La lucha antiimperialista en las Américas
Escrito por Aaron Kelly
Las Américas son en gran medida la primera línea en la lucha contra el impulso del imperialismo de EE. UU. por el dominio planetario unipolar. Los Estados Unidos probaron allí por primera vez su Doctrina Monroe: la descarada suposición que todo el continente es el “patio trasero” de Estados Unidos, y desde entonces ha tratado de exportar este sentido de propiedad colonial a todo el mundo.
En el prólogo de sus Versos Sencillos, el gran revolucionario cubano y el escritor José Martí imaginó proféticamente al águila imperial agarrando las banderas de todas las naciones del mundo en sus garras manchadas de sangre. Pero, con la misma seguridad, Martí también sentó las bases para la tradición anti-imperialista y unidad de propósito revolucionario que negará ese dominio de pesadilla sobre la realidad resistiendo los esfuerzos de los Estados Unidos para destruir y simultáneamente crear el mundo en su propia imagen.
La votación del 23 de junio en Naciones Unidas contra la ilegalidad del bloqueo a Cuba ha demostrado una vez más que el concepto de el excepcionalismo yankee conserva el mérito únicamente como descriptor de la hipocresía estadounidense. 184 estados votaron para poner fin al bloqueo criminal, los sesenta años de campaña de guerra económica, que no califica como “Sanciones”, precisamente porque no hay leyes internacionales otorgando sanción legal a estas medidas coercitivas unilaterales que castigan colectivamente al pueblo cubano por tener la fortaleza de derrocar al imperialismo y afirmar su soberanía.
El bloqueo viola la Carta de la ONU, suscrita por todos los estados miembros; y así, si Estados Unidos fuera realmente el proveedor de un “sistema basado en reglas” se auto expulsaría de las Naciones Unidas y se sometería al derecho internacional por todos sus crímenes.
Solo hay dos opciones posibles a la hora de explicar cómo y por qué el impulso de Estados Unidos de dominar el mundo entero está condenado al fracaso.
En primer lugar, si se le permitiera a Estados Unidos, su capitalismo sociopático destruiría sin pensarlo toda la vida humana (y muchas otras especies también). Entonces no quedaría mundo para subyugar, y nadie quedaría para ser explotado, sólo las fluctuaciones de los algoritmos en los fondos de inversión y las computadoras del mercado de valores programadas para perseguir implacablemente la lógica de la ganancia hasta su conclusión ilógica por sus difuntos amos capitalistas.
En segundo lugar, y mucho más afirmativamente, el impulso del imperialismo capitalista monomaniaco por la supervivencia abstracta de su razón instrumental en un mundo muerto habrá sido detenida en seco por la movilización revolucionaria de las masas y el derrocamiento de este asesino sistema de explotación.
Los niveles necesarios de organización y conciencia revolucionaria (crucialmente antimperilista) en las Américas ya están bien arraigados y líderando el mundo, y estos movimientos encabezarán la lucha internacionalista contra el capitalismo. Todos los antiimperialistas del mundo pueden aprender e inspirarse de los camaradas de las Américas, además de asumir su generosa hospitalidad uniéndose a ellos en la lucha. Esta solidaridad se requiere con urgencia, tanto para defender el terreno revolucionario ya ocupado en la región y para rechazar la violencia y la represión estatales donde los regímenes títeres estadounidenses están en el poder.
El modelo neoliberal que Estados Unidos ha tratado de imponer en las Américas y el mundo ahora están apuntalados por la violencia absoluta y la coerción. El mito (y por supuesto siempre fue un mito) del “Fin de la historia” y un capitalismo benigno y progresista, cuya lógica de mercado aseguraría la democracia y la prosperidad para todos sus aliados”, ha sido completamente vaciado.
Cualquiera que sea la fuerza que tuvo la narrativa fantástica del progreso neoliberal en algunos sectores (incluidas las versiones centrista y liberal del izquierdismo), este mito ha agotado todo su crédito ideológico. Como el terror repugnante contra sindicalistas y miembros de movimientos sociales infligidos por el estado títere de la OTAN de Estados Unidos en Colombia ilustra a diario, como se muestra por la respuesta totalmente militarizada a las protestas populares con relativamente modestos objetivos igualitarios en Chile o Ecuador, o como se manifiesta en las maniobras imperialistas y oligárquicas actuales para derrocar la elección democrática de Pedro Castillo como presidente en Perú, el neoliberalismo es la antítesis de la libertad, no su garante.
Del mismo modo, donde los antiimperialistas han ganado el poder, en Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia: es imperativo que ayudemos a defender estos éxitos revolucionarios y aprender de ellos. Bolivia es notable por la forma en que la gente luchó contra un golpe de Estados Unidos que llevaron al poder a viles fascistas, ayudados, por supuesto, por “liberales” imperialistas, progresistas y los llamados eco-guerreros, que repitieron literalmente las mentiras de la CIA y se convencieron de que eran salvadores, cuando en realidad ofrecían una cobertura ideológica al deseo imperial de monopolizar las reservas de litio.
Se requiere vigilancia y solidaridad continuas con respecto a Bolivia y ciertamente necesario con respecto a Venezuela y Nicaragua, donde, en este último caso, ya se está organizando un golpe de estado y buscará deslegitimar la próxima reelección del abrumadoramente popular, Presidente Daniel Ortega.
La extralimitación imperialista de un estado canalla que piensa que todo el planeta es su “patio trasero” encontrará en cambio que el mundo es en última instancia el cementerio de sus planes. La solidaridad internacionalista ofrece horizonte completo a través del cual realizar la necesaria lucha contra la hegemonía estadounidense a escala planetaria.
Debemos unirnos a nuestros camaradas en las Américas y en todo el mundo, jugando nuestro papel en el desmantelamiento de los circuitos del sistema imperialista que hace posible la continua violencia del neoliberalismo. Nuestros camaradas han mantenido heroicamente la línea del frente, y podemos mutuamente reponer nuestras fuerzas intensificando nuestra lucha conjunta para crear ese mundo mejor que nos espera cuando finalmente neguemos las injusticias e inequidades del capitalismo y el imperialismo.