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  • 5 marzo, 2020

Reconozcamos los valores ajenos


Por: Moisés Absalón Pastora.

El pasado fin de semana los nicaragüenses, por lo menos aquellos que nos sentimos gozosos de la nacionalidad que nos cobija, disfrutamos de tantas victorias juntas que sin duda lo recordaremos como uno de los más grandes en materia deportiva desde hace muchísimas décadas.

Para empezar el viernes de la semana pasada en el contexto del pre-mundial sub-23 Nicaragua le gana a Cuba 6 x 0, el sábado a Román “Chocolatito” González se le abren nuevamente las puertas grandes del boxeo mundial, al conquistar su quinta corona en una demostración contundente y devastadora de poder que no dejó dudas ante los expertos y el domingo nuevamente Nicaragua, por la mínima vence otra vez a Cuba y con esa la victoria se alza, invicto, con el trofeo de campeón y clasifica al mundial sub-23 que se realizará en el próximo mes de octubre en México y para los que somos madridista, aunque este sea un comercial aparte, como para poner la cereza al pastel, los merengues también celebramos haber ganado el clásico ante el Barcelona.

No recuerdo en mucho tiempo, a lo mejor porque nunca hubo algo tan perfecto, haber disfrutado de un fin de semana tan deportivamente agradable como el pasado, porque la verdad vivimos junto a los actores y protagonistas en el béisbol con nuestra selección nacional y en el boxeo con el “chocolatito”, el éxtasis de cada uno de sus méritos, que es producto también de la siembra que éste gobierno hace, muy sostenidamente, con la inversión que desde hace una década apuesta por el deporte.

Lo que vimos el pasado fin de semana es apenas una muestra de lo que el horizonte nos pinta en materia deportiva porque tenemos la infraestructura, estadios, canchas, piscinas y parques; tenemos las personas que son los cerebros que montan y organizan los torneos y campeonatos de estatura internacional y tenemos la materia prima de nuestros atletas, que animada por las herramientas y el apoyo que los sostienen, se dan por entero para glorificar a Nicaragua en el nombre de Dios e hinchar de orgullo a quienes los amamos por lo que dan desde las graderías.

Qué hermoso ver al nuevo Estadio Nacional, así a secas, lleno de fanáticos acuerpando a una selección nacional que jugó con filigrana mágica para alzarse con el gran trofeo y vencer hasta por dos veces al Titán del caribe; que bonito ver a Nicaragua pegada a un televisor viendo la demolición sistemática de un “Chocolatito” González esculpiendo con precisión quirúrgica su quinta corona. Eso quedó indudablemente marcado en nuestra memoria para la posteridad porque eso habla del resultado, de la perseverancia y de la cosecha, porque hace diez años atrás, cuando se manifestó que había una voluntad política para poner a Nicaragua en el radar deportivo del mundo, hubo quienes dijeron que eso era una locura porque con estadios, con parques, con canchas y piscinas no comía nadie y que eso era un gran desperdicio.

Dicen eso los que desde los gobiernos que antecedieron al del 2007 nunca se preocuparon, jamás manifestaron un solo interés por el deporte, jamás concibieron invertir en él, pues lo miraban como un gasto, y menos realizar el aporte integral de una mente sana dentro de una sociedad que en la medida que aparecieron más estadios, más canchas multiusos, más parques, más piscinas, en esa misma medida pudimos ver disminuidas, hasta su casi extinción a las fatídicas pandillas que afligían a los barrios y de la misma forma ver cómo los jóvenes abandonaban las drogas para descubrirse como talentos en el béisbol, en el futbol, en el boxeo y en otras disciplinas que estimularon la gran organización, por primera vez en tierra pinolera, los últimos juegos centroamericanos que organizó Nicaragua, que tuvieron una envergadura única y ejemplar en su ejecución y que dejó para la posteridad instalaciones deportivas de Primer Mundo.

Pese a lo anteriormente dicho es penoso que por pura politiquería no faltaron quienes desearon desde lo más profundo del odio que los carcome que la selección nacional de béisbol sub 23 perdiera ante la de Cuba y más allá de eso que ni siquiera clasificará al mundial que se realizará en México.

Otros enemigos de Nicaragua, los de Canal 10 por ejemplo, se adelantaron a comprar los derechos para la transmisión de la pelea que tuvo con Khalid Yafai, pero lo hicieron no para que el pueblo disfrutara del banquete boxístico sino para exhibirlo derrotado después de que este subió con la bandera roja y negra al ring, pues nunca pensaron que nuestro ahora Penta campeón sellaría el compromiso con un nocaut devastador que no dejó duda de su más óptima condición.

Que error pensar así, qué ideas más opacas y cortas las de esos que no tienen más visión que no sea su propio yo. Esos individuos se hacen mal querer, no por la opinión que tengan sobre determinados temas políticos porque tienen derecho a tenerla y expresarla, sino porque se lanzan contra los símbolos que representan a nuestra nicaraguanidad y cuando se lanzan a desear lo peor contra quienes están en un estadio, una cancha o un ring vistiendo los colores de nuestro país, con la dignidad que lo hicieron los muchachos de la sub-23 o como lo hizo “Chocolatito”, que se apropiaron de los colores de nuestra bandera para poner en alto el nombre de nuestro país, lo único que generan es repulsa colectiva.

Una persona es enorme para uno, Cuando habla de frente y vive de acuerdo a lo que habla, cuando trata con cariño y respeto, cuando mira a los ojos y sonríe inocente.

Al final yo creo que Nicaragua está habitada por individuos pequeños y por gentes grandes, es decir la habitan enanos mentales y grandes talentos que menos mal son los más porque en esa medida nuestros valores crecen y junto a ellos el espíritu de nación.

William Shakespeare nos marcó la gran diferencia entre los individuos pequeños y las personas grandes y al respecto dijo con respecto al tamaño de las personas:

“Es pequeña cuando solo piensa en sí misma, y le hace creer a los otros que piensa en ellos, cuando se comporta de una manera poco gentil, cuando no apoya, cuando abandona a alguien justamente en el momento en que tendría que demostrar lo que es más importante entre dos personas: la Amistad, el compañerismo, el cariño, el respeto, el celo y asimismo el amor.

Una persona es gigante cuando se interesa por tu vida, cuando busca alternativas para tu crecimiento, cuando sueña junto contigo, cuando trata de entenderte, aunque no piensen igual.

Una persona es grande cuando perdona, cuando comprende, cuando se coloca en el lugar del otro, cuando obra no de acuerdo con lo que esperan de ella, pero de acuerdo con lo que espera de sí misma.

Una persona es pequeña cuando se deja regir por comportamientos clichés. Cuando quiere quedar bien con todos, cuando maneja a la gente como un titiritero y lamentablemente siempre hay gente que no tiene convicciones y se deja manejar.

Las personas se agigantan y se encogen a nuestros ojos. Ya que nosotros no juzgamos a través de centímetros y metros, sino de acciones y reacciones, de verdades o falsedades, de expectativas y frustraciones.
El egoísmo unifica a los insignificantes, a los perdedores, a los falsamente llamados diplomáticos.

No es la altura, ni el peso, ni la belleza, ni un título o mucho dinero lo que convierte a una persona en grande. Es su honestidad, su decencia, su amabilidad y respeto por los sentimientos e intereses de los demás”.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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