¡Qué alegre!
Por: Miguel Necoechea
El lunes 10 de enero el hermano, compañero, el Comandante Daniel, así se refiere a él nuestro pueblo porque lo quiere, seguirá al frente del gobierno de la República de Nicaragua por cinco esperanzadores años más. Es un orgullo para los militantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional que sea nuestro Secretario General el que encabeza nuestra convicción y decisión de no desviarnos, ¡ni tantito!, como dijo el Che en un discurso en La Habana, del Ideario Sandinista, que es nuestra ideología. Ésta se la debemos principalmente al trabajo de análisis histórico de la gesta del general Benjamín Zeledón, de su comprensión e interpretación de la defensa militar y política de la soberanía de la patria que encabezó el general Cesar Augusto Sandino, a sus estudios del materialismo histórico de Marx y de Lenin (Un nicaragüense en Moscú), que, desde muy joven, hizo el hermano Carlos, nos referimos con respeto y admiración al Comandante en Jefe de la Revolución Popular Sandinista, Carlos Fonseca Amador.
Cuando apareciste,
llegaste a nosotros
con tus ojos miopes, azules, intensos.
Fuiste desde entonces el hermano
terco, indeclinable, sempiterno.
(Hermosos y
evocadores versos de Tomás,
sobre su admirado y querido hermano)
Asumimos que todos, sino la inmensa mayoría, sabemos que el hermano, compañero Comandante Daniel, nació en La Libertad, Departamento de Chontales en 1945, para ser exactos, el 11 de noviembre. Su papa, también de nombre Daniel Ortega y su mama doña Lidia Saavedra, -Tomás la quería mucho, decía que era una luchadora incansable- eran anti somocistas. No podría ser de otra manera, porque la gente descentre, honrada, que ama a su patria, forzosamente tenía y tiene que ser anti somocista o anti neo somocista -calificativo que aplicamos a los Nuevos Contras, presos y en libertad-. Y así educaron a sus hijos. Desde que tenían uso de razón aprendieron que Somoza, o los Somoza, eran un añadidura de los invasores yanques. Que eran asesinos sanguinarios; ladrones del dinero del pueblo; mentirosos e hipócritas cuando repartían el gobierno con sus lacayos; torturadores de Tomás, de Doris, de Daniel y muchos más; homicidas, Somoza Debayle en particular, que aventaban a los prisioneros políticos ensangrentados a leones hambrientos o a serpientes venenosas; que ordenaban que fueran arrojados desde un avión al cráter del Santiago prisioneros político vivos; y cientos más que pasaron por las ensangrentadas manos de los esbirros de la OSN y de la Guardia Nacional.
La prueba irrefutable de las enseñanzas de los papas de Daniel es Mundo, Rairo, Camilo, hermano, compañero, Comandante Camilo Ortega Saavedra, el menor de los seis hermanos, caído heroicamente en Los Sabogales, Masaya, el 26 de febrero de 1978. En nuestra mente perdura su mirada avispada tras sus anteojos y su sonrisa contagiosa. Un verdadero revolucionario. Es el sabor dulce y amargo de la Victoria.
Y Daniel absorbió como Camilo las enseñanzas de sus padres. Él también es un revolucionario que no claudicará jamás.
En noviembre, después de las elecciones, mi hermano, el comandante Lenin Cerna, me dijo: “somos privilegiados…porque estamos vivos, mientras que cientos de nuestros hermanos sandinistas ya no lo están”. Estamos seguros que el comandante Daniel comparte el pensamiento de Lenin. En cuanto salimos de nuestra reunión de amigos y compañeros, la reflexión profunda se nos hizo presente. En silencio, deben haber pasado al menos dos horas, pensamos en lo que nos había dicho el comandante Cerna. Y no pudimos dejar de pensar que él, Daniel, Jacinto, Ali, Julián, Oscar, habían estado presos juntos por siete años. De inmediato asalta la pregunta: ¿Cómo lograron resistir esos 2, 555 días; 153, 300 horas; 9,198,000 minutos; 551,880,000 segundos? Encerrados en una prisión cada uno de esos números cuenta…y pesa. Lo que sostiene a los revolucionarios, a los verdaderos revolucionarios, es la convicción. La convicción sandinista que cada uno de ellos había adquirido, y no claudicaron ¡ni tantito!.
