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  • 23 noviembre, 2021

Detalles del momento: terrorismo mediático


Por: Moisés Absalón Pastora

El periodismo es noble, no puedo verlo de otra forma. Es un género que independientemente de que sea conceptuado como una profesión o un oficio, dado que o lo estudias profesionalmente en una universidad o naces con él cómo es mi caso, y no me siento mal por declararme empírico en el género, su ejercicio implica una relación muy íntima con la sociedad y una responsabilidad enorme con el país al que perteneces.

Periodismo es un proceso técnico que recoge datos sobre una circunstancia, analiza los hechos, concentra su esencia, prioriza lo relevante, construye lo que va a trasferir a través del medio y finalmente publica el producto para que llegue al consumidor de noticias que no solo es un oyente, un lector, un televidente o un cibernauta, sino alguien que dependiendo de lo que nosotros hagamos nos concederé el más alto valor en el trabajo que realizamos y eso se llama credibilidad.

En nuestro país tenemos que haber buenos y malos periodistas y determinar quien lo es o no lo es, es únicamente posible, a través de una herramienta que en el gremio decimos conocer como ética, aunque a veces pasemos por encima de ella, la atropellamos y la masacremos y por supuesto nos llevemos en el alma, como popularmente decimos, al país, al conciudadano, a nuestra familia y a todo un conjunto de valores humanos, institucionales y estructurales que al final nos representan la nación.

De la ética se dice es el proceder correcto en toda profesión para actuar y hacer el bien y a propósito del tema que desarrollo en Nicaragua y en cualquier parte del mundo es correcto afirmar que sin ética jamás habrá buen periodismo y esto hay que comprenderlo hoy más que nunca por el estridente ruido digital que las criminales fakenews han impuesto a través de las tales redes sociales que son plataformas sumamente peligrosas desde donde cualquiera y muchas veces periodistas lo que hacen en realidad es terrorismo mediático porque es el medio más fácil para esconder sus rostros.

Los periodistas visibilizamos lo oculto, advertimos o proyectamos cosas en el horizonte o prendemos la luz para ubicar el origen de una situación que hay que atender. Sin embargo, en la desesperación por brindar supuestas primicias, manía que podemos graficar como ansias por ver quien primero anuncia la catástrofe, también se cometen errores y pecados que son abominables por las consecuencias cuando en vez de solucionar o componer el resultado fue atizar un conflicto y profundizar un problema.

La capacidad para informar y la responsabilidad del periodista a la hora de contar una historia es crucial y determinante, podemos incluso hacer de las palabras empleadas en una crónica un detonante para una rebelión, un factor de quiebra para una empresa o una bala contra una persona, así de grande es la responsabilidad que tenemos en nuestro pensamiento y nuestras manos a la hora de construir lo que vamos a difundir y eso lamentablemente aquí se toma tan chabacanamente que ya hasta se volvió un problema de seguridad nacional porque mucho de nuestra realidad responde a esa verdad.

Yo no digo que no visibilicemos lo oculto, pero tampoco ocultemos lo que es visible; yo no digo que no proyectemos lo que está en el horizonte, pero acerquémonos lo más posible a esa línea de fondo para tener certeza de estar lo más próximo a la objetividad; yo no digo que no prendamos la luz sobre aspectos que son importantes, pero sí que entendamos que hay una gran diferencia entre encender el foco que pegarle fuego a algo.

Tristemente Nicaragua es victima todos los días del terrorismo mediático que cobardemente se disfraza de “periodismo independiente” que por supuesto no existe ni aquí ni en la Conchinchina y del que ya antes hablé abundantemente por ser falso y mercenario pues se prestó y lo sigue haciendo para desbaratar a nuestro país, para crear una imagen falsa que en el 2018 nos condujo a la tragedia y que en el presente continúan como si nada, en las mismas, diciendo todos los días bascosidades, solo para conferir al enemigo externo, a su financiero, el imperio norteamericano, falsas razones para que cobardemente prosiga lanzando sus misiles de odio contra nosotros.

Algunos de estos terroristas mediáticos “valientemente” disparan sus descargas de odio desde afuera, particularmente desde las comodidades de San José Costa Rica, a donde se fueron huyendo con la garantía de seguir recibiendo los fajos de dólares que antes les proveía la Fundación Violeta Barrios de la que brincaron nombres que quisieron darnos clases de moral y de nacionalidad como por ejemplo Carlos Fernando Chamorro, que era un pulpo de 16 tentáculos que recibía de todos lados y quien se quedaba con la mejor tajada mientras repartía la sobra para quienes decían de él que era la mamacita de Tarzán; La Lucía Pineda, la que le pegó fuego a Granada, la que tenía su trompo enrollado y al día siguiente salió huyendo a la vecina del sur para hacer suya la plataforma de 100% mentiras y auto nombrarse como la conciencia moral de todos los foragidos tranqueros que hoy son la principal causa de delictiva en aquel país; La Jennifer Ortiz, eternamente nublada por sus pesadillas existenciales, la impoluta cabecilla del reducto cibernético “Nicaragua Investiga” que recibió por dos tantos partidas de 98 mil dólares, cifra que muchos profesionales en este ramo nunca podremos ver.

