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  • 17 enero, 2022

Detalles del momento: entre llanto y risa


Por: Moisés Absalón Pastora

Escribí la semana pasada sobre los “fatólogos y amargados” esos que en lo único que son expertos es en estar en contra de los que están a favor y a favor de los que están en contra frase que dicha de otra forma describe a los que no pichan, ni cachan, ni batean, ni corren, pero son expertos con categoría de científicos en beisbol.

Me llamó la atención la reacción de los “fatólogos y amargados” a mi editorial porque en medio de insultos, verbos y mentadas de madre, que les sale muy natural, evidenciaron sentirse expuestos como si al final resultara difícil hacerlo y como si cada brutalidad que exhiben fuese algo ultra secreto o resultaran ser jeroglíficos imposibles de traducir porque entre otras cosas, estos que no saben ni cómo se llaman, se creen el cuento pancho madrigalesco, enganchados sin duda por los medios mercenarios de que además, son “conspiradores”·

“Nosotros no somos pesimistas, nosotros somos realistas”, así reaccionaron los “fatólogos y amargados” haciéndose los ofendidos y acto seguido soltaron una andanada irrepetible de bajezas que son el clásico argumento del ignorante desesperado que se ve desnudo e indefenso ante los cuerazos de la verdad que efectivamente por su crudeza duele.

Pues bien, a propósito del tema por el cual el pesimista, el fatólogo y amargado brincó, un muy buen amigo me sugirió hablar también del otro lado de la moneda que es el optimismo y la risa porque bien decía que estos dos aspectos de vida son una especie de veneno para todos esos que solo de desgracias hablan, que desde que se levantan hasta que se echan, no hacen otra cosa que joder y joder y sino fíjense en los titulares de cada uno de esos medios, en ellos solo advertencias apocalípticas se leen, se escuchan o se ven y de ahí que los que estamos de este lado no tenemos la menor duda que siguen siendo tan mercenarios como ayer porque si usted observa no tienen publicidad y lo poco que se les ve son anuncios de pulperías.

Tantas cosas hemos vivido en Nicaragua, muy reciente y contemporáneamente, que uno trata de explicarse cómo es que hoy por hoy, a la altura de este 17 de enero de 2022 tenemos el país que tenemos. Claro hay razones para preguntarlo y es que lo que nos hicieron en el 2018 es un fierro ardiendo que nos marcaron con fuego en nuestra memoria y eso es algo imposible de olvidar. A pesar, sin embargo, del espanto y el horror que nos significa todo ese crimen y canallada, ese buen amigo que refiero y que simplemente es un libre pensador, que no tiene compromiso ni afinidad política con nadie, me hacia la observación de que el sandinista es demasiado especial.

Por supuesto uno puede determinar, desde el razonamiento propio, la personalidad de un individuo, pero cuando viene de alguien que no tiene ni interés, ni afinidad, ni cercanía ya no con la persona, sino con la colectividad o una porción inmensa de población que comulga con un mismo ideal y es parte fiel de una misma raíz entonces cualquier observación no es solo interesante, sino que además vale la pena compartirla.

Este amigo me decía entonces que el sandinista tiene un perfil sociológico único que hace fácil entender el porqué es capaz de superar la adversidad, independientemente de la magnitud que esta tenga, porque todo le resbala, porque todo lo hace fiesta, porque en cada crisis encuentra una oportunidad, porque cada problema lo convierte en un reto a vencer, porque es tan alto el espíritu de su ideal que no conoce el no por respuesta ni sabe del significado de la derrota porque cuando esta apareció en su camino la convirtió en victoria y para sus efectos me enumeró una gran cantidad de batallas perdidas ante poderosos y bien armados enemigos que al final resultaron ser el fruto de su revolución.

El sandinista, me decía, es dueño de una madurez que se percibe fácilmente por la forma en que interpreta la vida. El sandinista está formado por la misma historia que escribió, su base fundamental es una indeclinable dignidad a prueba de todo fuego y enfundada en un aura mística casi religiosa que no tiene hora ni calendario y que siempre está a la distancia de una llamada para defender con la vida lo que estima justo.

El sandinista se ríe de sus malos momento, de esos que siempre se tienen y seguramente esa actitud es la que más hace revolcar a los que detestan cualquier cosa que pinte a rojo y negro y por eso el amigo del que hablo me decía que al sandinista le caía un rayo y que a este le resbalaba, que no se inmuta, que siempre va adelante, que es infatigable y que por ello siempre el FSLN tiene domado a un oposicionismo sin creatividad que se especializa en restar y dividir y que siempre es sorprendido por la sagacidad y agilidad política e intelectual de la dirigencia de un frente sandinista que no duerme y que mantiene a sus adversarios quietos pues además por naturaleza estos nacieron cansados.

