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  • 27 junio, 2023

Reflexiones sobre el caso Nicaragua vs. Estados Unidos de 1986


Dan Kovalik

Ya han pasado 37 años desde la aprobación de la decisión de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en el caso de Nicaragua contra Estados Unidos. Son siete los presidentes de los Estados Unidos, algunos Republicanos y algunos Demócratas, que se han sentado en la Casa Blanca desde entonces. Pero, tristemente, el pago de la indemnización ordenada por la Corte en base a su veredicto aún no se ha cumplido.

El caso de Nicaragua contra Estados unidos, una iniciativa propuesta por el Padre Miguel d’Escoto, es emblemático de las más de 150 años de lucha de Nicaragua por independizarse de las garras del Imperio estadounidense. Nicaragua, una nación pequeña y relativamente pobre, ha luchado valientemente contra el poder mucho más fuerte y más grande de los Estados Unidos que ha tratado de manera obsesiva capturar a Nicaragua en su talón. Increíblemente, Nicaragua siempre encuentra un camino para defenderse, ya sea con el derrocamiento de los marines de los Estados Unidos de su tierra en 1933, el derrocamiento de la dictadura Somocista respaldada por Estados Unidos en 1979 o la derrota de los Contras en la década de 1980. Esta última batalla es el tema del caso de la CIJ.

En 1984, Nicaragua llevó a los Estados Unidos a los tribunales por organizar, entrenar y apoyar a las fuerzas de la Contra que aterrorizarían a Nicaragua durante casi una década y finalmente conducirían a la muerte de 30,000 nicaragüenses. Además de su guerra contra Nicaragua, Estados Unidos también minó los puertos de Nicaragua, destruyó las instalaciones petroleras nicaragüenses e impuso un bloqueo económico al país. Nicaragua impugnó todas estas fechorías ante la CIJ.

En última instancia, Nicaragua, como de costumbre, prevaleció contra los Estados Unidos, obteniendo un amplio veredicto de condena a los Estados Unidos por sus crímenes sustanciales contra Nicaragua y su pueblo. La CIJ ordenó a Estados Unidos que detuviera su guerra contra Nicaragua y que compensara a Nicaragua por todas las pérdidas que la guerra le había costado. Esta decisión no solo fue un triunfo para Nicaragua, sino que también debería haber marcado un triunfo para el derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas que creó la CIJ y que formalizó el concepto de que todas las naciones son soberanas e iguales a pesar de su tamaño relativo, riqueza o poderío militar.

Lamentablemente, sin embargo, la respuesta de los Estados Unidos al caso y la decisión de la CIJ terminó marcando una gran e histórica derrota para el derecho internacional. Esto es así porque Estados Unidos, al decidir que tenía el poder de ignorar la jurisdicción y la autoridad de la CIJ, a pesar del hecho de que Estados Unidos ayudó a redactar la Carta de la ONU que creó esta corte, se negó incluso a presentarse ante la corte sobre los méritos y, en última instancia, se negó a reconocer u honrar la decisión y el laudo de la CIJ. El mensaje de Estados Unidos fue claro: el derecho internacional se aplica solo a los débiles y no a los fuertes. Por supuesto, en tal caso, no hay ley internacional en absoluto, porque una ley que no se aplica tanto a los débiles como a los fuertes no es ley en absoluto.

El Ejecutivo estadounidense, entonces dirigido por el presidente Ronald Reagan, no solo se burló del derecho internacional, sino que también se burló del derecho estadounidense. Por lo tanto, si bien la decisión de la CIJ jugó un papel muy importante en la decisión del Congreso de los Estados Unidos de prohibir el apoyo de los Estados Unidos a los Contras, la Administración Reagan decidió continuar financiando y armando a los Contras de todos modos. Y los medios que la Administración eligió para hacer esto fueron particularmente ilegales y atroces. Por lo tanto, la Casa Blanca optó por dedicarse al tráfico de cocaína a su propio pueblo y vender armas ilegalmente a Irán durante el apogeo de su brutal guerra con Irak, que Estados Unidos también estaba armando, para obtener fondos para los Contras. Esto llegó a ser conocido como el escándalo Irán-Contras.

En resumen, los Estados Unidos aprovecharon la ocasión del caso Nicaragua vs.Estados Unidos para burlarse públicamente del derecho internacional y nacional y establecer un orden mundial injusto. El sucesor de Reagan, George H. W. Bush, anunciaría este “Nuevo Orden Mundial” en 1990 después de invadir a Panamá en 1989 de manera unilateral por su pecado de negarse a seguir facilitando el apoyo para los Contras. Bush luego puntualizaría su discurso del ” Nuevo Orden Mundial–, un discurso que dejó en claro, junto con su invasión de Irak, que Estados Unidos era ahora el único poder en el mundo en ausencia del bloque socialista que se estaba derrumbando.

