NicaNotes: ¿Cuál es el camino por seguridad para la solidaridad?
Por: Chuck Kaufman
Recientemente, ha habido, conversaciones sobre la decisión del gobierno de Nicaragua de arrestar a ciertas personas por lavado de dinero y violaciones a la Ley de Agentes Extranjeros aprobada en octubre, 2020, así como la Ley de diciembre del mismo año que tipifica como delito la traición a la Patria. La Ley de Agentes Extranjeros, como la Ley de Registro de Agentes Extranjeros de Estados Unidos, requiere que las personas y organizaciones se registren si reciben fondos del extranjero y presenten informes sobre cómo se gasta ese dinero. Uno pensaría que cometer traición al pedir a un gobierno extranjero que derroque a su propio gobierno elegido democráticamente, sería por su naturaleza un crimen. Fue hasta diciembre de 2020 que la Ley 1055 lo hizo así en Nicaragua.
No hay duda que estas detenciones y el cierre de algunas ONG hacen que nuestra solidaridad trabaje más duro. Pero eso no es una crítica al gobierno electo de Nicaragua. Más de cuarenta años de historia confirman que Nicaragua no gana nada tratando de complacer a Estados Unidos. Mi opinión es que nada que nosotros, como activistas solidarios, pudiéramos haber hecho para explicar la realidad en Nicaragua y nada que el gobierno pudiera haber hecho, hubiera apaciguado a Estados Unidos para reconocer la validez de las próximas elecciones presidenciales.
El Gobierno Revolucionario liderado por Daniel Ortega en la década de 1980 intentó superar los obstáculos impuestos por Estados Unidos. La única reacción de Estados Unidos fue establecer mayores obstáculos. Como activistas solidarios, estamos jugando a ser tontos útiles, si creemos que nuestros testimonios sobre la verdadera realidad en Nicaragua, convencerán a los políticos estadounidenses para que cambien la arraigada política de imperialismo de nuestro país. Los argumentos razonados no influyen en los votos del Congreso. El dinero lo hace. El miedo a perder su poder sí lo hace. No podemos competir a nivel monetario, pero podemos hacer que teman perder las próximas elecciones. De hecho, lo logramos en el movimiento de solidaridad en la década de los ochenta, incluso convenciendo al Congreso de que cortara la ayuda a la Contra por un tiempo.
Por eso es importante hacer esas llamadas al Congreso y escribir esas cartas al editor. No es que una llamada en particular, vaya a cambiar un voto o que una carta en particular vaya a cambiar la opinión pública, pero son herramientas para construir un movimiento que podrá incidir en la política, sin importar el partido que ostente las riendas del poder.
La Solidaridad es trabajar para cambiar, para aplastar el imperialismo y el capitalismo de Estados Unidos. Por eso nuestro trabajo nunca se trata sólo de Nicaragua. Se trata de Nicaragua y Venezuela y Cuba y Bolivia y así sucesivamente. El poeta nicaragüense Roberto Vargas me dijo una vez: “La solidaridad con Venezuela es la solidaridad con Nicaragua porque si Venezuela cae, todos caemos”. La Alianza para la Justicia Global (Alliance for Global Justice) actúa sobre esa premisa todos los días.
Los nicaragüenses se levantaron en una revolución sangrienta que derribó la dictadura de Somoza y el dominio de Estados Unidos hace casi 42 años. No tienen la obligación de seguir las reglas de la democracia liberal occidental que los esclavizó en primer lugar. La derrota electoral de 1990 fue en parte el resultado de tratar de cumplir con las condiciones exigidas por Estados Unidos, mientras Estados Unidos continuaba matando y destruyendo y al mismo tiempo arrojando una abrumadora cantidad de dinero y propaganda en las elecciones. Se gastaron demasiadas vidas para ganar la liberación nacional como para regalarla al esquema de conteo de narices, manipulado por la oligarquía, que en Estados Unidos llamamos democracia, donde las reglas han sido manipuladas a favor del capital y de hombres blancos dueños de propiedades desde que nos convertimos en nación. Nicaragua no tiene la obligación de cooperar en el derrocamiento de su Revolución en una ruleta amañada.
Nuestras estrategias de solidaridad no deben tratar a Nicaragua como una víctima y no debemos disculparnos porque Nicaragua protege su soberanía con reglas similares a las de Estados Unidos para mantener el dinero extranjero fuera de sus elecciones. Tampoco debemos disculparnos cuando se arresta a personas por acciones que son delitos en la mayor parte del mundo, incluido Estados Unidos. El hecho de que cometan estos delitos para lograr los objetivos imperialistas de Estados Unidos, no hace que el lavado de dinero o la incitación a la traición sean legales, ni que las personas arrestadas sean etiquetadas como presos políticos. Ninguno de ellos es candidato de ningún partido de la oposición y ninguno puntea por encima de un dígito en las encuestas de opinión pública, contrariamente a lo que la prensa corporativa quiere hacernos creer.
Nuestra solidaridad necesita levantar a Nicaragua como el país heroico que es; un país y un gobierno que alimenta a sus niños, los mantiene saludables y los educa para que sean médicos, maestros y agricultores sostenibles. Repetimos el viejo dicho de que Nicaragua es la “amenaza de un buen ejemplo”, pero a menudo no actuamos como si ese fuera el vivo y poderoso llamado a la acción que todavía sigue siendo. Mi reto es que pongamos nuestra energía en ayudar a contar las historias de éxito de Nicaragua frente al implacable sabotaje por parte del matón más fuerte del mundo, tal como hacemos cuando criticamos el último proyecto de ley de sanciones o un artículo del New York Times o The Guardian. No digo que no se hagan esas cosas, pero demos el mismo fervor y promoción a los increíbles logros de la revolución sandinista y lo que esos logros significan para nuestra propia lucha por la liberación en nuestro propio país o países