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  • 23 febrero, 2024

Detalles del momento: Llegan los que al final son


Por: Moisés Absalón Pastora.

El horizonte es una línea siempre visible y es más hermoso cuando se nos manifiesta crepuscularmente pintado de bellos anaranjados en el fondo oceánico. El horizonte es una línea que duerme muy tilintemente en la profundidad de la distancia y aunque luzca cerca siempre que lo referimos es para describir lo que proyectamos a futuro y parezca inalcanzable.

El horizonte, si nos referimos a la línea que vemos en el supuesto final del mar, es una prueba dura para los que consideran llegar a tierra o llegar a puerto lo más rápidamente posible porque cuando hablamos de grandes proyectos, de grandes retos, de vencer enormes adversidades, de escalar empinadas alturas, entonces es cuando muchos tiran los remos, se lanzan del barco o prefieren hacerse morir porque no tienen el espíritu de los grandes vencedores que son los únicos que pueden construir efectivamente sueños.

Llegar al final es un propósito que depende de varios factores y pasa por definir tu objetivo porque lo primero que hay qué determinar es lo que se quiere; Hay que establecer cada uno de los pasos que te lleven al objetivo y esos son los procesos; Hay que imponer tiempos y límites para desarrollar las metas en los escalones; Hay que anotar cada día en una libreta lo realizado en cada jornada para acercarte un poquito más a tus metas.

Para llagar al final de todo hay que pensar en ganar y tener conciencia plena de la lucha que tomaste para no detenerte. Tú eres el que decides tus límites y si decides que puedes hacer algo y realmente lo crees podrás hacerlo. Una vez hayas definido tus meta y pasos vuelca toda tu energía en ese objetivo.

Planifícate y recuerda qué si algo sale mal, no significa que estés derrotado, vuelve a intentarlo, analiza una vez más la situación y cambia la estrategia las veces que sea necesario y recuerda que no eres un espectador de tu sueño sino el constructor de tus metas y de tus propósitos si quieres estar en el sitial de los grandes, los que terminan.

Digo esto porque todo lo que cuesta es lo que se aprecia y hay quienes quieren comerse el mejor pescado sin mojarse, buscando cómo otros se lo lleven a la boca, exigiendo porque creen merecerlo todo y cuando de pronto realizan que han sido descubiertos como falsos, como impostores, como interesados únicamente en su bien personal, después de haber sido aceptados como parte de un enorme proyecto donde el objetivo es el desarrollo de la nación y no el de los individuos, entonces es cuando el traidor aparece apuñaleando a quien un día lo hizo gente, lo sacó de las cloacas y hasta lo distinguieron por encima del asombro de aquellos que decían proféticamente este no lo merece.

La historia de Nicaragua amigos está llena de escenas tristes que exponen, dolorosamente, pues da pena ajena, la desvergüenza de quienes nunca querrán comprender, por pesos y centavos, el significado que tiene, para la gran mayoría de los nicaragüenses, el nacionalismo, nuestra identidad, nuestra nicaraguanidad y sobre todo la conciencia que tenemos sobre el peso de la traición.

Cuando de luchas se trata uno debe tener en cuenta que la realidad es el punto de partida si lo que se pretende es lograr un objetivo, un propósito o simplemente vencer, que por supuesto es el fin deseado. Cuando no se hace eso y a través de mentiras se trata de construir un castillo en el aire y se recurre a un sofisma para inocular una idea falsa de lo que se está viviendo, lo que sucede es que a lo mejor la falacia tenga éxito en algún momento, pero cuando por carecer de fundamento y sostén el telón cae y muestra la verdad, tal cual es, la que siempre estuvo ahí y que jamás se modificó en el tiempo, entonces lo que acontece es la pérdida irremisible de la credibilidad, de la autoridad moral, de la consideración y del respeto y eso pasa y continuará pasando con quienes pagan a granel a los ávidos de glorias pasajeras, de esos que se venden a cambio de 5 minutos, algunas horas o algunos días de fama porque cuando todo ese frenesí les pasa aterrizan realizando lo que siempre fueron pinches y miserables traidores de la nacionalidad que nunca merecieron y de los amigos que un día extendieron sus manos para darles de comer junto a todos sus familiares.

La inmensa mayoría de los nicaragüenses estamos conscientes de la realidad que vivimos y no hay manera que nos equivoquemos. Aquí hemos pasado de todo para llegar hasta dónde estamos, lo que no significa que llegamos al final de la ruta que es el desarrollo y prosperidad del país porque tenemos mucho que hacer aún y si somos agredidos por el imperio y por sus agentes internos que siguen actuando como topos, los traidores que terminan ahorcándose solos, los malinchistas, es porque Nicaragua es un mal ejemplo para Estados Unidos porque los sectores más retrógrados de ese país, el fascismo más descarnado del planeta, no quiere de ninguna manera nada que huela a revolución, nada que huela a derechos sociales para quienes nunca los han tenido, nada que represente la dignificación de los pueblos a través de posiciones nacionalistas e independientes que busquen tener relaciones con quien se nos pegue la gana, para comprar o para vender con quien mejor nos pague, nos ofrezca, nos preste o nos done, pero sin condiciones que lastimen y lesionen la soberanía nacional de esta Nicaragua que ha sido más que ultrajada a lo largo de su historia por sus traidores.

