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  • 1 junio, 2021

Nicaragua, una Revolución que vale la pena defender


En un reciente artículo “Washington: nuevo intento de derrocar al gobierno nicaragüense” Pablo Jofre Leal reconoce que Nicaragua, es blanco de la agresión imperialista de los Estados Unidos y sus peones regionales, más que nunca en este año electoral. También nota lo absurdo de la declaración yanqui de que Nicaragua es un peligro para la seguridad nacional de EE.UU. y observa cómo los medios de comunicación de manera rutinaria describen falsamente a Nicaragua como una dictadura, enfocando su campaña de odio más que todo en el Presidente Comandante Daniel Ortega. Jofre Leal resume de manera precisa y correcta que Nicaragua, igual que Bolivia, Cuba y Venezuela es objeto de una conspiración entre EE.UU. y sus aliados europeos para desestabilizar el país por medio de guerra económica, guerra psicológica, y el financiamiento de organizaciones y políticos opositores.

Luego, su artículo pasa a enunciar una serie de problemas que en su opinión el gobierno del Presidente Daniel Ortega tiene que superar, pero lo hace en base a un artículo completamente falso de la realidad nicaragüense. Jofre Leal documenta sus reservas en relación al gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional y del Presidente Ortega por medio de una referencia a ese artículo de Tomás Andino Mencia en el que ese autor demuestra su total ignorancia sobre la realidad de Nicaragua. Si se quiera hacerse una idea de las falacias de Andino Mencia puede seguir este enlace.

Que personas inteligentes acepten esta clase de falsedades promovidas por la oposición nicaragüense y sus secuaces regionales indica una falta de rigor intelectual en sectores de la izquierda latinoamericana en relación a Nicaragua. Casi todas estas falsedades tienen su origen en personas y organizaciones financiadas por los gobiernos imperialistas, principalmente sus apéndices no gubernamentales en Nicaragua. Solamente ese hecho es suficiente para indicar la naturaleza falsa de esas fuentes de información. Es instructivo que en general tanto las fuentes oficiales del gobierno sandinista, como sus medios afines y aún medios independientes que apoyan la revolución sandinista, en efecto son rutinariamente ninguneadas e invisibilizadas.

Por cierto, tanto los propios revolucionarios nicaragüenses como los compañeros de la solidaridad internacional dentro y fuera de Nicaragua, a lo largo de los años, hemos producido una considerable cantidad de material sobre la realidad del país desde todos los ángulos imaginables. Por ejemplo, los libros “Nicaragua 2018 – ¿Levantamiento popular o golpe de Estado?” y” “La Revolución no se detendrá” o escritos de autores internacionales como Fabrizio Casari, Dick Emanuelsson, Brian Willson, Giorgio Trucchi, Max Blumenthal, Rick Sterling, John Perry, Alex Anfruns, Steve Sweeney o Dan Kovalik. Llama la atención que generalmente la mayoría de los analistas de izquierda prefieran ignorar esta producción solidaria con la revolución sandinista a favor de material de un origen y veracidad más que sospechosos.

En relación al tema de la solidaridad con Nicaragua frente a la agresión de Estados Unidos y sus aliados, Jofre Leal cita la solidaridad de gobiernos de la región y movimientos como el Foro Sao Paulo. Esta solidaridad enfatiza la defensa de conceptos fundamentales del derecho internacional como la no intervención y la autodeterminación. Debemos aclarar que Nicaragua no es un simple objeto de la solidaridad del Foro de Sao Paulo, es un actor de primera fila en esa instancia de coordinación de la izquierda latinoamericana: Junto con Brasil es el país que más veces ha organizado los encuentros del Foro, y de no haber sido por la pandemia de la Covid-19, la cita de este año se habría celebrado en Managua por cuarta vez.

