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  • 14 noviembre, 2022

Nicaragua – estabilidad en una región desequilibrada


Stephen Sefton

Las victorias electorales de Gustavo Petro y de Inácio Lula da Silva este año en Colombia y Brasil han alentado muchas esperanzas sobre el desarrollo de un nuevo fuerte impulso hacia la plena emancipación de América Latina y el Caribe. La reciente reapertura de relaciones entre Colombia y la República Bolivariana de Venezuela ha reforzado ese optimismo, junto con el probable pronto abandono del fracasado impostor Juan Guaidó por sus amos estadounidenses, quienes en la práctica ya aceptan la legitimidad del gobierno del Presidente Nicolás Maduro. De igual manera se espera que el próximo gobierno de Lula da Silva en Brasil va a adoptar políticas que promueven más activamente el desarrollo económico regional.

Pero a nivel general en América Latina y el Caribe, la influencia reaccionaria imperialista de las élites corporativas de Estados Unidos y su gobierno sigue sofocando el libre desarrollo de la región por medio de la agresiva injerencia directa y el siniestro control económico indirecto. En relación a este poder neocolonial económico de Estados Unidos, la Conferencia sobre el Comercio y el Desarrollo de las Naciones Unidas (UNCTAD) ha explorado en su Informe de Comercio y Desarrollo de este año qué implica el fin de las bajas tasas de interés de los bancos centrales occidentales que duraron más de una década hasta el fin de 2021.

Durante ese período, los gobiernos de muchos países en vías de desarrollo asumieron niveles de deuda relativamente altas. Algunos gobiernos asumieron más deuda todavía entre 2020 y 2022, principalmente para poder manejar mejor las dificultades causadas por las medidas internacionales implementadas contra el COVID-19 y también para comprar vacunas. Ahora, los bancos centrales occidentales están subiendo sus tasas de interés, supuestamente para controlar la inflación. Sin embargo, el éxito de tales medidas está en cuestión dado que las principales causas de la inflación a nivel internacional este año no ha sido un exceso de demanda o de aumentos salariales, sino limitaciones en la oferta y el suministro de bienes a nivel mundial.

Al problema de la inflación también ha contribuido el cínico oportunismo de las grandes empresas a nivel nacional e internacional, quienes han inflado los precios de sus productos para aumentar grandemente sus tasas de ganancia. Estos problemas en la economía global se han complicado más todavía con la operación especial militar rusa en Ucrania y las contraproducentes medidas de coerción occidentales contra la Federación Rusa, las cuales han afectado seriamente a las mismas economías occidentales que las aplicaron. En general, los países con niveles de endeudamiento relativamente altos van a tener problemas por motivo tanto de los mayores pagos de interés como por motivo de la fuga de inversiones y capitales, especialmente hacia los mercados financieros de Estados Unidos.

Al fin de octubre de este año el valor del dólar estadounidense había ganado 22% contra el yen de Japón y 13% contra el Euro. El aumento del valor del dólar en los mercados internacionales complica todavía más la situación de las economías nacionales de los países en vías de desarrollo. Esta realidad es otra expresión de cómo la dominación occidental de la economía mundial y su orden financiero drásticamente limitan las posibilidades de los países del mundo mayoritario de desarrollar sus economías. Y a pesar de los avances hacia un mundo multipolar con mayores opciones comerciales y financieras, gracias principalmente a China, las naciones de regiones como África o América Latina y el Caribe siguen sujetas al dominio neocolonial de Estados Unidos y sus aliados.

Esto provoca un dilema para las y los dirigentes socialdemócratas de América Latina y el Caribe. Puede ser que favorecen políticas progresistas de la integración regional que permiten actividad económica en mayor escala y mayor intercambio comercial dentro de la región. Pero siempre sienten que tienen que estar atentos a lo que desean las autoridades estadounidenses y europeas y los dueños corporativos de aquellos gobiernos. Esta realidad se refleja en mayor o menor grado en el comportamiento de dirigentes como  Lula da Silva, Andrés Manuel López Obrador, Alberto Fernández, Gustavo Petro y Gabriel Boric, por ejemplo en la imprudente, incoherente e inoportuna invitación de parte de Gustavo Petro al Comando Sur estadounidense y hasta la OTAN de intervenir para proteger la Amazonia.

