Detalles del Momento: A las Madres Nicaragüenses
Por | Moisés Absalón Pastora
Este próximo domingo, 30 de mayo Nicaragua, se pinta de rojo, del color encendido de la vida que simboliza a cada una de esas bellas, lindas y tiernas mujeres que como instrumentos de Dios nos dieron el ser como representación del Milagro que solo el Creador puede hacer posible.
Este 30 de mayo los que aún tienen el privilegio de tenerlas, de acariciarlas, de palparlas, deben hacer su mejor esfuerzo para retribuir con el mejor detalle la dedicación, el desvelo, la entrega y las preocupaciones que esas grandes señoras nos han deferido, no por un día, sino por toda una vida, ese amor tan inmenso que solo ellas saben cómo les cabe en el alma.
En realidad, todos los días deberían ser de 30 de Mayo, porque las madres, aquí en Nicaragua, como en cualquier otra parte del mundo, no tienen ni fecha ni calendario; Ellas simplemente son madres en cada segundo y se entregan sin tiempo ni medida.
Ellas desde el momento que se saben con el vientre bendito no hacen otra cosa que irradiar amor y de ahí, aunque todos los días ellas sean madres, éste 30 de mayo, es la mañana, la tarde y la noche para agradecerle y homenajearla como un regalo bendito de Dios que nos dio ciertamente la vida, pero además la ternura, el amor y los mimos de quien desea ser todo para sus hijos.
De Madre con total acierto se dice es la palabra más bella de mundo, aunque hay quienes también afirman que Madre es el nombre de Dios.
Para los que la tienen, qué privilegio, porque en ella solo tesoros hay. Ella te lleva y te conduce a muchos lados. Es una sombra fresca que te cubre como manto santo. Es un caramelo que nos endulza la vida. Es quien sacrifica sus propias necesidades para evitar que las padezcan sus hijos. Es aquella que al ver que solo quedan cuatro trozos de una exquisita torta de chocolate, estando frente a ella cinco de sus vástagos, es la primera en decir que nunca le ha gustado el chocolate, así es la majestad inobjetable de su desprendimiento.
Con respecto a nuestras madres de niños creemos que mamá todo lo puede, que no siente cansancio, que no sufre… esa imagen que guardamos de ella con el tiempo no coincide con la que vemos cuando pasan los años… Entonces descubrimos que mamá también sufre, se cansa, esta triste, no tiene fuerza, calla ocultando el dolor.
La vemos como un héroe sobrevivir a grandes tragedias, llevarnos de la mano conteniéndonos y mostrándonos la vida siempre del lado más bello. De niños no entendemos sus lágrimas. De adultos nos preocupan o no las comprendemos como ellas quisieran porque no nos lo dicen.
Así como nosotros necesitamos tantas veces de la protección de esos brazos fuertes, de la comprensión de nuestros gestos o de nuestros silencios, de nuestro dolor, ella también nos necesita. Por eso debemos detenernos y observarla, abrazarla y hacer que sienta que estamos allí, que nos importa, que es valiosa y de esta forma regresaremos a ella el más hermoso sentimiento que nos enseñó, el sentimiento que lleva paz y tranquilidad en los momentos difíciles de la vida, el que nos contiene, el que minimiza el dolor, el que nos hace luchar por nuestros sueños e ideales y porque nos da su Amor a cambio de nada.
Por todas las maravillas de este mundo, que contemplamos a nuestro alrededor demos gracias a Dios, sobre todo por la bendición más grande, su más hermosa creación llamada madre, palabra, aunque resumida y breve al pronunciar encierra en ella toda la inmensidad de los cielos y la profundidad del mar, su amor es la infinidad multiplicada por todas las estrellas del cielo al albergar una vida en su seno, y amamantar de su propio cuerpo la vida, convirtiéndose en la protectora y guía… Por eso aquellos que la tienen y que por tal deben sentirse millonarios de amor, están obligados a ser guardianes de semejante tesoro.
