Detalles del Momento. 19 de Julio: La Transformación
Moisés Absalón Pastora
Este 19 de julio ya toca puertas y crea una gran expectativa sobre el mensaje a ofrecer en el imaginario arquitectónico de su propio evento porque nunca un 19 de julio es uno más ni tampoco parecido al de un año con respecto a otro, independientemente del lugar donde se celebre o conmemore.
Este 19 de julio, pienso, será una evocación a la disciplina de la transformación que experimentaba el país hasta abril de 2018. Debe ser el reconocimiento de 44 años recorridos con altas y bajas con aciertos y equivocaciones, que nos tienen hasta donde estamos, pero con la certeza que la inmensa mayoría de los nicaragüenses nos sentimos del lado correcto de la historia, haciendo lo que corresponde para que esta patria que no es suya, que no es mía, pero que es de todos se levante por las manos de sus mejores hijos que la quieren libre, independiente, soberana, digna, orgullosa, próspera y en paz porque ese es el sentimiento nacionalista que nos caracteriza.
Hacer posible que un proceso político se sostenga a lo largo de 44 años y que como el vino sepa mejor en la medida que recorre los tiempos, es solo propio de una visión concebida desde una amplísima voluntad política. Hay referencias que ininterrumpidamente han sobrepasado las 4 décadas como es la revolución cubana, pero la revolución sandinista transitó en su primer trecho enfrentando una guerra sostenida, después el partido que estuvo al frente de ella perdió el poder y solo por los puñales que la atravesaron por poco el FSLN queda extinto lo que no sucedió porque Daniel Ortega asumió el reto de conducirlo mientras otros que se desbandaron, ante la derrota del 25 de febrero de 1990, hicieron champa aparte para proclamarse los buenos de una película que 44 años después los pinta realmente como lo que siempre fueron y serán villanos, traidores, caines, cobardes y vende patria entregados al mejor postor.
Después de eso vinieron 16 años de luchas por defender lo que trabajadores y campesinos consideraron conquistas sociales que siempre fueron parte de la agenda en cada uno de esos 19 de julio, qué a pesar de ser celebrados desde una condición opositora, jamás fueron pequeños, sino que siempre monstruosamente gigantescos.
Hay que reconocer que el partido Frente Sandinista de Liberación Nacional bajo el liderazgo de Daniel Ortega siempre supo definir ante su base que la revolución fue algo más que el derrocamiento de Somoza, la derrota a su ejército pretoriano, la Guardia Nacional o la toma del poder propiamente. En tal caso todo eso fue el efecto culminante gestado desde la lucha de más dos décadas atrás para arrancar desde sus cimientos la podredumbre que asesinaba a la sociedad de entonces.
La revolución no fue la toma del poder sino el inicio de un proceso que en 1979 se dispuso a transformar Nicaragua y al hacerlo, al dar ese primer paso, creó lógicamente una resistencia entre aquellos que sabían que sus fortunas habían sido amasadas desde la explotación del hombre por el hombre y entonces se coludieron con quienes desde el imperio siempre supieron que los sandinistas, que los habían vencido décadas atrás, ya no eran el ejército loco del General de Hombres Libres, al que posteriormente asesinaron, sino que eran los que con la estafeta nacionalista del guerrillero de Las Segovias, habían derrocado a su último marine.
No sé de ninguna revolución que haya sido perfecta, como no sé de ningún gobierno, independiente de sus tintes, que no se haya equivocado y por lo cual asumido costos políticos, pero sí sé que a pesar del fracasado golpe de estado de abril de 2018, esta revolución que este 19 de julio celebra y conmemora 44 años sobrevivió, y lo hizo porque la transformación que aplicó al país, desde el 10 de enero del año 2007 es que encontró la fuerza para resistir el embate criminal y desproporcionado al que la sometieron para acabar con cualquier cosa que oliera a sandinismo.
Estoy convencido que los nicaragüenses en su sabia madurez política, caracterizada por la habilidad de controlar y equilibrar pensamiento, voluntad y sentimientos, desean acelerar el encuentro con la estabilidad y es ahí donde seguramente todos hemos depositado nuestras expectativas porque el sentido común nos dice que el mensaje debe ser ir hacia adelante, declararnos más fortalecidos y energizados no solo para retomar el sitial en el que nos encontrábamos antes de ser golpeados por el terrorismo, sino que con el propósito de superarlo y por mucho y lo estamos logrando porque todo apunta a que este 2023 será el mejor desde aquel 2007 que el sandinismo retomó la revolución.
No se puede caer en la trampa de quienes politiqueramente plantean imposibles con exigencias temerarias para sacrificar el beneficio acumulado de todo un pueblo, que desde la democracia que venimos perfeccionando, desde el 19 de julio de 1979, caigamos en un proceso involutivo y destructivo del país, eso no puede estar en el cálculo de nadie que diga amar a este país.
La habilidad de haber cumplido metas, de sacar adelante proyectos o situaciones, a pesar de las dificultades, nos representa la capacidad de tomar decisiones y sostenerlas para no ser como esos inmaduros que se pasan la vida explorando posibilidades para terminar no haciendo nada por el temor a equivocarse. Casi la totalidad de esos fracasados está fuera del país ahogados en sus frustraciones y desnacionalizados.
