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  • 5 enero, 2022

Detalles del momento: 2022 con visión de Patria


Por: Moisés Absalón Pastora.

Cuando uno visita a un oftalmólogo o un oculista vamos con la expectativa que nos diga que tenemos una visión 20/20, es decir perfecta e inmaculada. A los nicaragüenses nos gusta mucho el juego numérico y tratamos de encontrar en las combinaciones simbologías, que cabalísticamente puedan representar conjeturas que generalmente nos sean presagios de buenas vibras, como las que tuvimos el año pasado, que no es que se fue, sino que lo mandamos a la chingada junto a toda esa campaña injusta tejida desde afuera por el imperio y sus lacayos nacionales, por lo que ahora, redoblada y optimistamente debemos imponernos que este 2022, que hoy estrenamos laboralmente hablando, sea la otra cara de esa pesadilla que Gracias a Dios corrimos de nuestras vidas aquellos que somos sobrevivientes a esa peste maligna contra la que ya la humanidad se está vacunando y de la que nosotros somos ejemplo por el modelo que asumimos para combatirla y en el nombre de Jesús de Nazaret vencerla.

Los contagios y las muertes por efecto de la pandemia surgida desde el 2020 se cifran por millones en el planeta. Las economías boyantes de muchas potencias quebraron, el mundo prácticamente se paralizó y la humanidad se aisló para defenderse de un monstruo invisible contra el que debemos seguir cuidándonos.

Gracias al Creador y por las políticas públicas en materia de salud Nicaragua es de las naciones en el planeta menos afectadas por la pandemia y con ese gran milagro como punto de partida debemos recibir este 2022, con todos los retos que nos impondrá, pero como un año de jubilosas victorias, en ruta hacia la superación de nuestras pesadillas porque ahora hablamos de decisiones trascendentales que debemos tomar con seguridad y fortaleza para seguir construyendo la patria grande soñada por el gigantesco Rubén Darío. El 2022 debe ser para los nicaragüenses, que realmente aman a su patria, un año de retos a vencer, de propósitos a conquistar, plenamente conscientes que la escarpada será difícil, como todo lo bueno que puede estar en una cumbre, pero ciertos que los resultados nos sabrán a miel.

Así las cosas, iniciamos un nuevo ciclo y nos incorporamos al mundo real dejando atrás tiempos en los que sin duda los nicaragüenses pedimos por la magia de los nuevos días para que este 2022 represente un rostro totalmente opuesto al dolor que nos impuso la estupidez de la politiquería, el impacto letal de la pandemia y la fuerza de la naturaleza a la que siempre estaremos expuestos porque su poder es innegable.

Ahora nos encontramos en un mes en el que cada quien asumió un compromiso. Muchos empezaremos, decimos, una dieta rigurosa, otros dejar de tomar, fumar, ser mejores estudiantes, conseguir un trabajo, ser más eficiente para cuidar lo que se tiene, ahorrar para comprar la casita, ser mejores padres o mejores hijos, no ser mal hablados y así muchos deseos más de año nuevo que tienen que ver con un interés muy personal, pero profundamente noble y el más grande de ellos es sin duda el que tenemos con el país, con esta tierra que no es de nadie, que no es suya, que no es mía, que nos pertenece a todos, incluso a aquellos que no la merecen porque aunque quisiéramos por el hecho de haber nacido aquí, con solo eso no, se las podemos quitar.

En lo personal me comprometí a ser un mejor ciudadano porque eso me ayudará a permanecer en mi mejor estado de confort. También aposté por ser un mejor cristiano, porque eso ya me identifica con el bien de todos y porque ni la ciudadanía ni la cristiandad se evaporan cuando llega febrero o marzo o cualquier otro mes, sino por el contrario son cualidades humanas y patrióticas que nos fortalecen todos los días y en todo momento.

Los sanos propósitos deben inspirarnos porque francamente estamos urgidos de ellos, necesitamos los nicaragüenses, ahora que la fuerza laboral y pensante se incorpora al quehacer de todos los días que nos vistamos con una nicaraguanidad esencialmente ciudadana para deponer las espadas y abrazar todos, desde la más íntima actitud cristiana, el olivo de la paz, para reconciliarnos, para volvernos a ver sin odios, para que en la familia seamos capaces de volver a compartir juntos en una misma mesa y sin que mi forma de pensar O LA TUYA se conviertan en distancias insuperables o insalvables en la obligación franciscana de sembrar siempre amor en cualquier parte donde haya odio.

El pasado 2021 fue un año que nos enseñó grandemente a todos. Nos permitió ser sabios, ser maduros, administrar pasiones, domar nuestros lados oscuros para no descender al estercolero donde habitan los malignos que nos desangraron en aquel 2018 que tan malos recuerdos dejó, pero de cada mala acción es que uno aprende porque son tan dolorosas, te rasgan tanto, te abren tantas heridas y te causan tantos dolores que terminas concluyendo que nunca debiste haberlas generado, que no valió la pena provocarlas, porque los efectos de las cosas malas tienen una expansión explosiva tan devastadora que al bien le toma años en poder suavizarla o disiparla porque hay quienes hacen del odio una burbuja para según ellos esconderse de las miradas acusadoras que los incriminan por no apostar a lo correcto. Pienso que los conceptos unidos de ciudadanía y cristiandad representan juntos el núcleo de la comunidad y eso debe empujarnos a todos, independientemente de la posición política de cada quien a esforzarnos para que todos aterricemos en la normalidad porque aquí existe una sola fórmula mágica para salir adelante y eso es la estabilidad integral del país.