Jofre Leal plantea que la histérica obsesión del gobierno estadounidense contra Nicaragua indica el fracaso de la política imperial en la región y, luego de mencionar las palabras del Presidente Ortega denunciando la intromisión constante del Embajador estadounidense en Nicaragua, termina sosteniendo:

“El gobierno y el pueblo de Nicaragua pueden encontrar de forma independiente la solución pacífica a sus dificultades que han surgido en aras de garantizar el desarrollo socioeconómico sostenible de la sociedad, respetando las normas y principios constitucionales, con el respeto de los derechos humanos y las libertades civiles pero el combate sin cuartel contra el golpismo. Para ello también el gobierno de Ortega debe profundizar en reformas sociales que permitan satisfacer las necesidades sociales y ello implica transitar por una vía, que no sea sólo mantener un modelo que otros países de nuestra América han demostrado sus falencias.”

Es bueno que Jofre Leal se preocupe tanto de Nicaragua y su pueblo como para ofrecer consejos de buena voluntad al Presidente Ortega. Sin embargo, ignora los tremendos esfuerzos del gobierno de Nicaragua de fomentar un diálogo nacional los cuales siguen hasta la fecha sin una respuesta seria de parte de la oposición política del país. En cambio, la oposición en Nicaragua se ha ocupado en solicitar la agresión económica contra su propia patria de parte de los poderes imperialistas y promover la intervención de Luis Almagro, Secretario General de la OEA. Por otro lado, algunos sectores de la empresa privada que nunca se aliaron con los golpistas mantienen excelentes relaciones con el gobierno. Entonces, no es por falta de voluntad a dialogar que el gobierno sandinista no ha podido llegar a un nuevo consenso después de que el consenso anterior al 2018 se rompió.

También es difícil de entender lo que Jofre Leal quiere decir cuando sugiere que Nicaragua debe de “transitar por una vía, que no sea sólo mantener un modelo que otros países de nuestra América han demostrado sus falencias.” En relación a eso, uno podría decir que los intelectuales suramericanos tienen una idea muy superficial de lo que pasa aquí en Nicaragua. De hecho, esta claro que si se toma como referencia las fantasías de escritores como Tomas Andino Mencia no se puede tener la menor idea de que aquí en Nicaragua se está desarrollando un modelo revolucionario.

Una de las razones por las que hay compañeros que tienen dificultad para percibir ese modelo revolucionario de la Nicaragua sandinista en sus verdaderas dimensiones es porque para la Revolución Sandinista en Nicaragua el desarrollo de la economía real es una tarea central. Desgraciadamente, las izquierdas en América Latina y el Caribe, y en el mundo, tienen problemas para visualizar eso. En el peor de los casos, tienden a no ver más allá de la mera redistribución de la renta o, a lo sumo, apoyan alguna que otra versión del capitalismo de Estado.

Pero el socialismo es más que eso, es control de los productores directos sobre los medios de producción. Eso es lo que estamos construyendo en Nicaragua, donde las empresas asociativas, cooperativas y familiares hoy en día responden por una parte decisiva de la economía. La oligarquía todavía está en el país, pero ya no controla las alturas estratégicas de la sociedad y por más que lo intenta, no puede destruir el poder del pueblo.

El artículo de Pablo Jofre Leal demuestra que hay compañeros con muy buenas intenciones que nos quieren ayudar, ya que es muy cierto que somos objeto de las agresiones del imperio. Para el Frente Sandinista ser atacado por el imperio de una u otra forma siempre ha sido una realidad permanente, no es solo de ahora. Sin embargo, debemos constatar que a veces ni siquiera nuestros amigos comprenden cuál es nuestra verdadera situación.

No somos meramente víctimas. Dentro de la precariedad de la realidad centroamericana y caribeña, tenemos con qué defendernos y hemos acumulado un rico acervo de experiencias. Se puede argumentar que en estos momentos la Revolución Sandinista y el FSLN están más fuertes que nunca antes en estos últimos 17 años. Y eso es cierto a pesar de la destrucción que sufrió la economía como consecuencia del “golpe blando” de abril 2018, seguido por los tremendos efectos de la pandemia y de los dos huracanes más fuertes de los últimos 20 años.

