Casuales circunstancias
Por: Francisco Javier Bautista Lara
Roma, jueves 1 de octubre de 2020.
Nada de lo que ocurra a los hombres nos debe resultar ajeno.
Juan XXIII (1963-1978)
Aunque cuando me percaté que existía en la Iglesia Católica un máximo jerarca, sucesor del apóstol Pedro, llamado Papa, ejercía ese servicio Pablo VI (Giovanni Battista Montini, 1897 – 1978), realmente, unos años antes, a inicio de la década del 70, supe, por los comentarios cotidianos del sacerdote y maestro italiano fray Mauro Iacomelli o.f.m. sobre Juan XXIII (1958-1963), quien lo refería como el “Papa Bueno”, el Pontífice que inauguró el Concilio Vaticano II (25 de enero de 1959), iniciando vertiginosos cambios para “ventilar la Iglesia”, adecuarla a los nuevos tiempos, acercarse al mundo y a la gente a partir de la esencia del Evangelio de Cristo, cambiar el rostro eclesial distante y hacer posible un nuevo ecumenismo… Aquellos cambios, -aún en proceso-, permitieron retomar la opción preferencial por los pobres asumida por la Teología de la Liberación en “el continente de la esperanza” y hacernos, por el bien común, parte activa del Pueblo de Dios.
Al incorporarme a la lucha popular sandinista, desde mi realidad histórico-social y convicción cristiana, por una sociedad más justa y contra la Dictadura Somocista, primero en el movimiento estudiantil, y unos meses después en la organización y movilización urbana, al incorporarme como militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional, en el Frente Interno Julio Buitrago Urroz, me indicaron que asumiera un seudónimo. A finales de agosto de 1978, las noticias anunciaban, tras la muerte de Pablo VI, la elección de quien sería el último papa italiano después de la continuidad de casi cinco siglos, Juan Pablo I, que tuvo un efímero mandato de 33 días. Entonces, con el recuerdo de aquel Juan de cuando nací y del que tuve tantas positivas referencias, y ahora con el que destacaban las noticias, asumí sin pensarlo y sin ningún propósito, el seudónimo de Juan. Unas semanas después le agregaron José para evitar confusión con otro compañero. Fui identificado como Juan José durante la lucha popular y en los siguientes años, aún hay quienes me llaman así. Fue también el nombre que, cinco años más tarde, recibió mi segundo hijo quien, inesperadamente, se anticipó con dolor y esperanza en el camino de la vida.
Después, la historia, las cambiantes circunstancias y el compromiso asumido me llevaron por caminos imprevistos. Fui parte del triunfo de la Revolución Popular Sandinista y, sin saber por qué, uno de los miles de hombres y mujeres “surgidos del seno popular” que fundamos la Policía Nacional desde donde, con el modesto papel asignado, estuve en la defensa de la Revolución, por la construcción del bienestar social y el fortalecimiento de la seguridad ciudadana, -una de las ventajas comparativas de Nicaragua-, durante casi 26 años hasta mi salida inesperada, siendo subdirector general y comisionado general, antes del periodo y las condiciones previstas por la ley, por decisión impulsiva, arbitraria e ilegal del mandatario de entonces, y que, sin embargo, frente a lo irremediable, lo que no depende de mí, se abrieron nuevas oportunidades que agradezco y disfruto, entre ellas, la literatura y la posibilidad de seguir aprendiendo, para descubrir, enseñar y compartir.
Resultará sorprendente, viéndolo en perspectivas, que, estando como director general en funciones de la Policía Nacional de Nicaragua entre el 8 y el 15 de abril de 2005 y notificada la irregular destitución en la tarde del viernes 16 de abril, el último acto público y oficial que realicé fue a las 11 de la mañana del martes 12 de abril, cuando, acompañado de la jefatura nacional, visité la Nunciatura Apostólica en Managua para firmar el libro de condolencias por el fallecimiento del Papa, -hoy san Juan Pablo II-, ocurrido diez días antes.
Ahora,15 años y 6 meses después, a las 11 de la mañana del lunes 12 de octubre de 2020, Dia de la Resistencia Indígena o llamado también Día de la Hispanidad, presentaré cartas credenciales del Gobierno de Nicaragua como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario ante Su Santidad el Papa Francisco, con quien nos unen múltiples coincidencias por el origen, el idioma, el nombre, la historia y el afecto… por las aspiraciones comunes franciscanas y la vocación mariana del pueblo nicaragüense, siempre solidario, con larga historia de lucha por su dignidad de nación soberana, con voluntad de paz, de la que soy orgullosamente parte.
Nada comienza de cero, ningún camino se recorre desde el punto de partida, siempre habrá algo que nos antecede y condiciones imprevistas que nos empujan, de lo anterior, del pasado, vendrá lo nuestro. El poeta ítalo argentino Antonio Porchia (1885-1968), escribió: “Lo mío, lo tomo siempre de otras manos”.
Aquí estoy entonces, recordando, escribiendo y compartiendo, una vez más, en el tiempo y la ruta que nos toca recorrer, comprometido en el rol a cumplir, con buena voluntad, en este Octubre Victorioso, entre estas coincidencias afortunadas.
Salud y paz.