Digo todo esto porque rescatar a Nicaragua de las manos del imperio norteamericano que formó aquí a la Guardia Nacional, un ejército pretoriano que amamantó dinastías y dictaduras, que fueron el fruto de la traición, el entreguismo y el genocidio, no fue nada fácil, representó etapas dolorosas que recogidas por nuestra historia nos narran episodios epopéyicos de gentes nobles y orgullosas de su nacionalidad que llegaron hasta el final dando sus vidas para tener la paz que tenemos y que indigna y perturba cuando muertos de hambre y mal agradecidos, traidores de la más alta realeza se raen la camisa para dejar el pecho abierto para que los cañones dolarizados del imperio los penetren a cambio de la puñalada artera contra el país que desgraciadamente algún día les permitió la nacionalidad que les fue arrancada por puñaleros. Ya saben ustedes de quienes hablo, sus nombres están colgados hoy en la galería de la ignominia desde la cual podrán seguir diciendo miércoles, pero lejos, muy lejos de aquí, porque aquí perdieron junto a la nacionalidad que jamás merecieron todo tipo de derechos y por efecto de sus propias decisiones.

Los que nos dispusimos llegar al final, solo podríamos ser frenados por el llamado de Dios, pero si esto no es así, somos quienes tocaremos el puerto de la prosperidad desde la libertad que vivimos, sabiendo por supuesto que los traidores, ahora consumidos por sus propios fracasos y errores, continuaran sus campañas de odio hasta dónde puedan porque ahora les toca enfrentar el resultado de sus propias decisiones y eso es sobrevivir despertando en el sueño americano, siendo españoles, chilenos, panameños, mexicanos, colombianos, lo que quieran, tienen una baraja de naipes como opciones, para hacer suya cualquier bandera, pero no tendrán la nuestra, no serán más nicaragüenses, ¿SABEN PORQUE? Porque después de las oportunidades que tuvieron para civilizarse, para que comprendieran que nunca la violencia será un camino y no entender lo que claramente se les decía, ellos ignoraron toda advertencia y entonces decidimos liberar la paz de las garras de aquellos que la habían secuestrado y no sacrificar la vida y hacienda de siete millones de nicaragüenses por el capricho y odio de 222 terroristas y 94 prófugos ahora desnacionalizados.

Me viene a la mente aquella tan calada frase de Eva Perón; “Con las cenizas de los traidores construiremos la Patria de los humildes” y la acojo porque así terminan los que encarnan el más ruin de los anti valores porque esos desnaturalizados están destinados a ir a parar al estercolero de la historia, dónde ya están, dónde sin pena ni gloria ya ven terminados sus efímeros minutos de gloria porque ahora tienen ver qué hacer después de haber intentado de muchas formas destruirnos la vida a nosotros los nicaragüenses de bien que hartos del empobrecimiento al que nos sometió la politiquería de esos “líderes” que nunca fueron, lo único que queríamos era vivir en paz para crear las condiciones necesarias que nos permitieran alcanzar un nivel de vida decoroso y digno para todos.

Nicaragua amigos tenía que romper con el ciclo del odio. Toda su historia, desde hace más de dos siglos, ha sido una constante sostenida de violencia. Por falta de voluntad para arreglar la casa nos la pasamos tragedia tras tragedia parchando nuestros grandes problemas y contradicciones, porque nunca se gobernó y por el cuento ese de que la tolerancia es que hoy me matas y mañana te perdono nos hizo dar un paso hoy y retroceder cuatro después y entonces la impunidad se convirtió en una costra tan gruesa, pero tan gruesa, que nos habituamos al fracaso, a no tener metas, a no tener esperanzas, a decepcionar a un pueblo que previo a la llegada al poder de cualquier persona o partido ya te decía que lo único que pasaría es que el gobernante seguiría robando a montón y que el pobre seguiría siempre siendo más pobre.

Cambiar esa patología sin duda alguna fue la consecuencia de la quimioterapia sobre un tumor cancerígeno maligno, fue mostrarle un crucifijo a un endemoniado, fue poner limón a la herida o sal a una babosa, es decir el tratamiento aplicado a la enfermedad fue durísimo y por eso aquellos que vivieron con traidores, aprendieron de la traición, fueron muy buenos traidores, entonces no podían hacer otra cosa que no fuera traicionar y el puñal en la espalda se lo clavaron a la patria, a la nación, a Nicaragua y en consecuencia a un pueblo que no ha quemado una sola llanta de bicicleta por ninguno de esos traidores.

Traicionar amigos es defraudar y peor cuando se hace a sueldo y cuando lo haces contra aquellos que te acogieron y es cuando te conviertes en Judas que al final tuvo la dignidad de ahorcarse por lo que también recordamos que los traidores se matan solos y por tanto no merecen siquiera ser mencionados en su ruta a la ignominia.

En el camino que andamos, dónde tenemos mucho que recorrer, a pesar de cómo está catapultado el país, estemos seguros que siempre encontraremos ratas a punto de saltar del barco y que bien que así sea porque cuando lleguemos al puerto deseado serán los grandes, los que perseveraron, los que no claudicaron, los que amaron realmente a la patria los que alzaran el laurel de la victoria y el olivo de la paz.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

 

 

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