En Nicaragua, todos los días son el primer día
Por: Eduardo González Viaña
Mientras los otros países americanos celebran el bicentenario de su independencia, Nicaragua celebra el primer día de su, todos los días, ganada libertad.
No es una exageración, Nicaragua proclamó su independencia en 1821, el mismo año que lo hacía el Perú, pero ha estado más tiempo que cualquier otro país luchando y defendiéndose contra las ambiciones del imperio. En nuestra América, un hombre de mi generación como en la de mi padre, mi abuelo o mi tatarabuelo ha vivido siempre animado por la heroica resistencia de este pueblo, así como por sus bien merecidas victorias.
“Nicaragua será libre antes de que terminen las lluvias” proclamó un día antes de morir el legendario comandante Germán Pomares Ordóñez, El Danto, luego se quedó dormido para siempre a causa de las heridas que le había infligido la Guardia Nacional durante la toma de la ciudad de Jinotega.
Sin embargo, esta frase pronunciada el 24 de mayo de 1979 también pudo haber sido dicha en diversas épocas de la tremenda historia de este pueblo. Pudo haberse escuchado por ejemplo cuando el filibustero norteamericano William Walker, a la cabeza de un ejército de mercenarios, se hizo del poder en 1855. Hasta el 57.
Al frente de una mesnada de asesinos conocidos como “Los Inmortales”, Walker había ya intentado desgajar México y en ese momento decidió tomarse todo un país y hasta imponerle una bandera, una raza superior, el restablecimiento de la esclavitud y la obligación de hablar inglés.
Obviamente no se trataba tan solo de un aventurero sino de una expresión del “Destino Manifiesto” por el cual los norteamericanos se creyeron nacidos para devorar el sur del continente. La lucha de los nicaragüenses sirvió para hacernos sentir el peligro y estimular en nuestras tierras el concepto de la unidad de América Latina.
Fue a través de Nicaragua que los americanos del sur comprendieron lo que podían esperar del imperio, y lo hicieron en las palabras proféticas de Rubén Darío:
“Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.”
Durante décadas, Nicaragua participó en supuestas elecciones “libres” en las que el grande y tramposo elector era Estados Unidos. Por fin, los norteamericanos instalaron sus tropas en 1912 y solo abandonaron el país en 1933 cuando su títere, Anastasio Somoza, podía asegurarles el poder.
Pero otra vez el pueblo esperó las lluvias de la esperanza cuando Augusto César Sandino, el general de hombres libres y su pequeño ejército de locos trazó por los caminos la estela de su valentía
Mucho tiempo y muchas lluvias han caído desde entonces, y todo el tiempo las acciones de los compañeros de Nicaragua fueron vientos de heroísmo y de ilusión para toda América Latina.
En esos momentos, los jóvenes de este lado del mundo se convencieron de que no habían nacido para “hacer política” sino para construir una revolución en la cual cualquier cese de hostilidades puede ser una claudicación. Y no puede haber claudicaciones cuando hay dos extremos siempre: barbarie o civilización, despilfarro o miseria, dictadura o democracia, colonialismo o construcción de una patria latinoamericana.
El pueblo de Nicaragua y sus vanguardias del FSLN nos han enseñado eso y mucho más. Cincuenta años de crudelísima tiranía no se acaban de un solo hachazo, pero hay que comenzar todos los días. Y por eso todos los días son para nosotros 19 de julio de 1979, días de recuerdo y de perseverancia, días de toda nuestra América, días en que miramos el cielo y estamos seguros de que las lluvias no tardarán en llegar.