Al compañero Daniel lo cogieron preso en 1967 durante el asalto a un banco, seguramente víctima de una delación. Antes de eso, en 1963 ya había ingresado al FSLN. Poco después de su afiliación, ya era estrecho colaborador del comandante Carlos Fonseca. Esto se escribe fácil, pero, conociendo lo exigente, estricto, disciplinado que era el comandante Fonseca, nos permite comprender la calidad de militante revolucionario de Daniel, con apenas 19 años de edad. Bueno, si a los 14 años ya hacia política en la Juventud Patriótica Nicaragüense, es fácil entender que a los 20 años fuera ascendido a Comandante y a miembro de la Dirección Nacional del FSLN.
El comandante Daniel Ortega Saavedra, haciendo a un lado su humildad, nos ha revelado después de varias décadas, que en la prisión él y sus compañeros, sufrieron hambre, torturas, aislamiento en celdas de castigo, vejaciones e insultos. Metámonos dentro de su piel. Pensemos en esos 552 millones de segundos: 1,2,3,4,5… Imaginemos que estamos muy hambrientos, adoloridos por los golpes, sucios, vejados, sin dormir ¿cómo no claudicar? Nuestros torturadores nos han prometido que si revelamos el lugar en el que están los otros miembros de la Dirección Nacional nos dejarán libres. La línea es muy delgada. Pero está la convicción. El comandante Borge nos decía que cuando tuviéramos dudas siempre recurriéramos a los principios y estamos seguros que eso es lo que hacía Daniel. Lo que hacía Lenin. Lo que hacía Jacinto. Lo que hacía Ali. Lo que hacía Julián. Lo que hacía Oscar. Eso es lo que les dio fortaleza para resistir, no claudicar y mirar en el futuro, sin importar si lo verían o no, una patria Sandinista, libre, soberana como lo quería el General de Mujeres y Hombres Libres. Como lo soñaba Carlos. Tomémoslo como ejemplo. No debemos, no podemos claudicar. Así las dificultades, las agresiones, las amenazas sean del tamaño del Monte Everest.
La mañana del 27 de diciembre, sólo dos días después de Navidad, todavía estaban de goma los esbirros de la OSN y la Guardia Nacional, pipe de Somoza Debayle, el húngaro Lazlo Pataky, un hombrón de casi 6 pies y cerca de 400 libras, con un júbilo presuntuoso anunció en su programa radial matutino que en la casa de su gran amigo Chema Castillo se llevará a cabo una fiesta en honor de Tunner Shelton, el embajador de Estados Unidos, a la que asistirán generales de la Guardia Nacional, ministros y diputados de la Corte de Somoza y, por supuesto, él también. Charlotte Baltodano y su imaginario marido, Leonel Espinoza habían alquilado una casa por el lado de Las Nubes, en El Crucero; en ella estaba concentrado el Comando Juan José Quezada. Los tres meses que duró la preparación del Comando, el comandante Tomás Borge fue el jefe del entrenamiento político y militar. Él recordaba con cierta nostalgia emocionada, dos detalles importantes: que a Carlos se le había ocurrido la idea de la acción revolucionaria (el asalto a los somocistas en su madriguera) y el clima fresco, el viento hasta frío de día o de noche en esa zona.
El comandante German Pomares escuchó a Pataky, muy cándido, anunciando la velada de la alta sociedad nica que se ofrecería esa noche. Sin más informó lo que había escuchado. El Comando fue llamado a reunión. En ella decidieron que era la ocasión esperada y perfecta para darle al hijue… de Tacho (Anastasio Somoza Debayle) el golpe que incluso hasta podría hacerlo caer.
Apenas oscureció el Comando dirigido por Eduardo Contreras e integrado por Germán Pomares, Joaquín Cuadra, Hugo Torres, hoy traidor al FSLN y a la Revolución Sandinista, Javier Carrión, Róger Deshon, Leticia Herrera, Alga Avilés, Eleonora Rocha, Omar Hallesleven, Hilario Sánchez, Juan Antonio Ríos y Félix Picado, irrumpieron en la residencia de Chema Castillo Quant, en Los Robles y la tomaron. Hubo tiroteos por supuesto. Cuando el comandante Tomás nos lo relató, nos dijo: “Carlos tenía razón, nadie, absolutamente nadie se esperaba esto”.
