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  • 9 enero, 2020

El desalmado desprecio empresarial a la función social de la prensa


Por: Edwin Sánchez

I
El patíbulo mediático fue puntual en la elegante Inglaterra.
El líder del Partido Laborista, Andy McDonald, lamentó el 17 de diciembre pasado, que los medios de Reino Unido “influyeron en la derrota de la formación en las elecciones”.
También atribuyó a la cadena BBC y a la prensa “satanizar al excandidato Jeremy Corbyn. Nunca en mi vida había visto que a un individuo se le satanizara tanto, de forma tan grotesca y tan injusta”.
Los medios se encendieron contra Corbyn “con la intención de destruirlo”.
El asesinato de la reputación de un país, una etnia, un líder, una formación política, parece la siniestra razón de ser de la prensa y políticos ultraconservadores que dominan no pocas instancias de poder fáctico.
No es ético forzar de una opinión un evento artificioso, menos aún instalar su perturbador sketch con un telón de fondo burdamente “beatífico” para convertir semejante patraña en un suceso “periodístico”, según la envenenada agenda de los extremistas: prefabricar un país con aires de guerra, violento y en terrible crisis. Y es lo que un mínimo sector se obstina en hacer: presentar a Nicaragua como el pedacito que le falta al Medio Oriente para completar el Talón de Aquiles de la Humanidad.
Narra el expresidente Barak Obama que un congresista republicano, al final de un debate, tras ver que llevaba las de perder frente al senador Patrick Moynihan (1927-2003) le dijo: “Bien, puedes que no estés de acuerdo conmigo, Pat, pero tengo derecho a tener mi propia opinión”.
El inteligente Moynihan replicó: “Tienes derecho a tener tu opinión, pero no tienes derecho a tener tus propios hechos”.
Los hechos en Nicaragua son de paz, de emprendimiento, de inversiones, de trabajo, de recuperación económica, de movilizaciones religiosas y recreativas, y relación armónica.
Lo demás son opiniones de algunos extremistas con el encargo de pintar un tremebundo panorama, “porque de la abundancia del corazón, habla la boca”, sentenció el Rabí Jesús.
¿Qué país “invivible” es capaz de unir por primera vez en toda la historia el Pacífico y El Caribe con una carretera de primer mundo? El acontecimiento se produjo en 2019.
¿Qué nación metida en luchas tribales y feroces conflictos partidarios construye tres grandes y espléndidos pasos a desnivel en la otrora abandonada Managua? ¿Qué país en llamas es capaz de recuperar el perdido centro histórico de la única capital del mundo que le faltaba una ciudad?
¿Qué República partida en dos por supuestos choques políticos puede darse el lujo de expandir semanalmente el tendido eléctrico al último rincón de la nación e inaugurar hospitales tecnológicamente súper equipados en pueblos olvidados por todas las “democráticas” administraciones anteriores?
¿Qué república por desmoronarse provoca que los puertos de entrada al país, terrestres, marítimos y aéreos se atesten de alegres visitantes en las grandes fechas como Navidad o Semana Santa?
Por supuesto, hay quienes deben montar su teatro con los consabidos reflectores de medios que no les interesa la realidad de Nicaragua sino encabalgarle su ultraconservadora política editorial.


II
Son contados los medios que formen e informen. La mayoría deforma y desinforma. Destruye. El odio está detrás de cada lapidación mediática. La competencia no es por ni a favor de la verdad, sino todo lo contrario. La mentira es la mercancía favorita de estos tiempos.
¿Cómo un ciudadano puede estar seguro de que la publicación o emisión que lee, oye o ve es verídica?
¿Cómo un ciudadano puede estar seguro de que la lata de sardina adquirida en el supermercado no lo intoxicará? Para todo hay un orden.
Los productos de consumo humano e incluso animal, pasan por un control de calidad y antes de estar expuestos al público, están regulados para evitar daños a la salud.
Incluso, la caja de cereales como la avena lleva en el paquete los Datos Nutricionales bien detallados. Cualquier producto que no cumpla con las normas o se expende en mal estado es retirado del mercado, previa sanción a los que no cumplieron con su compromiso.
Todos deben agregarle a su actividad empresarial o industrial su contribución de ofrecer bienes y servicios que no causen ninguna afectación a la salud.
Pero, ¿qué hay con los que se dedican a envenenar el ambiente social, los corazones y el alma de la ciudadanía? ¿Acaso los que se autonombran defensores del Estado de Derecho están por encima de ese mismo Estado de Derecho?
¿Cuántas falsas noticias y titulares engañosos no han llevado a alguna gente a causar atrocidades? ¿Cuántos medios no masifican productos dirigidos a las emociones, a los instintos, al subconsciente de la gente para programar reacciones calculadas con un vil objetivo político, racista y hasta religioso?
¿Cuántos individuos sin ninguna representatividad gremial, ni social, ni política son proyectados en las pasarelas mediáticas como las prima donnas de la conciencia nacional?
¿Por qué ínfimos operadores politiqueros con pancartas en algún sitio son ofertados como “impresionantes demostraciones del pueblo de Nicaragua”, mientras a las plazas y calles del país colmadas de verdaderas multitudes de Dios que bendicen a Nicaragua se les aplica el silencio, el desprecio y la censura por ser almas sin odios ni rencores?


