Detalles del Momento: Decir, hacer, querer y poder
Por| Moisés Absalón Pastora
En política lo real es lo que no se ve, decía el apóstol cubano José Martí, un virtuoso efectivo de la política y las letras hispanoamericanas. La frase, llena de una verdad absoluta, la entiendo, la asimilo y la abrazo más, en la medida que las experiencias recorridas me permiten realizar análisis que van más allá de lo evidente, que están más allá de la noticia, y donde no necesariamente 2+2 es 4.
La política es el mecanismo a través del cual toda sociedad logra conciliar sus diferencias, es la que enfrenta sus conflictos y crisis y desde ella toma decisiones pragmáticas y posibles para limar las asperezas y es algo que nada tiene que ver con los disparates que algunos habladores repiten mediáticamente para que los perciban como los grandes gurús de éste arte, cuando en realidad son los que más distantes están de los escenarios donde de verdad se encuentran las salidas que ellos pretenden bloquear.
Todos esos individuos que muchas veces uno ve, escucha o lee en esos medios de comunicación que son pregoneros únicamente de mentiras y creadores de mamparas, despotricando, diciendo cualquier estupidez o vendiéndose como los John Rambo de la película, son en realidad perros rabiosos que son mandados a ladrar, muchas veces sin que ellos mismos lo sepan, para aparentar una fuerza que no tienen que les permita estimular a sectores aún más ignorantes de la verdadera realidad a fin de crear imaginarios que aplaquen los desánimos de quienes después de tantas mentiras que les metieron se dieron cuenta que el tiro no iba por donde les dijeron y que no eran, no solo fuertes, sino que los valienticos en realidad eran cobarditos.
La labor de los políticos es encontrar la cuadratura al círculo, es hacer posible lo imposible y esa labor es para políticos de carrera no para políticos a la carrera, es para gente que calcula y mide los tiempos, que tiene los pies puestos en la tierra y no especula, que hace de lo pragmático su mejor arma y que solo chamarrea cuando sabe que puede.
Hablo de la política real porque hay que poner en su verdadera dimensión la bravuconada de los Halcones de Washington y la miseria humana de los zopilotes que les siguen. Los Halcones son un grupo de poderosos influyentes de la política exterior norteamericana que se pegan a las costillas del inquilino de turno de la Casa Blanca para encontrar lacayos que sean opuestos a determinados gobiernos de américa latina que son adversos, desde el interés de Washington, por ser únicamente de izquierda a fin de garantizarse una cabeza de playa desde la cual desembarcar las campañas interventoras para desestabilizar y derrocar a líderes que con una visión social hayan sido legítima y constitucionalmente electos en sus países y que pecan, según el manual imperial, por no compartir la versión democrática que el Tío Sam nos quiere imponer.
Los Halcones desde la administración de Ronald Reagan surgieron como un coro de voces que modela la actual política exterior norteamericana y está formado por una cuadrilla de pensamientos rabiosos que asumieron el papel de policías del mundo. Esto de los Halcones son en realidad una tendencia tan neo conservadora que sobre pasa por mucho el fascismo que provocó la segunda guerra mundial, y son un conjunto político, económico y militar con una una visión depredadora y draculiana contra el mundo que a veces tiene propósitos invasivos para adueñarse de lo ajeno.
Recordemos Libia a la que siguen sangrando su petróleo, la patria de Evo Morales a la que le robaron parte de su litio, y otras veces inventar o construir conflictos en otras naciones para desviar de la atención del ciudadano estadounidense sus verdaderos problemas y un ejemplo de ello es lo que hacen con Cuba, con Venezuela, con Bolivia, con Perú, con Nicaragua y lo que en su momento hicieron con otras naciones que tienen a pueblos, aunque no gobiernos, que están poco a poco creando las condiciones desde la calle para recuperar la dignidad y la nacionalidad que por ahora, y solamente por ahora, tienen secuestradas.
El próximo 20 de enero el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden cumple un año de estar en funciones, aunque no se qué tan funcional sea si nos atenemos a los constantes ataques que por senil le hacen porque su avanzada edad lo convierte en una persona sumamente peligrosa ha dejado de tomar las decisiones estratégicas y fundamentales que en manos equivocadas y quienes no tienen nada que perder pueden conducir a los pueblos del planeta entera a una tragedia y esa es la especialidad de los Halcones.
