Una civilización que reacciona
Por: Moisés Absalón Pastora
Debemos ocuparnos de lo que la industria militar y la insaciable sed de dominio de los poderosos sobre los pequeños ha venido haciendo a la civilización, a esa gran porción de la humanidad que jamás pensó en hacerle daño a nadie, pero por el pecado de abrazar y querer la paz sufre porque el precio que ha tenido que pagar y sigue pagando es enorme.
Hoy muchísimos pueblos han despertado y desde sus múltiples manifestaciones han logrado penetrar la conciencia de esos liderazgos receptivos que entendieron que hay corrientes de libertad que se revelan, que son una energía incontrolable de denuncia que hay que atender porque el imperio del dominio a nombre de la libertad y del derecho exclusivo de los poderosos nos está esclavizando con la complicidad de esos organismos de pantalla que falsamente dicen tutelar el derecho internacional y lo que hacen es consentir el exterminio de pueblos y naciones.
“No basta rezar”. Hacen falta muchas cosas para conseguir la paz” y hay que hacerlo antes que sea demasiado tarde porque el aire que respiramos está contaminado con esa pólvora qué, disparada por los cañones imperiales de los Estados Unidos, a la cabeza del trasnochado fascismo de sus conocidos satélites, tienen por fin volar el mundo entero, el planeta que entregó Dios a los terráqueos para que lo cuidáramos.
Si lo comparamos con el principio, solo de este siglo, solo para no ir muy largo, nuestro mundo es más violento y arrancamos este 2024 con al menos ocho grandes guerras y muchísimos conflictos armados de menor intensidad. Tenemos la guerra de Estados Unidos contra Rusia que lanzó a sus perros de pelea en la OTAN escribiendo el cuento de que la Ucrania nazi es la caperucita de la historia y conflicto que en este febrero cumple ya dos años. Por otro lado, la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza, acumula miles de muertos desde el 7 de octubre, la inmensa mayoría son niños Palestinos asesinados en escuelas y hospitales por las bombas sionistas, un infanticidio aborrecible desde todo ángulo.
Me choca en lo particular cuando alguien dice vamos hacia una tercera guerra mundial porque francamente ya la vivimos sin mencionar los conflictos que a gran escala se escuchan en Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria en los que también miles están muriendo y lo curioso es que todos tienen una particularidad común, la maldita nariz del Tío Sam metida en cada uno de ellos mientras las tales Naciones Unidas y los países esos que hablan de paz y democracia están deslenguados, no dicen nada porque simplemente la industria armamentista lo que hace en esos conflictos es desalmacenar sus inventarios, probar el armamento que quiere poner en venta y agenciarse fondos, a través de sus compradores, para crear nuevas armas mientras los diezmados pueblos que sobreviven al fuego que les cae encima quedan irremisiblemente condenados a la miseria, al dolor, el espanto y la tragedia y es perturba e indigna el cinismo de quienes promueven esas guerra cuando dicen que lo hacen en nombre de la paz y sobre los cadáveres de millones de seres humanos donde los que nunca pudieron defenderse fueron niños.
No entiendo cómo pueden existir posiciones de indolencia frente a atrocidades que representan genocidios e infanticidios que tienen por origen la desproporción de la fuerza y aquí hablo específicamente de lo que pasa en Gaza, del inmenso campo de concentración que el Holocausto Sionista del gobierno de Israel impuso a los Palestinos que quieren vivir en paz, que no los dejan vivir en paz y que quieren tener su propio país o recuperar parte de lo que le fue arrebatado, porque Palestina ya era Palestina antes de que Israel fuera Israel.
No entiendo yo cómo, aunque sea una diminuta representación parlamentaria en nuestra Asamblea Nacional, la del cada vez más moribundo Partido Liberal Constitucionalista se haya abstenido, payasada enorme, porque es igual que votar en contra, cuando nuestro parlamento emitió una declaración de condena contra el infanticidio sionista en Palestina, porque si a lo que le tienen miedo es que la embajada les quite la visa, deben saber que el PLC para el Tío Sam no valen ni un centavo y que como pichurrias no representan nada y que actitudes así los reducen más.
A pesar de esas miserables posiciones del PLC ellos deberían saber, que a al margen de sus constantes desaguisados, cuando de tocarles al Tío Sam que de todas maneras les ignora se trata, la razón siempre la pone por delante el pueblo nicaragüense y lo digo, no para ubicar a quien pueda estar diciendo la verdad necesariamente, sino para invocar la facultad del ser humano de pensar, de reflexionar para poder aterrizar ideas destraumatizadas o de formar juicios sobre una determinada situación o cosa, serenamente hablando.
La razón, dependiendo de cómo se invoque puede tener muchas aristas, pero al final siempre será el argumento que una persona alega para probar algo y persuadir a otra porque es la causa determinante del proceder y de los hechos. Por supuesto que tener la razón requiere también de bases intelectuales, pero su esencia, su practicidad, descansa en el sentido común a través de la sabiduría y conocimiento natural del ser humano que es en esencia el sentido común, pero hay quienes no ven más allá de sus narices y cuando se ven ignorados y repugnados todavía preguntan que por qué.
La razón es un conocimiento sobreentendido, que no está escrito en ninguna parte, simplemente lo tenemos imperceptiblemente, desde el mismo día que nacemos. Este conocimiento de sentido común es algo que aprendemos por experiencia y curiosidad, sin ser conscientes de ellos. Y el volumen de conocimientos de este tipo que acumulamos a lo largo nuestras vidas es muy considerable y es lo que al aplicarlo se convierte en razón.