Dentro de este contexto regional las múltiples contradicciones a nivel nacional en países como Argentina y Brasil, tienden a reflejarse también en las políticas externas de sus gobiernos. Argentina ha solicitado acceder al grupo de BRICS a la vez que sigue sujeta a las condiciones neoliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional por motivo del acuerdo de endeudamiento negociado por el corrupto gobierno anterior de Mauricio Macri. Al mismo tiempo que las relaciones de los países de la región con China han avanzado de manera bastante positiva, siguen participando en la Organización de Estados Americanos a pesar de su naturaleza y comportamiento como herramienta neocolonial al servicio de Estados Unidos. Solo Cuba, Nicaragua y Venezuela la han rechazado.

Esta claro que la política regional de Estados Unidos consiste en debilitar la capacidad de defensa de la soberanía nacional de los países de la región por medio de múltiples tipos de injerencia. Su meta es de provocar un ambiente de crisis y polarización en América Latina y el Caribe, lo cual facilita su control e influencia económico, cultural, político y hasta jurídico. Esta constante injerencia multifacética de Estados Unidos, sea directa por medio de sus militares, diplomáticos, corporaciones y banqueros o por medio de las acciones de sus diversos aliados locales, ha provocado inseguridad, violencia e inestabilidad política en muchas países de la región.

En Ecuador y Haití hay violencia aguda y un colapso de la autoridad de sus gobiernos. En Perú, el gobierno de Pedro Castillo ha sido paralizado por una guerra institucional y jurídico de parte de la oposición. Brasil también está altamente polarizado. Lula da Silva ganó las elecciones con un margen de votos muy pequeño, apoyado por una coalición con muchas diferencias internas. Al asumir el gobierno, tendrá que enfrentar una legislatura dominada por la oposición en un país donde la mayoría de sus estados componentes también serán gobernados por la oposición.

Argentina tendrá elecciones nacionales el próximo año en un ambiente de mucha incertidumbre lo cual favorece a la derecha, que logró un avance importante al fin de 2021 ganando control del senado en las elecciones legislativas. En Bolivia la violenta oposición racista en Santa Cruz sigue promoviendo acciones golpistas contra el gobierno de Luis Arce. En Chile, Gabriel Boric no ha podido formular un proyecto de nación capaz de enfrentar y vencer la interminable guerra de clase de la derecha, un fracaso político expresado en la derrota de la propuesta para una nueva constitución. Con matices diferentes, estos mismos patrones de polarización, inestabilidad e inseguridad tienden a caracterizar a México, Guatemala, Honduras y El Salvador.

Cuba sigue de pie como modelo indomable de la defensa de la dignidad nacional pero su población sufre extremadamente como resultado del despiadado bloqueo genocida estadounidense. El gobierno bolivariano del Presidente Nicolás Maduro y el pueblo venezolano han superado los peores impactos de las innumerables medidas coercitivas ilegales, sabotajes e intentos de magnicidio por los Estados Unidos, la Unión Europea y el gobierno colombiano de Iván Duque. Pero tomará tiempo para lograr la plena recuperación de su economía y sociedad después de más de una década de salvaje agresión occidental, la cual sigue vigente, como demostró la reciente renovación por la Unión Europea de sus ilegales medidas coercitivas contra Venezuela.

Son pocos los países políticamente, económicamente y socialmente estables en la región. En los países del sistema centroamericano, República Dominicana, Costa Rica, Panamá y, especialmente, Nicaragua muestran los mayores niveles de estabilidad. Nicaragua lo ha logrado a pesar de las persistentes agresiones de Estados Unidos y sus aliados. Su sociedad y economía asimilaron en poco tiempo las graves secuelas económicas del fallido intento de golpe de 2018 organizado y dirigido por Estados Unidos y algunos países de la Unión Europea. Prácticamente las habían superado cuando inició el Covid-19 en 2020, lo cual también superó con destacado éxito, De igual manera ha logrado ajustar su economía a las sucesivas medidas coercitivas ilegales norteamericanas y europeas de los últimos cinco años, logrando en 2022 un crecimiento de su producto interno bruto superior al 5%, entre las más altas de América Latina y el Caribe. Las elecciones municipales del pasado 6 de noviembre probaron que Nicaragua ha logrado una cohesión y unidad política y social con paz y seguridad ciudadana que siguen siendo un sueño lejano para lo demás de América Latina. Junto con los procesos revolucionarios de Cuba y Venezuela, el Pueblo Presidente de Nicaragua defiende la dignidad nacional y soberana y promueve la emancipación e integración de la región en un mundo multipolar, sin ninguna ilusión que las genocidas élites norteamericanas y europeas van a ceder un ápice de su poder económico.

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