Pues esta tal Jennifer Ortiz, que se paseaba con rostro de mansa paloma es en realidad uno de los buitres más connotados del terrorismo golpista y que sabiendo que tienen como otros de su clase la conciencia manchada de sangre se fue, salió huyendo como cualquier delincuente para seguir mintiendo desde afuera y continuar aburriendo con sus historias de mujer incomprendida y así como ella hay otros que saben que aquí en Nicaragua no pueden sostener su verdad porque péndula, sobre cada uno de ellos, la ley contra el Ciberdelito o contra las noticias en las cuales son expertos.

Muchas veces he dicho y no me canso de repetirlo que nada tiene que ver ni el periodismo, ni la libertad de expresión con la mentira y el libertinaje y de la misma manera insisto en que los daños psicológicos, morales y económicos para el país y sus ciudadanos no pueden de ninguna manera quedar impunes porque nada que sea falso puede ser legal y es comprensible no poder actuar contra los terroristas mediáticos que huyeron en desbandada, pero no pienso lo mismo con los que están aún aquí.

Cada gobierno tiene la obligación de cuidar por la seguridad de sus ciudadanos y por las condiciones que permitan el desarrollo y la construcción sana de la nación. Aquí en Nicaragua hay medios que se proclaman como plataformas periodísticas que lo único que hacen en todo momento es promocionar odio y lo hacen retando a la ley, como diciendo cuidado me tocas porque si lo haces te va mal y serás mal visto desde afuera donde se gritará que me estas violentando mis “derechos humanos” como periodista.

Tremendo cuento el que se hacen esos falsos periodistas con lo que significa la libertad de expresión. Como dice la canción esos delincuentes que se fueron huyendo a Costa Rica o que se encuentran en la gusanera de Miami que digan “MIÉRCOLES” si quieren, pero no los que están aquí porque como ciudadano que sufro el fuego graneado de la mentira y como periodista avergonzado por la imagen destruida de este apostolado, hecha volar en pedazos por agentes que actúan como lacayos de quienes pagan para producir las mentiras contra mi país, exijo un detente, un basta ya a tanta impunidad.

Ya los oigo desde la Corporación, desde Canal 10, el 12, el 14, u otras expresiones del terrorismo mediático decir, rasgándose las vestiduras y victimizándose, que como es posible que un periodista llame desde un medio oficial a “censurar” a sus colegas y a que se violente la “libertad de expresión”, pero y quien dice que los terroristas mediáticos son periodistas y quien dice que la libertad de expresión es idénticamente igual al libertinaje.

El español es extensamente amplio para expresar de la manera más clara lo que se trata de decir y en este caso no estoy llamando a castigar a nadie por ser periodista, estoy llamando a que se aplique la ley al delincuente que no la respeta porque yo también tengo derechos en este país y tengo derecho a vivir en paz, tengo derecho a defender la libertad que vivo, tengo derecho a salir e ir donde me plazca a distraerme familiarmente bajo el rigor de la seguridad pública y eso es lo que a mí los terroristas mediáticos me niegan y amenazan con arrebatarle cuando promueven controversias y conflictos sumamente peligrosos.

Francamente me quedo impresionado por la capacidad del terrorismo mediático para producir tanto veneno y lo absorbieron de tal manera que se creyeron sus mentiras y ahora cuando asoman la jacha por las calles y sienten y perciben que la gente buena los desprecia y los aborrece todavía, en su inmensa brutalidad y ceguera, se preguntan que porqué los mal quieren pretendiendo ignorar aquella gran máxima de vida de que uno cosecha lo que siembra y ellos siguen sembrando odio y ellos siguen sembrando tempestades no esperen entonces un amor que no merecen.

No vengamos a poner aquí cara de yo no fui para aducir ignorancia de información cuando si usted va y busca en Google se enterará que son cantidades de terroristas mediáticos que tras el ropaje de “periodistas” han caído presos por mentir y no solo ellos sino también los que compartieron la falsedad. Hay quienes creen que por decir estas cosas uno debe ser percibido como cavernícola porque se les ocurrió que la falsedad, la calumnia y la mentira es la modernidad cuando es la modernidad la que está en juego.

La internet fue un supuesto paso a la modernidad, a través de ella los espacios mediáticos en todos los sentidos fueron invadidos por la tecnología y eso no está mal, pero desgraciadamente los ignorantes, los que viven realmente en el atraso cultural e intelectual, están poniendo en duda el futuro, que puesto en alto riesgo por el odio del terrorismo mediático nos puede conducir a conflictos tan letales que seguramente puede dejar a la humanidad atada a un pasado que sepultado bajo escombros difícilmente tendrá ánimos para volver a ponerse en pie y es precisamente eso a lo que no queremos llegar.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.



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