Detalles del momento: luchas de poder en el Vaticano
Por: Moisés Absalón Pastora.
Hay una gran cantidad de temas que alrededor de nuestra Nicaragua hay que abordar, por ejemplo predomina nuestra realidad pandémica, la masiva vacunación contra la peste, la nobleza y espíritu de nuestro ejército de gabachas blancas; el arranque de la campaña electoral con pocos sabores por la circunstancia que impone la misma peste -además ya aquí las elecciones las ganó de calle la Alianza Unida Nicaragua Triunfa que lidera el Frente Sandinista- y por supuesto la proyección económica que pinta un 7% de crecimiento hacia finales de este año, sin embargo estos mismos temas que con diferentes aristas he abordado antes, los quiero dejar hoy a un ladito para retomarlos después, porque la semana pasado el Papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, dijo algo de mucha profundidad abiertamente a los medios de comunicación y es que sectores ultra conservadores de la iglesia católica que representa no lo querían vivo después de una operación de Colon a la que se sometió.
La Ciudad del Vaticano se comenzó a llamar Santa Sede desde que en 1929 fue elevada a la condición de Estado independiente tras la firma del Tratado de Letrán a través del cual Italia conquista los Estados Pontificios que eran aquellos dominados por la autoridad papal desde el año 756 hasta 1870. Desde este último año, 1870, los Papas se quedaron sin territorios que gobernar y en consecuencia entraron con los laicos italianos en un enfrentamiento político que solo el Papa Pío XI cuyo nombre secular era Achille Damiano Ambrogio Ratti y Benito Mussolini, el dictador fascista, finalmente resolvieron y crearon así el Estado de la Ciudad del Vaticano, al cual se adjudicaron 44 hectáreas de la ciudad de Roma, en la zona de los edificios históricos papales, en la Colina Vaticana. Desde entonces la Ciudad del Vaticano alberga la Santa Sede, donde la máxima autoridad, así como el jefe de Estado, es el Papa.
Desde la llamada Santa Sede nos quisieron acostumbrar a través de su influencia política, que ya no es el misma, de su gran poder económico, el Banco Ambrosiano no es juguete y sabe cómo comprar conciencias, y más contemporáneamente de su capacidad mediática, a ver en el Vaticano aun un centro divino al que tienen como la ciudad donde residen Ángeles que no tienen alas, pero sí sotanas.
En el Vaticano, como tituló una zaga hollywoodense que proyecta la sede del catolicismo mundial como la ciudad de los Ángeles y Demonios, donde se enfrentan letalmente los reformistas y los iluminatis, hoy por hoy la lucha de poder continua siendo a muerte y francamente no debe sorprendernos que Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, a quien admiro por supuesto, haya declarado, me imagino que exasperado, enfurecido, molesto, indignado, que sectores opuestos al saneamiento que quiere hacer de la basílica de San Pedro, lo hayan querido muerto tras la última intervención quirúrgica a la que se sometió.
Digo que lo dicho por el Papa Argentino no debe extrañarnos porque si usted se mete al motor de búsqueda de la enciclopedia abierta Wilkipedia y pone “Papas Asesinados” inmediatamente leerá un listado escalofriante que tiene como bibliografía de consulta los anaqueles de la llamada “Santa Sede” que refieren las muertes de algunos pontífices que fácilmente pueden ser consideradas como asesinatos, aunque por supuesto, sobre ellos sea más fuerte la percepción que las pruebas porque hasta ahora no ha existido poder que permita realizar una autopsia sobre cualquier Papa porque con el cuento de que el cuerpo no debe ser profanado la alta estructura vaticana no lo ha permitido más que un embalsamado que queda estrictamente bajo su autoría para los honores posteriores de supuesto luto porque ahí hay quienes matan, lloran, cargan al muerto y van al entierro.
No puedo decir que los Papas han sido todos malos o todos buenos, al final son hombres comunes y corrientes, cuyas vidas transcurren en un comportamiento que es público trasladado al mundo como de santidad y otro que es privado y que tiene que ver con decisiones políticas, económicas, sociales y sobre todo morales que han sido el lado flaco o débil de una iglesia que hoy por hoy está profundamente menguada en la imagen de divinidad infalible donde lo que dicen no solo los Papas, sino también los Cardenales, Obispos Monseñores, sacerdotes y curas, es palabra de Dios.