Un puchito de esos que se soplaba en soberbia desde las plataformas del terrorismo mediático que aquí dice lo que quiere, y que auguraba que la invasión estaba sobre la ruta del desembarco, decía que el sandinismo no tenía por qué sentirse cómodo por la llagada de un demócrata como Joe Biden a la casa Blanca porque este vendría con todo contra el presidente Daniel Ortega, lo que no dudo fue un orgasmo auditivo para aquellos que leyeron en la frase, una extensión del negocio que el oposicionismo ha hecho en Nicaragua desde aquel fallido golpe de estado de 2018.
Cuando escuché esta descerebrada miseria humana, que para colmo se dice Washingtólogo, reafirmé la profunda anemia política de estas partículas porque entre decir y hacer y entre el querer y poder hay grandes diferencias que calzan a la perfección en aquella frase popular de que no es lo mismo verla venir que platicar con ella.
Cuando la era Trump terminó, con toda la maldad que fue capaz de hacer, los que conocemos sobre qué piso se diseñó la política exterior norteamericana, jamás pensamos que lo que venía sería diferente, por el contrario estábamos ciertos que Joe Biden pretendería venir al remate creyendo que su antecesor ya había ablandado el terreno porque atrás habían quedado cuatro años dónde los más reconocidos y empinados mastodontes de la política exterior imperial nos habían tirado con todo su arsenal y fue tal la frustración que el saliente embajador del imperio en la O.E.A Carlos Trujillo, el que representaba a Trump y el perro rabioso de Marcos Rubio, llegaron a decir que todas las opciones contra nuestro país estaban sobre la mesa para indicar que en el horizonte pintada la invasión.
Me acuerdo por ese tiempo que un envalentonado golpista, ensoberbecido porque ya se miraba con la banda presidencial en el pecho, juraba hasta con los dedos del pie que ya venía el portaaviones y en el los bombarderos que no dejarían en el país piedra sobre piedra. Aquellos días eran de terror. Había sangre, tortura, bloqueos, secuestros, quemas y asesinatos de sandinistas por doquier y en medio del caos una campaña orquestada por los Halcones desde cada foro internacional que quisieron y en medio de ellas resaltaban las voces de los ahora ex asesores de seguridad nacional, John Bolton y el general H. R. McMaster, que ya no están; el cavernícola de Elliott Abrams, que volvió a su jubilación; Rex Tillerson, primer secretario de estado hasta que se peleó con Donald Trump, imagínense de quien hablo; Mike Pompeo que se la pasó hablando locuras de Nicaragua todo el tiempo, a lo mejor porque la Lucia Pineda Ubau le hizo Macumba cuando le puso amorosamente un cintillo golpista en la muñeca.
Todos esos Halcones se lanzaron con sus garras muy bien afiladas contra Nicaragua y contra la inmensa mayoría de los nicaragüenses. Esos Halcones costearon para hacer su maldad la vida palaciega de un grupo de vividores y oportunistas que se jactaban, algunos vendiéndose como grandes Washingtólogos, de sus amistades en la capital imperial y se tomaban fotos con sus financistas y casi hasta decían, aunque fueran nicas caitudos, chinela de gancho, patas chorreadas, que desayunaban con Donald Trump y todo para nada porque el inquilino 45, el “pelo de mai” se fue y con el todos los salvajes que la creyeron tener fácil con Nicaragua para seguirla saqueando con el visto bueno de los lacayos nacionales que se quedaron suspirando por el poder.
Nunca la política exterior imperial va a cambiar ni en lo sustancial, ni en lo medular, ni en la forma, ni en el fondo y menos ahora que Estados Unidos tiene profundos problemas internos entre ellos un pueblo que no se siente representado ni por los burros ni por los elefantes, que olfatea que su tal democracia está contaminada por la inmoralidad, la violencia, el racismo, el fraude electoral, la inseguridad, la pandemia, y junto a su aterrador desempleo y creciente indigencia, una masiva migración de ciudadanos de un mundo que amenazan traspasar sus fronteras creyendo el cuento del falso sueño americano que para remate en términos económicos dejó de ser la primera potencia del planeta porque China lo ha superado por mucho.
Frente a la crisis interna del imperio sus Halcones tienen mucho que tramar porque para ellos es determinante lanzar globos distractores al aire para que sus ciudadanos se entretengan con el desproporcionado y demencial cuento que países empobrecidos por ellos como Cuba, Venezuela y Nicaragua somos una amenaza para la seguridad nacional de Estados y por tal debemos ser aplastados, mientras a Rusia y a China les lanzan pañuelazos porque ante esos los tales Halcones se reducen a la condición de un Colibrí.
