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  • 8 noviembre, 2021

Victoria sin paliativos del sandinismo


Ayer, 7 de noviembre, se consumó una incontestable victoria del Frente Sandinista de Liberación Nacional en las elecciones libres, plurales y transparentes que se celebraron en Nicaragua. A pesar de las presiones recibidas, la máquina democrática siguió su curso como así prevén las leyes de la República y el proceso electoral se desarrolló en plena normalidad, tranquilidad y paz.

Probablemente oigas que los medios de desinformación de masas estén contando otra cosa meridianamente distinta, pero ellos siguen un guion trazado de antemano para desprestigiar un triunfo que sabían que se produciría, entre otras cosas, porque los logros económicos y sociales alcanzados por los gobiernos sandinistas, conducirían a un escenario como el que ahora tenemos y tendremos durante los próximos 5 años.

Los enemigos externos de Nicaragua jugaban la carta de la abstención. Estados Unidos, la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos prefirieron sacrificar a la oposición parlamentaria, los 5 partidos que se enfrentaban a la candidatura encabezada por Daniel Ortega y apostar por un boicot electoral en favor de «precandidatos» sin partido financiados por Estados Unidos y partidos-chiringuito extraparlamentarios con cero por ciento de apoyo popular, cuyo único fin es la desestabilización del país. Periódicos de la familia Chamorro se inventaron unas encuestas alienígenas que auguraban la victoria arrolladora de cualquiera de los extraparlamentarios y medios como El País o TVE las repetían sin cesar, aunque eran poco más que un estrambote al servicio de la extrema derecha enemiga de Nicaragua, mientras que calificaban a todo tipo de encuestas que contradecían su delirio como «poco serias».

Durante todo el día llegaban imágenes tomadas por compañeras y compañeros, observadores internacionales o acompañantes electorales, desplazados al país hermano, mostrando colas de gente deseosa de votar. Las urnas se abrieron con casi media hora de antelación para hacer frente a la marea humana de votantes. Al mismo tiempo, una ONG creada y financiada ad hoc contra el sandinismo (al más puro estilo sirio), lanzaba un dedo al viento y decretaba que la abstención era del 81,5% antes del cierre de los colegios. Todos los más media usaron esos datos sin contrastarlos con nada ni con nadie, en un ejercicio que vuelve a denigrar, con razón, al periodismo, una profesión tan necesaria como desprestigiada.

A pesar de las garantías del sistema de votación, al estar presentes fiscales y representantes partidarios en todos los centros de votación y en cada uno de los pasos intermedios, hasta llegar a los centros de conteo definitivos; los medios siguen creyendo a una ONG que había pedido previamente la suspensión de las elecciones porque, probablemente, les gustase más el estilo de los viejos comicios, donde los marines norteamericanos custodiaban las urnas nicaragüenses y ellos mismos contaban los votos.

Pues no, cuando se abrieron las urnas, se demostró que había votado el 65,34% del pueblo nicaragüense en plena y total libertad y que, de ese porcentaje, el Frente Sandinista había cosechado el 74,99% de las boletas, un dato que estaba en la horquilla alta de las encuestas que hemos manejado desde hace unos pocos meses.

Por detrás quedó el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), del diputado Walter Martínez, con un 14,4% de los votos, muy cerca del porcentaje obtenido en 2016 (15,03%). A este partido han pertenecido los dos últimos ex-presidentes del país, Arnoldo Alemán (1997-2002) y Enrique Bolaños (2002-2007). El tercero en disputa ha sido Camino Cristiano Nicaragüense (CCN), del diputado y reverendo evangélico de las Asambleas de Dios, Guillermo Osorno, con el 3,44% de los votos. Camino Cristiano formó parte de la coalición que derrotó a Ortega y llevó al poder a Bolaños. En las presidenciales de 2006 estuvo coaligado con el PLC.

¿Y ahora qué? Es previsible el redoble de las acciones coercitivas unilaterales emprendidas por Estados Unidos en forma de sanciones y es más que probable que la Unión Europea, España a la cabeza, se sume a ellas. Durante la campaña se formularon graves amenazas, de tinte parecido a las que enarbolaron en 1990 si vencía el sandinismo, en un acto de salvaje y antidemocrática injerencia. Sin embargo, el país está en una inmejorable situación para hacerles frente, ya que a la soberanía política exhibida en el día de hoy, hay que añadir la soberanía alimentaria y la soberanía energética alcanzadas gracias a los años de gobierno del comandante Ortega.

En los setenta y ochenta decíamos aquello de «Cuba molesta», como reconocimiento a los estándares de calidad de vida logrados por la revolución castrista, que hacían palidecer al mismísimo Estados Unidos según las propias estadísticas de Naciones Unidas. Hoy podemos decir algo parecido de Nicaragua. Si un país pobre y acosado, ha logrado bajo un buen gobierno alcanzar cotas tan elevadas de sanidad, educación, igualdad, equidad, desarrollo,… ¿Qué impide a sus vecinos hacerlo salvo los efectos de la bota estadounidense?

Con cada victoria sobre el gringo, ya sea militar o en las urnas, Sandino parece que proclama a toda Nuestramérica: liberémonos del yugo de los Estados Unidos y emprendamos la senda de la prosperidad. Eso es lo que temen en la Casa Blanca. Por eso Nicaragua molesta tanto.

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