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  • 30 mayo, 2022

Palabras del Presidente de Díaz-Canel en la apertura de la XXI Cumbre del ALBA-TCP


Palabras pronunciadas por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, en la apertura de la XXI Cumbre del ALBA-TCP, en el Palacio de la Revolución, el 27 de mayo de 2022, “Año 64 de la Revolución”.

Revolución

(Versiones Taquigráficas – Presidencia de la República)

Estimados Jefes de Estado y de Gobierno;

Jefes de delegaciones que nos acompañan;

Secretario Ejecutivo del ALBA-TCP, Sacha Llorenti;

Hermanos, amigos:

Siempre es muy grato recibirlos.  Les reitero la más cálida bienvenida a Cuba y, en nombre del pueblo y Gobierno cubanos, les transmito el agradecimiento por las muestras de solidaridad que recibimos de ustedes en ocasión del reciente y lamentable accidente del hotel Saratoga.

Hoy recordamos también al Embajador Vance Amory, destacado diplomático y estadista de San Cristóbal y Nieves, lamentablemente fallecido y quien en innumerables ocasiones nos acompañó en las reuniones de nuestra Alianza.

Otra Cumbre del ALBA-TCP nos reúne en pocos meses y no sobra recordar que ahora, como nunca, es perentoria la unión de voluntades para construir consensos y avanzar en la integración regional y en la concertación política.  No son meras consignas; es una necesidad histórica.

Como dijera el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz: “El ALBA creado por la República Bolivariana de Venezuela y Cuba, inspiradas en las ideas de Bolívar y Martí, como un ejemplo sin precedentes de solidaridad revolucionaria, ha demostrado cuánto puede hacerse (…) con cooperación pacífica”.

Una América Latina y Caribe unida en su diversidad, con voz firme y propia, articulada en la coordinación de nuestras estrategias de desarrollo y la defensa de la soberanía, resulta esencial.  Fragmentados, podrían ignorar a cada uno de nuestros representantes.  Unidos, nadie podrá silenciarnos.

Como no han podido quebrar la colaboración y la solidaridad que permite a los países de menos recursos enfrentar los duros exámenes de nuestra época.

La pandemia de la COVID-19 ha constituido uno de los desafíos más graves para nuestras naciones en los últimos años; ha tensado nuestras economías y sistemas de salud, pero también nos ha obligado a generar iniciativas y nuevos proyectos de los que podemos sentirnos orgullosos. 

En nuestro caso, ha resultado más que meritoria la labor de nuestro abnegado personal de la Salud y de los científicos cubanos, héroes y heroínas de nuestro tiempo, de cuyos aportes y esfuerzos solo puede decirse que ¡nos salvaron!

El alto desarrollo y las potencialidades de la industria biotecnológica de Cuba, obra y legado del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, nos permitieron desarrollar y producir tres vacunas anti-COVID-19 propias, con altos niveles de efectividad. 

Con esas vacunas se han aplicado más de 9 millones de esquemas completos, que representan el 89,9 % de toda la población cubana y el 96,7 % de la población vacunable, al tiempo que más de 7 millones han recibido dosis de refuerzo, 89 % de la población vacunable.  Fuimos el primer país en vacunar a los niños a partir de los 2 años de edad.

Esa ha sido la soberana respuesta de Cuba a una pandemia que llegó al país cuando ya sufríamos el impacto de 243 medidas de refuerzo del criminal bloqueo que hace 63 años enfrentamos sin rendirnos.  Y esas medidas, no nos cansaremos de denunciarlo, no fueron levantadas ni en el momento más crítico del enfrentamiento a la COVID-19.  ¡Hasta el oxígeno nos lo negaron!  Pero vencimos otra vez, gracias a los hijos y a la obra de la Revolución Cubana.

Ante ustedes hoy, ratificamos nuestra disposición a poner esas capacidades al servicio de los miembros de la Alianza, como ya se ha hecho en varios países con buenos resultados.

