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  • 26 diciembre, 2023

Aspectos de la falsedad neocolonial


| Stephen Sefton

El objetivo de la interminable guerra psicológica librado por las élites gobernantes norteamericanas y europeas es de poder imponer una falsa versión virtual de la realidad lo cual sirve, por un lado, para inducir la conformidad entre sus propias poblaciones y, por otro lado, para eliminar la resistencia popular en los países que quieren dominar. En América Latina y el Caribe se trata de una sistemática colaboración neocolonial con las élites locales para controlar las noticias mediáticas, la investigación académica, los informes del sector no gubernamental, y hasta el contenido de las redes sociales. El desafío central de esta guerra psicológica es que las poblaciones experimentan diariamente la verdadera realidad, así que se requiere una reingeniería comunicacional permanente para poder sostener la credibilidad de la orden neocolonial.

Un mecanismo esencial para lograr esto es la corrupción sistemática de las normas más fundamentales de la producción de la información de buena fe. Se logra esto por medio de la innegable unión fascista de las élites del poder corporativo y político en América del Norte y Europa para garantizar un ciclo infinito de retroalimentación de información desleal cuyo propósito primordial es la promoción de creencias falsas entre las poblaciones del mundo. Aunque ahora los Estados Unidos y sus países aliados del G7 rápidamente están perdiendo su prestigio ante nuevos centros de poder en el mundo, por ejemplo los países del BRICS+ o la Organización de Cooperación de Shanghai, las viejas creencias falsas esenciales del Occidente todavía tienen mucha influencia.

Por ejemplo, todavía se intenta sostener la ficción que los gobiernos occidentales actúan de buena fe, que las sociedades occidentales y sus instituciones son superiores, que no hay alternativas viables al capitalismo del libre mercado, que la ciencia y la tecnología y la vida intelectual y cultural occidental son las mejores. En efecto, las suposiciones derivadas de estas creencias falsas fundamentales constituyen un sistema de referencia neocolonial capaz de definir el pensamiento dominante de poblaciones enteras. Los recientes procesos electorales en Argentina y Ecuador mostraron como la ilusión del protagonismo democrático puede traducirse en la consolidación del poder de las élites al servicio de los poderosos intereses neocoloniales norteamericanos y europeos.

La destrucción y pillaje de Argentina bajo el gobierno de Mauricio Macri y sus compinches entre 2016 y 2020 fue un claro ejemplo de cómo la guerra psicológica neocolonial puede aprovechar la coyuntura a corto plazo mientras genera las condiciones de su propio fracaso a mediano plazo. Ahora, la elección de Javier Milei como presidente de Argentina ha traído de vuelta la misma fascista élite apátrida para repetir el mismo proceso, pero quizás con nuevas secuelas todavía más extremas para la mayoría de la población. Algo similar aplica en los casos de Daniel Noboa en Ecuador o Bernardo Arévalo en Guatemala donde las falsas premisas neoliberales de sus programas de gobierno no responden a las aspiraciones y necesidades de la población.

Esta contradicción fundamental explica en gran parte los constantes vaivenes electorales en países con grandes mayorías empobrecidas traicionadas tantas veces por su clase política. La realidad material se impone para quitar el camuflaje de la guerra psicológica neocolonial y sus constantes mentiras. Hasta cierto punto, es la enorme inercia de la acumulación de múltiples falsedades y mentiras que impide que la población en general despierte y reconoce la verdad. Por ejemplo, la interminable satanización de dirigentes políticos, el persistente abuso del sistema de justicia con fines políticos, el abuso similar de las instituciones internacionales, especialmente el sistema internacional de derechos humanos, todo tiene su impacto y de manera injusta influye en la opinión pública a nivel nacional e internacional.

Por otro lado, el éxito de un programa de gobierno que en verdad responde a las aspiraciones y necesidades del desarrollo humano de su pueblo efectivamente neutraliza la guerra psicológica neocolonial porque la población viven la verdad cada día. Nicaragua ha demostrado esto en todas las esferas de la vida nacional, por ejemplo, en términos de la actividad comercial y el crecimiento económico, de nueva infraestructura, de la salud pública, de la evolución del sistema de educación, en la democratización de las actividades productivas o en la vida cultural y deportiva del país. Esta realidad es imposible de esconder en los intercambios e interacciones con los gobiernos de la región y del mundo.

Ahora con la Asociación Estratégica entre China y Nicaragua, el país va a consolidar todavía más los exitosos avances de los últimos quince años y protegerse cada vez más contra los efectos más negativos de la guerra psicológica neocolonial. El hermano Embajador Chen Xi hizo una reflexión muy relevante en un reciente artículo en que comentó:

“China y Nicaragua tienen amplios intereses comunes y posiciones y propuestas parecidas en los asuntos internacionales, por lo que se apoyarán aún más en los asuntos internacionales, rechazan conjuntamente el hegemonismo y la política de la fuerza, se oponen resueltamente a la politización y la instrumentalización de la cuestión de los derechos humanos y la injerencia de cualquier país en los asuntos internos de otros so pretexto de la democracia y los derechos humanos, y rehusan la imposición de medidas coercitivas unilaterales, autodenominadas sanciones. La parte nicaragüense apoya totalmente y participa activamente en la Iniciativa para el Desarrollo Global (IDG), la Iniciativa para la Seguridad Global (ISG) y la Iniciativa para la Civilización Global (ICG), propuestas por la parte china. La parte china aprecia los esfuerzos nicaragüenses por la paz y el desarrollo globales y regionales.”

Gracias a la influencia positiva de la República Popular China en las relaciones internacionales es probable que en los próximos dos o tres años más gobiernos de los países del mundo mayoritario van a demostrar la misma independencia, consecuencia y dignidad nacional en su política exterior que Nicaragua. La colaboración norteamericana y europea en el genocidio del pueblo palestino ha dejado claro a la opinión internacional el abismal cinismo, sadismo e hipocresía de las y los dirigentes occidentales. La derrota militar de la OTAN en Ucrania ante las fuerzas armadas de la Federación Rusa también llama en cuestión el poder y estatus de Estados Unidos y sus gobiernos satélites.

La ampliación del grupo de países BRICS+ el próximo primero de enero abre nuevas posibilidades para una mayor democratización de las relaciones internacionales. Parece que en América Latina y el Caribe, la estrategia de Estados Unidos y sus aliados ante su progresiva pérdida de prestigio y autoridad es de aumentar sus actividades para desestabilizar la región, sabotear la integración y provocar la ingobernabilidad. Quizás no sería una exageración argumentar que el objetivo de Estados Unidos es de intentar extender y prolongar su poder y control en América Latina y el Caribe por medio de la haítización de la región. Parece que Argentina va a ser el principal laboratorio para ese experimento.

Mientras Nicaragua y los hermanos países del ALBA exploran nuevas ambiciosas modalidades en sus relaciones internacionales para garantizar el desarrollo humano de sus pueblos, la guerra psicológica neocolonial sera todavía más intensa. Pero a nivel nacional todas las mentiras se desmienten prácticamente por si solas porque son tan absurdas. Y a nivel de la opinión internacional, la influencia negativa de las diversas modalidades de la guerra psicológica neocolonial va disminuyendo junto con el progresivo colapso en la credibilidad y prestigio de las sociedades y culturas de Norte América y Europa.

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