Ecuador, Democracia desde abajo
Por Fabrizio Casari Publicado en:www.altrenotizie.org
El río de gente que invade Quito, proyecta una película que no debe perderse en la escena internacional. Protagonistas, aquellos que se imaginan siempre y solo como pobres armas destinadas a producir riquezas ajenas. Esta vez, sin embargo, la película se convierte en un documental y cuenta una historia diferente, la de aquellos que no aceptan verse reducidos en el espacio de supervivencia para favorecer un nuevo salto en las ganancias privadas. Y ni siquiera se piensa en tener que reducir las posibilidades de aumentar las regalías de las compañías mineras estadounidenses que, desde la llegada de Lenin Moreno a Quito, han comenzado a considerar a Ecuador como un protectorado energético de Washington. El traidor Moreno está agachado sobre las botas militares. Valiente al traicionar el mandato obtenido y los votos recibidos, audaz en ceder ante sus intereses el poder judicial y las fuerzas armadas, sin prejuicios al proponer una serie de medidas con el objetivo de reabrir y ampliar la brecha entre las clases, demuestra ser bastante cobarde al enfrentar a las víctimas de su acoso político.
En la crisis ecuatoriana emerge el doble rasero de la Organización de Estados Americanos, que en una declaración cómica defiende al gobierno “de la violencia” sin mencionar la brutal represión y el estado de sitio decretado.
El traidor Moreno habla de las protestas como “un golpe de estado”, pero en los casos venezolano y nicaragüense apoyó la “libertad de manifestación” y votó dentro de la OEA para condenar a Maduro y Ortega, acusándolos de usar la fuerza llamando al “golpe de estado ” lo que no era. Moreno, en resumen, traiciona no solo a sus aliados sino también a sí mismo. En su declaración patética, la OEA recuerda que el gobierno de Moreno no puede ser botado, a diferencia de lo que la organización misma reclamó para Venezuela y Nicaragua.
Sin embargo, les guste o no a la OEA, Ecuador ha retrocedido a un camino que lo asocia con Chile, Argentina y Brasil en cesión de soberanía. Se está produciendo una sacudida desde los cimientos de un sistema político nacido de la traición, prosperado gracias a las mentiras y conspiraciones y destinado a terminar como otros antes, es un movimiento oscilante susultante y oscilante. Viene de abajo, sí, pero vuela alto y, en su movimiento, también abarca otros sectores sociales que podrían sumarse a las protestas. De hecho, Ecuador tiene una toda una tradición de expulsión de gobernantes indignos.
El paquetazo, o sea el conjunto de medidas antipopulares que Moreno quería adoptar para reducir el papel de las clases bajas en el proceso socioeconómico nacional, no tiene razones económicas. La economía ecuatoriana no sufre reveses, el presupuesto estatal ve un sólido superávit primario y el petróleo a 52 dólares por barril es una condición suficiente para garantizar ingresos financieros que puedan absorber el peso del estado de bienestar.
La intención draconiana es, por lo tanto, de naturaleza exclusivamente política: se quiere volver a poner la economía nacional en manos del Fondo Monetario Internacional, que continúa, aburrido y criminal, proponiendo las recetas habituales de los programas de “ajuste estructural”, lo que significa reducir a cero el gasto socìal y la privatización de todos los bienes y servicios de interés público, que luego, una vez privatizados, se desembolsarán a costos insostenibles. El objetivo del paquetazo también es devolver el país a las manos de una oligarquía parasitaria, ansiosa por lograr mayores márgenes precisamente a través de las privatizaciónes. La intención también es la de doblegar a las clases trabajadoras con la extensión desproporcionada de las horas de trabajo y la simultanea reducción de los derechos sindicales, a fin de reducir la dimensión industrial a una variable, reducir el gasto público y direcionar la inversión hacia la financiarización de la economía.
Un proyecto general de devolución nacional de recursos a las multinacionales de energía de Estados Unidos, una gestión financiera del estado que se entrega al FMI y una soberanía militar que se traslada bajo el mando del comando de EE. UU. En esencia, el proyecto involucra la entrega de Ecuador a la recuperación económica, política y militar de los Estados Unidos.
El ex presidente Rafael Correa, quien ha sido alma y cuerpo de la mejor década de la historia para Ecuador, regresa a casa, aunque Moreno ha intentado en todos los sentidos construir acusaciones falsas para inhibirlo de la confrontación político-electoral. Se ha intentado, como en Brasil con Lula y en Argentina con Cristina Kirchner, transformar a los líderes políticos de la izquierda en fugitivos o prisioneros, para poder ganar la disputa electoral. Pero lo que sucedió en Brasil ha dejado en claro cómo la conspiración de los poderes judiciales vinculados al poder de las élites locales y estrictamente bajo las órdenes del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, no tiene fundamentos. Solo es el producto de la corrupción general que afecta el sistema judicial y la casta militar en muchos países latinoamericanos, nada tiene que ver con las funciones institucionales que los órganos del Estado deben observar y, sobre todo, con la verdad política, histórica y judicial acertada.
Desde hace varios días Ecuador ha estado respirando aires de cambio. Las comunidades indígenas, valoradas por la Revolución Ciudadana de Rafael Correa, ya no van a retroceder: el protagonismo político que se han ganado es para siempre. El riesgo es más bien el de un aumento de la represión que lleve al ejército a tomar el control militar de la capital y que esto se convierta en el comienzo de una pasada de cuentas de la oligarquía contra las comunidades indígenas. Esta es la razón por la cual la opinión pública internacional tiene el deber de vigilar y evitar que el pequeño déspota que está encerrado en Guayaquil arroje su resentimiento contra aquellos que, sin saber que los habría traicionado, habían votado por él.
Lenin Moreno, el Bolsonaro de Ecuador, sabe que su arrogancia no es ticket futuro. Correa ha pedido elecciones anticipadas debido a una clara crisis de consenso en su gobierno, pero el cobarde Moreno no aceptará, sabiendo que sus amos necesitan tiempo para construir un nuevo líder. El descrédito general que sufre y su reputación como traidor por dinero hacen que le sea imposible hipotizar nuevas aventuras. Deberà retirarse y esconderse: es un producto vencido que, además de las comunidades indígenas y a la clase trabajadora, también tendrá que enfrentar a los terratenientes y oligarcas, generosos con los que les rinden homenaje, pero sin piedad hacia aquellos que consideran se ha vuelto inútiles para que sus fines ganen.