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  • 16 enero, 2020

Las minorías deben respetar


Por| Moisés Absalón Pastora

El respeto es la piedra angular de la convivencia y es uno de los valores fundamentales que debemos cultivar desde la primera escuela que es el hogar.

Siempre he insistido en que parte de fundamental en toda democracia es el respeto a las minorías. Yo creo que desde cualquier punto de vista ser mayoría implica tener una inmensa responsabilidad porque son los que están sintonizados en una misma frecuencia, los que son capaces, por efecto de una voluntad común, de materializar ideas y concretar planes. Sin embargo, siempre es importante tener presente lo que las minorías piensen, porque aún en los reductos, uno puede encontrar visiones que enriquezcan lo que la colectividad aprecia sobre cualquier asunto, que, sobre todo, esté perfilando beneficios que sean comunes a la sociedad.

Esto que de entrada expongo, lo del RESPETO de las mayorías hacia las minorías, seguramente es una máxima en el mundo democrático y no lo dudo, pero para que esto funcione se necesita de dos, igual a un Tango para ser bailado, y eso implica también, que, en este caso, para que funcione, debemos hacer del RESPETO, la música para poder bailar ese Tango.

Es correcto que las mayorías respeten a las minorías, pero es igualmente correcto que las minorías respeten a las mayorías. Lo que planteo es una ecuación, es una ruta de dos vías, que nos permite ir y venir, estirar y encoger, dar y recibir, como parte de la naturaleza humana para ser seres sociales. Si esta conducta no es descifrable entre los más y los menos nos vamos a enredar porque cuando las porciones, independientemente de sus tamaños, se saben violentadas, irrespetadas, abusadas, entonces lo que se impone es un mecanismo de defensa natural porque se puede ser manso, pero no menso.

Estamos en el 2020 y aquí tenemos suficientes herramientas y elementos que nos permiten deducir de qué lado está la mayoría y quien es, a quien sirve y que hace la minoría en este país y lo primero que se me ocurre sobre este ínfimo reducto de fracasados es que por muchísimo menos de lo que nos han hecho a la mayoría en esta Nicaragua que quiere paz, en cualquier otro país, estarían como inquilinos del más exigente sistema penitenciario y esto que expreso no tiene ninguna contradicción con el tema que desarrollo: El respeto de las mayorías a las minorías.

El respeto es la piedra angular de la convivencia y es uno de los valores fundamentales que debemos cultivar desde la primera escuela que es el hogar, desde el colegio donde aprendemos, desde la universidad donde nos preparamos profesionalmente, desde nuestro trabajo desde donde construimos el desarrollo y es algo tan determinante que corresponde implementarlo con nuestra familia, entre amigos y todas las personas que nos rodean.

El respeto es la base sobre la que sustentamos las relaciones con las personas, con nuestro medio ambiente, por tanto, es esencial para que exista una sana convivencia y para que se imponga la armonía en la comunidad que habitamos.

El respeto es el norte para el desarrollo sano en cualquier nación porque sin él la razón se convierte en nada en un mundo donde lo único que puede imponerse es el caos y la anarquía como principal estímulo para la delincuencia.

El respeto es una vía que nos conduce hacia lo correcto. Sin él las relaciones interpersonales se llenan de conflictos e insatisfacciones porque entonces dejamos de tener parámetros civilizados que como fronteras nos tracen una raya para tener una idea clara entre lo que se puede permitir y lo que no podemos traspasar. Si no respetamos a los demás, no van a respetarnos a nosotros, y si no nos respetamos a nosotros mismos tampoco vamos a ser respetados por los demás.

El respeto es esencial para sentirnos ocupantes de un espacio de seguridad donde nos podamos expresar sin miedo a ser juzgados, humillados o discriminados, por el pensamiento ajeno, por muy contrario que este pueda ser al nuestro, porque que el respeto es el padre de la tolerancia, porque la tolerancia, de la misma manera, es la que nos conduce a la paz pues de ella surge la auténtica democracia donde las mayorías respeten a las minorías pero donde también las minorías respeten a las mayorías sin pretender por cualquier sinrazón recurrir a sofismas para arrebatar espacios que ni les corresponden ni están dentro del consenso de las grandes mayorías.

