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  • 14 diciembre, 2021

Por| Miguel Necoechea

El Wei qi, es el juego de mesa que practica el pueblo chino desde centurias atrás. Wei qi significa “juego de piezas circundantes” y lleva implícita la idea del cerco estratégico. La partida da inicio sobre un tablero vacío. Éste está cuadriculado con diecinueve líneas verticales y diecinueve horizontales. Cada jugador tiene ciento ochenta piezas unas pueden asemejarse a un botón de blusa de dama o pueden ser simplemente piedras pequeñas. Todas las piezas tienen el mismo valor. Los contendientes colocan por turnos las piezas (o piedras) en cualquier parte de la cuadrícula, estableciendo, según la destreza de cada jugador, posiciones de fuerza al tiempo que van circundando o capturando las piezas o piedras del oponente. Es gradual y constante el cambio en el equilibrio de fuerzas en la medida que los contendientes emplean tácticas y reaccionan frente a la inventiva del adversario. Cuando termina la partida el tablero se llena de zonas de poderío que da la impresión de estar entrelazado parcialmente. Para quien no conoce bien el Wei qi, le será difícil ver claramente quien es el vencedor.

A diferencia con el juego más cercano al Wei qi, en el ajedrez se busca la batalla decisiva y en el wei qi, la batalla prolongada. El ajedrecista tiene como meta la victoria total. El que juega al wei qi pretende conseguir una ventaja relativa. El ajedrez suele empezar como lucha por el centro del tablero. El wei qi enseña el arte del rodeo estratégico. Donde el hábil ajedrecista apunta a eliminar las piezas del adversario en una serie de choques frontales, el diestro jugador de wei qi se sitúa en espacios vacíos de la cuadrícula y va debilitando poco a poco el potencial estratégico de las piezas del adversario. El ajedrez crea resolución; el wei qi desarrolla flexibilidad estratégica.

En el caso de la teoría militar distintiva china se produce un contraste parecido. Como reacción a las matanzas que se dieron entre reinos rivales, que incluso diezmaron la población del país, los eruditos chinos hicieron hincapié en que la victoria debía ser obtenida conociendo como pensaba el enemigo y evitando la confrontación directa. Sun Tzu – “el maestro Sun”- ha pasado a la historia con su celebre libro El arte de la guerra. Lo que distingue al maestro Sun es el énfasis en los elementos psicológicos y políticos en relación con lo meramente militar. Sun Tzu aborda los medios para crear una posición política y psicológica dominante, de forma que el resultado del conflicto pase a ser una conclusión previsible. Sus enseñanzas fueron puestas en práctica por el camarada líder Mao Zedong a lo largo de la guerra revolucionaria. El camarada Ho Chi Minh y el general Vo Nguyen Giap también emplearon sus enseñanzas para derrotar al ejercito de los Estado Unidos.

Nicaragua y la Republica Popular China comparten muchas cosas en común, por ejemplo la tradición campesina de la siembra para autoalimentarse. Dos que deseamos destacar son que ninguna de las dos naciones tiene afanes de conquistas y colonización de otros territorios, por una razón simple: prefieren ante todo prefieren y propugnan por la paz; la segunda es, que no obstante su vocación por la paz -evitar los conflictos bélicos- ambas han estado sujetas a las ambiciones de conquistas coloniales por los imperios de ayer y de siempre. Nicaragua ha sido presa de la ambición de la corona española, del imperio ingles en su costa atlántica e invadida por el Imperio norteamericano. El vasto territorio chino ha sido la obsesiva ambición del Imperio británico, de los colonialistas francés, de los zares del Imperio ruso, antes de a la revolución bolchevique de octubre de 1917 y del Imperio japonés, que invadió Taiwán en 19895. Los dos países han padecido largas guerras que han dejado miles de muertos en el caso nicaragüense y millones de muertos en el caso de China. La guerra del opio impuesta por los ingleses, que obligaban a China a importar la adormidera que producían en la India, entonces su colonia, no obstante que en China el opio estaba prohibido; la conquista de los puertos del mar Pacifico y el intento de llegar a Pekín de los franceses colonizadores; los zares rusos literalmente comiéndose miles de kilómetros del territorio norte de China, llegando hasta Mongolia; el Emperador japonés en su delirio de grandeza de arrebatar a China el concepto del Mandato Celestial t trasladar éste a tierras japonesas.

Para el pueblo chino su centralidad, digamos su centro de gravedad, radica en su propio territorio, para el pueblo chino sus tierras terminan en donde comienza el mar que baña los miles de kilómetros de sus costas. La sabiduría y cosmovisión de muy largo plazo le han permitido sortear con éxito los intentos de hacerse de partes de su territorio y de imponerle las reglas de gobernanza y diplomacia del mundo occidental. El pueblo chino aprendió que las guerras intestinas de los reinos de varios miles de años atrás, tan sangrientas que diezmaron a la población lo único que producía era debilidad ante el enemigo conquistador. Su habilidad y deseo de evitar la confrontación – recordemos las enseñanzas de Sun Tzu – los condujeron a elaborar hábiles estrategias en las que, a cambio de una prebenda, no muy onerosa para el país, confrontaban entre sí a los “bárbaros”, como ellos veían y llamaban a todos aquellos venidos de ultramar, de tierras lejanas, ajenas al Mando Celestial como ellos consideraban sus tierras y su milenaria cultura.

Sin embargo la superioridad en armamento de los conquistadores se fue imponiendo ante un país que, por su vocación pacifica, no se había dedicado a fabricar barcos de guerra artillados, carros blindados con ametralladoras giratorias, cañones de largo alcance, fusilería de guerra, arsenales de municiones, ya que no pretendían atacar a nadie allende sus fronteras. Los estadistas chinos extrajeron una buena lección de su fallida estrategia y evitaron lo que podía haber sido una catástrofe mucho peor. Si tomamos en cuenta el equilibrio del poder, la configuración de las fuerzas en ese momento le era desfavorables a China como Estado unido, que abarcara todo el continente. Pero con la visión tradicional de la superioridad china ante los desafíos, por violentos que fueran – el país estaba bajo el asedió de sucesivas oleadas de devastación colonial y de agitación interna-finalmente China superó los reveses. Con su propio esfuerzo conservó los derechos morales y territoriales de su “orden mundial”, visión cosmogónica que China tiene de sí misma. La discusión se centro en aquel momento entre la urgencia de fortalecerse y mejorar su propia capacidad tecnológica o anclarse en el conservadurismo ancestral. Mientras tanto para capear el temporal en lo que mejoraba su capacidad militar de defensa, se sentó en dos recursos muy tradicionales: la capacidad de análisis de sus diplomáticos y el aguante y el afianzamiento cultural de su pueblo.

A la cabeza del movimiento revolucionario que en 1949 irrumpió desde el campo para hacerse con las ciudades destacaba un gigante: Mao Zedong. Con una influencia arrolladora unificó a China y llevó al país a transformarse en una de las principales potencias mundiales y como el único país comunista, a excepción de Cuba, Corea del Norte y Vietnam, con una estructura política capaz de superar el fracaso del comunismo en los demás países. Mao fue el primer dirigente que impulsó la destrucción de las tradiciones chinas en una acción deliberada de la política estatal. Cabe citar lo que dijo en 1965 al escritor francés André Malraux:

El pensamiento, la cultura y las costumbres que llevaron a China al punto en el que la encontramos hoy tienen que desaparecer, y surgir el pensamiento, las costumbres y la cultura de la China proletaria, que no existen todavía. […] El pensamiento, la cultura y las costumbres deben nacer de la lucha, y la lucha ha de seguir mientras permanezca el peligro de volver al pasado.

Mao afirmó que había que «desintegrar» China como un átomo para destruir el viejo orden, pero, simultáneamente provocar una explosión de energía popular que transportara al país a alturas mucho más elevadas:

Se ha despertado ya nuestro entusiasmo. El nuestro es un país ardiente que se deja llevar por una marea encendida. Existe una metáfora muy adecuada para ello: nuestro país es como un átomo. […] Cuando se desintegre el núcleo de este átomo, la energía térmica que suelte tendrá una terrible potencia. Seremos capaces de hacer lo que nunca pudimos.

Mao organizó un ataque global al pensamiento político tradicional chino. A diferencia de la “gradualidad” propició la rebelión y el choque entre fuerzas opuestas, tanto en los asuntos internos como en los exteriores, simultaneando con sabiduría estratégica las campañas ideológicas con las crisis externas.

En 1921 se fundó el Partido Comunista de China, -PCCh- pero es hasta que Mao Zedong conquista el poder en 1949, que gobierna el país. Después de Mao, siguieron Deng Xiaoping, Jiang Zemin, Hu Jintao y ahora Xi Jinping, el núcleo del liderazgo del PCCh.

