La Radicalización
| Moisés Absalón Pastora
En el contexto del 47 aniversario de la caída de Carlos Fonseca Amador y desde la sesión especial que conmemorativamente hablando dedicara para la ocasión la Asamblea Nacional, el Doctor Gustavo Porras, Presidente de ese poder del estado recordaba algunas líneas torales del pensamiento de quien además es considerado el “Padre de la Revolución Popular Sandinista” y nos refería que “El Tayacán”, desde su visión, consideraba que la transformación o el cambio en Nicaragua no se trata de personas, sino de sistemas.
A lo largo de la historia y desde nuestra independencia, cachurecos y calandracas, liberales o conservadores, -lo que debería suponer distancias ideológicas o de visiones- nuestra realidad siempre fue idéntica; cambiaron los individuos, pero nunca pasaron de ser los mismos ladrones, politiqueros, lacayos del imperio, explotadores, dictadores y dinastas de siempre.
Si uno busca las causas de nuestro atraso como nación es fácil encontrar que desde la mentalidad de “cambiar todo para no cambiar nada” es donde está el meollo del asunto por el cual se nos negó la dignidad y la prosperidad por casi dos siglos porque en esa convulsa y oscura sociedad política de antes de 1979 los gobiernos, que accedían al poder por designaciones, golpes de estado, elecciones fraudulentas, dinastías como la de los Chamorro y los Somoza, imposiciones imperiales, golpes de estado, triunviratos y dictaduras fueron muchos, pero muchos, los individuos que se turnaron gerencialmente en eso que falazmente llegaron a llamar como “democracia” y lo único que hicieron fue enriquecerse y ensoberbecerse en el poder, creando feudos desde los que trataban en calidad de esclavos a los explotados, mientras por el país lo único que hicieron fue una Res-Pública que todos los días destazaban en festines orgiásticos de lujuria y saqueo donde el invitado especial fue siempre el que les permitía aquella fiesta y que delegaba en su embajador o su cónsul la satisfacción de la Casa Blanca por lo “bien” que estaba Nicaragua en consonancia con los intereses imperiales.
Aquella era una Nicaragua negada a los nicaragüenses y regalada a los norteamericanos. Teníamos un país adormecido por la política del gran garrote donde el plomo era para los que pensaban diferente y la plata para los que ingresaban al club de los depredadores. Fueron aquellos tiempos donde el gringo o el yanqui era más nacional que el nacido aquí y qué tragedia la nuestra porque eran tanta la influencia de estos que llegaron a decidir conceder a otros países como lo hicieron con Honduras, con Costa Rica y Colombia parte de nuestro territorio.
Los catrachos se quedaron con parte de nuestra Mosquitia, los ticos con Guanacaste y los Colombianos con la plataforma marítima del atlántico, la que Gracias a Dios recuperamos, pero Nicaragua territorialmente era muchísimo más grande y todo eso lo perdimos en tanto los calandracas y los cachurecos, los liberales y los conservadores consumían el tiempo en sus propias guerritas para dirimir si a este o a aquel le tocaba el turno para calentar el poder y hacer lo mismo de siempre saquear y complacer al embajador yanqui.
Todo ese ciclo perverso desde nuestra independencia, al menos desde la independencia nominal, se repitió hasta el 19 de julio de 1979 que literalmente Nicaragua realizó un cambio brusco, una transformación profunda, una radicalización absoluta en una sociedad que nunca más volvió a ser la misma.
Quiero detenerme aquí para hablar sobre ese concepto de la “radicalización” porque hay interesados que ubican la determinación de radicalizar decisiones o conductas como algo poco democrático cuando de aspectos políticos se trata, pero la verdad es que hay realidades en los procesos de vida en los individuos y en las naciones que no permiten paños tibios o guantes de seda ante situaciones que son de vida o muerte para las personas o para la comunidad.
Cuando a vos te dicen“eres un radical” por lo que haces o expresas, por tu línea de pensamiento o porque simplemente te perciben como ideológicamente al lado de la izquierda, quien te señala es alguien disfrazado de “demócrata” que para colmo te encasilla como izquierdista, marxista, leninista, maoísta o comunista.
Cuando políticamente la derecha, pasiva e indolente por naturaleza, llama “radicales” a los que tenemos una visión de izquierda y no necesariamente comunista, porque desde la práctica no existe en ninguna parte, lo que nos están queriendo decir es que somos violentos y que asumimos posiciones extremas que en su inmadurez solo los jóvenes son capaces de abrazar, cuando lo que verdaderamente pasa es que se toma el rábano por las hojas en aspectos que nos son convenientes.
¿Si soy alcohólico voy al médico porque mi situación es letal y el médico me dice que debo dejar la bebida porque un solo trago más me mata, entonces qué el médico es comunista porque está siendo radical con el tratamiento?
¿Si toda la vida la he pasado repitiendo los mismos errores que me tienen habitando el fracaso y un amigo, percatado de mi situación me aconseja un cambio radical para no seguir hundiéndome me dice por ejemplo busca a Dios, entonces qué esa persona es radical, violenta o comunista solo porque cree correctamente que necesito tomar una decisión drástica?