El respeto no es guardar nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestra ideología o nuestra preferencia política porque a alguien, a pocos o muchos nos les agrada lo que vaya a expresar, sino que el respeto es aceptar que el que está al otro lado tiene derecho a decir lo que piensa y que el que no está de acuerdo con mi línea de pensamiento puede hacérmelo ver pero sin insultos, sin descalificaciones, sin odio, sin creer que por no estar en su misma frecuencia entonces yo soy su enemigo y tan enemigo que me desee por eso la muerte o me quiera matar.

El respeto en la familia es aquel amor que no se mide en función de la igualdad de pensamientos, porque es una falta de respeto que, entre padres e hijos, entre hermanos y primos, entre tíos y sobrinos, tomemos distancias porque pensamos diferentes o políticamente andamos por caminos diferentes.

El respeto debe ser por lo que profesamos o pretendemos representar como por ejemplo no confundir el hábito, que definitivamente no hace al monje, con la politiquería.

Escucho cada vez con más recurrencia cómo feligreses católicos desdicen de quienes pretenden ser pastores como profesionales de la fe. En este caso cuando obispos y sacerdotes utilizan los templos, que son casas de oración, ofenden a su feligresía sí, pero también, que es más grabe a Dios, a nombre de quien santifican las más grandes barbaries que el nicaragüense ha sufrido desde el 18 de abril de 2018.

Es una falta de respeto que medios de comunicación que se autoproclaman como abanderados de la verdad absoluta todos los días mientan por un interés tan fanáticamente politiquero, que como en el caso del Nuevo Diario, lo hizo desaparecer por el peso de sus propias mentiras, de una era en el que el periódico impreso se extingue y claro por su nula o escasa demanda por su ya conocido veneno y por el mismo camino, sin duda, va La Prensa S.A, que por el momento sobrevive gracias al financiamiento que le pasa la embajada americana que no es poco por lo que hasta ahora la convierte en el diario al servicio de la mentira y la calumnia y en consecuencia en el más grande irrespetuoso del periodismo y de la verdad.

Señores el respeto no se impone el respeto se gana, el respeto se siembra y se cosecha. Puedo ser lo más feo del mundo, pero si hago cosas buenas la gente me mirará bonito y me respetará y eso tiene que ver no con el cosmético que me pueda poner para hacer amable mi rostro porque eso no es lo que influye en el respeto sino lo que cada quien pueda ser capaz de irradiar desde su propio testimonio de vida.

Como dije antes hay gentes que fueron mis amigos y que por no pensar ahora como ellos me irrespetan pero no son tantos como aquellos que habiendo sido antes mis enemigos ahora me estiman y me respetan, no por pensar igual que ellos sino porque fui capaz de ver desde el terreno de la realidad quienes hacen por la paz, quienes hacen obras, quienes hablan de reconciliación, quienes han sido capaces de poner la otra mejilla, quienes no se detienen frente a la adversidad, quienes son capaces de luchar contra monstruos desde la razón que les asiste y aun así sobrevivir y estar de pie con la frente en alto, digno ante el poderoso, que cree que es grande por su tamaño pero al final enanizado por la historia de un David que venció al gigante.

El respeto no puede ser exclusivamente para los superiores. Es una norma indispensable para tener relaciones armónicas con quienes nos rodean. Y por eso es una cualidad que debemos cultivar con esmero en la familia.

Todos necesitamos que nos respeten para sentirnos apreciados y valorados. No solo hay que respetar la ley, las normas de cortesía, los horarios, los reglamentos, sino que, ante todo hay que respetar a los demás, a los padres y a los abuelos, a los jóvenes y a los pequeños, a los conocidos y a los desconocidos y, en primer lugar, a los seres más queridos que suelen ser a quienes más nos atrevemos a irrespetar porque damos su amor por descontado. El respeto no hay que demandarlo si no ante todo hay que merecerlo y modelarlo. Son nuestras conductas, actitudes, y virtudes, y no el temor que infundimos. Es la amabilidad con que tratemos a los demás y que les demostremos a nuestros seres queridos, lo que nos hará dignos de su respeto y admiración. Respetarnos es también lo mejor que les podemos enseñar con nuestro ejemplo y lo mejor que podemos aportar al bienestar de nuestro hogar.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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