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  • 25 mayo, 2020

El crimen del Ejército


Por | Consuelo Sandoval

El general  Julio César Avilés Castillo, jefe del Ejército de Nicaragua fue “sancionado” por el poderoso gobierno de Estados Unidos, debido a su negativa a propinar un golpe de estado contra el legítimo presidente de nuestro país, Daniel Ortega Saavedra.

Estados Unidos jamás interpuso un juicio en un tribunal contra Avilés y mucho menos que haya mostrado prueba alguna de los supuestos actos de corrupción que éste habría cometido.

¿Y el Debido Proceso?

Es decir, Estados Unidos cree que es el amo del mundo y por ende el derecho de procesar, enjuiciar, encarcelar y asesinar a cualquier mortal que no responda a sus intereses. Avilés no cometió ningún crimen, simplemente rehusó someterse a los designios del imperio del norte que con un puñado de sicarios de la desinformación y unos cuantos políticos fracasados pretendieron expulsar del poder al gobierno de Ortega electo por el voto popular y directo.

Si el máximo jefe del cuerpo castrense hubiese aceptado la propuesta antidemocrática y conspirativa del yanqui, habría sido premiado y vanagloriado por Estados Unidos y aplaudido por sus sirvientes criollos que fracasaron en la aventura terrorista y golpista, urdida y financiada por su patrón yanqui.

La misma mona con distinto pelo

En Nicaragua fracasó la intentona golpista, pero en Bolivia logró ejecutarse en dónde los gorilas uniformados perpetraron el golpe de estado contra Evo Morales; algo similar ocurrió en 2009 en Honduras, en dónde los militares al servicio yanqui, secuestraron y desalojaron del poder por la fuerza bruta al presidente constitucional Manuel Zelaya.

De igual manera, con argucias también expulsaron del poder a los presidente de Brasil y Paraguay, Dilma Russeff y Fernando Lugo Méndez, a quienes les inventaron cargos por supuestos actos de corrupción que jamás fueron probados.

Otros golpes de estado disfrazados como movimientos espontáneos populares se organizaron con la venia de Estados Unidos, en Egipto, Libia, Yemen, Tunes, Argelia y otras naciones, en dónde derrocaron, expulsaron y hasta asesinaron a sus legítimos gobernantes como fue el caso de Muammar El Gadhafi en Libia.

Actúan como plaga

Estados Unidos arguye que nos quiere salvar de la malvada dictadura de Daniel Ortega; sin embargo, la mayoría experimentamos los beneficos de las políticas populares impulsadas por éste gobierno, permitiendo el desarrollo del país y el progreso de nuestro pueblo.

La mayoría de nicaragüenses no deseamos ser salvados por los gringos porque a cada nación que llega a “defender”, sus pueblos se convierten en víctimas de bombardeos, muertes, destrucción y robo de sus recursos naturales.

No se vende, ni se rinde

La política de dominio imperial de Estados Unidos que se precia de ser el máximo exponente de los defensores de los derechos humanos, produce millones de muertos, heridos, lesionados, viudas, huérfanos, mutilados, y cientos de miles de migrantes indocumentados en el mundo.

Evidentemente, Estados Unidos no quiere nuestro bienestar, sino que está urgido por desalojar del poder a Ortega para colocar en la silla presidencial a sus sirvientes locales que respondan a sus intereses; y a quienes permitiría reeditar los males que hemos padecido los nicaragüenses con sus medidas privatizadoras de la salud, educación, energía, transporte y eliminación de los subsidios; así como sus prácticas corruptas de fraudes, nepotismo, soborno, tráfico de influencias y saqueo de las arcas del Estado.

Personalmente agradezco al general Avilés por cumplir con el mandato de respetar la Constitución Política de Nicaragua, subordinado al poder civil representado por el mandatario nicaragüense; y por no someterse a la bota imperial que lo muestra como digno heredero del legado del general Augusto C. Sandino, quién fue un verdadero humanista, unionista, latinoamericanista y fundamentalmente antimperialista.

“Yo quiero patria libre o morir”, Augusto C. Sandino.

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