La lucha de poder en el Vaticano, durante el noveno año del Papa Francisco en la cúspide del poder eclesiástico gira alrededor de crímenes financieros, escándalos sexuales y sus esfuerzos por reformar el aparato administrativo del Vaticano están chocando con demonios sumamente peligrosos.
Esta realidad, en medio del pleito letal por el control de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, es más evidente desde la muerte de Juan Pablo II en 2005. Políticos seculares de derecha están alineados con clérigos ultra conservadores en el deseo de detener al Papa y sus reformas mientras que políticos progresistas entre los católicos del mundo- que se calculan en más de 1300 millones de personas- esperan que el Papa triunfe, pero es una tarea difícil si consideramos su edad, sus limitaciones físicas y el poder y asedio que enfrenta por parte de quienes ya cabildean por su sucesor.
Jorge Mario Bergoglio tocó un nido de avispas cuando tomó la decisión de forzar la renuncia del cardenal Giovanni Angelo Becciu, un prelado italiano acusado de malversar los fondos de la Iglesia quien por añadidura perdió su cargo como jefe de la Congregación para las Causas de los Santos, el organismo del Vaticano que supervisa las canonizaciones y quien además fue una figura muy importante entre 2011 y 2018 en la Curia, el órgano administrativo central de la Santa Sede y quien llegó a ser el número dos del cardenal George Pell, un australiano a quien el Papa nombró en 2014 para llevar transparencia a las finanzas del Vaticano, totalmente cuestionadas.
Curiosamente el cardenal Pell supuestamente salvador de las finanzas vaticanas fue condenado a prisión acusado de acosar sexualmente a niños del coro de la iglesia, aunque en abril la suprema corte de Australia sobreseyó esa condena.
Durante su reinado, el Papa Francisco se esforzó en arrebatar el control de la Congregación de la Doctrina de la Fe –el órgano del Vaticano encargado de hacer cumplir la disciplina teológica– a los conservadores que dominan desde 1981, bajo Juan Pablo y su sucesor, Benedicto XVI.
Francisco se distanció de sus dos predecesores en 2016 cuando publicó el exhorto apostólico, Amoris Laetitia, que abría la posibilidad de permitir a católicos divorciados y vueltos a casar, recibir los santos sacramentos. Entonces la super extrema conservadora reaccionaron con furia ante lo que consideró un corte violento y sacrílego con la tradición católica. El arzobispo Carlo Maria Viganó, ex nuncio papal ante Estados Unidos, se atrevió a pedir en 2018 la renuncia del Papa. En las elecciones presidenciales de este año en Estados Unidos, el arzobispo surgió como partidario del presidente Donald Trump y apoyó las varias teorías conspirativas de la derecha radical que comparan a Jorge Bergoglio con el equivalente en la Santa Sede de Mikhail Gorbachev que implementó las reformas liberales de su país a tal punto que provocó la desaparición de la Unión Soviética.
En lo público y lo secreto el Papa Francisco ha intentado -tal vez no lo suficiente- según algunos – atacar el problema del abuso sexual y la corrupción financiera. Esos dos flagelos crecen desde el pontificado Juan Pablo II, el polaco Karol Wojtyla y se acentuaron más con Benedicto XVI, el alemán Joseph Ratzinger que de por sí se convirtió en el primer Papa en renunciar estando en vida a su cargo, tal fue la presión que le tocó para que hiciese cosas que él, siendo conservador, se negó a implementar y de ahí en gran medida que las luchas por el poder político en el Vaticano tengan raíces tan profundas por lo que sería ingenuo pensar que esto vaya a cambiar, al menos no de la manera que se quiere, una vez concluido el papado de Francisco.
La esperanza para desandar el camino equivocado que tomó la iglesia católica en el mundo seria si desde abajo del organigrama de poder del Vaticano visualizáramos una corriente fuerte, pero que va, la cabeza del catolicismo en cada país, unas más otras menos, son parte de un mismo mal porque la realidad nos empuja al final concluir en que no son las instituciones las que se desprestigian, son las personas, los individuos quienes desprestigian a las instituciones y esto vale para lo público, para lo privado y para lo espiritual.
Muchas veces le tiramos piedra a la persona jurídica cuando es la persona natural la que falla y por eso quiero marcar, a propósito del tema, que lo mío no es ninguna campaña contra la institución conocida como Iglesia Católica de Nicaragua sino el rechazo a la conducta, en muchos trechos de su histórica existencia universal, de los individuos que la componen.