¿Cómo es posible haber logrado ese nivel de resiliencia? Sencillamente, porque en Nicaragua manda una Revolución Sandinista. En Nicaragua no manda el neoliberalismo, porque si así fuera:

– No habría educación ni salud públicas, no solo gratuitas, sino de una calidad antes impensada en el país.

– No habrían servicios básicos fuertemente subvencionados y de calidad para los sectores populares.

– No habría una constante mejora en la infraestructura de un país que a pesar de ser de entre los más pobres de América Latina es también uno de los que cuenta con las mejores carreteras.

– No se producirían prácticamente todos los alimentos de consumo popular.

– No se prohibiría la siembra de alimentos transgénicos.

– No sería líder mundial en la participación de mujeres a nivel de gabinetes de Gobierno y tampoco uno de los que más mujeres tiene en el parlamento.

– No sería uno de los países que más ha empoderado económicamente a las mujeres.

– No sería un país en el que los pequeños y medianos propietarios controlan el 80% de la tierra.

– No sería un país en el que esos pequeños y medianos productores son los que efectivamente sacan adelante la economía del país.

Hay un problema de fondo que a muchos les impide entender cuál es el “milagro” de Nicaragua. Creen que la revolución de 1979 pasó y siguió de largo. Eso no es cierto. Lo que ha sucedido en Nicaragua desde 1979 hasta la fecha es parte de un solo proceso que tuvo que superar en condiciones sumamente adversas las secuelas de la guerra impuesta por Estados Unidos además de las secuelas de 16 años de ataque constante por los gobiernos neoliberales a los logros del primer período de gobierno revolucionario del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Las lecciones de los años 80 fueron asimiladas, y lo que hoy se está haciendo, parte de esas enseñanzas, ahora en el contexto no de una guerra, pero sí de una economía regional todavía estrangulada por la mano muerta del capitalismo occidental.

El Frente Sandinista, con el Comandante Daniel a la cabeza, entendieron muy profundamente que el desarrollo de la economía real debe ser y es la tarea fundamental de las y los revolucionarios hoy en día. En un mundo en el que el capital controlado por los monopolios financieros occidentales, no quiere producir, es necesario que las y los trabajadores devenidos en sujetos económicos, prioricen y desarrollen su capacidad productiva. Para lograr esa emancipación de la capacidad productiva del pueblo nicaragüense se ha implementado una democratización verdadera en todos los aspectos de la vida nacional.

El gobierno del Presidente Ortega ha fomentado una economía con políticas de infraestructura, con un sistema de salud, con un sistema de educación que funciona todos juntos de una manera integrada a favor de las y los productores pequeñas y medianas, tanto rurales como urbanas, a favor de las mujeres, a favor de los pueblos indígenas y afrodescendientes, a favor de la juventud. La opinión latinoamericana y caribeña no percibe esta realidad porque, a menudo inconscientemente, tiende a aceptar de manera acrítica las mentiras producidas a escala industrial por una oposición nicaragüense orientada y financiada por sus amos norteamericanos y europeos. Si se quiere opinar sobre la realidad nicaragüense con mayor rigor y seriedad, la mejor manera de hacerlo es de visitar el país y ver por uno-mismo.





Nicaragua – A Revolution Worth Defending
By Jorge Capelan and Stephen Sefton
Global Research, May 31, 2021

Url of this article:
https://www.globalresearch.ca/nicaragua-revolution-worth-defending/5746588

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In a recent article “Washington: new attempt to overthrow the Nicaraguan government” Pablo Jofre Leal recognizes that Nicaragua, is the target of imperialist aggression by the U.S. and its regional pawns, more than ever now in this election year. He also notes the absurdity of the US authorities’ declaration that Nicaragua is a danger to US national security and observes how the media routinely falsely portrays Nicaragua as a dictatorship, focusing its hate campaign mostly on President Comandante Daniel Ortega. Jofre Leal accurately and correctly summarizes that Nicaragua, like Bolivia, Cuba and Venezuela is the object of a conspiracy between the U.S. and its European allies to destabilize the country through economic warfare, psychological warfare, and the financing of opposition organizations and politicians.

