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  • 28 febrero, 2023

Detalles del Momento: ¿Periodistas o Mercenarios?


Moisés Absalón Pastora

El periodismo, a propósito que estamos a horas del primero de marzo, que es cuando en Nicaragua los que trabajamos en este medio celebramos nuestro día, por el rol que asume y por el enfoque que imprime a sus notas, ahora con cargas muy pesadas, por supuesto en dependencia de los objetivos que persigue y a los que sirve, hoy más que nunca está en la picota porque sea convertido indudablemente en un agente desestabilizador sumamente peligroso y que resguarda su impunidad en la mampara de la “libertad de expresión”. 

Estoy claro que el periodismo por su naturaleza es crítico, por esa razón ha sido parte de los cambios y transformaciones en muchos países, partiendo por supuesto de corregir lo que está mal desde una posición de justicia, pero otra cosa es que el interés sea lanzarse contra los que son factores de cambio por encargo de patrones a los que sirven por un interés altamente económico. 

El periodismo en Nicaragua ha sido afectado en su imagen por pecadores de la información que al final también pringaron con sus cochinadas a los justos que con sentido de nación hemos creído que también podemos aportar a la construcción de la paz y créanme que molesta cuando uno escucha despectivamente en algunos sectores de la sociedad decir “ya vienen esos periodistas, es periodista o pareces periodista” entre otras cosas. 

En el periodismo no todos somos iguales, pero peyorativamente hablando hay una imagen degradante de quienes ejercemos esta profesión u oficio por parte de amplios sectores sociales que poco confían en nosotros y eso es gravísimo porque nuestra naturaleza y razón de ser está en la credibilidad y sino la tienes hasta ahí llegaste porque entonces jamás vas a pasar de ser un microfonero. 

El periodismo, pienso, con casi 42 años de ejercerlo este próximo mes de mayo, es un privilegio, es una pluma que todos los días escribe la historia de un país, pero no de cualquier forma, sino que comprometido íntimamente con la verdad.

En el periodismo no hay espacio para la mentira porque entonces pasa a ser cualquier cosa menos periodismo. A nombre de la modernidad el periodismo, desde las diferentes disciplinas en que lo han metido no informa ni analiza ni debate sino que quienes lo representan y lo ejercen en sus diferentes modalidades sea ésta escrita, radial, televisiva o digital, lo que hace es destruir a una persona que puede ser inocente, a una causa que puede ser justa o hasta derrocar si se lo permiten a gobiernos que representan cambios que afectan el estatus quo de la corrupción en el que algunos medios de comunicación erigieron sus imperios.

Estos medios de comunicación usan a individuos a los que conceden espacios que pueden ser columnas de opinión, reporteriles o programas de televisión desde los cuales con un maquillaje intelectual pueden llegar a convertirse en una plataforma que los lance al estrellato y desde ella comenzar a proyectar un dominio amplio de opinión que se vuelve malo cuando contra el sentido común de la mayoría se inducen agendas mediáticas muy interesadas para satisfacer intensiones peligrosamente oscuras.

De esos, aquí conocimos a algunos y con nombres y apellidos, están Carlos Fernando Chamorro, hoy prófugo de la justicia, Luis Galeano, prófugo de la justicia, Santiago Aburto, prófugo de la justicia, Álvaro Navarro, prófugo de la justicia, Sergio Marín Cornavaca, prófugo de la justicia, Jennifer Ortiz, prófuga de la justicia, Jackson Orozco, prófugo de la justicia, Dino Andino prófugo de la justicia, Lucía Pineda, prófuga de la justicia y otros que son parte del bolsón de los 222 que a nombre del periodismo son parte de un frente mediático mercenario que ahora desde afuera sigue siendo pagado, a lo mejor ya no como antes porque son la expresión más alta del fracaso ante su financiero, pero ahora, por centavos, siguen en lo mismo, predicando en el desierto y ante auditorios solo poblados por alacranes y serpientes. 

Debo ser claro que el cuestionamiento contra estos mercaderes del periodismo no es por lo que políticamente piensen o porque sean profesamente enemigos de Daniel Ortega y del proceso que lidera, sino que para patentizarlo hayan abrazado la tesis de que el fin justifica los medios para convertirse todos ellos en propiciadores y estimuladores de la destrucción que aún realizan contra Nicaragua y los nicaragüenses. 

Yo jamás he ocultado que mi origen fue el Frente Sandinista de Liberación Nacional y todo el mundo sabe, que por el camino equivocado que tomó el proceso que inició en 1979 volví a la guerra para que se corrigieran las distorsiones que fundamentalistas que fueron parte del fenecido MRS crearon en nombre de la revolución y que cuando regresé para tomar posición desde la trinchera del periodismo fui contundente en lo que hacía y decía, pero nunca promoví, nunca celebré, jamás estimulé actos barbáricos cómo lo hicieron todos los mercenarios que mencioné porque desde siempre repugné las políticas invasivas del imperio que a través de Oliver Garza, la Bárbara Calandra Moore, Poul Trvileli y Laura Dogu, todos ellos de ingrata recordación, nos decían en la década de los 90s y un poco más cómo el liberalismo debía gobernar.

