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  • 15 agosto, 2022

UE y Rusia, los sancionadores sancionados


Por: Fabrizio Casari

La Agencia Internacional de la Energía, estructura dependiente de la OCDE, en su informe mensual sobre el mercado del petróleo, informa de que el impacto de las sanciones occidentales sobre las exportaciones energéticas rusas ha sido, hasta ahora, esencialmente nulo. La OCDE -Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico- no tiene sede en Moscú. Es una organización con sede en París de la que forman parte 36 países, entre ellos Estados Unidos, casi toda la Unión Europea, Japón, Australia y Canadá, México y Chile, Suiza y Turquía. A partir del 1 de junio de 2021, el Secretario General de la OCDE es el australiano Mathias Cormann.

La organización -un centro de estudios de política económica global- cree, por tanto, que la catástrofe económica prevista para Rusia, pronosticada por el trío Biden-Johnson-Van der Layen, ha resultado ser una estúpida ilusión. A pesar de la reducción temporal de los volúmenes de venta, gracias a un aumento del 15% en valor, Rusia se ha asegurado unos ingresos enormes. Cada día, Moscú recauda alrededor de 1.000 millones de euros por la venta de hidrocarburos.

Lo que ha sucedido es que Putin, en una operación de diversificación de cartera -evidentemente ya establecida y hecha efectiva antes del inicio de la operación militar- ha redirigido el flujo de gas y petróleo que antes se destinaba a Europa, y ahora va en su lugar a China, India, Turquía y otros países, compensando así la falta de compras europeas. Entre esos otros países están Angola, Argelia y el Congo, que compran gas y petróleo a Rusia y luego lo revenden a la UE a precios incrementados por los cánones que cobran por la triangulación.

De este modo, la UE no compra gas a Rusia acusada de violar los Derechos Humanos, pero sigue comprando petróleo y gas ruso a los países que la ONU señala como violadores de los Derechos Humanos. Sólo que lo hace pagando un 30% más de lo que solía pagar por el mismo producto en mayores cantidades. Un espectáculo de imbecilidad e impotencia que marca el final (ya imposible de perder) de una UE que se ha convertido en el chiste de la política internacional, tal es su irrelevancia e incapacidad para imponer agendas políticas y comerciales.

Como prueba de que Moscú no está en absoluto arrinconado y que, por el contrario, sigue tejiendo filas estratégicas para el crecimiento de su influencia planetaria, se han producido tanto los encuentros euroasiáticos como la intensificación de la relación con Ankara. No sólo los hidrocarburos: Irán, por ejemplo, ha comprado este año 3,7 millones de toneladas de trigo a Rusia.

La reciente visita de Lavrov a África impulsó aún más las relaciones comerciales de Moscú. “África tendrá un peso cada vez mayor en el sistema de relaciones internacionales de Rusia”, declaró el Ministro de Asuntos Exteriores ruso, que visitó Egipto, Etiopía, Uganda y el Congo, donde obtuvo signos tangibles de interlocución privilegiada.

Al fin y al cabo, la historia de la relación entre Moscú y estos países se remonta al periodo soviético y al apoyo político, económico y militar a la descolonización de algunos países como Angola, Zimbabue, Mozambique y Sudáfrica. La transición de la URSS a la CEI no ha socavado la relación de cooperación que Rusia siempre ha mantenido con los países africanos, basta pensar en el proyecto de cooperación entre Moscú y 16 países del continente. Las exportaciones de trigo de Rusia han alcanzado casi 20 millones de toneladas y el valor de las exportaciones de este año ha aumentado un 15%. Irán, por ejemplo, compró este año 3,7 millones de toneladas de trigo a Rusia.

Al fin y al cabo, que África no rompería sus relaciones con Moscú por culpa de Ucrania y bajo las exigencias y presiones de Occidente ya quedó claro en la votación de la ONU sobre la moción de condena contra Rusia presentada por Estados Unidos y la UE. En aquella ocasión, además de varios otros países que han sido históricamente aliados de Estados Unidos, hasta 25 países africanos se abstuvieron en la moción, provocando la ridícula ira de París, Roma y Londres, que a pesar de la realidad siguen soñando con apoyar un papel en África.