His article then goes on to enunciate a series of problems that in his opinion the government of President Daniel Ortega has to overcome, but he does so on the basis of a completely false account of Nicaraguan reality. Jofre Leal documents his reservations in relation to the government of the Sandinista National Liberation Front and President Ortega by means of a reference to this article by Tomás Andino Mencia in which the author demonstrates his total ignorance about the reality of Nicaragua. Anyone who wants to get an idea of Andino Mencia’s fallacies can follow this link.

That intelligent people accept this kind of falsehood promoted by the Nicaraguan opposition and its regional supporters indicates a lack of intellectual rigor in sectors of the Latin American left in relation to Nicaragua. Almost all of these falsehoods originate from individuals and organizations financed by imperialist governments, primarily though non-governmental proxies in Nicaragua. That fact alone is sufficient to indicate the falsity of these sources of information. It is worth noting that, as a rule, both official Sandinista government sources, as well as associated media and even independent media supporting the Sandinista revolution, are de facto routinely ignored and made invisible.

To be sure, both Nicaraguan revolutionaries themselves and international solidarity comrades inside and outside Nicaragua have, over the years, produced a considerable amount of material on the reality of the country from every conceivable angle. For example, the books “Live from Nicaragua – Uprising or Coup?” and” “The Revolution Will Not Be Stopped” or writings by international anti-imperialist authors such as Fabrizio Casari, Dick Emanuelsson, Brian Willson, Giorgio Trucchi, Max Blumenthal, Rick Sterling, John Perry, Alex Anfruns, Steve Sweeney or Dan Kovalik. It is striking that most leftist analysts generally prefer to ignore this intellectual production in solidarity with the Sandinista revolution in favor of material of highly dubious origin and veracity.

On the subject of solidarity with Nicaragua in the face of aggression by the United States and its allies, Jofre Leal cites the solidarity of governments in the region and movements such as the Sao Paulo Forum. This solidarity emphasizes the defense of fundamental concepts of international law such as non-intervention and self-determination. But we should clarify that Nicaragua is not simply an object of the Sao Paulo Forum’s solidarity, but in fact a leading actor in this continental coordinating body of the Latin American Left. Together with Brazil, Nicaragua is the country that has most often organized the Forum’s meetings and had it not been for the Covid-19 pandemic, this year’s meeting would have been held in Managua for the fourth time.

Jofre Leal states that the hysterical obsession of the U.S. government against Nicaragua indicates the failure of imperial policy in the region but, after mentioning the words of President Ortega denouncing the constant meddling of the U.S. Ambassador in Nicaragua, he concludes by arguing:

“The government and the people of Nicaragua can independently find the peaceful solution to their difficulties that have arisen in the interest of guaranteeing the sustainable socio-economic development of society, respecting constitutional norms and principles, with respect for human rights and civil liberties but also with all-out combat against the threat of a coup. For this, the Ortega government must also deepen social reforms that allow satisfying social needs and this implies following a path, which avoids maintaining a model whose shortcomings have been demonstrated by other countries in Our America.”

It is good that Jofre Leal cares enough about Nicaragua and its people to offer well-intentioned advice to President Ortega. However, he ignores the tremendous efforts the Nicaraguan government has made to foster a national dialogue, efforts which continue to date with no serious response from the country’s political opposition. Instead, Nicaragua’s opposition calls for economic aggression against their own nation by the imperialist powers and seeks the intervention of Luis Almagro, Secretary General of the OAS. On the other hand, some sectors of private enterprise that never allied themselves with the coup perpetrators maintain excellent relations with the government. So, it is not for lack of willingness to dialogue that the Sandinista government has not been able to reach a new consensus after the pre-2018 consensus broke down.

It is also difficult to understand what Jofre Leal means when he suggests that Nicaragua should “move along a path, which is not just to maintain a model whose shortcomings other countries in our America have demonstrated.” In relation to that, one could say that South American intellectuals have a very superficial idea of what is happening here in Nicaragua. In fact, it is clear that if one takes as a reference the fantasies of writers like Tomas Andino Mencia one cannot have the faintest idea that here in Nicaragua the government and people are developing a truly revolutionary model.

