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  • 1 junio, 2020

Que el bien conquiste al mal


Por: Moisés Absalón Pastora

Una lectora o televidente, seguidora de mis editoriales en las redes sociales, comentaba que nuestra misión como seres humanos, como ciudadanos, debía ser que el bien conquistase al mal. En la práctica de todos los días es lo que hemos tratado de hacer con nuestras diarias reflexiones consientes que lo que en gran medida atraviesa Nicaragua no es una lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Así lo refiere la Santa Palabra en la Biblia y así nos lo dicta la conciencia limpia de quienes creemos en la nobleza como fuente de bien y sin pretender ponerme una toga para determinar quién es bueno y quien es malo, sí quiero invitar a que desde los hechos y no de los decires nos dispongamos a que el bien conquiste el mal para que la luz ilumine la oscuridad.El bien y el mal son polos relativos al sentido, al valor o a las consecuencias de la actuación humana por cuánto derivan de nuestras propias acciones y en esa línea lo que acertemos o no será la suma de nuestros aciertos o de nuestros errores sin que medie ningún otro factor y menos Dios porque para eso nos creó con libre albedrio para que de acuerdo a nuestras propias decisiones nosotros cosechemos el fruto de la semilla que sembramos.

Dios sin embargo nos dejó a través de los libros que componen la Biblia expresamente sus deseos y nos dice en su palabra cuales son los fundamentos del bien y que no debemos hacer para incurrir en el mal. Por supuesto que cada quien siempre querrá decir que está al lado del bien para no pasar de malo, pero al final los resultados cuentan y las mentiras, que tienen patas cortas siempre terminan delatando a quien está del lado oscuro.

El bien es la síntesis de altos valores que nutren la conciencia humana entre ellos la verdad, la justicia, el orden, la armonía, el equilibrio, la paz, la libertad o todo lo que favorece el bienestar, ya sea en el ámbito individual o colectivo.

El mal, por su parte, es todo lo contrario, es el área oscura de una conducta que niega la esperanza, es un lastre o una obsesión por alterar el equilibrio razonable de la convivencia cuando la sinrazón no puede con el peso de la verdad, cuando la oscuridad no puede con la luz, cuando el odio no puede contra el amor y contra la muerte no puede contra la vida.

Pudiera decir algún dislocado que la muerte sí vence a la vida, pero eso solo sucede cuando lo que se lleva al otro mundo es el mal que se hizo aquí y solo así desaparecemos porque al malo solo por sus maldades se recuerda, mientras que el bueno, que se va obedeciendo el llamado de Dios, se va dejando una historia de bien para la comunidad, para la sociedad, para su país.

Por eso es importante que tengamos en cuenta, ubicándose cada quien en el polo que le corresponda, en el del bien o en el del mal, que los buenos deben proponerse conquistar al mal.

Hay que rescatar de la maldad a quien anda equivocadamente por los caminos espinados y oscuros del mal. Esta lucha no es fácil, desgasta y debilita y para emprenderla debemos blindarnos con una gran coraza espiritual porque el demonio tiene poder y su respuesta es intimidante y muchas veces hace del miedo, de la mentira, la calumnia y la difamación sus armas más poderosas.

Los nicaragüenses no tenemos otro país, este es nuestro país y por razones que ya conocemos hay una evidente guerra entre el bien y el mal. ¿Hay gente que desde su propia visión piensa que el imperio del bien solo se logrará erradicando el mal, pero se podrá lograr erradicar el mal?

El mal existe desde los primeros días de la Creación y esa guerra entre el bien y el mal siempre ha estado ahí por lo que sabiendo que no podemos acabarlo o erradicarlo, lo que debemos hacer es conquistar al mal, convencerlo de que el único y verdadero camino es el de la verdad y la vida y que este nos conduce a Jesús de Nazaret que es el interlocutor válido para llegar a quien es el principio del bien, Dios, el que nos creó a su imagen y semejanza.

