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  • 19 agosto, 2022

Un Obispo de Nicaragua está de rodillas, pero No para pedir perdón


Por Magda Lanuza

(Magda Lanuza es una socióloga nicaragüense que ha
trabajado más de 25 años en el desarrollo sostenible en Nicaragua y Centroamérica).

[Algunos antecedentes: El Obispo Rolando José Álvarez, obispo católico de Matagalpa y Estelí, este mes fue puesto bajo arresto domiciliario en Matagalpa, y está siendo investigado por “organizar grupos violentos para desestabilizar al gobierno”. El obispo fue uno de los líderes católicos involucrados en el violento intento de golpe de estado en Nicaragua en 2018 y tuvo un papel destacado en el “diálogo nacional” al que el gobierno se unió en un intento fallido de controlar la violencia de la oposición. Su reciente arresto ha sido ampliamente publicitado, incluso en el Washington Post, con escenas de él rezando en la calle ante una fila de policías. Sin embargo, un escueto comunicado del Cardenal nicaragüense Leopoldo Brenes y la Conferencia Episcopal de Nicaragua aclaró que los actos realizados por Rolando Álvarez fueron a título personal y nada que ver con el resto de los obispos del país].

El obispo Rolando José Álvarez siendo cargado en procesión el Domingo de Ramos.

A fines de julio de 2022, el Obispo de Roma (El Papa) viajó a Canadá para pedir perdón. El motivo de este gesto fue que la Iglesia Católica junto con las autoridades canadienses había ejecutado un plan para erradicar la herencia de niños Indígenas que asistieron a las escuelas religiosas. De 1831 a 1970, miles de niños en escuelas dirigidas por católicos fueron cruelmente castigados por hablar sus idiomas y conservar sus costumbres, y muchos murieron. El objetivo era “Matar al Indio en el niño”, exterminando así a la población aborigen de esa nación. Ante hechos tan espantosos, sólo el Papa ha pedido el perdón de la humanidad.

Similar comportamiento de la Iglesia y autoridades en Canadá, se observa en la jerarquía de la Iglesia Católica en Nicaragua, compuesta por los Obispos, que a espaldas del sufrimiento del pueblo antepone sus intereses y ambiciones por el poder político. En 1934, los Obispos de la época aconsejaron a Augusto Sandino que mejor depusiera las armas y que todo mejoraría si lo hacía. Ese mismo día la Guardia Nacional asesinó a ese líder que había buscado mejores condiciones de vida para el pueblo y derechos básicos para que el campesinado pudiese trabajar en el campo.

La jerarquía católica apoyó a los Somoza durante los casi 45 años de su dictadura y fue apenas dos años antes de la revolución sandinista que algunos en la jerarquía apoyaron tímidamente la liberación del pueblo. Pero, claro, para esta época ni siquiera el expresidente estadounidense Jimmy Carter le daba apoyo al dictador Somoza, pues su fin llegó en 1979.

Durante la década de la Revolución en los años 80, la jerarquía católica unió fuerzas con el imperio para sacar del poder al sandinismo. En los primeros tres años, los obispos se propusieron limpiar las parroquias de cualquier vestigio de la Teología de la Liberación y del legado del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, quien en 1972 propuso dar prioridad a los pobres de acuerdo con la Conferencia de Medellín de 1968.

Como parte de su cruzada, la jerarquía se preparó para la llegada de Juan Pablo II a Managua en 1983. En Nicaragua había una consigna: “Entre cristianismo y revolución no hay contradicción”, por lo que el principal objetivo de la visita del Papa fue disciplinar a los sacerdotes revolucionarios de Nicaragua que desde el gobierno trabajaban por una sociedad más justa. Posteriormente los Obispos nicaragüenses celebraron la promulgación en 1984 por el entonces Cardenal Ratzinger de la “Instrucción” sobre aspectos de la teología de la liberación. Esta Instrucción censuraba esta teología que iba cobrando fuerza en América Latina y la mayoría del clero de la época abandonó a sus hermanos sacerdotes y apoyaron el castigo que se les imponía, muchos de los cuales murieron aún bajo esta censura.

