Reflexiones y datos de Nicaragua y Centroamérica 2018
Por Francisco Javier Bautista Lara
“No hay camino para la paz, la paz es el camino”
Mahatma Gandhi
La seguridad ciudadana, entendida como riesgo real (ámbito objetivo: probabilidad de ser afectado por un delito), o percibido de ser víctima de un hecho cualquiera (ámbito subjetivo: alimentado por miedo, desconfianza, estado de ánimo, desinformación, manipulación, etc.), en Nicaragua, tuvo, durante los últimos cuarenta años, el punto más negativo, a mediados de la década del noventa, y el más positivo, además de 1981-82, en 2017, logrando una comprobada posición envidiable a nivel de Centroamérica y en América Latina.
El indicador objetivo, mas aceptado a nivel global, es la tasa de homicidios con respecto a la población. Es el delito más peligroso, atenta contra la vida humana. Adicionalmente, podemos considerar el robo con intimidación o robo agravado, que afectan la propiedad, e implican peligro para las personas, al ejercer el autor violencia física, con arma blanca o de fuego. El primero, tiene “cifra oscura” insignificante, y el segundo, suele registrar una “no denuncia” más alta, lo que plantea fragilidad del dato.
La percepción o sensación de seguridad, puede ser alterada, principalmente en los tiempos actuales, por el crecimiento y desorden urbano, factores emocionales, culturales, socioeconómicos y políticos diversos, prejuicios, por irresponsabilidad de medios de comunicación convencionales y virtuales, y redes sociales, que con facilidad –si faltan a la prudencia y a la ética-, pueden contaminar de miedo, desconfianza e incertidumbre, alimentar odio, sin necesidad que el sentimiento de inseguridad sea respaldado por la ocurrencia de hechos reales. Pueden ser supuestos, especulaciones, recurrir a desinformación, presentar imágenes, “fake news” y datos alterados que fomenten prejuicios o creencias erróneas, activen lo emotivo e impulsivo, exacerben contradicciones-diferencias-desconfianzas políticas, religiosas, sociales, culturales, étnicas, personales, etc. Hay numerosos ejemplos contemporáneos en varios escenarios del mundo que ilustran este fenómeno.
En Nicaragua, en los últimos treinta años, han ocurrido cuatro modificaciones de la tendencia en la seguridad ciudadana, medida a partir del indicador más aceptado:
La primera, 1990-1999: diez años de incremento de violencia delictiva. La amenaza real y percibida, durante la década del ochenta (1981-1989, tasa de homicidios promedio 8.9: la menor en cuarenta años fue en 1981 y 1982, de 5.8), se debió a la agresión armada; lograda la paz, la inseguridad delictiva comenzó a manifestarse y crecer, surgieron brotes incipientes de pandillas, hubo ambiente de conflicto por reforma social, económica e institucional. La tasa de homicidios llegó a 19 x 100 mil habitantes (1993), la mayor en cuatro décadas; el promedio en estos años:15.4.
Gráfico 1: Nicaragua – Tasa de Homicidios por cada 100mil hab (1989-2010)
La segunda, 2000-2002: tres años de descenso de violencia delictiva. Fin de los remanentes de grupos armados y rearmados, bandas delictivas que asolaron el interior del país; por primera vez, en veinte años, el Estado logró control total del territorio nacional a través de sus instituciones, con nivel de seguridad ciudadana alto; la tasa de homicidios descendió; el promedio: 10.4 x 100 mil habitantes. Surgió el eslogan: “Nicaragua, el país más seguro de Centroamérica”; a partir de esos años, incluido en 2018, las tasas delictivas se mantienen como la segunda o la menor de Centroamérica.
La tercera, 2003 – 2010: ocho años de aumento moderado de violencia delictiva. Relativa estabilidad política, económica y social en un contexto regional de incremento del crimen organizado y pandillas, con actividad delictiva extrema en el norte: Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice. En este período la tasa promedio en Nicaragua fue: 13 homicidios x 100 mil habitantes.
La cuarta, 2011-2017: siete años de disminución de violencia delictiva. Condiciones socioeconómicas, organización social y fortalecimiento institucional, mejoramiento de la convivencia y la confianza social, permitieron reducción sostenida y significativa de la violencia delictiva; disminuyó hasta 7 homicidios x 100 mil habitantes, la más baja de Centroamérica, una de las cinco menores en América Latina. El promedio en el período: 9.3 x 100 mil habitantes.
Nicaragua – Centroamérica en 2018
Al concluir el año 2018, de manera preliminar-no oficial, la cantidad de homicidios en Nicaragua ascendió a 683, superando en 251 lo ocurrido en 2017 (431).
