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  • 15 febrero, 2023

Detalles del Momento: No los queremos, no los necesitamos


Por Moisés Absalón Pastora

La paz: ¿Qué es la paz?

Muchas personalidades del campo social y político han compartido desde la profundidad de su pensamiento los criterios que sobre la paz tienen. Algunos de ellos son: 

Mahatma Gandhi – abogado y político Hindú, dijo; “No hay camino hacia la paz, la paz es el camino”. 

Martin Luther King dice; “Paz no es solo una meta distante que buscamos, sino un medio por el cual llegamos a esa meta”. 

Confucio – pensador chino. “Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podemos guiar a otros en la búsqueda de la paz”.

Nelson Mandela – abogado y político sudafricano. “La paz no es simplemente la ausencia de conflicto; la paz es la creación de un entorno en el que todos podemos prosperar”.

La Madre Teresa de Calcuta – monja Hindú, dice: “La paz y la guerra empiezan en el hogar. Si de verdad queremos que haya paz en el mundo empecemos por amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias”. 

Eleanor Roosevelt – escritora y activista estadounidense. “No basta con hablar de paz. Uno debe creer en ella y trabajar para conseguirla”. 

En tal sentido debemos decir que la paz es uno de los valores fundamentales en las relaciones personales y colectivas y hay que entenderla en sus distintos niveles y ámbitos porque siempre es el origen del equilibrio y del respeto. 

Es por medio de la paz que los individuos pueden sentirse a gusto y en armonía consigo mismos y con su entorno social porque es un estado que permite a todos los individuos realizar sus actividades sin interferencias ni violencia porque ella es el medio que fortalece el vínculo social y hace prevalecer el respeto y la justicia como valores inalienables de todo ser humano. 

¿Por qué acentúo tanto el tema de la paz? Simplemente porque Nicaragua y los nicaragüenses estamos hartos de la violencia, porque han sido tantos nuestros conflictos fratricidas que nuestro Himno Nacional siempre nos demanda que “ya no ruja la voz del cañón, ni se tiña con sangre de hermanos  nuestro glorioso pendón bicolor” y el jueves de la semana pasada el presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo dieron un salto gigantesco para doblar una página poniendo por encima de cualquier demanda de justicia el interés de la nación y la conveniencia que merece la patria. 

El jueves pasado, en una operación quirúrgica, ejecutada militarmente con un alto sentido humanitario, 222 agentes norteamericanos, unos de alta estirpe, otros de barriada, pero indistintamente terroristas, fueron sacados de sus celdas, en las que cumplían sentencias y fueron mandados a volar a su verdadera patria, por la que siempre pensaron y actuaron y que les adiestró, preparó y financió para ejecutar en abril de 2018 el acto más cobarde y ruin que recoge nuestra historia en cuanto a odio se refiere. 

Recuerdo que entre abril y octubre de 1980, ante la cantata imperial de que Cuba era una Isla Esclava, que no se dejaba salir libremente a los cubanos y mucho más del mismo discurso político de Washington contra la Habana, lo que jamás cambió, a pesar de la demanda del planeta para que el imperio cese el bloqueo criminal que mantiene sobre ese pueblo, se produjo el Puente del Mariel por el cual los inconformes y penetrados ideológicamente por el mal llamado “sueño americano” salieron por miles con destino a la “capital del sol” que a partir de ese momento comenzó a identificarse como la “Gusanera de Miami” porque la que se fue de Cuba fue la más rancia escoria que torpedeaba al proceso revolucionario. 

Fidel Castro Rus en uno de sus más vibrantes discursos, en este caso sobre el Puente del Mariel, en el que la escoria utilizó cualquier medio acuático para abandonar la isla, para cubrir las 90 millas que lo separan de la Florida dijo, “que se vayan ni los queremos, ni los necesitamos”. 

Guardando las distancias, porque lo del Puente del Mariel fueron miles y aquí solo 222 agentes del imperio que alzaron vuelo, nosotros, la inmensa mayoría de los nicaragüenses, podemos decirles a esos deportados que les vaya bien porque ni los queremos ni los necesitamos y tanto así que apenas comenzamos a celebrar que Nicaragua luce más limpia porque pusimos la basura en el basurero, dónde debe de estar, porque cada una de esas partículas que nos contaminaban, están en el lugar que les corresponde, allá donde habita el fascismo, el odio, el crimen, la agresión, allá dónde están los enemigos de la humanidad. 

