La Transición entre el Altar y el Pesebre
Cada diciembre en la Avenida Bolívar se produce un hecho que, para algunos pasa desapercibido, pero que tiene un profundo simbolismo y significado, me refiero a la transición mágica y creativa de los altares al pesebre. Este es un acontecimiento que puede ser interpretado desde varias perspectivas, la histórica, física, mística y espiritual. En todas y en cada una de esas dimensiones nos encontraremos con un común denominador como lo es la transición con sus símbolos y mensajes.
El origen de los altares no está en el templo, sino en los montes altos, en las colinas de los cerros. En la antigüedad, por ejemplo, en la cultura mesopotámica el ALTAR era un lugar de sacrificio, donde las religiones politeístas ofrecían conjuros y sacrificios humanos a sus dioses. El lugar escogido para esos altares eran las montañas o lugares altos, de ahí el nombre de El Shadai. Esa tradición fue asumida por la cultura hebrea monoteísta, para ofrecer sacrificios llamados holocaustos al único Dios Elojim, Adonai o Hashem. Dentro de esa visión monoteísta Abraham hizo un altar en las colinas del monte Moriah con leña y fuego para ofrecer a su hijo Isaac. Más tarde en el Monte Carmelo se libró una batalla espiritual entre los 400 profetas de Baal y el profeta Elías y, un altar fue el escenario pare dirimir mediante el fuego quien era el verdadero Dios, si el dios Baal o si el Dios de Elías.
La estructura física de los altares era muy sencilla, un montículo de piedras y leña, porque el alma del altar era el fuego para quemar el sacrificio. Esa estructura originaria no tenía figuras de ángeles o de querubines porque el fuego y la ofrenda era el centro de todo.
La dimensión mística o sacramental del alatar se centraba en el ritual o ceremonia cultica. En la cultura y religión judía en y frente al altar se ofrecían las ofrendas por la expiación de los pecados.
UN ALTAR SOBRENATURAL:
Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabet también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que era llamada estéril; porque ninguna cosa es imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella” (San Lucas 1:26-38.
Este relato bíblico escrito con detalles impresionantes, nos dice que el Ángel Gabriel con la jerarquía de arcángel “entro a la casa” donde estaba aquella joven virgen de nombre María. En aquel momento ese hogar, esa casa humilde se convirtió en el altar de la anunciación donde la gloria de Dios se hizo presente. Es en el altar de la vida, donde el ángel le anuncia a María que ella sería la madre de Jesús.
El tránsito entre el altar de la anunciación y el pesebre fue corto, marcado por el exilio y la persecución. En el primer escenario solo estaba María y el mensajero de Dios, fue un encuentro secreto, intimo personal. En el segundo escenario, en el pesebre estaba María y José, la representación de la creación animal, la representación de las naciones en la figura de los magos de Oriente, las ofrendas del altar traídas al pesebre incienso, oro y mirra para el profeta, sacerdote y rey, mientras un coro de ángeles desde las nubes daba glorias a Dios, realmente un escenario irrepetible.
En la tradición religiosa nicaragüense en un mismo mes y en un mismo espacio se puede apreciar ambos escenarios, pasando por un proceso poco perceptible para algunos; de altares a pesebre, toda esa escenografía sufre una leve metamorfosis, transformándose de un altar a un pesebre con cantos y música para cada escenario. Lo ritual, lo cultico y lo espiritual de alguna manera se cruzan y se entrelazan en un mismo hecho, porque Jesús debe ser el centro del altar y del pesebre. Él es el centro del calvario y de la historia, Él es el Alfa y la Omega, el principio y final de todo lo que existe. Y Tal como reza el magníficat de la Virgen María El “ha hecho proezas con su brazo; ha esparcido a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Ha quitado a los poderosos de sus tronos; y ha exaltado a los humildes; a los hambrientos ha colmado de bienes y ha despedido a los ricos con las manos vacías” (San Lucas 1: 52-53) a Él, solo a Él sea la Honra, la Gloria y el Poder por los siglos de los siglos.
Rvdo. Miguel Ángel Casco González
Presidente de la Coordinadora Evangélica y de la Comunidad de Fe.