Mientras que el caso de Nicaragua vs. Estados Unidos, por lo tanto, podría decirse que se erige como un monumento a la grave derrota de la ley, escribo este artículo en un momento en que el “Nuevo Orden Mundial” está muriendo, y cuando se está naciendo un mundo multipolar. La posibilidad de revivir ahora un mundo más justo, gobernado por la ley en vez de la espada, ahora es posible. Y la pequeña Nicaragua, que ha resurgido de las cenizas de la larga década de 1990 en la que luego de la derrota electoral de los sandinistas, una serie de gobiernos neoliberales llegaron al poder, ahora continuará desempeñando un papel importante y destacado precisamente en la defensa de un orden mundial equitativo y justo.

Así que termino esta reflexión con un fuerte sentimiento de esperanza para el futuro, y como en muchas otras veces en mi vida, es Nicaragua y los sandinistas los que me llenan de esa esperanza.

* Daniel Kovalik es abogado de derecho internacional y profesor que vive en Pittsburgh, EE.UU.


Reflections upon the 1986 case of Nicaragua v. US

It has now been 37 years since the landmark decision of the International Court of Justice (ICJ) in the case of Nicaragua v. United States. Seven different US Presidents, some Republican and some Democrat, have sat in the White House since then. Yet sadly, the debt owing on that decision has yet to be paid.

The legal case of Nicaragua v. United States, the brainchild of Father Miguel d’Escoto, is emblematic of the over 150-year struggle of Nicaragua for independence from the grasp of the US Empire. Nicaragua, a tiny and relatively poor nation, has been fighting valiantly against the much bigger and greater power of the US which has obsessively sought to bring Nicaragua to heel. Incredibly, Nicaragua always finds a way to come out on top, whether in ousting the US Marines from its land in 1933, overthrowing the US-backed dictator Somoza in 1979 or defeating the Contras in the 1980’s. It is the latter battle which is the subject matter of the ICJ case.

In 1984, Nicaragua brought the US to court for organizing, training and supporting the Contra forces which would terrorize Nicaragua for nearly a decade and ultimately lead to the death of 30,000 Nicaraguans. On top of its Contra war against Nicaragua, the US also mined Nicaragua’s harbors, destroyed Nicaraguan oil installations and imposed an economic blockade upon the country. Nicaragua challenged all of these misdeeds before the ICJ.

Ultimately, Nicaragua, as per usual, prevailed against the US, obtaining a sweeping judgment which condemned the US for its substantial crimes against Nicaragua and its people. The ICJ ordered the US to stop its war against Nicaragua and to compensate Nicaragua for all of the losses that war had cost the latter. This decision was not only a triumph for Nicaragua, but it also should have marked a triumph for international law and the UN Charter which created the ICJ and which memorialized the understanding that all nations all sovereign and equal despite their relative size, wealth or military might.

Sadly, though, the US’s response to the ICJ case and decision ended up marking a huge and historic defeat for international law. This is so because the US, deciding that it had the power to ignore the jurisdiction and authority of the ICJ – this despite the fact that the US helped draft the UN Charter which created this court – refused to even show up to the court on the merits and ultimately refused to recognize or honor the ICJ’s decision and award. The US’s message was clear – international law applies only to the weak and not the strong. Of course, in such an event, there is no international law at all, for a law which does not apply to the weak and the strong alike is no law at all.

Not only did the US Executive, then led by President Ronald Reagan, flout international law, it also flouted US law. Thus, while the ICJ decision played a huge role in the US Congress deciding to outlaw US support for the Contras, the Reagan Administration decided to continue funding and arming the Contras anyway. And the means the Administration chose to do this were particularly lawless and heinous. Thus, the White House chose to engage in cocaine trafficking to its own people and to illegally sell arms to Iran during the height of the brutal war with Iraq, which the US was also arming, to obtain funds for the Contras. This would come to be known as the Iran-Contra scandal.

In short, the US took the occasion of the case of Nicaragua v. United States to make a public mockery of both international and domestic law and to establish an unjust world order. Reagan’s successor, George H.W. Bush, would announce this “New World Order” in 1990 after unilaterally invading Panama in 1989 for its sin of refusing to continue serving as a staging ground for the Contras. Bush would then punctuate his “New World Order” speech – a speech which made clear that the US was now the sole power in the world in the absence of the socialist bloc which was collapsing – by invading Iraq.

While the case of Nicaragua v. US therefore could be said to stand as a monument to the grave defeat of the law, I am writing this at a time when the “New World Order” is dying, and when a multi-polar world is being born. The chance for now reviving a more just world, governed by the law rather than by the sword, is now possible. And little Nicaragua, which has risen from the ashes of the long 1990’s which saw the Sandinistas electorally defeated and a series of neo-liberal governments come to power, will continue to play an important, leading role in advocating for such a just world order.

And so, I end this reflection with a strong feeling of hope for the future, and has many times been the case in my life, it is Nicaragua and the Sandinistas which help to give me such hope.

* Daniel Kovalik is an international law attorney and professor living in Pittsburgh, USA

 

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