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  • 4 mayo, 2022

Tiempos de dignidad y paciente esperanza


Por Francisco Javier Bautista Lara

Managua, 4 de mayo, Día de la Dignidad Nacional (1927 – 2022)

A la memoria del Cmdte. de la Revolución Tomás Borge.

 “Era preciso tener paciencia, –dijo Silvio Mayorga en 1959-… Había que esperar la oportunidad, que llegaría pronto, de arriesgar o entregar la vida por un proyecto realmente revolucionario”.

Tomás Borge (La paciente impaciencia).

El 4 de febrero de 1976, después del asesinato de Mildred Abaunza por la Guardia Nacional en la Colonia Centroamérica, fue capturado en el Camino de Oriente, el dirigente sandinista Tomás Borge Martínez (Matagalpa, 1930- Managua, 2012). Los vecinos del emblemático vecindario escuchamos los disparos y dicen que en aquel momento gritó su nombre, algunos agregan que dijo a sus captores: “¡valgo más vivo que muerto!”. Del suceso se habló desde temprano en los medios de comunicación y se murmuró con insistencia entre los pobladores. Entonces me percaté de su existencia y percibí, desde entonces, y durante la historia transcurrida, en las posibilidades que tuve de encontrarlo, -a pesar de nuestra existencia temporal y estas imperfecciones humanas con las que nos toca lidiar-, un ejemplo indiscutible de persistencia en su mensaje y práctica revolucionaria, sensitiva, solidaria, comprometida y movilizadora, una vida de dignidad e inalterable fidelidad sandinista, pero en particular, como lo cuenta en su libro autobiográfico y testimonial, La paciente impaciencia (premio Casa de las Américas, 1989), fue evidente su intuición para dar a cada asunto su tiempo, a pesar de la impaciencia que con frecuencia nos atrapa y quizás desespera, ante lo que parece perdido e imposible, lograr imponer, desde la serenidad de la lucha con convicción, la paciencia activa con esperanza y certeza para asegurar la victoria de las grandes causas sociales, porque “un mundo mejor es posible”, sabiendo que: “Todo tiene su momento oportuno, hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo” (Eclesiastés 3:1).

El 4 de mayo de 1927, desde lo imposible, lo que parecía un acto aislado destinado al fracaso, un grupo de patriotas rebeldes: “eran treinta con él”, alzó su voz e irguió su frente ante el invasor mientras otros se postraban, le abrían las puertas, le entregaban las armas y le cedían la independencia y la soberanía nacional. La acción de Sandino –quien se cuenta entre los inmortales, y entre los santos, como escribió Leonel Rugama-, fue expresión de la conciencia popular, patriótica y antiimperialista, se hizo multitud. Su grito desde las Segovias se escuchó en todo Hispanoamérica, el mundo supo de valentía y lucha desde la pequeña nación centroamericana ante el prepotente Goliat imperialista. La victoria sandinista fue conquistada con resistencia, a sangre y fuego, pero con paciente esperanza siempre. Entonces, el agresor y sus lacayos se vieron obligados, ante la derrota militar de los marines, a imponer una maniobra que “disfrazó la intervención” e instaló un “ejército nacional” de ocupación y mediante la artimaña del engaño y la actitud entreguista y oportunista de sus cómplices, Somoza, Sacasa y el embajador de Estados Unidos, asesinaron a traición a Sandino quien buscaba soberanía y paz mediante el diálogo, porque creía que la solución de los asuntos de Nicaragua debe ser resuelta entre patriotas. Tres décadas después, Ernesto Guevara dijo una verdad válida antes y ahora: “Recordemos siempre que no se puede confiar en el imperialismo, pero ni un tantito así, ¡nada!”. Aquel magnicidio del 21 de febrero de 1934 pretendió apagar la conciencia de los pueblos, pareció el fin, se instauró la prolongada oscuridad de la dependencia e instaló en el poder a la Dictadura Somocista para preservar la hegemonía imperial, los excluyentes privilegios burgueses y oligarcas, y la represión a las aspiraciones de independencia, prosperidad, equidad y solidaridad de las clases populares.

Para el parto de la vida una mujer aguarda paciente en su vientre el tiempo ineludible de nueve meses, con las incomodidades, achaques y satisfacciones, se crea y brotará de ella la nueva existencia. La victoria popular de una revolución tiene intensos dolores de parto, bajo ciertas condiciones objetivas y subjetivas, un incierto tiempo de acciones, errores, aprendizajes, fracasos, sacrificios, alegrías, éxitos y amenazas. No se puede perder ni la paciencia ni la esperanza, la impaciencia y la desesperanza destruyen la victoria, la espera con convicción de lucha, asegura el triunfo. El 4 de abril de 1960, Borge dijo, en una entrevista para el Impacto, cuando el triunfo de la revolución parecía utópico: “Tenemos una fe profunda en la combatividad y el valor de nuestro pueblo”. El escritor ruso León Tolstoi en La guerra y la paz (1865), escribió: “Me hicieron, por la guerra y por la paz, tantos reproches… Pero todo llegó a su hora… Todo llega cuando tiene que llegar para quien sabe esperar”.

