse el lujo de “cerrar” la economía a la ligera, mucho menos en una situación como la que había en ese momento, en el que ni siquiera se habían presentado casos importados de Covid-19.
En Nicaragua la mayoría de las familias vive del trabajo por cuenta propia y depende de tener ingresos cada día. El caso es similar en Honduras y El Salvador, donde las draconianas medidas de cuarentena implementadas han motivado fuertes protestas populares e interrupciones de la cuarentena decretada por esos gobiernos. En El Salvador, el desorden en la entrega de una ayuda de 300 dólares provocó protestas y saqueos y en Honduras, las fallas en la prometida entrega de comida a la población obliga a la gente a salir a pedir a la calle.
Con similitudes con la exitosa estrategia sueca para atajar la pandemia, Nicaragua basa la suya en la confianza en la capacidad de la población de tomar medidas preventivas evitando al máximo restringir la actividad económica.
Además, Nicaragua combina este trabajo de educación sobre salud pública con un sistema de detección de posibles casos de Covid-19 que comprende desde las aduanas y aeropuertos hasta el trabajo con las poblaciones fronterizas (tanto al norte con Honduras como al sur con Costa Rica), con las actividad de los centros y puestos de salud a lo largo y ancho del país así como las estructuras de la sociedad civil en todos los barrios y comarcas.
Nicaragua es un país pequeño, es muy difícil ocultar una situación de la gravedad de una infección de Covid-19. Las autoridades de salud hasta la fecha han sido capaces de seguir la pista a cualquier caso sospechoso, no para restringir la libertad de la persona afectada, sino para darle seguimiento y ayuda.
Una acción que fue muy manipulada por la prensa occidental, y por los medios golpistas dentro de Nicaragua, fue la caminata “Amor en tiempos del Covid-19” realizada el sábado 15 de marzo. Esa acción fue interpretada tendenciosamente como una muestra de desprecio por la salud pública y por las medidas de protección contra el coronavirus, cuando en realidad los medios del Poder Ciudadano venían cubriendo el tema de la Covid-19 desde hacía meses.
El mensaje que transmitieron miles de sandinistas y de personas que apoyan al Gobierno sandinista que marcharon ese sábado a la población fue que no había que perder la cabeza y “cerrar” el país, que había que continuar trabajando pero tomando las medidas de precaución que desde hacía semanas se estaban recomendando en los medios.
No fue sino hasta el 18 de marzo, con el reporte del primer caso de coronavirus proveniente de un ciudadano que había estado en Panamá, que Nicaragua dejó la fase inicial de preparación para entrar en la fase de casos importados, en la que actualmente se encuentra. Desde entonces se han reportado cinco casos más, de los cuales dos se han recuperado, uno ha fallecido y otros tres se encuentran bajo tratamiento.
El 19 de marzo, ya con Nicaragua entrada en la fase dos de enfrentamiento a la pandemia, la vicepresidenta Rosario Murillo informaba sobre la capacitación de 250 mil brigadistas de salud que realizarían visitas a más de un millón de hogares en todo el país. A estas alturas los hogares de Nicaragua han sido visitados más de una vez para dar seguimiento a la situación de la Covid-19 en el país.
Es de hacer notar que todo este trabajo en realidad no se limita a informar a la población y a preparar al sistema de salud sobre la Covid-19. Los programas regulares del sistema de salud siguen en pie, así como las jornadas de operaciones gratuitas a la población, etcétera, a la vez que la campaña de prevención de la Covid-19 también se realiza en conjunto con la prevención de la influenza, el dengue, el zika, el chikungunya y demás enfermedades que acechan a la población.
En la actualidad, el pueblo nicaragüense se encuentra disfrutando en tranquilidad y responsabilidad de las vacaciones de Semana Santa. Mucha gente se ha quedado en sus barrios con sus familias, lo que se puede constatar al salir a las calles, que en muchos casos se han convertido en espacio de socialización para los vecinos. Sin embargo, muchos otros han preferido ir a los distintos balnearios del país, o incluso en actividades religiosas, igualmente evitando las aglomeraciones y observando las reglas de higiene.
Para la Semana Santa, los empleados del Estado han recibido asueto desde el sábado 4 al miércoles 15 o 17 de abril (según la actividad), y los estudiantes hasta el 20 de abril, en una suerte de cuarentena suave para todo ese sector, lo que además sirve para cuidar a las personas en grupos de riesgo por la Covid-19 sin recargar a los miembros de la familia que se dediquen al trabajo por cuenta propia.
Aún no se sabe cuál será el desarrollo futuro de la pandemia en Nicaragua. Podría ser, tal y como lo indican ciertos investigadores estadounidenses, que los mayores niveles de vacunación de la población con BCG contra la tuberculosis con respecto, tanto a los de los países euroestadounidenses como latinoamericanos y centroamericanos, se traduzca en un menor impacto de la Covid-19 en Nicaragua. De ser así, esto se convertiría en un tributo a las masivas campañas de vacunación que el sandinismo ha impulsado en los últimos 40 años.
Otro elemento a tomar en cuenta para explicar la menor incidencia que hasta el momento ha tenido esta pandemia en Nicaragua es la merma del turismo euroestadounidense a raíz del derrotado intento de golpe de abril de 2018. En todo caso, hay una serie de factores en juego en este sentido, sobre todo la actividad atenta y operativa sin caer en histerismos que ha mostrado el Gobierno sandinista para enfrentar esta emergencia.
Una cosa es cierta, sin embargo: Si el Gobierno sandinista hubiera actuado ante la Covid-19 como sus vecinos de Honduras y El Salvador, las pérdidas económicas habrían sido mayúsculas aún mucho antes de entrar en la etapa más álgida de la pandemia en nuestra región. Recordemos que los niveles de contagio por millón de habitantes en Centroamérica aún son mucho menores que los de Europa o Estados Unidos-Canadá. Al finalizar la Semana Santa, ambos países vecinos habrán sufrido pérdidas enormes, asumido deudas inasumibles y daños irrecuperables en su relación con la población.
Mientras tanto, Nicaragua sigue esperando la pandemia sin contagio comunitario (hasta el momento), con todas las fuerzas de su sistema de salud intactas, con valiosa experiencia acumulada en el tratamiento de los pocos casos que se han presentado y con una relación fortalecida con la población civil.
El Frente Sandinista, y en especial el liderazgo del comandante Daniel Ortega junto con la compañera vicepresidenta Rosario Murillo, es experto en el arte de la maniobra política de masas, es decir, en la maniobra política rápida y operativa con amplias masas populares organizadas y disciplinadas.
Los ejemplos de esto son múltiples, por ejemplo: La organización en pocos meses de la galardonada Cruzada Nacional de Alfabetización en 1979-80; la organización del Servicio Militar Patriótico en los años 80; el cambio de toda la moneda nacional en menos de 24 horas en 1988 (que privó a la Contra de miles de millones de córdobas que había fugado hacia Honduras) y la derrota del “golpe blando” de 2018, cuando mucha gente fuera de Nicaragua creía que el Frente Sandinista estaba derrotado.
A los cambiantes escenarios de la Covid-19 el Gobierno sandinista responderá de manera flexible pero decidida, priorizando a los sectores más vulnerables y afectando lo menos posible la economía popular, consciente de que más que una enfermedad a la que hay que derrotar, la Covid-19 es un reto para la capacidad de funcionar de la sociedad en su conjunto, más un virus de la sociedad que un virus del individuo.