¿Si consciente y cierto de que lo que estoy haciendo va contra la ley, porque mi actuar es notoriamente delictivo contra la sociedad y viene alguien y me advierte que por lo que estoy haciendo puedo ser llamado a la justicia e ir preso por mi comportamiento, entonces debo pensar que quien lo dice está me amenazando, no es “demócrata”, pero sí es radical y comunista porque no concibe que yo exprese mis posiciones políticas desde actos violentos?
Es claro que en la vida los cambios radicales que aplicamos en muchas circunstancias son notorios y hablo de que radicalmente hacemos transformaciones no solo para lo bueno sino para lo malo y desde ese punto de vista en lo que respecta a las personas ha sido para unos renacer, cambiando el curso de lo que era incorrecto o de comenzar a morir cuando se decidió desandar el buen vivir y eso exactamente pasa en las sociedades a las que se condena a muerte por no tomar las decisiones pertinentes cuando por vivir atadas a una agonía eterna de injusticias las condenamos a la eutanasia política por no aplicar la medicina correspondiente por lo doloroso o amargo del tratamiento a aplicar.
El Doctor Gustavo Porras habló profundamente de la radicalización en la que estamos y hacia la que vamos en esta Nicaragua cuya transformación social, desde la revolución que la inspira, ya no tiene, de ninguna manera, vuelta atrás porque esa decisión es exactamente lo que le ha permitido hoy por hoy el desarrollo que tiene y el que le viene.
La única revolución que no es radical es la que no existe y por eso mismo la sandinista del 19 de julio de 1979 representó una transformación total que desde sus cimientos dio la vuelta de calcetín a un sistema político, social, económico y cultural que por supuesto lo primero que cambió fue el pensamiento y la mente de la inmensa mayoría de los nicaragüenses que nos juntamos y nos unimos, independientemente de las posiciones políticas e ideológicas de cada quien para tumbar a una de las dictaduras más sangrientas de nuestro continente para dar paso a un proceso distinto y nuevo que no es que nos reseteó intelectualmente, sino que acabó con lo viejo y sobre los escombros y la tierra arrasada de la última dinastía, engendrar una nueva vida desde el parto de la guerra de liberación.
Llegar al 19 de julio de 1979 fue una lucha cruenta iniciada 20 años atrás cuando se radicalizó el método de lucha que pasó de los presidentes extranjeros, fraudes, golpes de estado, dinastías, dictaduras y componendas entre cachurecos y calandracas al Patria libre o morir que ya había dejado trazado Augusto C. Sandino y estafeta que recoge Carlos Fonseca quien es quien dice que en Nicaragua la cosa no se trata de cambio de individuos sino de sistemas.
¿Pues bien en Nicaragua entonces quienes somos los radicales, a los que nos llaman los violentos, los evolucionistas, los revolucionarios?
Somos aquellos que cambiamos radicalmente la bestialidad por la humanidad; los que creemos en la reivindicación de los explotados; los que realizamos que la patria es para todos o no es para nadie; los que distribuimos la riqueza y no la concentramos en élites, argollas o apellidos; los que pensamos que los deberes y obligaciones son para ricos y pobres y que las leyes en la construcción de un verdadero estado de derecho son para respetarlas no para violarlas.
Los radicales somos aquellos que creemos que la gratuidad de la salud y la educación es un tema de derecho y dignidad humana; somos los que soñamos una nación prosperada y desarrollada por la inspiración de hijos que la amen de verdad y que se enorgullezcan de lucir carreteras de primer mundo, de saberse comunicados, de tener energía hasta en el último rincón del país donde los hospitales, los centros de salud y las escuelas sean parte de la infraestructura común de cada territorio.
Los radicales somos aquellos que desechamos de tajo esos mecanismos sangrientos de creer que la alternabilidad en el poder se logra únicamente a través de las balas o los golpes de estado; somos aquellos que por saber el peso específico que nos representa la paz la sabemos defender; somos los que jamás vamos a permitir que vengan ajenos a la santidad de nuestro hogar a decirnos qué hacer o qué no hacer; somos una generación de guerreros que demostramos que hacemos de la verdad y de la razón las armas más poderosas de nuestro arsenal defensivo contra la calumnia, la difamación y la amenaza de muerte que es el artificio y lenguaje recurrente de los cobardes y traidores.
Los radicales somos los que estamos llevando a Nicaragua a sitiales insospechados y somos de quienes hablan desde afuera aquellos que nos citan como la nación a la que hay que seguir de cerca porque estamos tomando distancia, nos estamos separando y nos estamos perdiendo de vista en todos los temas ante aquellos que antes nos miraban por debajo de los hombros o como cualquier cosa.
Esa actitud radical de los que aquí tenemos patria es la que le revuelve los intestinos a los que no tienen más que hacer que comerse sus propias heces porque saben que ellos tomaron la decisión de suicidarse políticamente para la posteridad de los tiempos, que fueron ellos los que decidieron el castigo que hoy merecen y que mientras el tiempo pasa nosotros seguimos creciendo y ellos disolviéndose en el más profundo de los ignoros.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.