Trump, NYT, AMLO y la Ucronía/cc a Dra. Sheimbaun, Pdta. electa de Mx
“Debemos restaurar el sentido de las grandes palabras deterioradas por aquellos que intentan imponer un discurso único e irrevocable”.
Ernesto Sábato
Por: Edwin Sánchez (*)
I
Rumbo a la Casa Blanca, Donald Trump, más que candidato presidencial, pareciera ser el primer presidente en funciones en la historia de Estados Unidos fuera de Washington D.C.
Que también así lo admiten quienes ya se sienten huérfanos en Europa y algo más.
Los instigadores de guerras y otras iniquidades que han adelantado las manecillas del Reloj del Juicio Final o Doomsday Clock, empiezan a vérselas o entendérselas con él.
Aunque haya sectores que no quieran al magnate, a simple vista, sin necesidad de mirilla telescópica, el futuro —que nunca debiera terminar en las manos equivocadas— es tan “indescifrable” como lo que todos vieron en Pensilvania el 13 de julio.
Pese a las voces de alarma de los asistentes, “nadie” podía “adivinar” aquella tarde de sábado a la parrilla, las intenciones de un sujeto que, portando un fusil AR 15, sube tranquilamente a la azotea de un edificio para “respaldar” al aspirante neoyorkino, ubicado a tan solo 135 metros de su punto de “admiración”.
Al no tolerarlo, minimizaron o desconocieron el atentado que sufrió el hijo de la inmigrante escocesa Mary MacLeod, y nieto del también extranjero, el alemán Frederick Trump.
El candidato republicano es el típico resultado de carne y hueso de la inmigración europea y, por extensión, de todos los éxodos del mundo. La noble diferencia es que ni de América ni de Asia, mucho menos de África —que llegaron a la fuerza—, sus oriundos llevaron como estandarte el trágico racismo y la nefanda esclavitud.
Llevaron, y llevan, vigor, trabajo y sueños.
Si el Holocausto mayor lo encendió Hitler en la civilizada Europa, las “invisibles” hecatombes menores en la “tierra de la libertad” no dejaron de prenderse de manera sistémica: linchamientos “inadvertidos”, rechazo de heridos graves en los hospitales por el “pecado” de ser negros, segregación racial, crímenes de odio, etc. Esto a pesar de los testimonios y esfuerzos por apagarlos de norteamericanos honorables como Eleanor Roosevelt, Martin Luther King, y los presidentes John F. Kennedy y Jimmy Carter.
Con todo, Estados Unidos es por sus orígenes —que incluye, y valga bien la redundancia, a los pueblos originarios— un producto bien construido por los inmigrantes. Si se levantara el mapa de esta monumental obra multirracial, se pudiera leer por debajo: Made by Immigrants.
Es, pues, paradójico que a mexicanos, hondureños, salvadoreños, colombianos, venezolanos…, se les tenga en menos cuando la grandeza de la Unión se debe más a la rica pluralidad de tribus, pueblos y lenguas que a la bajeza mayúscula del supremacismo…
Y ahí está Donald Trump, un eurodescendiente que podría considerarse el cuadragésimo séptimo presidente de ameridescendientes, afrodescendientes, asiadescendientes…
Solamente atrasaría la liturgia del 5 de noviembre.
Se podrá estar en desacuerdo con el discurso y la política y el partido de alguien, pero no significa desear su muerte, atenuar el intento de asesinato o ignorarlo. ¡Fueron ocho balazos contra el ex Jefe de Estado y la multitud!
Pero…
Cuando el odio, la ambición y la maquinación maquiavélica arrasan los valores que han configurado a las sociedades…
Cuando las virtudes judeocristianas que nos animan a la convivencia pacífica estorban a los poderes fácticos…
Cuando se termina de dinamitar el hermoso apotegma de Benito Juárez: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”…
¿Qué queda?
El declive humano rebosante de perniciosos sentimientos. Sentimientos que son reflejos condicionados de la fatídica tradición del siglo XX que ensalzó a los verdugos y condenó a los mártires: hacerle cama a la desaparición desde un líder de verdad hasta la anulación de un país, pasando por una colectividad, una etnia o un pueblo.
Hoy lo apreciamos claramente con la malvada tentativa de eliminar al cuadragésimo quinto presidente de la Yunai, que continuaba bien posesionado en los sondeos.
