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  • 17 noviembre, 2021

Después del triunfo electoral


Por: Miguel Necoechea

Para nadie es noticia la resolución de la OEA en la que veinticinco Estados de América Latina declararon ilegitimo el reciente proceso electoral de Nicaragua el pasado 7 de noviembre. Las elecciones se llevaron a cabo en el más estricto cumplimiento de lo dispuesto al respecto en la Constitución Política del país, que manda los procesos electorales, enmarcadas y organizadas en el marco jurídico que rige al Consejo Supremo Electoral. No existen los elementos jurídicos, ni políticos para calificarlas de ilegitimas o ilegales.

Para los veinticinco Estados de la OEA que votaron por esa falacia, preparada por el Presidente del Consejo General de la OEA, José Almagro, utilizando el informe lleno de falsedades de la CIDH (probablemente la señora Antonia Urrejola no fue reelecta en su cargo por ser una pieza desechable para Almagro), las elecciones fueron ilegitimas porque los opositores golpistas, que según la encuestadora tica Cid Gallup, hubieran ganado, no pudieron participar en el proceso por estar presos. El lenguaje que se ha utilizado es revelador en lo que al juego de palabras y conceptos manejan: primero eran opositores, después aspirantes a la presidencia, después precandidatos y terminaron siendo candidatos presos. Esto ha facilitado llamarlos presos políticos, cuando en realidad son presos del orden común.

Estos señores y señoras que violaron sin recato las leyes 1055, 1040, y otras, sabían perfectamente que no ganarían las elecciones, primeramente porque ninguno de ellos estaba dispuesto a renunciar a su pretensión de ser presidente, y, seguidamente, no contaban cada uno de ellos con el suficiente apoyo de la ciudadanía para lograr la mayoría de votos. Cid Gallup en su falaz encuesta publicó el número de votos que cada uno de los reos hubiera obtenido en la contienda, pero lo que no dice es como se hubieran repartido los votos si todos ellos hubieran participado como candidatos individuales en las elecciones.  La realidad es que ninguno de los siete, a quienes los medios de comunicación de derecha bautizaron como precandidatos, estaba dispuesto a ceder su lugar en favor del que, o da la que, tuviera más posibilidades de obtener más votos. No es descabellado pensar que ellos mismos fueron víctimas de las mentiras que publicó Cid Gallup creyendo que eran triunfadores.

En un artículo publicado en México por Chamorro Barrios, el menor de los hermanos de marras, instaba a los opositores golpistas a unirse alrededor de un solo candidato (su hermana por supuesto), a dejar de lado sus intereses personales, ya que, si no lo hacían, no ganarían las elecciones. Es importante recordar esto porque la atomización de las fuerzas opositoras era una realidad, que según lo escrito por el periodista, era infranqueable e irresoluble. De tal manera que los líderes de la oposición que financió, operó y ejecutó el intento de golpe de estado de abril de 2018, desde entonces ya se veían, cada uno así mismo, como futuro presidente de la República.

El movimiento opositor era y es un movimiento fragmentado, sin programa político, sin ideología, entregado a la voluntad de lo que les ordene el imperialismo, a pesar de que ellos dicen que su movimiento es legitimo y puro y que solo quieren que EE.UU los apoye, incluso si es necesario que invada el país para “liberarlo” de la tiranía.  Pero su debilidad por falta del verdadero apoyo del pueblo llano es tan clara que no resistió el embate de la militancia del FSLN. Y si no hubieran repartido millones de dólares a las bandas terrorista de lumpen desarraigado las ONG, el ex MRS, y otros, todos financiados por Cristina Chamorro con dinero de USAID, NED y demás agencias del gobierno norteamericano, el intento de golpe se hubiera sofocado en pocos días.

Ante su fracaso, ahora se quieren curar en salud exagerando lo que sucede fuera de Nicaragua. Es la única posibilidad que les queda para decir que siguen vivos y actuando.

Pero la situación no les es muy favorable.  Existen dudas en el seno de la OEA respecto de la suspensión de Nicaragua a través de la carta democrática. Una cosa es la resolución en la Asamblea y otra es la voluntad real de los Estados para adoptar la suspensión. No olvidemos que en la reunión de la CELAC en México el pasado julio, las criticas a la abyección de Almagro ante sus dueños, el gobierno de Estados Unidos y algunos Estados abiertamente pro imperialistas, fueron severas a tal extremo que en esa reunión se planteó de manera oficial reformar a la OEA en base a los preceptos de CELAC o, de plano crear un nuevo organismo que excluya a EE. UU y Canadá. En síntesis la OEA no las tiene todas consigo, agregándole a esto el desprestigio que arrastra y, que la hegemonía del imperio norteamericano, no es la misma que hace treinta años. Rusia y China pesan mucho en la política internacional y Biden medirá bien sus acciones en contra de Nicaragua.

Y esto nos lleva a la reciente firma del presidente de EE.UU. de la ley Renacer. La firma se él era lo único que faltaba para que entrara en vigor. Sin embargo, según los analistas, se están suscitando discusiones serias en el seno de la administración Biden que cuestionan la efectividad de las duras medidas a efectuar, ya que, afirman algunos asesores, debe valorarse el impacto que tendrán las medidas, sobre todo como afectaran al pueblo de Nicaragua. Les preocupa mucho que el ahorcamiento de la económica nicaragüense provoque grandes flujos de inmigrantes, particularmente a Costa Rica, que ha manifestado soterradamente que no quiere más nicaragüenses en su territorio, lo que llevaría a los emigrantes a dirigirse hacia el norte, que ya es un problema fundamental para Biden.

En consecuencia debemos analizar, no la retorica política, sino la verdadera posición política de EE.UU., ante la expulsión de Nicaragua del Cafta. Aparte de los problemas de orden jurídico para expulsar a un miembro fundador, la discusión que llevan a cabo se centra en qué impacto económico real tendrá, no solo en los empresarios, sino también sobre la enorme pérdida de empleos que dependen del Cafta. Además no vislumbran ningún impacto político real adoptando la medida para debilitar al gobierno revolucionario del FSLN, más bien lo que prevalece es el temor una vez más que esta medida solo incrementará la necesidad del ciudadano de abandonar el país.

Analizan también que pese a la dureza y violencia de sus políticas injerencistas en Cuba y Venezuela, los gobiernos de ambos países siguen estando en pie, por lo que, si para ellos, nos referimos a los yanquis, las medidas contra Venezuela y Cuba no han logrado defenestrar a esos gobiernos, y, siendo para ellos en su simplismo pragmático Maduro, Díaz Cannel y Ortega lo mismo, no tienen ninguna certeza que el “régimen orteguista”, como le llaman ellos, caiga.

Pero no por lo expuesto en párrafos anteriores creamos que los sectores duros, ultraderechistas, pro-fascistas, en el que debemos incluir a los líderes de la oposición golpista nicaragüenses, combaten las posiciones “débiles” de algunos de los analistas; ellos reclaman una posición muy dura con respecto al presidente Ortega, y exigen aplicar todo tipo de presiones económicas e influir en los bancos regionales y transnacionales para que no continúen prestando dinero al gobierno de Nicaragua. La apuesta de este sector es ahogar económicamente a Nicaragua, sin importar el efecto devastador que esto pueda tener sobre el pueblo trabajador nicaragüense. Su obsesión es “sacra a la pareja Ortega Murillo”, no solo de la presidencia y vicepresidencia, sino del país, para instaurar de nuevo… ¿qué? Hasta el día de hoy no lo han dicho. Solo esbozan que su gobierno sería democrático, cosa que ya lo es; pletórico de libertad, más de la que ya hay, no hay más; de irrestricto respeto a la libre expresión y a los derechos humanos, el respeto a ambos derechos es parte del día a día en la vida de Nicaragua, pero, también, como en todos los países del orbe, la violación a la leyes de cada nación no es permitida y es sancionada con cárcel.

Los analistas a los que nos hemos referido apuntan que el presidente Ortega guarda bajo la manga de su chaqueta una carta que utilizará para negociar y, esta, es la posible excarcelación de algunos de los reos sujetos a proceso. Además afirman que si bien seguirá siendo un “Estado policial”, que es lo que sustenta al “régimen”, la carta de los “presos políticos” la va a utilizar (su puesta en libertad) para que la comunidad internacional quede un poco más tranquila para que, por lo pronto, se olviden de Nicaragua.

Dicen que el Presidente hará esto para ganar tiempo; nos preguntamos ¿tiempo para qué? Su triunfo fue contundente, inapelable. El candidato presidencial del FSLN el compañero comandante Daniel Ortega obtuvo el 75% de los sufragios efectivos. La oposición golpista y traidora a la patria dice que en primer lugar no tenía competencia y que hubo un 80% de abstenciones, que olímpicamente las cuentan como votos contra el comandante Ortega.  La participación ciudadana en el proceso electoral fue de 2,921, 430 ciudadanos que votaron en las urnas, esto es  el 66.40% de un padrón registrado de 4.4 millones de ciudadanos. Si sumamos el 80% que equivale a 3,520,000 de votantes  que no salieron a votar en protesta según dicen los golpistas, más los votos reales computados por el CSE tenemos que hubieran votado ¡6, 441, 430 personas!  Nicaragua tiene 6.5 millones de habitantes entonces esa cifra que argumentan los opositores golpistas que se abstuvieron incluye hasta los niños. Y si nos descuidamos hasta los que están por nacer.

Haciendo a un lado las mentiras tontas que dicen los golpistas, después de la fiesta cívica del día 7 en la que el voto del pueblo eligió a sus autoridades y representantes, y, ante todo, ratificó el sistema o modelo político, económico y social del programa histórico del FSLN que conduce al país, a partir del 9 de noviembre continúo avanzando como lo ha venido haciendo desde 2007.

Por lo que observamos de los conceptos vertidos por los analistas, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que parten de una premisa falsa. Ellos ven al presidente Ortega y a la vice presidenta Murillo disociados del pueblo. Piensan que ambos están en una burbuja impenetrable y fuera del alcance del pueblo trabajador.

Desde los opositores golpistas de ultraderecha semi aglutinados en Azul y Blanco, CxL, y otras siglas, han errado su análisis en cuanto a la realidad nicaragüense. Ellos parten de la premisa falsa que la “sociedad civil”, eufemismo neoliberal para referirse al pueblo, hasta en un 80% está en contra del gobierno del presidente Ortega. Nunca mencionan al FSLN, de hecho en una reunión poco antes de las elecciones en el Centro Arias en Costa Rica, una ponente instó a la lideres sandinistas a alejarse del presidente y la vicepresidenta so pretexto de advertirles que, de seguir al lado del comandante Ortega y la compañera Rosario Murillo, los únicos que se perjudicarían son ellos.

Es difícil entender, habiendo sido muchos de ellos sandinistas o cuando menos haber apoyado a la Revolución, que hayan perdido el pulso, la capacidad de análisis para interpretar el sentir del pueblo. Daniel y Rosario representan al FSLN que gobierna el país, pero no es un gobierno “tradicional”, es el pueblo que se gobierna a sí mismo viendo por sus intereses, su bienestar, su salud, su educación. Lo que hacen Daniel y Rosario, así se refiere el pueblo a ellos, que han sido escogidos por el pueblo, que es el FSLN, es conducir, vigilar, ejecutar el programa histórico del Frente, de otra manera, el pueblo que ha comprobado que su voto cuenta y cuenta mucho, ya los hubiera desbancado. No es un asunto de Daniel y Rosario, los golpistas, ayudados por el imperialismo, se equivocan al pensar que es cuestión de defenestrar al Presidente y a la Vicepresidenta, creen que esto, por si solo, los elevaría a los máximos cargos del país (la lucha entre los golpistas por la presidencia y vicepresidencia de la República es presagio de asesinatos selectivos y violencia).

Resulta un tanto inconcebible que después de la derrota que les infringió la militancia sandinista entre abril y junio de 2018, todavía crean que el pueblo está en contra de su Presidente. El FSLN, devino en el partido de la Revolución Popular Sandinista, pero sigue siendo también un Frente en el que caben todos los revolucionarios, por supuestos los trabajadores y los campesinos, los patriotas, los anti imperialistas, los demócratas, los que creen en la verdadera libertad y soberanía, las que solo se obtienen cuando todos somos iguales y no hay solo un puñado de ricos y millones de pobres.

Lo que podemos concluir de sus sesudos observaciones es que no ven la forma de acabar con el gobierno del FSLN. Y no la ven porque no entienden o, se niegan a hacerlo, que un pueblo decidido a defender sus conquistas, su felicidad, la paz, el amor por el semejante, la dulzura de sus niños, la solidaridad, es invencible.

El grado de concientización, de seguridad en sí mismo, en el número de derechos que ha adquirido a lo largo de cuarenta años (el bache neoliberal también fue de enseñanza) es notable.  Ya no es el pueblo que agachaba la cabeza ante la Guardia Nacional o la OSN; que evadía la mirada de  los Jueces de Meta; que solo hablaba mal del dictador (el que lo hacía) en secreto, temeroso que lo fueran a delatar; que al ver en la calle a un Guardia prefería cruzar a la otra acera por el miedo de pasar junto a él. El pueblo que creía que su destino era infranqueable, imposible de cambiar, sin la menor oportunidad de salir de la pobreza, la ignorancia, la mala salud, la opresión, la injusticia, ya no se existe más en Nicaragua. Y nunca volverá a existir en la tierra del General de Hombres y Mujeres Libres C. A. Sandino, por más sanciones injerencistas, ataques contrarrevolucionarios, amagos de invasión, advertencias hostiles para someterla.

Se le olvida a el imperialismo y sus marionetas locales, los opositores golpistas, que el imperio y su brazo armado la Contra, fueron derrotados militarmente en la guerra contra el pueblo en suelo nicaragüense, Una vez más se repitió la hazaña que había iniciado el general Benjamín Zeledón y que había continuado el general Cesar Augusto Sandino. El pueblo de Nicaragua es un pueblo valiente, que no se atemoriza, pero quiere vivir en paz, quiere que los fuereños y las alimañas locales lo dejen vivir en paz, construyendo su futuro a como lo vislumbra para el futuro. 

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