III
La Ley Fundamental en el artículo 68, ordena:
“Los medios de comunicación, dentro de su función social, deberán contribuir al desarrollo de la nación” (…) “El Estado vigilará que los medios de comunicación social no sean sometidos a intereses extranjeros o al monopolio económico de algún grupo. La ley regulará esta materia”.
Pero también establece: “Los medios de comunicación públicos, corporativos y privados no podrán ser objeto de censura previa. En ningún caso podrán decomisarse, como instrumento o cuerpo del delito, la imprenta o sus accesorios, ni cualquier otro medio o equipo destinado a la difusión del pensamiento”.
Cerrar un medio no es ninguna opción. Tampoco se trata de que una empresa de comunicación se vuelva en un insípido boletín gubernamental. Sería peor el remedio que la enfermedad. De lo que se entiende es que debe prevalecer el bien común y actuar con la necesaria responsabilidad, por encima de las filias y las fobias. Porque el ordenamiento jurídico es claro: función social y desarrollo de la nación.
A propósito de la función social, en un ensayo publicado en México, 2001, se lee que “…no es suficiente plantearse el asunto de la libertad de expresión como el centro de la responsabilidad y de la calidad del trabajo periodístico, sino que es indispensable considerar el derecho de información, que implica el derecho de informar pero también el de ser informado objetivamente, en el marco de la ley y del respeto a los derechos humanos”.
(…) “Tratándose de una actividad humana, con enormes responsabilidades sociales y políticas en una sociedad dominada por la información, la práctica periodística no puede estar exenta de las normas legales y cada uno de nosotros tiene el derecho universal a que se nos informe profesionalmente con apego a la verdad y de acuerdo con las necesidades informativas de toda la población; no sólo a las necesidades de los empresarios de la información.
“El problema de las restricciones y las limitaciones al ejercicio periodístico, es un problema que le incumbe al receptor de la información periodística.
“Además de que la información sea veraz, satisfaga el interés general y no viole el ejercicio de otros derechos humanos, tales como la vida privada, el honor, la reputación, la imagen y la presunción de inocencia.
“Sin embargo, en pleno siglo XXI, plantear la información como derecho de recibir información periodística en forma veraz, significa también, limitar el poder de las empresas y exigir que la información no sea manipulada, distorsionada y ocultada. (Ensayo, México, 2001. https://quieroapuntes.com/prensa_funcion-social.html).
Omitir información así como inventar informes es otra agresión contra la libertad de prensa, la cual está en función del público, no de los intereses ideológicos o económicos de los negociantes de la comunicación.
Aún hoy, medios de prensa y plataformas digitales utilizan el pseudo informe de la CIDH-2018 sobre la llamada “crisis” de Nicaragua. Y ocultan que los relatores a pocas horas de haber aterrizado en Managua elaboraron su “investigación exprés”; ocultan que consistió en un descarado copy page del infame discurso de organizaciones políticas de “derechos humanos”; ocultan que tales oenegés hasta pagaron a familiares de fallecidos por causas naturales para incluirlos en la lista de “muertos a manos de la Policía”; ocultan que atribuyeron a los sandinistas crímenes brutales perpetrados por elementos armados, editados como “inocentes, indefensos y pacíficos manifestantes”.
El excelente poeta español y Director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, escribió: “Hay muchos gritos, se venden o filtran noticias para desacreditar compañeros, se tejen calumnias para desprestigiar al contrario, se sustituyen los argumentos por los desprecios, se falsean los datos, se tensa el ambiente. Nunca ha estado la política a salvo de la guerra sucia, pero la aceleración del tiempo y las multiplicaciones tecnológicas han disparado el tono de la crispación”.
Además expone una nefasta tendencia: “Se confunde la capacidad de liderazgo con el arte tuitero de insultar y mentir. Todo va tan rápido que nadie se siente responsable de lo que dice, porque nadie tiene que dar la cara por lo que afirmó ayer” (Las palabras rotas, mayo 2019).
El presidente de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, Jaime Abello, en una entrevista a “El Mundo”, rememoró qué significaba para Gabriel García Márquez el irrenunciable ejercicio social de la comunicación profesional:
“La primera función del periodismo es la verdad porque vivimos en un mundo lleno de mentiras”.

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