Yo escuchaba con mucha atención a mi amigo porque me consta que no tiene razones para asumir compromisos con nadie, pero él me decía que menos mal el sandinista era la mayoría en este país porque Nicaragua merecía una mejor suerte y que la base y esencia de lo que es ahora, por mucho que aun le haga falta por alcanzar, es que todo fue posible por un ideal sandinista.

Me decía el amigo que todos los logros alcanzados, en una Nicaragua que en el 2007 fue recibida con cualquier cantidad de problemas, es una mezcla de visión y estrategia militar comandada por Daniel Ortega, pero, además, con inteligencia, ingenio y sabiduría. Tejida con filigrana porque es difícil realizar que el sandinismo cuente el cuento cuando aun está bajo el fuego graneado y sostenido de un imperio norteamericano que lo único que le queda es terminar de ver cómo sus desgracias mercenarias terminan de consumarse o reducirse a la nada.

Hoy que el sandinista sabe que tiene un contexto internacional favorable, que los misiles que le lanzó Estados Unidos no llegan ni a canchinflines, que los cerebros intelectuales del terrorismo interno están bien guardados, que los capellanes de la perversidad disfrazados de obispos y sacerdotes quedaron al desnudo y que la verdad demolió totalmente a la mentira mediática, hay más razones para entender porque los rojo y negros van hacia los retos del futuro con más alegría que nunca.A los sandinistas, como si nada hubiese pasado, los vemos en diarias inauguraciones que se hacen de cualquier cantidad de obras, en las ferias, en los parques, en las marchas, en las campañas de vacunación, llevando paquetes alimentarios a cualquier territorio, armando torneos deportivos, platicando con la gente para convencerla no para imponerle, en las brigadas de salud o en cualquier actividad donde la buya que se hace escuchar es su risa y su alegría.

La risa y el optimismo amigos son armas cargadas de futuro. Ya decía el filósofo alemán, Friedrich Nietzsche, que el hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa» y debemos hacer culto de ella. Debemos intimar con la sonrisa, con la carcajada, con esa cuerda del instrumento que siempre nos renueva la vida y que solo afecta al malvado, al trompudo, al amargado que por ser él infeliz cree que el resto debe obligarse también a serlo para llorar sus lágrimas y cree que los demás tenemos qué escuchar por siempre sus lamentos para sentirse cómodo en ese lado oscuro que habita.

Usted quiere vengarse de los puchos y de las miserias humanas, usted quiere ver al águila imperial doblando el pico o comiéndose las garras con las que por mucho tiempo nos hirió, entonces continúe riéndose y verá como terminan siendo como esas babosas cuando sientes la sal sobre el lomo, cómo los diablos se retuercen y vomitan como en la película el exorcista cuando los bañan con agua bendita.

La alegría invita a compartir y movernos hacia afuera y se expresa por la risa y la tristeza nos invita a mirar hacia dentro y procesar la pérdida y se expresa por la frustración y el resentimiento. El optimista ven el lado positivo de las cosas, el pesimista tiende a esperar que las cosas no salgan tan bien o se concentra en lo que no salió bien.

La risa, junto al humor y la alegría, nos remite al origen eufórico de la vida y es la otra cara de la seriedad porque constituye un llamado a lo sagrado de la vida que se fortalece en la medida que somos capaces de generar desde el optimismo la convivencia franca en un ámbito de armonía que, tanta demanda Nicaragua.

¿Qué es fácil observar en un sandinismo que lucha contra toda adversidad desde su característico optimismo? Su contagiosa risa, su música, su canto, sus colores, su calidad, su esperanza, el deseo por construir, ser parte de la solución y no el problema, ir, compartir, dar, tener la medida exacta del tiempo y las necesidades para saber actuar y no prometer, ser felizmente humilde y cristianamente persona.

Por supuesto que hay quienes al leer o escuchar todo esto sienten una explosión en el oído porque esos son los amargados, los pesimistas, los fatólogos, que ahora son más tóxicos que antes porque entre ellos mismos, los unos contra los otros, se lanzan cada cual los camiones de basura que cargan y que los mantienen en un estado permanente de tristeza y amargura.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.


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