Después del largo camino de sacrificio y lucha, como escribió Darío en Marcha Triunfal: “¡Llegó la victoria!” …/… “Y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas, / y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros, / al que ama la insignia del suelo materno, / al que ha desafiado, ceñido el acero y el arma en la mano, …”, triunfó la Revolución Popular Sandinista el 19 de julio de 1979, apenas comenzaba. Revolución popular, dignidad patriótica y antiimperialista, de Sandino y todos (as) los (as) que lo antecedieron, y todos (as) los (as) que lo precedieron…

Vino la injerencia, la agresión militar, la manipulación y la desestabilización, el bloqueo y la destrucción, el ataque inhumano y arbitrario para someter y arrebatar la libertad, para usurpar los sueños, para continuar la dependencia para expropiar los recursos y preservar la sumisión… El agotamiento en aquellas difíciles circunstancias llevó a la pérdida electoral y la salida del gobierno en 1990, que no fue la derrota de la revolución, sino una modificación de las circunstancias para continuar con paciente esperanza por la conquista del poder popular porque, a fin de cuentas, estamos convencidos que siempre, más temprano que tarde, la victoria será del pueblo. Después de la espera, con los limitados esquemas de la democracia burguesa, el Frente Sandinista de Liberación Nacional en alianza con otros grupos políticos progresistas, Nicaragua unida triunfa, conquistó de nuevo el poder gubernamental y legislativo para continuar, desde el nuevo contexto nacional e internacional, por la construcción de un modelo solidario, comunitario, cristiano y socialista, propio y legítimo, que restituya derechos en esta renovada etapa de la Revolución.

Volvieron las maniobras desestabilizadoras que tejieron la tenebrosa red de enmascaradas organizaciones y artificiales liderazgos, obedientes empleados de potencias extranjeras, que, frente a los innegables logros económicos, sociales, de desarrollo humano, de más viviendas, infraestructura vial y social, los extraordinarios resultados de estabilidad y seguridad ciudadana, recurrieron sin escrúpulos a la mentira y la desinformación, para activar los más bajos instintos humanas, desencadenar absurdos y destructivos comportamientos en grupos confundidos o comprados que se desbordaron “como llamarada de tuza”. Hubo explosión de miedo y odio junto a las acciones vandálicas que provocaron daños humanos, emocionales, materiales y económicos para descarrilar el triunfante modelo político-económico-social que desde una práctica soberana era visto por los actores de la hegemonía imperialista y sus adeptos, como un “mal ejemplo” de dignidad y éxito. Frente a aquellos lamentables sucesos del fracasado golpe de estado (fines de abril – inicios de julio 2018) es pertinente recordar la frase del Che: “Es la naturaleza del imperialismo la que bestializa a los hombres”.

Aquí volvemos otra vez a la necesaria paciente impaciente sandinista de todos los tiempos. Cuando explota la campaña injerencista y desestabilizadora de odio, miedo y manipulación, con las consecuencias dañinas contra la vida, la economía y la movilidad social, ¿qué hubiera pasado si sandinistas y ciudadanos de buena voluntad se lanzan a defenderse de los agresores desbordados y arrastrados por la ola violenta? ¿qué hubiera ocurrido si frente al terrorismo se respondía con la misma o mayor intensidad con violencia defensiva? Hubiera ocurrido una tragedia humana, un espiral de caos y odio inagotable, porque la irracionalidad por defenderse (aunque parece legítima, es impulsiva), para enfrentar la irracionalidad golpista (delictiva y antipatriótica), no era la solución, no era la manera ni el momento que, a pesar de la indignación e impaciencia que provocaban la amenaza y la agresión, solo la actuación paciente podría superarlo. La violencia fascista no puede vencerse con actos similares que denigren y deslegitimen la calidad de los principios y propósitos. Hacer lo correcto en el momento correcto, he allí la clave. El sandinismo, heredero de dignidad, es responsable, humano y solidario, no se rebaja a la indignidad, ni a la irracionalidad, ni se alimenta de la mentira, es capaz de esperar con paciencia y desde la serena convicción y fe en la victoria, actúa con certeza y avanza. Ellos se desgastaron, se ahogaron en el estiércol de su descomposición, quedaron en evidencia por sus métodos, sin planteamientos constructivos, cavaron su extinción como opción política cívica. Así que, una vez más, asumiendo las decisiones a su tiempo, el estado y gobierno sandinista de Nicaragua, desde la madurez y experiencia de la dirigencia política y la disciplina militante –formados de paciente impaciencia-, recurrieron a la acción institucional en el marco del estado de derecho con sus instrumentos, a la preservación de los espacios públicos, a la movilización popular, a la continuidad del modelo de participación y comunitario como mecanismos duradero del proceso soberano para preservar la paz, la convivencia, la seguridad y la prosperidad con solidaridad y equidad.

Paz con dignidad siempre.

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