Uno no puede ponerse un parche ojo para obviar lo que fácilmente se percibe aun siendo no vidente, uno no puede barrer y esconder la basura bajo la alfombra porque tarde o temprano será descubierta o nadar contra la corriente porque todo eso es un desgaste que no conduce a nada y al final te dejará expuesto como alguien que no será absolutamente fiable para nadie.
Lo más triste de todo esto es cuando los individuos a nombre de Dios, arropados hasta con túnicas pontificias dicen ser los representantes del Creador y lo que hacen es todo lo contrario a sus mandamientos y después a sus propias reglas, sobre todo aquellas impuestas por una Iglesia Católica que ha sido víctima de sus componentes humanos en quienes recae obviamente el desprestigio y devaluación de la misma porque vive una crisis en cualquier parte del planeta y por supuesto la de Nicaragua no puede ser la excepción.
Uno no puede guardar silencio por tanta barbaridad perpetrada en nombre de la fe. Quien puede ignorar las guerras religiosas, los tribunales inquisitoriales y tantas otras formas de violar los derechos del individuo donde hombres disfrazados con sotanas siguen teniendo tanto que ver y digo disfraz porque no concibo que un verdadero religioso haya sido capaz de cometer y ser el eje central de tantas historias malvadas que a lo largo de la fundación de la iglesia católica hemos conocido y aunque hay otro tipo de iglesias hablo de la católica porque esta ha querido arrogarse la exclusividad del Cristianismo.
Esta iglesia católica de la que hablo perdió la esencia de su humildad, dejó de ser la opción preferencial por los pobres, abandonó el púlpito de la evangelización y lo convirtió en un estrado político, se olvidó que su rol es mediador y se dedicó a lanzar gasolina sobre la hoguera y lo peor es que se convirtió en la cabeza intelectual de toda una campaña de terror aceitada por la mentira que al final es la negación de la verdad que nos predicó Jesús de Nazaret.
La iglesia católica de nicaragua está integrada por personas de carne y hueso, que por ser humanas pueden cometer errores que podrían ser comprensibles y perdonables, pero en el caso de la iglesia de Nicaragua, aquí hablamos de horrores de quienes abiertamente han cedido a las tentaciones de creerse líderes políticos, de pensar que por tener sotana son intocables y que pueden actuar impunemente contra todos y contra quien sea porque se les ocurrió que son los representantes de Dios en Nicaragua. Si Jesús de Nazaret dejó bien marcado que Él es la verdad y la vida, hay individuos que terrenalmente la traducen en que es la mentira y la muerte.
No es casualidad que la historia de la iglesia católica en el mundo, desde la existencia del primer obispo de Roma en el Vaticano sea tan tristemente recordada y condenada. La iglesia católica universal, y la nicaragüense nunca será la excepción, tiene pecados abominables que pesan sobre la conciencia de los hombres y mujeres que la han representado.
Son páginas terribles de la historia que nada tienen que ver ni con Cristo, ni con Dios. Hablo de las cruzadas, la inquisición, la conquista de América y cómo a nombre de Dios nos saquearon y esclavizaron; la vinculación de la institución eclesiástica con intereses imperiales opresores e inhumanos, ayer con Roma hoy con Washington; la pedofilia, el homosexualismo, la hipocresía del celibato y tantos horrores más prolongados a través del tiempo hasta nuestros días que nunca les impuso una reflexión sino que por el contrario aquello de ser “profesionales de la fe”, es decir guías o portadores de la buena nueva, lo convirtieron en un gran negocio, en un gran poder económico que se mezcló con tanto del bajo mundo que se convirtieron en cualquier cosa menos en iglesia.
La alta jerarquía de la iglesia católica universal a pedido perdón al mundo cierta de sus atrocidades, pero la nuestra no ha hecho lo mismo con los nicaragüenses por sus graves pecados contra la nación y hay mucho que recordarles en ese sentido del 2018 a esta parte, aunque desde mucho antes tejieron todo el crimen consumado con el fallido golpe de estado sobre el cual insisten. Si estos obispos y sacerdotes que son la causa del mal causado en Nicaragua tuvieran la intención de rescatar lo poco que queda de la iglesia católica que dicen representar deberían dejar de mentir porque solo ese gran pecado es la primera gran negación al hijo de Dios.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA