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  • 7 febrero, 2024

Ofrenda a Don Bayardo Cuadra Moreno


(En su tercer aniversario)

Jorge Eduardo Arellano

El 12 de febrero de 2021 la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua (AGHN) perdió a uno de sus más valiosos miembros correspondientes: el ingeniero químico ––graduado en México–– Bayardo Cuadra Moreno (Corinto, 25 de noviembre, 1936). Era, pues, octogenario y de la misma edad que el Papa Francisco; pero únicamente en los últimos meses de su existencia plena y caballerosa, honorable y sin vicio alguno, disminuyeron sus facultades intelectuales. Bachiller del Instituto Pedagógico de Diriamba, fue honesto profesional y un hombre de fe y de cultura. Un gran amigo, amable y respetuoso, que respondía a toda consulta sobre la historia nacional, especialmente acerca de Managua, la de ayer. De hecho, se le consideraba uno de los principales managüistas del siglo XXI. Por varios años difundió sus amplísimos conocimientos capitalinos a través de la radiodifusora 580 y del canal televisivo Extra Plus.

Durante tres décadas, Cuadra Moreno contribuyó al desarrollo de la crónica deportiva nacional, por lo que se le otorgaría un póstumo testimonio de gratitud. Se hallaba entre los creadores del Salón de la Fama de nuestros deportes y él mismo ingresó a dicho Salón, como personalidad deportiva, en 2018. Asimismo, a él se le debió en parte la reconstrucción de la historia del olimpismo nicaragüense. Colaborador de nuestra RAGHN, la coleccionaba con mucho interés. Su último artículo fue una breve semblanza: “El Campeón Daniel Ortiz” (tomo 86, agosto, 2020), el personaje más conocido y popular de los mercados Central y San Miguel en la Managua de los años cincuenta. “Ortiz era un consumado ciclista y motociclista acrobático ––recordó Bayardo–– que efectuaba exhibiciones de sus habilidades en los terrenos de la costa del lago Xolotlán y en la Plaza de la República, para la diversión de niños y chavalos”.

Otra semblanza suya (publicada en el tomo 78, febrero, 2016) trazó Bayardo. Me refiero a la de su coetáneo y también miembro correspondiente de la AGHN Francisco Gutiérrez Barreto, el simpático Pancho Mambo, fallecido en Caracas el 8 de diciembre de 2015. Pero su mejor y más completa exégesis biográfica fue “Monseñor José Antonio Lezcano y Ortega (1865-1952): vida y obras apostólicas” (tomo 74, octubre, 2013), escrito con motivo del centenario de la Provincia Eclesiástica Managüense y leído en el Seminario Nacional cuando la AGHN presentó su número monográfico consagrado a esa efeméride.

Magnífico traductor del inglés al español, Cuadra Moreno lo demostró no solo como narrador de las grandes ligas beisboleras de los EE.UU., en las cuales era experto. Lo fue, igualmente, en tres versiones maestras de crónicas escritas por norteamericanos y difundidas en la RAGHN: la del corresponsal del Times William Krehm: “I’m the Champ” (“Yo soy el campeón”) de 1948, sobre Anastasio Somoza García (tomo 79, julio, 2016); la del pintor de la Guerra de Secesión Gilbert Gaul (1855-1919): “Impresiones personales de Nicaragua en 1890” (tomo 67, septiembre, 2008) y la de Richard Harding Davis (1864-1916): “Fuera de este mundo en Corinto” (tomo 68, noviembre, 2009), capítulo del libro Three Gringos en Venezuela and Central America (1896).

No quiero concluir esta pequeña ofrenda a don Bayardo Cuadra (le antepongo el don dado el señorío que revelaba su personalidad) sin reiterar mi agradecimiento por los honrosos servicios que recibí de él. Prologó mi poemario Extrabases y otras sorpresas/ Memorial de nuestras primeras glorias beisboleras (Managua, JEA-Ediciones, 2013. 149 p.): “Un logro sin precedentes en la literatura beisbolera”. Aceptó mi propuesta de redactar una “Reseña de nuestro beisbol: 1949-1953” como epílogo de mi obra El beisbol en Nicaragua/ Rescate histórico y cultural: 1889-1948 (Managua, Academia Nicaragüense de la Lengua, 2008. 415 p.). Con sus auxilios oportunos, hizo posible ––con Franklin Caldera–– otra investigación: El Cine entre los nicas (Managua, JEA-Editor, 2017. 342 p.). Y también colaboró en otros libros míos como el perenne e inagotable “banco de datos” que tenía disponible para todo y para todos en su archivo vertical: una vasta colección de fólderes llenos de recortes de periódicos sobre múltiples temas con sus respectivas fuentes y dataciones.

Tras fallecer Rubén Darío, don Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) exclamó: “Y ahora, ¿a quién leeré mi ‘Lámpara maravillosa’?”. Glosando esta anécdota, ya desaparecido don Bayardo Cuadra Moreno, pregunto y contesto: ¿A quién consultaré para proporcionarme información veraz y corregirme posibles errorcillos? ¡A nadie!

 

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