Desde su elección como secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China en noviembre de 2012, el camarada Xi ha sido considerado como hombre de determinación y acción, un hombre de pensamientos y sentimientos profundos, un hombre que heredó el legado, pero se atrevió a innovar, y un hombre que tiene visión de futuro y está comprometido a trabajar incansablemente. Bajo su liderazgo, China es un país poderoso que entra ahora a una era de fortaleza.

El camarada Xi se unió al Partido Comunista de China en la localidad de Liangjiahe de la provincia de Shaanxi en 1974. A la edad de 59 años, Xi fue ascendido a la posición más alta del Partido en noviembre de 2012. Como secretario general del Comité Central del PCCh, el camarada Xi ha dirigido los esfuerzos para formular y revisar unas 200 políticas internas del Partido. También llevó a cabo cinco actividades educativas en todo el Partido para fortalecer los ideales y creencias de los miembros de la organización y asegurar que actuaran de manera eficaz, coherente y socialista. Hasta junio de 2021 el poderoso PCCh cuenta con 95 millones de militantes que han regresado a ser más disciplinados y puros.

De cara al futuro el presidente Xi diseñó un modelo chino de modernización caracterizado por un camino de desarrollo innovador, coordinado, ecológico y abierto, que es para todos. La reforma ha llegado a diversos campos, abarcando las políticas de uso de la tierra, la construcción del Partido en empresas estatales, el procedimiento judicial, la planificación familiar, las políticas fiscales y de impuestos, el mercado inmobiliario, la ciencia y la tecnología y la lucha antimonopolio. Se destaca la modernización de las instituciones, que impactan directamente en el desarrollo y la estabilidad a largo plazo de China. En su núcleo está la defensa y mejora del socialismo con características chinas y la modernización del sistema y la capacidad de gobernanza del país.

El presidente Xi también reformó integralmente las fuerzas armadas. Reiterando el principio establecido por Mao Zedong de que “el Partido comanda el arma”, el presidente Xi introdujo una serie de reformas en el sistema de liderazgo y mando militar, así como en el tamaño, estructura y composición de las fuerzas. Exigió que los militares estuvieran listos para el combate.

“¿Qué tipo de orden internacional y sistema de gobierno es el más adecuado para el mundo y para los pueblos de todos los países? –preguntó el presidente Xi. –Esto es algo que debe ser decidido por todos los países mediante consultas, en vez de por un país individual o unos pocos países” –indicó Xi.

Al abordar los detalles de su visión, el presidente Xi propuso que la comunidad internacional debía promover la asociación, la seguridad, el crecimiento, los intercambios entre civilizaciones y la construcción de un ecosistema sano, citando un proverbio: “Los intereses a considerar deben ser los intereses de todos”.

En congruencia con lo anterior el presidente Xi instó por primera vez al mundo a construir juntos una comunidad de futuro compartido para la humanidad, para esto propuso la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Su iniciativa a conseguido que 179 países se sumen a ella firmando más de 200 documentos de cooperación con China. El Banco Mundial estima que la Franja y la Ruta, iniciativas del presidente Xi ayudarán a sacar de la pobreza extrema a 7,6 millones de personas y a 32 millones de personas de la pobreza moderada a nivel global.

El PCCh planea lograr la revitalización nacional a través de un par de metas, llamadas comúnmente “los objetivos de los dos centenarios”. Durante los últimos nueve años, como máximo dirigente del Partido, el Secretario General Xi Jingping ha dirigido el país para completar el primer paso y ha presidido el diseño del segundo paso de este plan histórico. En primer lugar, la modernización socialista deberá estar “básicamente lograda” para el año 2035, y en segundo lugar, China deberá haberse convertido en un gran país socialista moderno, próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y bello para mediados del siglo XXI, lo cual será alrededor del centenario de la República Popular China.

“Lucharé por el comunismo el resto de mi vida”, aseguró el camarada presidente Xi.

Los nicaragüenses nos sentimos orgullosos, felices y llenos de cariño por la trascendental decisión del pueblo presidente encarnado en el Frente Sandinista de Liberación Nacional de establecer relaciones diplomáticas, que conllevan la hermandad fraterna, la solidaridad inquebrantable, la amistad perdurable y el amor y la paz con el pueblo de China, con su vanguardia el Partido Comunista de China y con su máximo dirigente Secretario General del PCCh, el presidente Xi Jinping a quien muestro compañero presidente, Secretario General del Frente Sandinista de Liberación Nacional, Comandante Daniel Ortega Saavedra, abraza con calidez de hermanos.

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