Cuadro 1: Tasa homicidios 2018 | ||
País | homicidios | Tasa x 100 mil h. |
Guatemala | 3,881 | 22.4 |
Belize | 143 | 35.9 |
El Salvador | 3,340 | 51 |
Honduras | 3,791 | 40 |
Nicaragua | 682 | 10.8 |
Costa Rica | 586 | 11.9 |
Panamá | 378 | 9.6 |
Total C.A. | 12,801 | 25.2 |
El Tercer informe de la Comisión de la Verdad, Justicia y Paz de la Asamblea Nacional de Nicaragua (5.2.19), registra, de manera consistente, 253 víctimas en los sucesos de violencia delictiva acaecidos; son casos ocurridos en: abril (52), mayo (52), junio (89), julio (58), agosto (1) y septiembre (1). Excluye 14 referidos en el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), que estaban repetidos o no correspondían. La Policía Nacional, al considerar que algunas de estas víctimas estaban fuera del escenario de conflicto o asonada, identifica 198. El 37% de las muertes del año pasado, fueron como consecuencia de los dramáticos sucesos de abril y julio, incluyeron a 22 policías, 28 personas de filiación sandinista, 31 vinculados a grupos de protesta y 152 sin información, ajenos al conflicto o relacionados al entorno.
En correspondencia a ello, la tasa de homicidios x 100 mil habitantes pasó de 7 a casi 11, una variación de alza significativa. En Nicaragua, es posible observar que, la percepción de inseguridad se triplicó en relación con los hechos reales ocurridos, es decir, las personas, por consecuencia de los factores indicados en el tercer párrafo de este escrito, pueden estar imaginando-suponiendo-temiendo tres veces más riesgo –efecto de miedo, desconfianza, predisposición, desinformación-, que lo que realmente existe y ocurre. Las denuncias, frente a las sucesos del 2018, es de esperarse disminuyan (en 2017: 80,092 denuncias; en 2018: 70,521), ello no se debe necesariamente a reducción de la ocurrencia delictiva, sino al aumento de la cifra oscura, y, dado que el delito más peligroso, el homicidio, se incrementó, y que la policía tuvo que actuar frente a una violencia inusual, que ocasionó desgaste y distracción de la labor preventiva de las fuerzas de orden público, la actividad delictiva, durante los meses de mayor tensión, aumentó, particularmente en robos con intimidación (2017: 3,056; en 2018: 3,984).
Gráfico 2: Nicaragua – Tasa de homicidios por cada 100mil hab (2011-2018)
A pesar de la difícil e inesperada alteración a la tendencia favorable de la seguridad ciudadana de Nicaragua, en la relación con sus vecinos países de Centroamérica, registró, en 2018, la segunda tasa de homicidios más baja, ligeramente encima de Panamá. En Guatemala, El Salvador y Honduras, continúan teniendo una violencia delictiva extrema (11,012 víctimas, 86% del total regional), a pesar de la reducción de los últimos años (Ver cuadro 1 y gráfico 3).
Gráfico 3: Centroamérica -Tasa de homicidios por cada 100mil hab (2018)
La variación relevante de la delincuencia en 2018, con respecto a la tendencia observada desde 2012 en Nicaragua, está vinculada a un conjunto de circunstancias concretas, de naturaleza compleja, que no modifican la situación de la seguridad ciudadana, entendida como riesgo de ser víctima de un delito cualquiera. La problemática actual tiene condiciones sociopolíticas y económicas, generó un nivel de desempleo y afectación económica, requiere abordajes diversos, para la reconciliación y la paz, y reformas institucionales, que contribuyan a recuperar la confianza interpersonal e interinstitucional. No hay indicios de naturaleza estrictamente delictivos que muestren cambios en las condiciones de seguridad ciudadana que el país retoma en 2019.
“
Fragmentación social, desocupación y afectaciones morales y económicas, que nos obligan a trabajar por la reconciliación y la paz duradera, a comprometernos, como ciudadanos“
– Francisco Bautista Lara
El año 2018 fue un período inesperado y lamentable de confrontación y violencia, que pretendió agudizar nuestras diferencias y sembrar el caos, desencadenó, principalmente entre abril y julio, daño humano y material como consecuencia del odio, miedo y desconfianza, exacerbados por manipulación, desinformación e intereses exógenos y ajenos al bien común, que dejó duelo entre las familias y la sociedad nicaragüenses, fragmentación social, desocupación y afectaciones morales y económicas, que nos obligan a trabajar por la reconciliación y la paz duradera, a comprometernos, como ciudadanos de buena voluntad, a reencontrarnos en nuestras coincidencias, esperanzas y aspiraciones comunes, por un diálogo amplio, tolerante y respetuoso, sin contaminaciones externas, en el fortalecimiento de la solución pacífica de los conflictos, por la seguridad, la convivencia y el desarrollo, que son nuestro patrimonio común.