Para los que perdimos ese tesoro porque al darnos la vida cruzaron el umbral o porque en la mañana, tarde o noche de nuestras vidas se nos fueron, lo que debemos tener presente en un día como éste es dar gracias a Dios porque nos la dio para jugarla y que independientemente del tiempo que estuvo con nosotros su amor fue siempre el mejor y más eterno.
De ellas nos queda imperecederamente el recuerdo de su sabiduría. De ellas quedan en nuestras mentes episodios fílmicos cargados de pasajes felices que son el consuelo y la resignación para aceptar que la vida sin ellas es vacía y que ningún amor podrá sustituirla.
Hay otros que aun teniéndola son huérfanos por no apreciarlas. Unos porque no cumplen el mandamiento de la Ley de Dios de “Honrar a Padre y Madre” y otros porque atrofiados por el mundo han llegado a creer que la madre es y debe ser mampara de sus sinvergüenzadas. Los que actúan así, contra la naturaleza del amor, están condenados a responder ante la justicia divina. Aquellos que así actúan, que se maldicen así mismos por lo que hacen contra el más grande de los amores, siempre tendrán la oportunidad de encontrar el corazón abierto de sus madres para ser perdonados porque esa es la naturaleza de nuestras progenitoras.
Sin embargo, si se trata de encontrar la fecha más propicia para hacerlo que sea este 30 de mayo porque para nuestras madres el mejor regalo de todos, siempre será, en su máxima expresión, el reencuentro sincero con sus hijos independientemente de sus faltas porque para ellas, que todo lo merecen, la palabra más común es el perdón.
Hoy nuestras madres sufren, hoy sus angustias son mayores, esos bellos ángeles lloran las preocupaciones de sus hijos y lamentan la intranquilidad en los hogares de sus seres más queridos. Pero son ellas las que nos transmiten la fuerza vital para enfrentar las desventuras. Nos animan porque siendo tan aparentemente débiles son monumentalmente fuertes porque ellas nunca se rindieron para enseñarnos a andar en los escabrosos caminos de la vida. Ellas generalmente lucharon solas por nosotros y lo lograron porque hoy sabemos del gran valor del amor porque así nos lo enseñaron.
Un día como hoy, tres años atrás, el 30 de mayo resultó ser un día infeliz donde madres de uno y otro lado sufrieron y lloraron angustiadamente por la irracionalidad de los hijos más malos de este país que se empinaron con sadismo para agredir a nuestra madre patria, a Nicaragua a la tierra que nunca mereció ser embebida en sangre. Los únicos que pensaron que aquello fue bueno fue la minoría que seguramente nunca tuvo madre y que por tal desató sus odios para llenar de lágrimas el rostro de la nación.
Aquella pesadilla Gracias a Dios es cosa del pasado y ojalá que esos que hace un año atrás nos llenaron de luto tangan hoy algún grado de arrepentimiento y dejen que los hijos celebren en paz el Día de su madre a fin de que ellas disfruten del homenaje que en toda su dimensión merecen.
Debemos trasladar a las autoras de nuestros días que contra aquellos episodios tristes lo que tenemos a vista es la esperanza de un futuro que nos espera con una larga y extensa paz donde para que nunca más la angustia estruje el corazón de esas bellas y queridas madrecitas.
Por mi parte y en lo personal elevo mis oraciones para que como susurro de amor las reciba mi madrecita linda con la que solo compartí los primeros nueve años de mi vida, pero que fueron los mejores de mi existencia. Confieso con profundo orgullo el origen campesino de mi progenitora que me dejó calado para lo que resta de mi existencia que la pobreza se puede vencer cuando el amor es millonario para dar protección, cariño y sobre todo irradiación de valores.
Felicito entonces a todas las madres de Nicaragua y en particular a mi suegra Doña Alina Tenorio Mejía, un monumento maternal para enfrentar situaciones que solo la majestuosidad imponente de la fuerza que le caracteriza le ha permitido para construir y edificar bondades. Ella es parte de la creación divina de Dios y sin duda la abnegación y pureza de quienes llevan bien puesto el nombre de Madre.