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  • 10 enero, 2022

Por: Francisco Javier Bautista Lara

En memoria al Cmte. de la Revolución Carlos Núñez Téllez (1951-1990)Padre de la Constitución Política de la República (enero1987-2022)
“La unidad del sandinismo es la respuesta contundente para oponernos a
todos los desmanes y pretensiones de seguir entregando la nación a los intereses
extranjeros”.
Carlos Núñez Téllez

Nicaragua inauguró su irreversible rumbo histórico de autodeterminación con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista en julio de 1979 y lo afirmó en la Constitución Política de la República de enero de 1987. En la continuidad y consolidación del proceso institucional, conforme las elecciones soberanas del 7 de noviembre de 2021, inicia, 35 años después de la Carta Magna de la Revolución, un nuevo y esperanzador período gubernamental y legislativo (enero 2022-2027) venciendo con heroica dignidad las múltiples maniobras arbitrarias de agresión y manipulación puestas en evidencia, una vez más, desde el fallido golpe de estado de 2018 y mantenidas en una desproporcional, tóxica y mafiosa maquinaria global y local para fracturar la soberanía democrática de la pequeña gran nación centroamericana.

El propósito principal del más dañino y vigoroso instrumento de agresión neocolonial e imperial ha sido y es, contaminar las mentes y condicionar las emociones, dividir y doblegar la conciencia, erosionar, desestabilizar y fracturar la sociedad y el estado popular, distorsionar la identidad y derribar la dignidad de los pueblos mediante la maquinaria ideológica, cultural, educativa, recreativa, comunicacional, virtual y mediática de la difamación hegemónica que crea y reproduce su propia realidad, hace creer y ver las cosas a su manera y difunde, para desvirtuar a nivel nacional y mundial, imágenes, conceptos, estereotipos y comportamientos acordes a sus intereses de sumisión, obviando la verdad y sacrificando, en función de egoístas y expansionistas fines, el bienestar común legítimo de las naciones independientes.

La invasión, conquista, sometimiento y expoliación desmedida, requieren colonizar con descarados y sutiles, antiguos y modernos métodos, la voluntad de los individuos, grupos sociales y pueblos para torcer la mente, la voluntad y la conciencia, para que se ofrezcan y vendan, para que se confundan, rindan y entreguen, para que los llamen y les abran la puerta, para que obedezcan y dejen de ser… Logrado esto, los demás mecanismos serán complementarios.

No es lo económico ni la brutalidad militar los más poderosos y astutos instrumentos de agresión, esos son, por su efectividad, contundencia, costo y sostenibilidad, la segunda categoría. Apropiarse de las riquezas materiales, naturales, humanas y geopolíticas será el propósito definitivo. Son los mecanismos para sellar la conquista y el sometimiento al que las personas y pueblos podrán plegarse con facilidad cuando sus mentes y voluntades han sido viciadas y sometidas, cuando los actos interventores se han justificado con irracional falsedad. Así lo demuestra la historia. Su acaparadora y denigrante verdad de ficción no tiene nada que ver con nuestra verdad de solidaridad, compromiso social y bien común.

Allí está la Cuba solidaria y victoriosa de Martí y Fidel, víctima sistemática de amenazas, del criminal bloqueo económico e inhumano bombardeo mediático, pero invulnerable en su dignidad soberana y política, avanzando sin venderse ni rendirse.  Allí está la vergonzosa derrota norteamericana en Vietnam que sufrió una dramática destrucción por la invasión militar (1955-1975) y que resistió para vencer a quien no pudo derribar la conciencia patriótica revolucionaria del pueblo de Ho Chi Minh. El carismático líder revolucionario y su pueblo salieron fortalecidos de dignidad después de la contundente lección dada al invasor: “Recuerden que la tormenta es una buena oportunidad para que el pino y el ciprés demuestren su fuerza y su estabilidad”.