En 2007, con el regreso del sandinismo al poder en Nicaragua, se propuso una tregua y se hicieron concesiones al clero. Entre otras cosas, el gobierno invirtió en la renovación, construcción y embellecimiento de iglesias, catedrales, así como plazas y parques frente a los templos católicos. Todo se hizo de buena fe, como los sandinistas son practicantes cristianos devotos. Sin embargo, en 2018, las relaciones con el clero volvieron a empeorar dramáticamente. La jerarquía católica lideró y participó abiertamente en la violenta revuelta que buscaba sacar del poder al sandinismo. Los hechos sobre su papel están respaldados por pruebas publicadas en el informe preparado por el Nuncio Apostólico, que envió al Papa.

Coincidiendo con lo hecho por la Iglesia en 2018 y la realidad histórica de la Iglesia Católica en Nicaragua, la semana pasada el obispo Rolando José Álvarez apareció de rodillas en público frente a la policía. Este obispo de dos diócesis, Matagalpa y Estelí, grandes bastiones sandinistas, exclamó emocionado que lo perseguían, gritando con la figura de Cristo en la mano. Curiosamente, esta zona cuenta con siete emisoras de radio religiosas que son administradas por este obispo. Antes de 2018, los medios religiosos tenían exenciones de impuestos, pero estos privilegios han sido retirados y esa es la raíz del espectáculo que creó Álvarez. Por supuesto, al revisar la historia de la iglesia, se encuentra que esta institución ha sido renuente a declarar sus ingresos, a pesar de recaudar ingresos considerables de sus feligreses. La jerarquía eclesiástica se opone a declarar y pagar sus impuestos, obligaciones que cumple cualquier ciudadano honrado.

Pero, la teología de la liberación sigue viva y avanza a pesar del clero nicaragüense. En 2015, durante la celebración del 50 aniversario del Pacto de las Catacumbas, firmado en 1965 en Domitilla, Italia, el Papa Francisco le dijo a Jon Sobrino, uno de los más grandes teólogos de la liberación, que “siga escribiendo”. En el contexto actual, es una extrapolación inigualable y contraria a la historia que el Obispo Álvarez se compare (como lo hizo) con el gran San Óscar Romero, mártir de los pobres y oprimidos de El Salvador. La Iglesia Católica en Nicaragua está muy rezagada con respecto a todas las otras iglesias en Centroamérica en términos de cualquier compromiso real con la gente. Por eso, para repetir: amén, amén, oremos por la iglesia de Nicaragua que está desconectada de la realidad y no tiene memoria histórica. Pero no es suficiente orar; como dice la canción, “No basta rezar; hacen falta muchas cosas para conseguir la paz” — se necesitan muchas otras condiciones para alcanzar la paz.


A Nicaragua Bishop Is on His Knees, But Not to Ask for Forgiveness

By Magda Lanuza

(Magda Lanuza is a Nicaraguan sociologist who has worked over 25 years in sustainable development in Nicaragua and in Central America.)

[Some background: Bishop Rolando José Álvarez, Catholic Bishop of Matagalpa and Estelí, has this month been placed under house arrest in Matagalpa, and is under investigation for “organizing violent groups to destabilize the government.” The bishop was one of the Catholic leaders involved in the violent coup attempt in Nicaragua in 2018 and played a prominent role in the “national dialogue” that the government joined in a failed attempt to control opposition violence. His recent arrest has been widely publicized, including in the Washington Post, with scenes of him praying in the street before a line of police officers. However, a short communiqué from Nicaraguan Cardinal Leopoldo Brenes and the Nicaraguan Bishops Conference clarified that the acts carried out by Rolando Álvarez were in his personal capacity and nothing to do with the rest of the bishops of the country.]