Nunca ni Donald Trump ni sus Halcones tuvieron la más mínima razón para gestar un golpe de estado contra el gobierno de Nicaragua solo por ser este sandinista ni la tendrá jamás el viejito de Joe Biden. Indudablemente lanzaron en aquel momento cualquier tipo de misiles políticos para ablandarnos, pero no pudieron porque ni ellos jamás tuvieron una sola razón para hacerlo ni desde aquí existió nunca la negación a la democracia que solo los mercenarios pintaron mediáticamente para asaltar el poder ante la imposibilidad de ganarlo electoralmente.
Si el mismo Donald Trump hizo saber, a través de sus propios halcones, su profunda desilusión por quienes aquí lo estafaron y fueron parte causal de su derrota porque lo metieron de cabeza en una mentira que su electorado le cobró, entonces no veo cómo Joe Biden también lo vaya a lograr cuando frente al desprestigio internacional que nos han montado, son cada vez más las voces que por haber estado aquí, viviendo nuestra realidad, las que niegan tanta infamia lanzada contra nuestro esfuerzo por construir una nación en paz.
Así las cosas, este es un oposicionismo destruido y desarticulado que representa únicamente la expresión más viva del fracaso imperial en un país que ha sido fuertemente golpeado en su economía, sí, pero que políticamente ha logrado con sus acciones estabilizarlo y así retomar el rumbo que traía antes del 18 de abril de 2018 y sin recurrir ni al ojo por ojo ni al diente por diente porque de ser así todos hubiésemos quedado tuertos, ciegos y chintanos.
El Presidente Daniel Ortega desespera al oposicionismo porque ignora a los fracasados que lo habitan. No los menciona, no los determina, no es contestatario a cada locura o a cada mano que alzada contra la paz del país pretenda hundirlo, sino que ha hecho desde el verdadero fundamento de la política una acción porque todo lo que hace cotidianamente es apoyar una manera de vivir y entender la vida, y por lo tanto hace explícito y refuerza un conjunto de valores sociales que determinan lo que es admisible y lo que no; es quien consolida, contra la amargura de aquellos que dan coces contra el aguijón, la Nicaragua que hoy está en un proceso de recuperación y que saldrá adelante con pragmatismo político.
La desesperación del oposicionismo en Nicaragua es porque sabe que no pudo ni podrá y que su reacción, motivada por un fracaso que cada día es más evidente, ha sido la de lanzar piedras al árbol que está dando frutos para la mayoría de los nicaragüenses y esa es una anti propuesta y actitud perniciosa que los jefes del oposicionismo en Washington siempre la supieron pero brutalmente insistieron en ella y ahora están más que desesperados porque las elecciones del pasado 7 de noviembre, cívicamente, fueron la última palada de tierra para los lacayos amamantados por los Halcones imperiales.
Mientras aquí en Nicaragua el oposicionismo aboga por más sanciones contra el país y el imperio se las concede y este se da cuenta que aquí no funcionan y que en la legítima defensa el Gobierno de Nicaragua sabe responder a ellas y hace lo que soberanamente debe hacer para evadir lo que en realidad es una agresión contra su pueblo, su territorialidad y Soberanía, lo único que va quedando es que algunas voces cada vez más reducidas en Europa y las expresiones vergonzosas de países socios de la moribunda OEA, sigan y sigan, como discos rayados, repitiendo lo mismo que Washington les escribió desde el 2018 y sin éxito porque aquí seguimos con dignidad hacia adelante ciertos de nuestra propia realidad y dispuestos a resistir porque nos asiste la razón que es el arma más poderosa en nuestro haber.
Mientras los peleles creen que hacer política es mentir sobre lo que pasa en Nicaragua, el mundo va dejando de creer en esas infamias y va apartando de su agenda toda percepción fatal sobre nuestro país porque ha sido más contundente y fehaciente nuestra verdad que todas las patrañas juntas de quienes nos quisieron descarrilar únicamente para tomar el poder a través del fraude porque otra vez por la vía electoral, como el 7 de noviembre pasado lo demostró, tampoco pudieron y eso fue una respuesta contundente para los Halcones de Washington y para los zopilotes que están presos en el Chipote Resort como líderes del bajo mundo del hampa porque están ahí por delitos comunes.
Si en política lo real es lo que no se ve como dice José Martí hay muchas cosas de las que nunca la politiquería quiso darse cuenta y para hacerlo ahora es muy tarde porque finalmente se convenció de aquella frase tan profunda y descriptiva de Hugo Chávez Frías, cuando dijo ante una envalentonada enemiga las “Águilas no comen moscas”.
¡QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA!