Asimetrías de la guerra
por: Fabrizio Casari
Desde hace unos dos años, presentadores de televisión y radio, periodistas o presuntos y expertos varios del atlantismo nudo y crudo, nos mantienen al día mintiéndonos y mintiéndose a sí mismos a la vez. Cantantes improvisados de la gorra de su majestad la Reina de repente se convierten en analistas geopolíticos y sobras de todas las redacciones se improvisan como expertos. En la mayoría de los casos, nunca han ejercido su profesión más allá de la circunvalación, pero de repente despotrican creyendo que están en una partida de Risk, vuelven como a sentirse jóvenes, cuando jugaban a la batalla naval y les da un ataque de resurrección. Es decir, desde sus sillones discuten sobre la guerra de la forma adecuada para no perder sus sillones.
De esta asimetría de presencia y flagrante contradicción de argumentos, cada día expuestos con poca decencia y en tonos monótonos, abundamos hasta reventarnos pero se deduce lo siguiente en cuanto a principios y valores.
Si se trata de Ucrania, hay un invasor y un invadido. Si se trata de Palestina, esta diferencia no se aplica. Por una graciosa par conditio, en Ucrania el invadido tiene razón, en Israel el invasor tiene razón.
Ucrania mataba a rusos en el Donbass, pero Rusia no debería estar en Ucrania. Israel, en cambio, puede ocupar
Palestina porque de allí salen los que matan a los judios.
A Rusia se le pide que detenga las operaciones militares, pero a Israel no se le debe pedir que lo haga.
Rusia debe obedecer dos resoluciones de la ONU sobre Ucrania, Israel puede ignorar una docena. Moscú debe cumplir las instrucciones del Secretario General de la ONU, Tel Aviv exige su dimisión.
Rusia recibe todo tipo de sanciones por hacer la guerra, Israel recibe todo tipo de ayudas por hacer mejor la guerra.
Israel quiere acabar con Gaza, pero el verdadero escándalo son las protestas contra Israel.
Los periodistas europeos se apresuran a informar. Para que quede más claro, en todos los programas de televisión y radio se presentan exponentes judíos, sobre todo si no se declaran como tales. En cambio, para completar la información, está prohibida la presencia de palestinos en la televisión y la radio, ya que podrían hablar de Palestina y contar lo que realmente pasa.
En Rusia no hay libertad para disentir, pero si te declaras solidario con los palestinos en Francia y el Reino Unido te detienen por complicidad con el terrorismo.
Israel bombardea hospitales y campos de refugiados, pero dice que lo hace para golpear a algunos miembros de Hamás que están bajo. Así que para matar a unos pocos puede masacrar a cientos.
En la guerra de Kuwait se dijo que los iraquíes cortaron la electricidad de las incubadoras, pero no era cierto. En Gaza, donde esto es cierto, no se dice.
Pero incluso con tanta asimetría e hipocresía en los medios de comunicación y los políticos atlantistas, sí hay algo en común: Ucrania se arma porque se defiende e Israel se arma porque ataca. El negocio también tiene alma.
Según un informe de Save the Children, “los niños palestinos en las cárceles israelíes se ven obligados a soportar tratos inhumanos como palizas, registros corporales, abusos psicológicos, semanas en régimen de aislamiento y se les niega el acceso a un abogado durante los interrogatorios”. Pero esto no es un problema para Occidente colectivo: Israel tiene derecho a defenderse, especialmente de los menores.
Israel ocupa militarmente Cisjordania, el Sinaí (Egipto) y los Altos del Golán (Siria), invade Líbano y bombardea Siria, lleva a cabo un genocidio contra los palestinos, roba el gas y el petróleo que no son suyos, reduce Gaza y a sus 2,2 millones de habitantes a una prisión al aire libre, a los que quita la comida, el agua, la luz y el gas, ignora las resoluciones de la ONU. Pero, a pesar de ello, se le llama “la única democracia de Oriente Próximo”. Estamos esperando a ver qué haría si fuera una dictadura.
No debería ser un problema pedir a Israel que salga de Gaza y de toda Cisjordania. Al convertir Gaza en una gigantesca fosa común, ya ha salido de la humanidad sin ni siquiera darse cuenta.