Esos avances son la prueba de que Cuba no se detiene a pesar del recrudecimiento extremo del bloqueo y del permanente hostigamiento político y comunicacional contra nuestro país.  Cuba continuará resistiendo con creatividad y seguirá avanzando en la construcción de una sociedad más justa y solidaria.

Estimados Jefes de delegaciones:

En las últimas semanas, varios gobiernos han demandado públicamente, de forma enérgica y digna, que se cumpla el legítimo reclamo histórico de la región de convocar a las cumbres de las Américas a todos los países del hemisferio, sin exclusiones.

Estados Unidos, con sus prácticas hegemónicas y antidemocráticas, sin ningún tipo de justificación, pretende ignorar y silenciar ese justo reclamo, acudiendo incluso a maniobras de engaño.

No podemos olvidar que Cuba, con el apoyo de ustedes y de toda la región, demostrando su voluntad de diálogo constructivo, participó por primera vez en este tipo de reuniones en el año 2015, en Panamá.

En aquel momento, el General de Ejército Raúl Castro, entonces presidente de nuestro país, enfatizó que la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la firma de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz demostraron que “podemos avanzar hacia la unidad y la consecución de objetivos comunes en el marco de nuestra diversidad”.

Aprovechando su condición de anfitrión de la IX Cumbre de las Américas, Estados Unidos persigue adoptar documentos y conceptos injerencistas, sin tener en cuenta los criterios de todos y excluyendo a países que tienen mucho que aportar sobre los temas centrales del evento.

Hemos conocido que han encontrado una enérgica oposición a esos intentos. 

La práctica de excluir no es nueva y confirma el interés de Estados Unidos por controlar el sistema interamericano para utilizarlo en función de objetivos hegemónicos e imponer un poder fiscalizador de la democracia.

Ni política ni moralmente les corresponde tal derecho.

Dicen ser promotores de la democracia, que deliberadamente confunden con su sistema, pero no son capaces de asegurar un espacio plural.  Pretenden estar interesados en una relación constructiva con nuestra región, pero irrespetan las diferencias.

Así, en nombre de la democracia, el Gobierno de Estados Unidos desoye, una vez más, el reclamo de una verdadera cumbre hemisférica, con todos los países que habitamos el continente.

El carácter de las relaciones hemisféricas debe cambiar.  Es obsoleta e inaceptable la política de subordinación de muchos al mandato de uno solo, por poderoso que este sea.

Nuestra América cambió.  Ya no son posibles las exclusiones.  La decisión de no invitar a todos es un retroceso histórico.

Y todos los países deben ser invitados en condiciones de igualdad.  Es irrespetuoso y lesivo a la soberanía de las naciones pretender decidir, desde la privilegiada condición del anfitrión, quiénes las representan.

Frente a los intentos de exclusión y selectividad, urge afianzar los mecanismos auténticos de integración y concertación latinoamericanos y caribeños.  Unidos lograremos defender de forma efectiva nuestra soberanía y autodeterminación sin injerencias ni presiones externas.

Urge, además, continuar defendiendo al ALBA-TCP como referente de concertación e impulsor de proyectos de cooperación, que tributan a una América Latina y Caribe, económica y políticamente más independiente y soberana.

En este complejo escenario, debe respetarse el derecho de los hermanos países caribeños a recibir un trato justo, especial y diferenciado, imprescindible para enfrentar sus colosales retos.

Llamamos a unir, no a dividir; a sumar, no a restar; a dialogar, no a confrontar; a respetar, no a imponer.

Son tiempos de defender, con empeño y dignidad la América Nuestra que tan bellamente dibujó con palabras José Martí.  Es momento de construir “una sola Patria” como soñó Bolívar, y preservar, en respeto a los próceres y padres fundadores de América Latina y el Caribe, la dignidad de nuestras tierras.

“Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”, dejó escrito Martí hace más de un siglo.  La hora sigue siendo.

La historia nos juzgará por cuanto logremos avanzar en esos propósitos de los que hoy depende hasta la propia sobrevivencia de nuestras identidades latinoamericanas y caribeñas.

Muchas gracias (Aplausos).

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