One of the reasons comrades elsewhere have difficulty perceiving this revolutionary model of Sandinista Nicaragua in its true dimensions is because for the Sandinista revolution in Nicaragua the development of the productive economy is a central task. Unfortunately, the Latin America and Caribbean Left generally and in rest of the world, have trouble visualizing what that means. In the worst case, they tend not to see beyond mere income redistribution or, at best, they tend to support some version of State capitalism.

But socialism is more than that, it means direct producers’ control over the means of production. That is what we are building in Nicaragua, where associative, cooperative and family enterprises today are responsible for a decisive part of the economy. The country’s former ruling oligarchy still exists, but they no longer control society’s strategic heights of society and no matter how hard they try, they cannot destroy the economic and political power Nicaragua’s people have now made their own.

Pablo Jofre Leal’s article shows there are comrades with the best intentions who want to support us, since it is indeed true that we are the under imperialist attack. For the Sandinista Front, being attacked by the empire in some shape or form has always been a permanent reality, it has not started just now and we must point out that sometimes not even our friends understand what our true situation really is.

We are not merely victims. Within the precarious Central American and Caribbean reality, we do have the means to defend ourselves and we have accumulated a wealth of experience. One might argue that at this moment the Sandinista Revolution and the FSLN are stronger than ever before in the last 17 years. And that is true despite the destruction the economy suffered as a consequence of the “soft coup” of April 2018, followed by the tremendous effects of the pandemic and the two strongest hurricanes of the last 20 years.

How is it possible to have achieved that level of resilience? Quite simply, because Nicaragua is guided by a Sandinista Revolution. Neoliberalism has no place in Nicaragua, because if it did:

There would be no public education or health, which is now not only free, but of a quality previously unthinkable in the country.
There would be no heavily subsidized and quality basic services (electricity, water and transport) for the majority of low income people.
There would be no constant improvement in the infrastructure of a country which, despite being one of the poorest in Latin America, is among the countries with the best roads in the region.
Food production would not be at a level where the country is almost 90% self-sufficient in terms of national consumption
Nicaragua would not prohibit the planting of genetically manipulated crops.
The country would not be a world leader in gender equality with majority participation of women in government posts and one of the countries with the highest number of women in parliament.
Nicaragua would not be among the countries that have most empowered women economically at every level.
Small and medium-sized landowners would not control 80% of the country’s land.
Nor would Nicaragua be a country whose small and medium-sized producers are the bulwark defending and making possible the country’s economy development.
An underlying problem preventing many people from understanding the Nicaraguan “miracle” is that they believe the 1979 revolution ended in 1990. This is not true. What has happened in Nicaragua from 1979 to date is part of a single process, one that had to overcome the extremely adverse conditions after the war imposed by the United States as well as resisting 16 years of constant attack by neoliberal governments on the achievements of the first period of revolutionary government of the Sandinista National Liberation Front. The lessons of the 1980s were assimilated, and what is being done today derives from those lessons, now in the context not of a war but of a regional economy still being strangled by the dead hand of Western capitalism.

The Sandinista Front, with Comandante Daniel Ortega at its head, understood very deeply that the development of the real economy should be and is the fundamental task of contemporary revolutionaries. In a world in which capital controlled by the Western financial monopolies does not want to produce, it is necessary that workers become economic subjects, prioritizing and developing their productive capacity. To achieve this emancipation of the productive capacity of the Nicaraguan people, the Sandinista government is implementing a true democratization of all aspects of national life.

The government of President Ortega has promoted an economy with infrastructure policies, with a health system, with an education system, all working in an integrated way in favor of small and medium producers, both rural and urban, in favor of women, in favor of indigenous and Afro-descendant peoples, in favor of youth. Latin American and Caribbean opinion does not perceive this reality because, often unconsciously, it tends to accept uncritically the lies produced on an industrial scale by a Nicaraguan opposition managed and financed by its North American and European owners. If anyone really wants to offer a rigorous, serious opinion on the Nicaraguan reality, the best way to do so is to visit the country and see for oneself.





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