El mal nunca será vencido por mal como de la misma manera la violencia no la vamos a poder combatir con violencia. Para enfrentar esta inoculación diabólica debe encontrarse en la tolerancia, la paciencia y en la sabiduría las armas fundamentales para poder convencer y no imponer, para poder ganar la guerra al espíritu destructor que representa la maldad.

Existe la condición humana de reaccionar con indignación a lo que el mal es capaz de hacer, pero tenemos que serenarnos porque el lado oscuro nos quiere conducir al estado de exasperación en el que nos ceguemos y sea la ira la que hable por nosotros y eso no puede suceder porque no nos hace pensar, nos hace reaccionar, pero no reflexionar y si equivocadamente nuestras vísceras asumen el rol que corresponde a la mente entonces perdimos porque vamos a entrar al territorio donde habita la maldad y donde mejor se desenvuelve, donde todo es pantanoso y donde solo alimañas habitan.

La gente buena es mansa, pero no mensa y no significa tampoco que debamos estar poniendo solo la mejía en el proceso de lucha contra el mal, pero sí estar claro de la serenidad que debemos observar porque la maldad es astuta, calculadora e inteligente y tiene una labia engañosa, sinuosa, seductora y provocativa.

El mal no ha podido ni podrá en nuestro país porque como si se tratara de una gota de agua cayendo todos los días, con disciplina y perseverancia, sobre una roca sólida el bien al fin logró abrir fisuras en la maldad de modo que por mucho que grite o patalee el lado oscuro lo que evidencia son lamentos de derrota.

La maldad es un fardo muy pesado y por si solos no vamos a poder moverla de donde está. Para lograrlo necesitamos de vehículos, lo suficientemente poderosos para aguantarla, traerla donde está la luz y convertirla.

Ahí en su hogar donde hay familiares que están confundidos, en el barrio con sus vecinos, en la oficina donde trabaja con sus compañeros, en el transporte colectivo donde viaja cualquier cantidad de gente, usted puede hacer la diferencia para que cuando alguien diga maldiciones usted hable de bendiciones,Fíjense cómo en Nicaragua el mal ha sido víctima de sus propias maldades; Aquella pesadilla que vivimos en el 2018 pudo haberse resuelto en un dos por tres, pero aquellos tranques de la muerte solo fueron derribados cuando la sabiduría había puesto al desnudo todo lo que había detrás de ellos; Aquí la maldad mató, torturó, saqueó, violó, quemó instituciones públicas, le pegó fuego a ciudadanos que estaban vivos y la respuesta fue amnistiar a los terroristas y a los asesinos y además hasta darles tratamiento sicológico; Aquí los empresarios del gran capital en el COSEP, quebraron la economía tras decidir un papel politiquero y la respuesta fue ir al rescate de lo bien que íbamos tomados de la mano con las pequeñas y medianas empresas; Aquí desde algunos medios de comunicación se dice tanta barbaridad, tanta vulgaridad y ofensa que la grita general es que los cierren o los demanden, pero la respuesta de la tolerancia, que busca el bien común, fue dejar que se intoxiquen en su propio veneno; Aquí algunos Obispos asumieron mezquinamente bendecir a la maldad desde sus púlpitos y la respuesta del cristianismo fue abandonar los templos católicos y emigrar a otras opciones religiosas.Esa actitud de no consumar aquella métrica de Ojo por ojo y diente por diente es lo que nos tiene donde estamos y en esa ruta debemos seguir porque es la garantía de que el bien continúe proyectándose en Nicaragua como un plan de nación más allá del 2021.

En ese sentido los dados ya están tirados o las cartas están sobre la mesa y es tan cierto lo que afirmo que la maldad está sin discurso, no tiene ni siquiera diablo y menos murciélago que los conduzca ni al despeñadero porque la oscuridad es ciega y se estrella y mata por sí misma. La maldad se quedó sola, sin argumentos, sin razón y sin propuesta porque el nicaragüense que viene de la guerra no quiere otra y porque quiere la paz es que está del lado del bien.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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