Un paso profundamente reflexivo en esa dirección es que dejemos de sembrar el odio. Este es un problema perversamente recurrente en los medios de comunicación y aunque no vengo con el espíritu de acusar a nadie no me equivoco si digo que el nicaragüense sabe quién lo hace y quien no lo hace y cuáles son los canales de televisión, periódicos, radios y plataformas digitales que se prestan a ello a sabiendas del daño que ya ocasionaron al país y que su testarudez los conduce al delito. No quiero decir que no debamos expresar nuestra posición política, ni que sea delito tener una, pero sí, que asumamos lo que somos, gentes que estamos obligadas a ser aplacadores de tempestades y no gasolina que bañe el bracero de las hogueras que nos incendian.

Los nicaragüenses debemos imponernos andar sobre nuestros propios caminos para llegar al puerto que nos permita atracar en una salida donde lo que se trate sea el presente y futuro del país y sin más pretensiones que se respete la ley y la constitución de la república porque pasar por encima de ese gran pacto político y social será condenar al país irremisiblemente a un conflicto sin fin que después de haber sido propiciado por mezquinos intereses externos nadie querrá involucrarse en él porque entonces aquí no quedará piedra sobre piedra.

La racionalidad debe hacernos comprender que nada que justifica el caos, que hay malos nicaragüenses, que se creyeron el cuento que aquí todo el mundo saldría despavorido, porque el gringo nos venía a imponer sus reglas y entronizar a nefastos personajes como Adolfo Díaz, Emiliano Chamorro o Enrique Bolaños para colocar nuestra nacionalidad en la bandera de las barras y de las estrellas, como creen estar haciéndolo en una O.E.A que comprada por el imperio es la plataforma invasiva de sus pretensiones de dominio sobre naciones que no pensamos como ellos y que ahora decidimos como ya lo hizo Venezuela y como lo hace ahora Nicaragua, mandar al carajo a un organismo que de hemisférico no tiene nada y que es parte intrínseca del mismo territorio imperial que solo usa a los peleles que aun la componen para los propósitos de una criminal agresión que francamente también nos resbala porque ahora nuestra mirada ve hacia naciones verdaderamente amigas que nos tienden la mano.

No señores si Nicaragua va a tratar sus asuntos lo hará entre connacionales, aunque el oposicionismo actúe, piense y hable en inglés y si va a un diálogo lo hará, pero no en el teatro de lo absurdo ni con modelos que tengan por origen el golpismo que Estados Unidos diseñó para derrumbar la democracia pinolera que vivimos con nuestros sabores y particularidades y de esto deben estar claros profesionales de la fe que fueron las manos ejecutoras de la más grande mentira tejida contra el país y de la misma manera las verdaderas fuerzas representativas de la nación que responsablemente se sienten a dialogar, pero sin esos Chukis que se mueven al son que determinan los diablos porque lo único probado aquí es que a todos aquellos, a los que se les abrió las puertas, para que escudriñaran en cada rincón que quisieron, para que se entrevistaran con quienes se les antojó, para que dijeran lo que les vino en gana y que concluyeran lo que ya sabemos que determinaron, en realidad nunca investigaron absolutamente nada, hicieron el parapeto y alimentaron sus informes por lo que inventaron sediciosos que eran los asalariados del plan y peones del patrón que pagaba para levantar una monumental mentira y dañar lo mucho que habíamos avanzado hasta abril de 2018 y en lo que por supuesto persisten porque ni ellos tienen punto de retorno, porque se saben descubiertos, ni nosotros que lo padecimos tampoco, porque nos cansamos de que nos vieran tara de babosos para seguir aguantando más del lodo que nos lanzaron.

Estoy claro y convencido que, pese a todo, los nicaragüenses recobramos la estabilidad como paso determinante para establecer la paz, lo hemos hecho a pesar del fuego graneado de un enemigo externo que sigue moviendo sus fichas para derrocar al gobierno constitucionalmente electo que se prepara este 10 de enero de 2022 para asumir un nuevo quinquenio de victorias gracias al inmenso respaldo que recibió de un pueblo que supo reconocer que nunca existió en nuestra historia una Nicaragua como la actual a pesar de las agresiones diarias del gran enemigo de la humanidad y es así porque fue la decisión y el deseo de la mayoría del pueblo quien lo determinó democráticamente el 7 de noviembre del año pasado a través de una votación del 65% de electores que concedieron a Daniel Ortega las ¾ partes de los votos escrutados.

Que hay problemas que resolver y que fueron creados desde afuera y nos polarizaron extremamente; Que una gran mayoría de los nicaragüenses estamos indignados contra el imperio y sus lame botas internos; Que el gobierno debe hilar fino para lidiar con esas y otras realidades, sí, estamos claros, pero nadie se llama a engaño cómo fue que se armó la gran mentira que luego desembocó en una triste y dolorosa realidad que debemos enfrentar todos, pero con sabiduría, con prudencia, con mucha paciencia y serenidad.

2018, 2019, 2020, 2021 deben ser círculos a cerrar y dejar ir con su odio y resentimiento con la idea fija en nuestras mentes de que nunca más se repetirán. Esos años ya son pasado y los nicaragüenses de bien nunca encajamos en ellos y en consecuencia los desterramos al olvido de donde nunca más volverá porque hoy tenemos al 2022 como la nueva carátula de nuestro calendario y estamos obligados por sanidad mental y espiritual a hacer de él 360 nuevas oportunidades sobre las que ya andamos y no seguir perdiendo el tiempo que no tenemos para reconstruir al país y sanar sus heridas.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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