Allí está la Venezuela de Bolívar y Chávez, siempre firme, a pesar de ser blanco de bloqueo económico y robo descarado, al margen del derecho internacional, sustentado por la descalificada comedia de ficción y la proliferación de cómplices invenciones.  Allí está A. C. Sandino, artífice de soberanía antiimperialista que hizo morder por primera vez en Nuestra América el polvo de la derrota militar a los marines invasores (1927-1933). Carlos Fonseca al citar a Sandino recuerda: “la lucha ha seguido en Nicaragua tan intensa como antes, pero el dinero norteamericano nos ha hecho el silencio”. En la historia del último siglo abundan los ejemplos heroicos de resistencia nacional y popular que no dejaron vulnerar su conciencia y vencieron, porque la verdad digna y la razón histórica, a fin de cuentas, triunfarán.

Mentir y divulgar mentiras para confundir, inventar “realidades”, asumir e imponer su interpretación irreal, desprestigiar para instaurar la calumnia, mezclar lo verídico con lo parcial y supuesto, enfatizar mensajes e imágenes que activen emociones insensatas para mover al rechazo y a la descalificación, para justificar la exclusión, para manipular instancias internacionales y de cualquier tipo, imponiendo lo inexistente desde una definición sesgada, para presentar al pueblo agredido, su liderazgo y modelo político, a la víctima, como el malo que hay que descalificar-desconocer-exterminar, frente al poderoso e inescrupuloso agresor confabulado con cómplices internos y externos, que no escatima actos arbitrarios ante las pequeñas naciones que emprenden un camino legítimo de prosperidad económica, social y política, que no se someten ni doblegan frente al poder extranjero, porque han cultivado, fortalecido y transferido en su esencia genética social, cultural e histórica una visión patriótica y un profundo sentido de soberanía, solidaridad y desarrollo, antiimperialista y anticolonialista, que, por muy siglo XXI en el que andemos, ciertas cúpulas de poder en algunas naciones son vergonzosas herederas de los viejos y decadentes imperios coloniales, monárquicos y del insostenible capitalismo salvaje que pretenden renovar y continuar.

E.E.U.U. se atribuye el derecho que no tiene para determinar lo aceptable e inaceptable, lo lícito e ilícito, según el rasero de su unilateral, autoritario, limitado y sancionador criterio imperialista en el que arrastra a otros al precipicio de la arbitraria ignominia.

Cada nación independiente y soberana debe ser constructora de su destino, artífice de su proceso institucional, por cuanto compete a sus ciudadanos elegir y determinar su sistema político, económico y social, tal y como lo dice con claridad la misma carta de la OEA que arbitrariamente atropellan quienes han secuestrado y desnaturalizado esa decaída entidad:  “Todo Estado tiene derecho a elegir, sin injerencias externas, su sistema político, económico y social, y a organizarse en la forma que más le convenga, y tiene el deber de no intervenir en los asuntos de otro Estado.” (arto. 3, inciso e, 1948).

El incompetente criterio para juzgar y condenar no se sustenta en la legitimidad democrática de las naciones, ni en la autenticidad institucional conforme a la legislación nacional e internacional, sino en que el resultado sea conforme al interés exógeno de quien se asume dueño universal de su verdad para prolongar su dominio, que obedezca a propósitos ajenos, por lo que ningún proceso auténtico y popular que produzca resultados positivos y distintos, gozará de la bendición oligarca-colonial-imperial. Es una triste verdad que por fortuna es anacrónica e insostenible, antipatriótica, anticristiana y antidemocrática, está condenada al fracaso y a la extinción.

En la Nicaragua de hoy y siempre prevalecerá la autodeterminación por la institucionalidad democrática y popular, la independencia soberana, la dignidad patriótica, la esperanza, la solidaridad y la vocación de paz, el camino de prosperidad con equidad, el bienestar común, el compromiso de diálogo patriótico entre los nicaragüenses y las relaciones de respeto, cooperación y complementariedad con todas las naciones, convencidos que un mundo mejor para todos y todas siempre es posible.

Salud, paz y prosperidad.

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