Los frutos de esa intrépida acción revolucionaria se pueden saborear amargamente hoy: el hermano, el compañero, el Comandante Daniel fue liberado. También Lenin, Jacinto, Ali, Oscar, Julián lo fueron. Fue esta acción político-militar, concebida por el comandante Fonseca, la que le dobló las manos a Somoza Debayle y lo obligó a poner en libertad a los compañeros. Ese sabor amargo que mencionamos antes, está íntimamente ligado a lo que el comandante Cerna nos dijo en noviembre: “somos privilegiados de estar vivos… “
El Comandante Daniel Ortega apenas estuvo en La Habana unas semanas después de su liberación. Se infiltró de regreso a Nicaragua para reintegrarse a la Dirección Nacional del FSLN. Se encontró con que el FSLN se había dividido en tres tendencias. La Guerra Popular Prolongada accionaba principalmente en el campo y la montaña, principalmente en la zona noreste, en la que era aceptada por los campesinos. Tras sostener sangrientos enfrentamientos contra la Guardia Nacional llegaron a considerar que las condiciones estaban dada para derrocar a Somoza.
La propuesta política de la tendencia Proletaria era la estructuración de un partido obrero que sería la vanguardia que conduciría a las masas a la toma del poder.
Y la tendencia Insurreccional surge en 1976 con el propósito de mediar entre las otras dos corrientes. Su táctica revolucionaria era la de la insurrección popular, incluidos todos los anti somocistas. Es importante señalar que las tres y tendencias tenían como objetivo estratégico era tomar el poder con las armas derrocando a la dinastía Somoza.
Cuando estábamos en la cárcel un oficial de la Guardia Nacional, lleno de alegría a decirnos que nos dijo que Carlos Fonseca había muerto.
Nosotros le respondimos: Carlos Fonseca es de los muertos que nunca mueren.
Tomás, Daniel, y otros destacados militantes, algunos miembros de la Dirección Nacional, lo sobrevivieron. 1979: el dulce y amargo sabor de la Victoria.
El desgaste económico y social que provocaron 10 años de guerra contra el imperialismo yanqui, el que con sus Contras iba a borrar de la faz de la tierra a los sandinistas, dicho por el pésimo actor y furibundo anticomunista Ronald Reagan, desembocó en que perdiéramos las elecciones en 1990. Podríamos haber dicho que no, y seguir la guerra. No pocos lo pensamos. Pero la sabia objetividad, responsabilidad y visión de futuro de nuestro candidato electo Presidente el 7 de noviembre pasado, nos llevó a reconocer el triunfo de la derecha. Una derecha sin proyecto de gobierno, cuya mente estaba en Washington. Reagan y Bush padre les prometieron el oro y el moro. No les dieron nada de nada. Los dejaron a su suerte. A traspiés impusieron un neo liberalismo económico criollo, que solo sirvió, como en todo el mundo, incluidos Estado Unidos y la Unión Europea, para hacer a los ricos más ricos, inmensamente más ricos a costa del saqueo, del robo del patrimonio nuestro. Padecimos hambre, enfermedades, nula educación, desprecio, racismo. Eso mismo es lo que hacen los neo somocistas de la Nueva Contra.
Daniel y Rosario, junto con Tomás y Bayardo y nosotros los militantes de base no claudicamos como nos lo había enseñado el comandante Carlos. Seguimos adelante con Daniel al frente del Frente. Afortunadamente los que renegaron del verdadero sandinismo se fueron en 1995. La ponzoña se creyó muy fuerte y pensó que el pueblo iba a correr detrás de ellos. ¡Oh gran fiasco! No los siguió nadie porque todo el pueblo, el pueblo llano es verdadero sandinista en el fondo de su corazón.
No fue sencillo sobrevivir los 15 años de neo liberalismo ni como partido, ni como personas, pero, retomamos al comandante Carlos Fonseca que es de los muertos que nunca muere. Él nos enseñó que el verdadero militante sandinista, así sea en la más adversa de las circunstancias, jamás claudica.
Y el 7 de noviembre de 2021 respaldamos con nuestro voto ese ideal de nunca claudicar. En la fiesta alegre que fue la jornada electoral en la que triunfamos, digan lo que digan los enemigos del FSLN, refrendamos el proyecto sandinista que no es otro que el que contiene nuestro ideario político. Una patria socialista, solidaria,, libre y soberana y el disfrute de la cristiana Paz.