El orbe comprobó cómo el señor Trump, gracias a Dios (y no es un simple decir), escapó de un magnicidio, igual que el presidente reelecto de Venezuela, Nicolás Maduro, en reiterados ataques. Esto comprueba la Escritura del profeta Daniel: “El Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de los hombres, Y QUE PONE SOBRE ÉL AL QUE LE PLACE” (5:21), sea en Inglaterra, Nicaragua, China, Noruega, España, México, Alemania o Rusia.
Únicamente el insensato niega que trataron de matarlo. Que así fue cuando este Déjà vu del horror, que padece de cuando en cuando EEUU, acababa de pasar, y aun después, con una bizantina cartuchera de “dudas”: de que si era “una bala entera” o un pedacito” de plomo, o…
Los que se consideran lo mejorcito de la prensa mundial, ya de un inicio quisieron quitarle hierro a la sangre fresca de un gravísimo capítulo para el gran país del norte. No obstante que hubo un muerto, dos heridos graves, un francotirador abatido, y conmoción pública, el mismo coro mediático del oro infame, diría Borges, —que vocifera “fraude” en las elecciones latinoamericanas cuyos ganadores no son de su peculiar gusto “democrático”— proclamó que fue un “incidente”…
O, “un joven aparentemente intentó asesinar al expresidente Donald Trump”. “El presunto atacante”…
Si el escritor Carlos Fuentes viviera, bien podría escribir: “La misma intolerancia que asesinó a Martin Luther King y a Robert Kennedy, ha vuelto a asomar la cabeza contra Donald Trump”.
Hoy las políticas editoriales transmiten sus intereses, no las evidencias; “corrigen” o “borran” lo que acontece en el planeta. Exaltan u opacan. Engrandecen o empequeñecen.
En suma, “editan” lo que realmente vive la gente en determinado lugar. Que una situación no llegue al público tal como es.
Las filias y las fobias se convirtieron así en “fuentes fidedignas” de una “prensa” que vendió el alma de sus noticias y crónicas verídicas al diablo.
Cuando la inverecundia se tomó las publicaciones, telenoticieros, diarios y otras plataformas del desmadre digital, nadie espere estar “bien informado”, sino bien uniformado por el pensamiento único de estos baluartes de la miseria humana.
Ya no solo se trata de mentir, sino de abolir la realidad misma.
He ahí la tierra de Rubén Darío.
Va en camino de Patria Grande. Pero si hay quienes prefieren ver el país pintarrajeado con “una larga crisis” que no existe, una “dictadura” irreal, un movimiento “nacional” de siglas deshabitadas y falsos adalides de abolengo —y su pegoste de Baile de Máscaras sin Tiempos de Fulgor— que están a miles de años luz de ser como los publican, es porque apuntan a Nicaragua desde una deleznable mampuesta editorial.
Eso se llama asesinato de la reputación de una República.
II
Y entrando a lo peor, El Nueva York Time salió con un editorial dos días después del acto criminal como si no pasó nada. El candidato republicano “falló las pruebas de liderazgo y traicionó a los Estados Unidos. Los votantes deben rechazarlo en noviembre”.
Causó tanta indignación esta posición del diario, que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, calificó a sus propietarios de “seres humanos verdaderamente insensibles y despreciables. Ni una pizca de empatía. Es parte también de la decadencia política”.
AMLO contextualizó: “Antes, la prensa de Estados Unidos era lo más libre que había, el periodismo se caracterizaba por el manejo de la verdad, había ética, era una escuela el periodismo estadounidense”.
“No es un asunto de México, es una decadencia mundial en el manejo de la información”, afirmó.
La pregunta es: si estas pretendidas “Basílicas de San Pedro” del periodismo son capaces de sacar todo su arsenal propagandístico y escritos patibularios para lanzárselos al potentado, expresidente y probable cuadragésimo séptimo Presidente de la Unión Americana, ¿qué no fraguarán contra pueblos y naciones “sacrílegas” que en vez de rendirle culto a las metrópolis, “blasfeman” contra la “divina” dependencia del subdesarrollo, y hasta VOTAN por las “pecaminosas” Independencias descarriadas?
¿Acaso para evitar esta herejía colectiva de la periferia no les ungen “dirigentes” y “presidentes” prefabricados a punta de titulares, desestabilización, portadas, millonadas de plata, encuestas preñadas, violencia, horarios estelares y obcecadas líneas editoriales?
La Industria del Falso Testimonio canoniza las candidaturas de los destinos impuestos forever, y sataniza a los de Calibre Patria.
Los pueblos, never.
Prefieren los satanizados.
III
Cualquiera tiene derecho a contar con su propia opción política, partidaria, ideológica, religiosa, filosófica…
Pero ningún signo zodiacal ni las supersticiones mimadas, especialmente las terminadas en ciertos ismos, sustituyen la vida.
