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  • 29 abril, 2024

Benjamín Linder: Ejemplo de Solidaridad


Por: Becca Renk

En el 37 aniversario de la muerte de Benjamín Linder, nuestro grupo de internacionalistas de la Casa Benjamín Linder en Managua se une a unas 150 personas que caminan hasta su tumba en el cementerio de Matagalpa. Pienso en la familia de Benjamín haciendo esta misma caminata hace 37 años, acompañados por el Comandante Daniel Ortega, la Compañera Rosario Murillo, el Padre Miguel d’Escoto, decenas de amigos y compañeros de trabajo y un mar de payasos pintados con caras tristes.

Benjamín Linder era un activista por la paz e ingeniero de Portland, Oregón, que se había trasladado a Nicaragua en 1983 para aportar sus conocimientos a la popular Revolución Sandinista. Era payaso y monociclista y trabajaba con los circos populares de Managua. Como ingeniero, Benjamín trabajó para llevar la electricidad a las zonas de guerra del norte de Nicaragua, donde las guerrillas de la contra financiadas por Estados Unidos atacaban los pueblos en la oscuridad: la electricidad los hacía más seguros. Tras construir con éxito una central hidroeléctrica en El Cuá, Ben y sus compañeros empezaron a trabajar en otra central en San José de Bocay, cerca de la frontera con Honduras.

El 28 de abril de 1987, su grupo cayó en una emboscada de la contrarrevolución mientras medían el caudal del arroyo. Benjamín fue asesinado junto a sus compañeros nicaragüenses Sergio Hernández y Pablo Rosales. La contra les estaba esperando ese día porque tenía órdenes de matar a Benjamín por el trabajo que estaba haciendo para mejorar la vida de los nicaragüenses pobres. Benjamín fue el primer norteamericano asesinado por la Contra; asesinado por el gobierno de su propio país de origen, Estados Unidos.

Cuando les comunicaron la muerte de Benjamín, sus padres, John y Elisabeth Linder, tomaron la decisión de no llevar el cuerpo de Benjamín al país que lo había matado, sino reconocer su sacrificio por el pueblo de Nicaragua y enterrar a Benjamín en tierra nicaragüense.

Mientras los jóvenes reunidos depositan flores en la tumba, pienso en mis dos hijas, que ahora son mujeres jóvenes. Por el momento viven en el extranjero y cada día siento más su distancia. No puedo imaginarme tener que enterrarlas en tierra extranjera, en un suelo que mis pies nunca pisarán. En el caso de Benjamín, sin embargo, yo sé que no está olvidado, y que no está solo.

Nuestra amiga Dorotea Granada, de 93 años, vive a sólo unas cuadras del cementerio y visita a menudo la tumba de Ben. Hoy, en el aniversario de su asesinato, ha recorrido las inclinadas cuadras que separan su casa del cementerio para rendir homenaje con todos nosotros. Me cuenta que hay una mujer que tiene una hija enterrada junto a Benjamín, y que viene a limpiar la tumba de su hija todas las semanas. Esta madre siempre cuida también la tumba de Benjamín, y le dice a Dorotea: “La madre de Benjamín no puede venir a limpiar su tumba, así que yo lo hago por ella”.

Benjamín vivió su vida en solidaridad con el pueblo nicaragüense: compartiendo un hogar con una familia en el Barrio Riguero de Managua, viviendo en casas humildes junto a familias en la Nicaragua rural, comiendo tortillas con sal y trabajando bajo el sol junto a los campesinos para construir una vida mejor. Benjamín murió en solidaridad con el pueblo nicaragüense: su sangre se derramó en las mismas piedras del río donde se derramó la sangre de Sergio Hernández y Pablo Rosales; en las mismas montañas donde la contra asesinó a cooperativistas, trabajadores de salud, profesores, familias y niños; Benjamín fue asesinado por armas compradas por el gobierno de Estados Unidos, igual que decenas de miles de nicaragüenses fueron asesinados.

“La sangre de Benjamín Linder no cayó en vano, porque hoy también renace en estos jóvenes universitarios que vienen a rendir homenaje a este héroe de la paz y del amor”, dice el Cro. Alberto Castro, secretario político del distrito dos de Matagalpa mientras estamos todos reunidos alrededor de la tumba. Espero que el ejemplo de solidaridad de Benjamín inspire en todos nosotros una solidaridad más revolucionaria.

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