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  • 16 febrero, 2022

Detalles del Momento: autoridad moral


Por| Moisés Absalón Pastora

La autoridad moral no tiene que ver con lo que vendemos de nosotros hacia afuera, sino más bien es una distinción que desde afuera otros perciben por lo que hacemos en conexión ineludible con lo que predicamos.

La autoridad moral es un bien y valor en toda persona que convence a los demás de lo que es, únicamente en la medida que esté lo más cerca posible de la verdad y de la transparencia.

La autoridad moral es una especie de licencia en el ser humano para plantear y cuestionar, para predicar y convencer, para reclamar y ser oído, porque si se carece de ella no es posible sostener temas que nos van a rebotar, no vamos a poder criticar porque estaremos siendo lo que pretendemos aborrecer, no vamos a poder demandar porque seremos la negación de lo que queremos y no vamos a ser oídos porque estamos faltos de credibilidad lo que se traduce en esterilidad social y política.

Nadie de la boca al labio puede ponerse, solo porque se le ocurrió, el traje de la autoridad moral porque por requerir medidas especiales ni viste ni talla a cualquiera y eso es importante que lo tengan presente aquellos que se disfrazan paradigmáticamente de libertadores.

Hay personas que son especialmente respetadas porque mantienen un comportamiento ejemplar que irradian el deseo en otros de ser como ellos y que destacan por la conexión indisoluble entre lo que dicen y lo que hacen. Este tipo de gente se convierten en verdaderos paradigmas y en auténticos referentes de bien para las personas que le rodean en la familia, en el hogar, en el trabajo o en el conjunto de la sociedad.

La autoridad moral no se impone por el hecho de tener poder, tampoco se hace efectiva porque seas jefe y bajo el organigrama se tenga cualquier cantidad de subordinados que deban obedecerte, tampoco se logra a través del refinamiento mediático, que periodistas pagados para ese fin hagan, con el objetivo de construir algún perfil político sobre alguien, porque la autoridad moral no depende de ninguna escala jerárquica, de ningún maquillaje o de nada que se le parezca, pero sí emana de las cualidades humanas del individuo donde los ingredientes válidos son el don de gente, la humildad, la solidaridad, la franqueza, las actitudes, la sinceridad en el servicio, la solidaridad con los demás y por supuesto una visión cristiana de la vida.

La fuerza de la autoridad está en la moral y eso es un poder que se conquista o se obtiene no por decretos o investiduras externas, ni mucho menos por imposiciones o castigos, sino por la coherencia que hay entre el decir y el hacer y entre el hacer y el ser.

La autoridad moral no se fabricada y tampoco la puedes exigir porque ella es el resultado de un proceso interior donde habitan los valores que se desean transmitir y que fluyen de una manera transparente y bajo un halo que muchas veces es tan irradiante que llegas a verlo y que tiene como fin encarnar un ideal que, por supuesto está obligado a ser noble porque cuando tiene, aunque sea una micro partícula de maldad, de mentira o de hipocresía, ya se evidenció totalmente falto de autoridad moral.

Alguien con autoridad moral es quien compromete sus ideas y valores hasta las últimas consecuencias en procura de lo que es correcto para la inmensa mayoría y significa asumir ante los demás todo lo que derive de sus acciones pues tejer la auténtica autoridad moral representa riesgos y sacrificios que son los que no todo el mundo asume.

La autoridad moral es un estatus que alguien posee por su trayectoria ética y por los valores que sustenta. Este rango se consigue siendo justos en las decisiones tomadas, adoptando conductas honorables y realizando acciones orientadas al bien común y no hacia el beneficio personal.

Un individuo corrupto, hipócrita y sin principios puede llegar a tener éxito en su vida personal y profesional, seguramente estafando a la gente que no lo conoce, pero jamás tendría sentido que fuera considerado un referente moral y precisamente por eso quise editorializar sobre este tema de la autoridad moral porque sabemos y conocemos de un montón de estafadores, criticones de profesión, jueces del quehacer de los demás y cada uno de ellos con colas dinosáuricas que aún se hacen notar en algunos medios de comunicación abiertos y redes sociales donde actúan como lombrices digitales que se propusieron en hacerle la vida imposible a los demás.

Aquí el que se quiera engañar que se chupe el dedo porque siendo éste un país pequeño, donde el que menos corre laza un venado, nadie nos puede venir a decir que ahora los diablos son dioses o que los murciélagos son angelitos o simplemente que la guerra tiene el mismo valor que la paz.