Traigo a colación el planteamiento entre ser “periodistas o mercenarios” porque actualmente en México el presidente Andres Manuel López Obrador, con quien a veces coincido y otras no, tiene un encarnizado enfrentamiento con un sicario a sueldo del Tío Sam que lo ataca por encargo.

Hay un tal Carlos Loret de Mola que en el país Azteca se cree un Dios a quien se le ocurrió que era intocable, que podía decir sin límites cualquier cosa de la máxima autoridad mexicana por aquello de la “libertad de expresión” y cuando Andres Manuel Lopez Obrador reaccionó, con ese su modito de llovizna fresca que empapa, quiso manipular a la opinión pública asumiendo el rol de víctima del poder, pero fue tan devastadora la prueba de AMLO, de que su crítico que lo ve como enemigo es un asalariado imperial para desestabilizar su gobierno, que los misiles terminaron apuntando al mercenario que creyendo estar ventilando los trapos sucios de su víctima se estrelló con que la víctima también tenía “libertad de expresión” y reaccionó sacando los calzoncillos manchados del “intocable” mercenario de la televisión.

Mediáticamente hablando en cada país hay medios de comunicación que tienen indudablemente una considerable penetración desde la opinión que generan e internacionalmente también existen cadenas de televisión o canales digitales que en algún tiempo eran percibidos como la “biblia”, como la última palabra en términos de credibilidad.

Las cosas cambiaron sin embargo cuando detrás del aparente rostro profesional de sus presentadores comenzaron a salir de las chaquetas de los supuestos “sabios” periodistas las marmajas de dólares que recibían no para orientar, para tener una opinión, para informar verazmente, sino para ser sicarios del interés imperial porque además han sido descubiertos como velados agentes de espionaje de las agencias de seguridad norteamericanas. 

Ahí tenemos por ejemplo a Jorge Ramos, va de salida, no lo soportan en UNIVISIÓN, es el clásico lame botas de los intereses de la Casa Blanca que por su extremo servilismo poca buya hizo cuando Donald Trump lo mandó a sacar a empujones de una conferencia de prensa; Ahí está el tal Fernando del Rincón, imitador de Jorge Ramos y que sin más peso que el de ser un consagrado y cobarde apaleador de mujeres, razón por la cual estuvo por mucho tiempo en la fuerza aérea, desempleado, se creyó el cuanto de ser la conciencia de los gobiernos del mundo y particularmente los latinoamericanos o la venenosa con perfil de sabia de la Carmen Aristegui que se lamenta porque una figura pública como AMLO le dice sus cuatro verdades y se hace la ofendida, porque solo ella como figura pública que también lo es, cree tener el derecho de tirar piedras a los demás esperando que esos a los que ofende le tiren caramelos y así otros de su especie como el inmoral de Jaime Bayly un aberrado que no se sabe si es él o ella o quien sabe qué cosa. 

Estos que mencionó y que dejaron hace mucho tiempo de ser voces autorizadas de la credibilidad son los que avalan la opinión de aquellos que sostenemos que la ética no existe en los medios de comunicación no existe porque defienden la mentira en nombre de la libertad de expresión. 

Ahora los misiles imperiales ya no son balísticos, ahora solo basta contratar a determinados sicarios disfrazados de “periodistas” para que por encargo se lancen contra los que consideran son sus enemigos y no porque sean una amenaza a su seguridad sino porque no piensan como la Casa Blanca, porque quieren ser libres, porque quieren devolver a sus naciones la dignidad de decidir y hacer las cosas a la medida no del raído traje del del Tío Sam, sino a la medida de lo que necesitan los pueblos, nuestros pueblos.

Los diferentes medios de comunicación debemos concentrar nuestro enfoque en los aspectos y efectos impactantes que transforman a las sociedades, debemos ser voceros relevantes de la información constructiva que contribuyan a los cambios importantes para el desarrollo de la sociedad.

Por el valor ético y moral es inadmisible aceptar por válida una información maquillada que diga exponer la verdad por un fin lucrativo que persigue un interés altísimamente político y ahí que la libertad de expresión se tiene que cumplir con responsabilidad y honestidad, los distribuidores de la información tienen que reconocer que la ética tiene diversos puntos de vista, sí, pero jamás creer que la mentira sea parte de la ética.

En Nicaragua conocemos a esos mercenarios que se hacen llamar periodistas y por favor que no nos vengan a decir que fueron perseguidos o limitados en la libertad que tienen para decir lo que se les venga en gana porque eso siempre lo hicieron a través de años y años hasta que se evidenciaron como vulgares y ordinarios mercenarios del imperio que los convirtió en traidores.

Sin embargo es importante hacer ver que sí tenemos leyes que definen claramente los delitos que se pueden seguir cometiendo a nombre de la libertad de expresión que al final los mercenarios, escribanos o microfoneros de los que hablo descaradamente dejaron de ver como un derecho, sino que la usaron como un arma, -por cierto poderosa- para desequilibrar, dónde se lo han permitido, sociedades que terminaron afectadas irreversiblemente por los sicarios mediáticos del imperio.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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