Hay evidentemente sentimientos encontrados respecto a la deportación que merecieron estos 222 agentes del imperio norteamericano porque aunque la cárcel es poco castigo para lo que el terrorismo le hizo a Nicaragua en el 2018, es poco para quienes vieron arder en vida a su hijo, para quienes vieron arder sus ciudades, para quienes vieron quebrado su negocio, para quien perdió su trabajo, para quien fue torturado y asesinado en los tranques, la verdad es que en este caso privó más el alto interés por la nación. 

Hoy por hoy esos agentes del imperio, por los cuales ni una sola llanta de bicicleta se quemó en protesta por haber sido deportados, no seguirán pagando la sentencia que les impuso la justicia humana, pero vean ustedes la otra cara de la moneda por la cual hoy lloran, de los 222 que se fueron, “felices” por aterrizar en el sueño americano, hay 170 que no tienen quien los reciba en Estados Unidos y por el momento, como medida de auxilio, ya comenzaron a pedir, aunque sean migajas, porque el Tío Sam, solo quiso jugar de humanitario y aparentar un rescate, pero ahora, después de darles un Parol para que trabajen en lo que puedan, los lanza a la calle con la consigna de “sálvese quien pueda” y será así porque ninguno de los sangre azul, de los Chamorro, los Holman y los Tuticuanti, que ya tenían ciudadanía imperial y billetes que habían logrado sacar de sus negocios, los van a compartir con ninguno de esos 170 tontos útiles a los que por solo cuatro días los recibieron en un cómodo hotel y que ahora andarán indigentemente en las bancas frías de los parques buscando dónde recostarse si es que antes no los detecta la policía y los mete presos otra vez porque allá la vagancia es un delito con penas establecidas.

¿Me alegra la situación que hoy viven esos deportados? Estos 222 deportados cuando despierten de la prolongada pesadilla que decidieron para si se darán cuenta que la solidaridad como palabra no existe en el diccionario inglés, que lo que dejaron aquí, que dependía del negocio de la politiquería en la que se habían metido los que ahora están allá, lo único que tienen son cuentas que pagar y que todo aquel mundo de comodidades, de alfombras rojas, de entrevistas a través de las cuales se vendían como grandes líderes, fue solo un cascaron y que lo que el futuro les pinta es negro porque la mayoría de ellos por asuntos de edad, no aplican como materia prima laboral.

Pienso que Nicaragua, nuestra amada Nicaragua, que, con tenacidad, con perseverancia, con mucho ingenio, mucha paciencia y sobre todo mucha fe en Dios, la que ha logrado restañar sus heridas, las heridas que nos causaron esos 222 salvajes, ahora está más cerca que nunca de conquistar la paz absoluta. 

Ahora es cuando damos vuelta a la página porque la brasa caliente, del cuento de los “prisioneros políticos”, léase terroristas y delincuentes comunes, está en la cancha del Tío Sam que ya comienza a comentar en sus círculos políticos que fue un error aceptar la propuesta de la vicepresidenta Rosario Murillo de llevarse de Nicaragua a los agentes que les teníamos presos aquí por los eventos sangrientos y criminales del 2018. 

La deportación de estos 222 traidores fue una operación militar humanitaria ejecutada con un bisturí laser de precisión matemática que resultó ser una genialidad política con altísimos réditos para el gobierno sandinista y revolucionario de Nicaragua porque otra vez David tomó la espada de Goliat para decapitar al mismo gigante.

Se acabó el cuento de “los prisioneros políticos” que nunca existieron en nuestro país, aunque sí terroristas presos que ahora están libres, pero libres en el país de los terroristas, en el país que promueve golpes de estado, en el país que invade a otras naciones, en el país que agrede a pueblos, en el país que manda a matar presidentes y que cínicamente se erige como el policía del mundo y además el adalid de la democracia. 

Este es un buen momento para los que aun no aprenden la lección se vean en ese espejo, no para que piensen que les estamos diciendo que abracen nuestra visión, sino para que entiendan que el valor de la protesta está en lo civilizados que seamos para comprender que lo malo no está en la discrepancia sino en el irrespeto. Podemos tener grandes distancias políticas e ideológicas, pero eso no justifica que dejemos de ser gentes y que contrario a eso resolvamos nuestras contradicciones a balazos, como esos 222 lo quisieron hacer en el 2018, porque los resultados ahí están e impone para los que ahora son y mañana podamos ser otros, opositores responsables y no mercenarios al servicio del extranjero que quiere nuestra patria para saquearla. 

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA. 

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