En los últimos tiempos el nicaragüense ha tenido la capacidad de encarar circunstancias muy estresantes que a cualquier otro pueblo hubiera abatido, pero el nicaragüense que sabe de dónde viene, que conoce su historia, en coyunturas como estas, se hace grande cuando se sabe en lo correcto y además muy dueño de lo que ha tenido y cierto de lo que le quieren arrebatar aquellos a los que nunca les costó nada por nacer en cunas de oro.
El Nica, muy dueño de su nacionalismo, ha sabido abrazar en la esperanza de un deseo colectivo la confiabilidad para superar la crisis como una respuesta a la inmadurez de aquellos que se nos vendieron como “salvadores”, pero resultaron ser los maestros del caos y que hoy se diluyen y extinguen viendo cómo el telón de sus mentiras cae sobre el escenario de la ridiculez porque se les ocurrió que aquí se rendía la nación para dar paso a un absurdo muy bien tejido desde afuera, pero finalmente estrellado contra el muro de la nacionalidad de quienes el 19 de julio celebrarán una nueva liberación, una nueva victoria ante los sirvientes nacionales de nuestro eterno agresor, el imperialismo.
Hablo de la liberación, la de haber dejado atrás, vencidos y en llantos a los puchos, a las partículas, a los microbios, a las sabandijas, a los regala patria, a las cosas esas y a las miserias humanas que fueron tan incapaces que a pesar de las millonarias montañas de dólares que les financiaron no pudieron y si aún lo continúan intentando es porque la brutalidad no les permite entender que son un fracaso inmensamente detestado por un pueblo que los golpea más ignorándolos que reaccionando con el odio, el resentimiento y la mentira que solo los obispos que los bendicen les aplauden y que al final, junto a las oligarquías son la causa del mal causado.
No hemos recobrado totalmente la paz, no me da para tanto afirmar lo contrario porque hay amenazas evidentes del dueño de la perrera, pero vamos hacia su encuentro y seguro que la reconquistaremos más temprano que tarde porque ella encierra un mundo de significados que atañen directamente al alma y al bienestar de la sociedad porque la PAZ es una virtud que pone sosiego en los ánimos y que cuando es palpable se traduce en el reconocimiento solidario de naciones amigas.
Si viviésemos en PAZ, si nos amaramos y respetáramos unos a otros, evitando que los desórdenes del mal o la turbación de las pasiones alteren la armonía de nuestras vidas, lograríamos avanzar más en el propósito de reconstruir las heridas que nos hemos causado y así levantar la nación y demostrar otra vez al mundo de qué estamos hechos, sin embargo, esto es demasiado para que el odio lo entienda y de ahí que debamos estar insistiendo siempre en dormir con un ojo abierto y el otro cerrado.
Muchas veces en política, en la familia y hasta vecinalmente, los cruces de ideas nos enfrentan y nuestra conciencia se deprime cuando no actuamos bien con nuestros semejantes y aún con nosotros mismos. Pasa cuando no respetamos la honra y la dignidad de nuestros semejantes al tratar de imponer caprichos que no se corresponden con la realidad y es peor cuando el mecanismo de imposición es el odio, pero créanme lo vamos domando y quienes lo proclaman ya por desesperación y no porque crean que les da resultado, saben perfectamente que aquí todo ese resentimiento se estrelló con la voluntad de todo un pueblo que quiere únicamente trabajo y paz.
En los últimos tiempos hemos sido testigos de enormes contra sentidos que tienen que ver con nuestros valores de fe y cómo supuestos guías espirituales en vez de acercarnos nos han distanciado. El nicaragüense de bien sin embargo con mucha serenidad en el alma, aunque perplejo por el rol de algunos obispos de la Conferencia Episcopal nunca dejó en su conciencia de abrazar y sentir la presencia divina de Dios, en todos sus actos y por ello hoy, liberado de tranques y barricadas mentales, toma el impulso decidido para ir hacia un nuevo comienzo porque después de todo la vida continua y el mundo no se detiene.
Ahora hemos de ser constructores de puentes para que través de ellos los nicaragüenses podamos salvar las diferencias que nos separan; tú puedes realizar un acto bondadoso, una palabra alentadora, un pequeño esfuerzo para reconciliar a dos hermanos, para llevar la paz a un Hogar y eso lo lograremos dialogando, convenciendo y no imponiendo para acercarnos al perfeccionamiento de nuestra democracia y retomando una vez más aquello de que de toda crisis siempre surge una oportunidad.
Dicho esto, asumamos el reto y así como hubo quienes hicieron un parte aguas de la Nicaragua antes y después del 18 de abril, cuando nos arrebataron la paz para imponernos el caos, hagamos nosotros igual con este 44/19 e impongamos con voluntad y determinación ser la luz de una nueva esperanza sobre la oscuridad de aquellos a quienes debemos perdonar porque no saben, no tienen idea, de lo que quisieron hacer.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.