Así se manifiestan los que tienen una ausencia total de moral en sus vida y te hablan de libertad para imponerte la dictadura del neo liberalismo; te invocan la nacionalidad para poner a Nicaragua como una estrella más en la bandera imperial; dicen ser empresarios y te destruyen la economía; son obispos y sacerdotes y predican desde los púlpitos con el odio y aún con todo eso se preguntan que por qué se les ataca; hablan de democracia, pero tienen por método el golpe de estado para acceder arrebatar el poder; te hablan de honradez y transparencia pero son corruptos evasores de impuestos; reclaman condiciones para la inversión pero viven metiendo miedos para no venga; te exigen ir a un diálogo pero de entrada te ponen condiciones y absurdos para matarlo en puerta; aseguran que son los “libertadores” ya predestinados por el destino y no son capaces de soportarse entre ellos mismos.

Para desgracia del inmoral y conveniencia de Nicaragua, dado que no hay mal que por bien no venga, todas esas circunstancias que se produjeron a partir del 2018 y que ahora están bajo control con la seguridad que nunca más volverán a suceder, permitió poner al desnudo la verdadera calaña y miseria humana de todo ese componente que habita en el inframundo del oposicionismo y que no haya que hacer ya no para debilitar a Daniel Ortega, con eso no pudieron ni podrán, sino que no saben qué hacer para quitarse el tufo a caca con el que se quedaron y por el cual todo el mundo se les aparta incluso hasta el mismo imperio que les financió y que se sabe totalmente estafado por este grupito de oportunistas que se creyeron intocables.

Entre toda esa cosa que reside en puchilandia había individuos que teníamos bien valorados, que creíamos merecían respeto por razones de edad, de pensamiento, conducta y trayectoria, pero de pronto cuando el telón de la gran mentira cae y nos damos cuenta quienes estaban detrás de la mascarada asesina de lo que al final fue solo un “golpe fallido”, con resultados económicos y letales imperdonables, nos llevamos una desilusión total y absoluta tan grande que teniendo a mano una gran cantidad de expedientes, no dudamos un solo momento en procesarlos el pasado 7 de noviembre, donde las tres cuartas partes de los aptos a decidir por el país botamos a la inmoralidad en la basura.

Son hipócritas y faltos de autoridad moral para llamarse nicaragüenses esos que estaban deseando la peor de las suertes para el “Chocolatito” Gonzalez: Son hipócritas y faltos de autoridad moral esos que pusieron a prueba la ignorancia del “Gallo” Estrada para que junto a su equipo irrespetaran nuestra bandera.

Nicaragua de ninguna manera puede ser puesta en las manos de esta pandilla de inmorales que si nacieron aquí fue por accidente porque su verdadera nacionalidad está en el imperio, aunque ahora ni el mismo Tío Sam los quiere ver ni en pintura porque no valen nada y actualmente solo son materia prima para la manipulación e interés de los que sin éxito tergiversan la verdad que aquí vivimos.

No obstante, al no tener la inmoralidad ningún tipo de escrúpulos, no podemos pensar ni relajarnos creyendo que el país ya está seguro, porque la maldad es como las fieras o las bestias que cuando están heridas de muerte lanzan zarpazos al saco y rajo y no discriminan a la hora de pretender llevarse a los inocentes en el final de su existencia.

Por su puesto que ya vencimos, pero debemos dejar claro que ésta no es una victoria cualquiera sino una victoria que tiene connotaciones de extinción, que su efecto no es solo preservar la revolución en paz que tenemos, sino desaparecer cívicamente, con los votos que vamos a depositar en las municipales de noviembre próximo, a toda esa fauna política parasitaria que no encaja en un modelo que está cambiando el estado de despojo que la politiquería trasnochada de la inmoralidad impuso para su propio enriquecimiento y debemos asegurar que vamos a disfrutar por ello porque será un acto legítimo de justicia contra los que nos asesinaron, nos torturaron y nos truncaron el avance económico que traíamos, pero que ya recuperamos.

Yo no tengo doble moral, soy lo que soy y asumo el compromiso de dar lo mejor de mí para convertirme en un granito de arena que aporte a la extinción de esos parásitos que no tienen más recursos que la amenaza de muerte, la calumnia y la difamación y que en medio de tanta torpeza no realizan que en la medida que se acercan las elecciones municipales más onda es la fosa que les servirá de sepultura.

Aquí hay unas gentecitas que no saben que quedándose calladas se hacen un gran favor y créanme que podría pasar horas hablando de sus andadas porque los expedientes están ahí y no es que yo los conozca es que los conocemos a todos, desde la cucaracha más grande hasta el insecto más chiquito.

Hoy todo se sabe porque desde que la era digital entró en acción todo se archiva y solo hace falta un clic para refrescar situaciones que fueron públicas décadas atrás o que fueron públicas en los tres meses posteriores a Abril del 2018 porque el sadismo criminal se auto incriminó en aquellos videos y fotos que se tomaron consumando sus crímenes que son todos esos de lesa humanidad por los cuales hoy están pagando.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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