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  • 6 marzo, 2023

Las velas abiertas de Nicaragüita


Por: Fabrizio Casari

El anuncio de un importante crecimiento en los volúmenes de tráfico portuario nicaragüense, es una noticia que no encontró su camino en la corriente principal de los maestros de las noticias. Sin embargo, al BCIE (Banco Centroamericano de Integración Económica) le pareció ciertamente digna de mención, porque es precisamente su financiación de proyectos de modernización y mejora de la eficacia de los servicios portuarios, que llegarán a contar con dos nuevos atracaderos (uno de ellos turístico) y una capacidad de almacenamiento y depósito para tres mil contenedores, a los que se añadirán silos con una capacidad de ocho mil 400 toneladas para la importación de cereales. Una vez concluido el proyecto de modernización, el puerto podrá acoger 20 buques, frente a los 12 actuales.

A esto hay que añadir el proyecto de construcción del puerto de aguas profundas de Bluefields, un proyecto que contará con unos 594 millones de USD de financiación, que servirán para aliviar las exportaciones y los costes de las operaciones portuarias.

A los medios distraídos, les señalamos que la noticia del día es ésta: entre el aumento de la producción y el apoyo financiero de los organismos monetarios internacionales, Nicaragua continúa en su crecimiento sistémico. Es decir, en un crecimiento que no es fruto de una coyuntura económica favorable, sino el resultado de una cuidadosa y bien pensada estrategia socioeconómica que, desde 2007, viene empleando el Gobierno liderado por el presidente, comandante Daniel Ortega, y la vicepresidenta, Rosario Murillo.

El crecimiento de Nicaragua, que desde 2007 (cuando regresó Daniel a la Presidencia) hasta el año 2017, había promediado entre 4 y 5 por ciento anual; ha disminuido ligeramente solo en el 2018, debido al intento de golpe criminal que, habiendo producido USD 1,800 millones en pérdidas, ha frenado el curso del crecimiento.

Pero a pesar de las inversiones para reparar las heridas económicas producidas por la intentona de golpe de Estado, hasta en el 2018 se consiguió poner el signo “+” en el balance económico del país. El daño causado fue limitado en sus consecuencias precisamente por una estrategia de planificación económica que demostró que podía navegar incluso en aguas tormentosas sin perder el control del timón.

También hay que considerar que los extraordinarios resultados que un país de sólo 6,7 millones de habitantes presenta tanto a sus amigos como a sus detractores, se logran a pesar del marco general de sanciones norteamericanas y europeas al que está sometida Managua. Esto se debe básicamente a dos elementos: el primero es que las sanciones impuestas por Washington a instancias del latifundio golpista que ahora busca patria han tenido un impacto relativo en la economía. Gracias a la capacidad de concentrar la producción y la exportación en productos muy necesarios en los mercados de Estados Unidos y americanos en general, se ha producido una necesidad mutua de comercio y no sólo una necesidad unilateral de exportación.

Además, los acuerdos políticos y económicos entre Nicaragua y China, así como con Rusia e Irán, hacen que las medidas unilaterales sean de fogueo. Cualquier embargo de productos nicaragüenses en EEUU los convertiría en un aumento de las importaciones de alimentos chinos, que necesitan más que nunca alimentos y energía.

¿Nicaragua aislada?

Aunque el chamorrismo apátrida sigue difundiendo noticias falsas y análisis tullidos de la realidad nicaragüense, que supuestamente muestran lo aislada que está Nicaragua, (suena un poco a la historia del portaaviones en la carretera de 2018, ¿no? ) Andrés Oppenhaimer, portavoz de la Gusanería Latinoamericana de Florida, señala en un artículo del Miami Herald, que las exportaciones de Nicaragua a Estados Unidos superaron los 5,700 millones de dólares el año pasado, casi el doble de los 3,200 millones de 2017. Lo que significa una sola cosa, bastante clara y de por sí extraordinaria: el crecimiento del comercio exterior nicaragüense ha sido del 78% en seis años. Los países europeos, por ejemplo, han estado entre el 21% y el 34% de crecimiento desde 2018. Teniendo en cuenta que el comercio exterior se define como el intercambio de bienes y servicios entre dos o más países, ¿realmente este resultado pone de manifiesto el aislamiento de Managua? O por el contrario, ¿es una clara señal de una imperiosa y constante presencia creciente de las relaciones económicas entre Managua y sus socios comerciales?

Sin embargo, el estribillo permanente de la derecha internacional que apoya a los golpistas repite servilmente lo aislada que está Nicaragua internacionalmente. Eso sí, le dan la palabra a un desconocido que se presenta como premio Nobel de geopolítica, pero este es, en general, el tema que se repite obsesivamente. Pues bien, nada más falso, ya que los datos que se acaban de presentar demuestran que Nicaragua no está aislada ni política, ni diplomática, ni comercialmente. Y no sólo no está aislada de los países amigos o con posiciones “neutrales”, sino que tampoco lo está de sus principales enemigos. Empezando por Estados Unidos, con el que, para subrayar cuánta distancia hay entre la propaganda y la realidad, entre la difusión de una imagen instrumentalmente política y la verdad de los hechos, está el poderoso incremento de las exportaciones nicaragüenses.

Contribuye significativamente al crecimiento del PIB nicaragüense el envío de remesas, que han alcanzado los 1400 millones de USD (casi el 11% del PIB). Este dinero, el 76% del cual procede de nicas residentes en EE.UU., contribuye a aumentar el volumen de divisas que inyectan riqueza directa e indirecta en el país. Al aumentar el poder adquisitivo, alimenta la economía nacional, lo que en consecuencia beneficia a la economía en general a través de la masa monetaria circulante y su impacto en el crecimiento del PIB.

Por otra parte, está el capítulo estratégico de la financiación por parte de los organismos financieros internacionales, tanto a nivel regional como intercontinental, que son el mayor testimonio de fiabilidad del marco sistémico nicaragüense. Primero porque consideran al país gobernado por Daniel y Rosario como altamente confiable en cuanto a la ejecución de los proyectos que se financian. En segundo lugar, porque identifican a Nicaragua como un país donde, si es suficientemente estimulado por el capital internacional, la expansión económica puede generar, en el corto y mediano plazo, el marco de desarrollo económico más importante de Centroamérica.

De hecho, el presidente del BCIE, Dante Mossi, en una entrevista con la agencia española de noticias EFE, calificó de “ejemplar” la ejecución por parte de Managua de los proyectos financiados,  recordó que los criterios por los que se concede financiación a Managua son los mismos que se aplican a todos los países y subrayó que la concesión de fondos a Nicaragua es “fruto de una decisión tomada con consenso regional”. Para nosotros -añadió Mossi – Nicaragua es un buen ejemplo de cómo llevar a cabo proyectos financiados por organismos internacionales”.

Está claro que dentro de este “buen ejemplo” hay una valoración global de la forma en que el gobierno del GRUN gestiona la financiación recibida y esto, antes que cualquier otra cosa, significa que la incidencia de la corrupción en los grandes proyectos públicos está ausente, de lo contrario el despilfarro habría prevalecido y habría sido cualquier cosa menos “un buen ejemplo”.

Hay un aspecto político inherente que no debe pasarse por alto. A pesar de las proclamas propagandísticas de EEUU y la UE, a las que algunos presidentes sudamericanos de soberanía limitada y estrechez de miras, ansiosos por quedar bien ante el gigante del Norte, está claro que Nicaragua no es percibida internacionalmente como una “dictadura” o como un gobierno que viola los derechos humanos. De lo contrario, como en el caso de otros países, el bloqueo total de la financiación y de las líneas de crédito a Managua habría sido ordenado por Estados Unidos y otros países.

Si esto no ha sucedido, es porque fuera de la gritada publicidad de los amos mediáticos, los gobiernos saben perfectamente que Nicaragua se ha inspirado, en todos sus ordenamientos jurídicos y constitucionales, en normas internacionalmente aceptadas, en sentencias de mérito aplicadas unánimemente en todas partes del planeta. Si algo caracterizó las decisiones tomadas por las autoridades nicaragüenses fue una excesiva flexibilidad y una marcada voluntad de perdón, debido a la necesidad de devolver al país su crecimiento y liberarlo del odio.

Ni siquiera se menciona que la ley en los EE. U. U., Gran Bretaña y otros países permite la revocación de la ciudadanía. Lo saben bien en Washington, donde se puede revocar la nacionalidad y la ciudadanía por “participar en una conspiración para derrocar, suprimir o destruir por la fuerza al gobierno de los Estados Unidos”. E incluso Londres, que con desprecio de la historia real se autodefine “la más  antigua democracia del mundo”, tiene poco que criticar: ha ofrecido la nacionalidad a los criminales nicaragüenses, pero mientras tanto podría empezar a devolvérsela a los 767 ciudadanos desde 2010, súbditos de Su Majestad, a los que se les ha retirado la nacionalidad británica como consecuencia de la reiteración de delitos y faltas cometidos. ¿Tendrá Managua que redactar en inglés los rasgos indispensables de su soberanía?

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