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  • 15 julio, 2019

Autor: Luis Varese   
Fuente: www.alainet.org/es/articulo/200800  

En un mundo totalmente distinto al de 1979, con una administración estadounidense violenta, desaforada y brutal, el Gobierno del FSLN que dirige el Comandante Daniel Ortega ha logrado mantener, desarrollar y fortalecer, principios fundamentales del Sandinismo. Ha recuperado para el pueblo de Nicaragua, y para la izquierda Latinoamericana la dignidad que significa la soberanía y la opción por los pobres.

El intento de golpe de Estado del año pasado, fue dirigido y auspiciado por lo más conservador de la representación política de las Américas, es decir el Gobierno de los Estados Unidos, la NED y los tanques de pensamiento de los halcones yanquis; los ultra conservadores parlamentarios de los EEUU, la OEA de Almagro, la derecha centroamericana y suramericana y por supuesto la derecha nicaragüense variopinta y desesperada.

Este enorme conglomerado del mal, poderoso y violento, utilizó los recursos más variados, desde los medios de comunicación masiva hasta los asesinatos, el terrorismo, la destrucción de patrimonio cultural, los ataques de paramilitares y la contratación de maras vecinas, incluyendo las cinco fases de la estrategia del agente CIA Gene Sharp.

Por supuesto, para ello violó todas las estructuras legales nacionales e internacionales, a nombre de la democracia y la libertad. Sin embargo y con todos esos recursos y apoyo financiero y mediático el golpe fue derrotado en el marco del Estado de Derecho, en el marco de la lucha democrática del Gobierno Constitucional y no como pretenden hacernos creer, a través de la represión y el autoritarismo, como ocurre en Honduras o en Colombia o Chile.

En qué radica este extraordinario poder capaz de que un pequeño país de 6 millones de habitantes y poco más de 130 mil kilómetros cuadrados, haya logrado resistir y doblegar a este amasijo de la reacción internacional.

Alrededor de esto debemos reflexionar en la izquierda latinoamericana, que lucha por el poder, aquella que izquierda que está dispuesta a retomar los gobiernos perdidos o conquistar por la vía democrática a los otros. De manera muy sintética quisiera proponer La siguiente hoja de ruta para el entendimiento de la lucha que libró y libra la Nicaragua Sandinista:

  1. Identificarse por y con la opción por los pobres, (que Sandino llama la redención de los oprimidos) es decir la redistribución de la riqueza y la administración de los recursos de la Nación en beneficio del conjunto y no de los pocos y esto se traduce en la gratuidad de la educación, la salud; el acceso a la tierra, a la vivienda, al crédito, a la equidad de género, en resumen los logros del gobierno de Reconstrucción y Unidad Nacional del FSLN. En la parte económica es entender una nueva dimensión de la construcción del nuevo socialismo, donde el capital y el trabajo mantienen la relación dialéctica, regulada por la redistribución de la riqueza que generan.
  2. La fortaleza y unidad del movimiento o del partido, en este caso el FSLN y su vinculación con las grandes mayorías nacionales y la autoridad moral reconocida, que éste tiene. Desde la derrota electoral de 1990 hasta el triunfo de 2007, Daniel Ortega, Rosario Murillo y muchos otros cuadros y dirigentes se dedicaron a construir el partido, “gobernando desde abajo”, con la clara concepción de que si no hay conducción y organización política de nada sirve pensar en la lucha por el poder para transformar la sociedad. No entender esto es lo que ha llevado al rápido encaramamiento de las fuerzas oligárquicas y casi desmantelamiento de las conquistas de la Revolución Ciudadana, en el caso de Ecuador, o a la incapacidad de constituirse en opción política real, en el caso del Perú, por poner solamente dos ejemplos.
  3. El compromiso patriótico y constitucional del Ejército y la Policía Nacional, que participan directamente de la defensa de la soberanía y no de la entrega de ella al poderoso interno y externo, como ocurre en Honduras, por ejemplo.
  4. El manejo sereno y hábil del ejercicio del poder, construyendo diálogo y respetando los compromisos adquiridos como fue la ley de Amnistía que libera incluso a violentos y saboteadores comprobados. El ejercicio pleno y consciente en el marco del Estado de derecho y los instrumentos de éste, al servicio de las grandes mayorías y con una orientación solidaria clara. En este cuarto punto debemos profundizar el análisis sobre el papel del líder y del liderazgo y de cómo se va construyendo el proceso de democracia ciudadana y popular, y a la vez manteniendo un liderazgo fuerte capaz de conducir con éxito el proceso de cambios estructurales. Es una contradicción fuerte, tal vez la contradicción política principal a debatir y resolver en Nuestramérica. No es sólo el caso de Nicaragua con Daniel y Rosario.

Es el caso de todos los últimos procesos desde Chávez que entrega el poder a Maduro; los Kirchner cuya ausencia lleva a la Argentina a la situación en que está; Lula cuya ilegal prisión permite el ascenso del fascismo; Evo Morales por cuya reelección esperamos todes o Rafael Correa, cuyo retiro ha regalado la cancha libre a la derecha más retrógrada. Esta parte del análisis es fundamental ya que es lo que facilita o destruye las propuestas de unidad del campo popular.

Con este intento de síntesis que proponemos al debate, llegamos al mes de julio que es y sigue siendo Sandinista, cuarenta años después del triunfo de la Revolución Popular que expulsó al último marine yanqui del territorio de Nicaragua. Luego de un intento sangriento de recuperar el poder, por parte de las fuerzas de la reacción, la bandera rojinegra se mantiene con el ritmo y el viento de las palabras del General de Hombres Libres: “Juro ante la Patria y ante la historia que mi espada defenderá, el decoro nacional y que será redención para los oprimidos” (Augusto C. Sandino, Manifiesto de San Albino, 1 de Julio de 1927.

 Luis Varese es autor de diversos artículos sobre Nicaragua y de la izquierda latinoamericana. Fue capitán del Ejército Sandinista Popular (EPS) durante la revolución, quien estuvo presente en
Managua el 19 de julio de 1979). 
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