A finales de año, cuando el embargo occidental sea total, se estima una reducción de 518.000 barriles sobre una producción diaria de 10,8 millones. Así que el efecto global será sustancialmente relativo, ciertamente no como para doblar las rodillas de Moscú, mientras que queda por ver si la UE puede soportar incluso un mes de reducción del suministro de energía.

Lo que afirma el informe de la OCDE es que la campaña de demonización, aislamiento y hundimiento de Rusia imaginada en la Casa Blanca y transmitida a los camareros europeos para que la lleven a la mesa ha hecho que la comida se desvíe. La única ventaja concreta, hasta la fecha, es que el suministro a Ucrania de todas las armas obsoletas o, en cualquier caso, ya no actualizables, ha permitido vaciar los arsenales occidentales, ahora listos de nuevo para ser llenados con nuevos suministros de las empresas de producción bélica estadounidenses y francesas. Pero en cuanto a la capacidad de golpear a Rusia, las sanciones han resultado ser el mayor boomerang de la historia.

Como se predijo ampliamente y se ignoró deliberadamente, el peso de las sanciones contra Moscú no ha tenido más efecto que en la balanza comercial de Europa, que se ha visto gravemente perjudicada por un mayor gasto para un menor suministro de energía; lo que ya ha llevado a la UE a elaborar planes de ahorro energético que golpean duramente la economía de cada Estado. En algunos casos, como el de Polonia, Rusia ha bloqueado el suministro de energía y aún no está claro cómo piensan calentar sus hogares el próximo invierno. Estonia, que se había negado a comprar gas y petróleo en rublos, también vio bloqueados sus suministros y se vio así obligada a una rápida marcha atrás, tan indigna como la historia de su clase política. Ahora paga en rublos y guarda silencio.

Rusia controla el 27% de toda Ucrania. Ha tomado el control de recursos naturales por valor de 12,4 billones de dólares. The Washington Post estima que el 63% de los yacimientos de carbón de Ucrania, el 11% de los yacimientos de petróleo y el 33% de los yacimientos de minerales importantes, incluido el litio, se encuentran en el territorio controlado por la DPR (República Popular de Doneck) y la LPR (República Popular de Lugansk). Era necesario negociar y buscar una solución para la seguridad mutua, pero no quiso y sigue sin querer a pesar del retroceso militar de todo Occidente.

La elección de las sanciones ha perjudicado a los europeos, ganado a los Estados Unidos y vigorizado a Rusia, que ahora tiene su moneda como una de las más importantes en las transacciones internacionales y que, junto con el yen, ha barrido la hegemonía del dólar en el comercio de energía y alimentos. La Unión Europea ha demostrado toda su insipidez e inutilidad de papel, al haber abdicado de sus intereses estratégicos por la obediencia política a EEUU.

Toda una clase política se ha revelado como un cúmulo de estupidez y arrogancia, capaz sólo de servir a Estados Unidos en detrimento de los pueblos de Europa. La economía europea está en apuros y el invierno producirá una dramática caída de sus cifras: habrá decenas de miles de empresas que tendrán que cerrar por la escasez de energía, y los costes prohibitivos y las repercusiones en la cadena de producción, distribución y consumo serán graves. Habrá cientos de miles de empresas que dejarán de funcionar y millones más de parados. La estanflación que se produzca en Estados Unidos y la UE reafirmará la inutilidad estratégica de una economía virtual de valores y finanzas creativas frente a una economía que tiene y produce lo que el mundo necesita, principalmente alimentos y energía.

Los sancionadores son los únicos sancionados, y todo para seguir manteniendo los intereses de EEUU y de la camarilla nazi y cleptómana que gobierna en Ucrania, y los propios EEUU se quejan de la desaparición de cerca del 70% de los suministros militares que destinan a Kiev. La escena apocalíptica está muy bien rodada por el actor de Kiev y su ambiciosa esposa, que han reducido el país a un tercio de lo que era, han llenado cementerios y han destruido su ejército por su ambición política, y reciben 4.000 millones de euros mensuales mientras posan felices para las portadas de Vogue.

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