At the end of July 2022, the Bishop of Rome travelled to Canada to ask for forgiveness. The reason for this gesture was that the Catholic Church together with the Canadian authorities had carried out a plan to eradicate their heritage from Indigenous children who came to religious schools. From 1831 to 1970, thousands of children in Catholic-run schools were cruelly punished for speaking their languages and retaining their customs and many died. The aim was to “Kill the Indian in the child,” thus exterminating the aboriginal population of that nation. In the face of such dreadful deeds, only the Pope has asked for humanity’s forgiveness. Similarly, the hierarchical Catholic Church in Nicaragua, composed of the bishops, has always been a factor in the struggle for political power, with its back turned away from the suffering of the majority. In 1934, the bishops of the time advised Augusto Sandino that he had better lay down his arms and that everything would improve if he did so. That same day the National Guard assassinated that same leader who had sought better living conditions for the people and basic rights for the peasantry to work in the fields.

The Catholic hierarchy supported the Somozas during the almost 45 years of their dictatorship and it was only two years before the Sandinista revolution that some in the hierarchy timidly supported the people’s liberation. But, of course, by this time not even the former US president Jimmy Carter gave his support to the dictator Somoza as his end came in 1979.

During the decade of the revolution in the 1980s, the Catholic hierarchy joined forces with the empire to remove Sandinismo from power. In the first three years, the bishops set out to cleanse the parishes of any vestige of liberation theology and the legacy of the Peruvian theologian Gustavo Gutiérrez who in 1972 proposed giving priority to the poor in accordance with the 1968 Medellín Conference.

As part of their crusade, the hierarchy prepared for the arrival of John Paul II in Managua in 1983. In Nicaragua there was a slogan. “Between Christianity and revolution there is no contradiction” and so the main objective of the Pope’s visit was to discipline Nicaragua’s revolutionary priests who were working for a more just society from within the government. Afterwards the bishops celebrated the 1984 promulgation by the then Cardinal Ratzinger of the ‘Instruction’ on aspects of liberation theology. This Instruction censured this theology that was growing in strength in Latin America. And the majority of the clergy of the time abandoned their brother priests and supported the punishment that was being imposed on them, many of whom died while still under this censorship.

In 2007, with the return to power of Sandinismo in Nicaragua, a truce was devised, and concessions were made to the clergy. Among other things, the government invested in the renovation, construction and beautification of churches, cathedrals, and the squares and parks in front of Catholic temples. Everything was done in good faith, as Sandinistas are devoted, living Christians. However, in 2018, relations with the clergy again took a dramatic turn for the worse. The Catholic hierarchy openly led and participated in the violent revolt aimed at removing Sandinismo from power. The facts about their role are supported by published evidence contained in the report prepared by the Apostolic Nuncio, which he sent to the Pope.

In keeping with what the Church did in 2018 and the historical reality of the Catholic Church in Nicaragua, last week Bishop Rolando José Álvarez appeared on his knees in public in front of the police. This bishop of two dioceses, Matagalpa and Estelí, major Sandinista strongholds, shouted excitedly that he was being persecuted, calling out with the figure of Christ in his hand. Curiously, this area has seven religious radio stations which are administered by this bishop. Before 2018, the religious media had tax exemptions, but these privileges have been withdrawn and that is at the root of the spectacle that Álvarez created. Of course, when we review the history of the church, we find that this institution has been reluctant to declare its income, despite collecting healthy revenues from its parishioners. The church hierarchy objects to declaring and paying their taxes, obligations that any honest citizen fulfils.

But, liberation theology is still alive and well in spite of the Nicaraguan clergy. In 2015 during the celebration of the 50th anniversary of the Pact of the Catacombs, signed in Domitilla, Italy, in 1965, Pope Francis told Jon Sobrino, one of the greatest liberation theologians, to “carry on writing.” In the present context, it is an unparalleled extrapolation that runs against history for Bishop Álvarez to compare himself (as he did) to the great St. Oscar Romero, martyr of the poor and oppressed of El Salvador. The Catholic Church in Nicaragua lags way behind all the other churches in Central America in terms any real commitment to the people. Therefore, to repeat: amen, amen, let us pray for the church of Nicaragua which is out of touch with reality and has no historical memory. But it is not enough to pray; as the song goes, “No basta rezar; hacen falta muchas cosas para conseguir la paz” — many other conditions are needed to achieve peace.

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