Y si ya sabemos, igual como AMLO, que frente a los MONSTRUOS DE LA POSVERDAD que “dominan, forman opinión pública, deciden”, se tiene que seguir “luchando por la verdad, combatir la desinformación y la manipulación”, ¿por qué en México, en vez de la realidad que vivió Nicaragua en 2018, creyeron el envenenado relato de la “decadencia mundial” desinformativa?
Al menos con Venezuela 28J, los azteca-yaqui-otomí-mangue-mixteca-maya-chontal-zapoteca… no se fueron totalmente de boca.
De algo estamos seguro, a juzgar por el proceder del mandatario de Tabasco: toda la “información” que ha consumido de Nicaragua no es precisamente periodismo. Y si acaso creyó que eso era la magnífica obra del “mejor oficio del mundo”, como decía Gabriel García Márquez, no fue de la calidad que el enorme escritor Ernesto Sábato exigía:
“El hombre de este tiempo vive delante de lo que acontece en el mundo entero. Y lo hace a través de la mirada de los periodistas; ellos son los testigos, quienes nos narran los acontecimientos. De ellos depende el cariz con que interpretamos los hechos, el partido que asumamos frente a lo que nos pasa como humanidad”.
Del periodismo dejó dicho lo que hoy vemos: “Por la magnitud de su alcance, este poder es a veces utilizado por quienes pretenden perpetuar la hegemonía de un modelo único, sin alternativa. Imponiéndonos el yugo de una obscena globalización que justifica el sufrimiento de millones de hombres y mujeres, a la vez que nos relegan en una sensación de impotencia perpetua e inevitable”.
Sí es “insensible” y “sin empatía” el NYT cuando “ignora” la barbaridad de un frustrado magnicidio a la luz del día, con público, cámaras, guardaespaldas, FBI, Policía y tantos testimonios, fotografías y videos, ¿cómo serán los sentimientos del que prefiere escuchar la versión de los traidores del sandinismo y desconocer la barbarie documentada por los mismos criminales de 2018, beatificados como “ángeles, opositores y estudiantes”?
Las nefarias empresas de “derechos humanos” falsificaron muertes, abundaron en infundados atropellos y cargaron a la Policía Nacional, y sandinistas, cantidades de asesinatos y delitos perpetrados por los mismos que armas, fuego, torturas, vejámenes, odios viscerales y fake news en mano, intentaron un golpe de Estado.
De estas lucrativas invectivas se “nutrió” la OEA-CIDH para elaborar sus virulentos expedientes contra Nicaragua.
De estas aguas contaminadas han abrevado las agencias especulativas, diarios y plataformas de la calumnia, y no pocos gobiernos de “izquierda”.
De esa embestida a la objetividad se emiten distancias, dictámenes, desencuentros, y diagnósticos contra las repúblicas y sus líderes.
Y sobre todo, se dicta el silencio.
Un Jefe de Estado es el que menos tiene derecho en este siglo a ser un anacrónico UCRÓNICO, que es algo así como un unicornio que por muy azul que se crea, también cornea como el que más a la verdad.
AMLO debe aceptar las palabras del autor de “Sobre héroes y tumbas”:
“El periodismo es una labor trascendente de la cual dependen los lazos entre los hombres y los pueblos”.
“Es una suprema responsabilidad”.
Cuando se recupere este bien, cuando en las salas de redacción y agencias impere la rectitud y la moral, la ética y, en especial, lo que dicen los hechos, y no una mefistofélica línea editorial, hasta entonces un Presidente y el ciudadano más humilde pueden confiar en la información que llegue a su despacho o vivienda.
Es decir, ni un medio como el NYT ni un dignatario deben caer en el vil divertimento de la UCRONÍA, máxime si se trata de otro país. Y aunque no se conozca popularmente la palabra, al parecer es el nombre del “hobby” preferido de los poderes engañosos, las élites, los Judas, los Caínes y de los que hace tiempo, sin darse cuenta, les editan su capacidad de pensar.
De este infame “deporte”, la Real Academia Española nos aclara que la única regla sin alma que deben acatar sus “sensibles” tahúres es:
“Reconstruir la historia sobre datos hipotéticos”.
(*) Premio Nacional Rubén Darío 2000.
Autor de los libros de cuentos “Un Fauno en El Oriental”, “Sueño en Relieve”, y el mixto “La Deuda Pendiente con Darío y “Los Ojos del Enigma”