Puedes golpear, gritar, mentir, para imponer por cierta una mentira, pero la razón y el sentido común jamás convertirá la violencia de tu acción en una verdad. Puedes hacer uso de medios tecnológicamente poderosos y tener presupuestos inagotables para comprar conciencias y construir monumentos gigantescos a la falsedad, pero no por eso se te dará la razón. Puedes hacer intentos por negar la realidad de un país y sus ciudadanos, puedes lograr externamente manchar la imagen de tu país y este ser pasto de la desinformación que creaste, porque desde afuera se cree en lo que se dice y no en lo que es, pero eso de ninguna manera incide en los que valen, que somos los de adentro.
Desde la forma que cada quien adopta, desde el lugar donde específicamente esté, la civilización reacciona y los que son cómplices del crimen que la humanidad padece, no me vengan a hablar del ejercicio político que algunos no saben ni siquiera que significa porque son politiqueros, pero en el caso de Gaza, que chorrea literalmente sangre, ahí no hay piedra sobre piedra, los muertos por los desproporcionados bombardeos sionistas ya alcanzan los 30 mil y más de la mitad de ellos son niños, criaturas recién nacidas cuyo único pecado es ser Palestinos o nacer en la misma tierra que de Jesús de Nazaret.
Tenemos amigos que cambiar esto y la razón nos asiste y lo estamos logrando por la verdad que nos asiste y lo digo porque solo el enemigo de la humanidad, Estados Unidos, se quedó atrapado en el siglo XX en la política del “Gran Garrote”, aquella que impuso el emperador Franklin Delano Roosevelt para realizar negociaciones y pactos con sus adversarios internos y externos, pero siempre mostrando la posibilidad de una actuación violenta como modo de presión si sus amenazados, los pueblos débiles, le decían que no.
De nosotros el imperio, para hablar de nuestro radar geográfico, América Latina, decía antes que éramos su patio trasero, aunque ahora, cínicamente, advierte que somos el delantero según Joe Biden, y con ese cuento pretende una ola de dominio político y económico justificado, según ellos, en la pretendida extensión del “derecho” de Estados Unidos a intervenir en asuntos de otros países en defensa, dicen, de los intereses de ciudadanos estadounidenses, que al final solo eran mamparas del apetito neo colonial norteamericano.
Bajo la política del gran garrote o de que “Latinoamérica es el patio trasero o delantero” de Estados Unidos, el mundo, pero particularmente el continente de la resistencia indígena ha sido pasto a sangre y fuego de quienes a nombre de la libertad y la democracia han sido peores que los Nazis porque aquellos fueron una mancha en la historia del planeta en tanto duró la segunda guerra mundial, pero el imperio norteamericano lo ha sido a lo largo de toda nuestra historia en calidad de enemigo de la humanidad.
Precisamente por la necesidad de cambiar esos patrones de conducta de quienes por sus pistolas imperialmente se erigieron como el “dómino” del mundo sin que nadie se lo pidiera o los llamara, es que la civilización está imponiendo desde métodos pacíficos los cambios necesarios para reducir a la embriagada estupidez de los norteamericanos, que son la causa del mal causado en tantos y tantos pueblos agobiados por la sed de sangre y saqueo de todo inquilino que ha pasado y llegado a la Casa Blanca o Casa Negra de Washington.
Los métodos de cambiar las cosas ya no son los que antes decidía el Departamento de Estado; ya no es la CIA la que con el concurso de los traidores nacionales generaba condiciones para que la infantería de marina, desde las sedes diplomáticas del imperio en cada uno de nuestros países actuaba para derrocar a los gobiernos que con dignidad se atrevían a golpearles la mesa, porque ya esos métodos dejaron de ser efectivos ante la creciente dignidad de pueblos que con nuevos liderazgos hoy dicen para, esta es mi casa y aquí mando yo.
No, hoy los pueblos hemos tomado la decisión de interpretar y definir la naturaleza de nuestras propias contradicciones y lo hacemos levantando como estandarte la razón, el sentido común, la ley, el orden, la estabilidad y por encima de todo privilegiando el derecho de las mayorías por encima de aquellas minorías que desadaptadas por no respetar las reglas del juego, a través de elecciones como único medio para poner y quitar gobiernos, ante su visible incapacidad, lo que hacen es coludirse con el agresor, en este caso Estados Unidos, para ser cómplices ejecutores de golpes de estado que siempre dejaron en nuestros países heridas muy difíciles de cerrar.
Este campo de batalla, que describo, a nosotros los nicaragüenses, que hemos vencido una y otra vez a ese imperio maldito, nos es común, nos es familiar, porque hemos estado en él defendiéndonos y venciendo y lo más importante es que de esa actitud digna que hemos y seguiremos teniendo, es que hay pueblos que nos admiran y respetan y como si fuéramos espejo quieren verse reflejados en nuestra actitud.
Esa actitud que tenemos y que mostramos con orgullo porque somos el David frente al Goliat, no es egoísta y cada vez que el ensoberbecido imperio norteamericano ha tocado el corazón de otros pueblos, como el de Gaza en el caso que abordamos, nosotros políticamente como país, como estado, como gobierno, hemos dado un paso al frente porque el genocidio no tiene identidad política ni ideológica aunque si color, el de la sangre que de inocentes infantes injustamente derrama el criminal que ordena los bombardeos indiscriminados.