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  • 19 abril, 2021

“Virtudes cívicas” bicentenarias


Por: Edwin Sánchez

I

Manipulaciones, libelos, filias y fobias. La industria hegemónica del falso testimonio se lanza con más saña contra Nicaragua.

Es que la realidad nacional, insoportablemente decente, no sirve para tumbar un mayoritario Gobierno Constitucional.

Por eso hacen gala de una “asombrosa objetividad periodística” en este año electoral. Sembrar cizaña para cosechar discordias e infortunios colectivos, que para eso son los millones de dólares entregados desde la Era Trump.

Y si les va bien con el bloqueo informativo, pasar al económico con sus respectivas hambrunas, desempleos,  su anhelada guerra y, por supuesto, la absurda joya de la paradoja: un inacabable torrente migratorio hacia los Estados Unidos, para culpar de las desgracias al sandinismo.

Lo que sea para impedir la paz y estabilidad en curso, el desarrollo socioeconómico inclusivo y lo que resuelvan las urnas el 7 de noviembre.

Veamos.

Expeler como “la situación del país”…

…las obsesiones del “príncipe heredero” por marcar de nuevo, con el herrumbrado fierro de su prosapia sin gloria, a la nación  que decidió destruir en 2018 por impuras ambiciones…

…la soberbia y las mentiras de la “infanta” que no acepta ni siquiera medirse con el pariente en unas primarias de sangre azul, bajo el mismo escudo heráldico que la casta se empecina en confundir con el Escudo Nacional, para disputarse el Virreinato. 

…la temeraria falacia de ciertas candidaturas de pedigrí de que “todo un pueblo se manifestó y terminó bajo las balas criminales de la dictadura”.

…las barbaridades que dicen algunos aspirantes a la presidencia, sin reconocer las atrocidades de incinerar personas vivas…

…el sermón mundano del auxiliar del Bajísimo que vive en hiel de amargura y ataduras de maldad

…o el discurso envenenado de una antidemocrática minoría de siglas deshabitadas que se arroga la “representación” de más de 6 millones de nicaragüenses…

…no es ético ni periodístico.

Tan así que el papa Francisco subrayó en enero que “La crisis del sector editorial puede llevar a una información construida en redacciones, frente al ordenador, en los terminales de las agencias, en las redes sociales, sin salir nunca a la calle, sin ‘desgastar las suelas de los zapatos’, sin encontrar a las personas para buscar historias”.

Un triste ejemplo es una agencia, cuya desafortunada labor prolonga el último capítulo del racista y despiadado Consejo de Indias.

Difusora de inexactitudes y embustes, su misión es ungir, de acuerdo al Guionista Mayor de Indias de la Metrópolis, al Virrey y demás gobernadores.

 O “ganan o ganan”. O “aquí hubo fraude electoral”.

Para ello dispone de un grupo radical de derecha u Oidores.

Su invariable muletilla es “el contexto de una sangrienta crisis”, como si el país viviera sumergido en la guerra provocada por Franco en 1936, o la del mismo Estado Español franquista durante el terrorismo de ETA.

Sin embargo, la prensa ibérica no exaltó a los extremistas, publicitándolos de  “libertadores del pueblo vasco”. Tampoco los justificó con el argumento de “la profunda crisis que desde 1936 sufre el Estado Español”.

Lo que no hizo la tal agencia en su mismo país, cuando abundaban las evidencias de la brutalidad del franquismo, ahora quiere suplantar el dato cierto por su relato colonial, y la turbia y tenebrosa época peninsular de dictadura y terror, extrapolarla a Nicaragua.

II

El Manual de Estilo del Consejo Mediático de Indias y Similares, para desestabilizar a Nicaragua, lo resume la RAE: Desinformación: “Dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines. 2. Dar información insuficiente u omitirla”.

Es aspiración del profesional integérrimo aproximar al público, en cuanto más se pueda, al acontecimiento, a lo que realmente sucedió, y no a la bilis del “editor” o al hígado completo de su “director”. 

Difusiones falsarias tipo “la crisis sangrienta”, son tan burdas que el cardenal Leopoldo Brenes, citado en una de las notas desinformativas, no exhorta a cesar los enfrentamientos y balaceras.

Y en ningún país diezmado por un dilatado conflicto, con tendaladas de muertos, heridos y refugiados, va a salir un eclesiástico llamando a “no decir palabras feas”.

La agencia furullera (engaños, mentiras), contradiciendo sus despechos que vende a sus abonados como “despachos”, transmitió la preocupación que cualquier sensato podría expresar para mantener la paz, sea en Cataluña o en Managua, y no para recuperarla:

“Que en este tiempo de preparación de elecciones evitemos las confrontaciones, esas palabras feas, la descalificación del hermano porque a lo mejor no piensa igual que yo; no, escuchemos, compartamos nuestras razones”, instó Brenes.

III

Si aquí se han vivido “crisis sangrientas”, no es por el pueblo de Rubén Darío y Augusto César Sandino. De los 495 años, desde que Gil Gonzáles llegó al país hasta 2018, unos 300 les corresponden a España y el resto es la factura impagable de la oligarquía y sus antipatrióticos tratados, tratos,  maltratos y contratos.

Pedro Arias de Ávila prosiguió el vasallaje imperial con masacres y emperramiento (lanzar perros a devorar humanos, algo parecido a los tranqueros) contra los mal llamados “indios”.

Este decapitador profesional actuó en nombre de la Corona, y la Iglesia Católica lo glorificó nada menos que sepultándolo al pie del altar del primer templo erigido en León Viejo. Fue el primero de la vasta lista de perversos que para el poco exigente olfato religioso, vivió y murió “en olor a santidad”.

Y continuó con la horda de colonizadores.

Luego los “patriotas” criollos: la oligarquía que desovó España en Nicaragua, la de las riendas absolutas desde 1821.

En ese tiempo, con las provincias del istmo, Nicaragua se emancipó del dominio hispano, según consta en el Archivo General de Centroamérica, el 15 de septiembre, refrendado dos años más tarde. 

Da la “casualidad” que el único uso que estos abolengos le dieron a la Independencia, hasta hoy, fue el de inaugurar sus ciclos de guerras, derrocamientos, golpes de Estado, anarquías, subdesarrollo, traiciones, invasiones filibusteras, lomazos, invocaciones al injerencismo e intervenciones suplicadas a Estados Unidos.

Porque la “historia misma empezó a vivirse y concebirse como una guerra civil”, lamentó José Coronel Urtecho.

Y con una extraordinaria incapacidad para defender la dignidad y el decoro de su nación, también se dedicaron a profesar el engrandecimiento de otros países, aumentándoles considerablemente sus cartografías, al entregar inmensas extensiones de nuestra geografía y plataforma continental a Honduras, Costa Rica y Colombia.

No satisfechas aún con haber demolido las amplísimas fronteras originales, y empequeñecido el país, las alcurnias se consagraron, con lo que quedó del Mapa Nacional, a la gran “obra maestra” del tamaño de su  desprecio a la patria: instaurar la República Bananera.

En la Historia Universal nunca se ha conocido tanta veneración a la voluntad extranjera.

Da la “casualidad” que este exceso de mediocridad genealógica proviene de su única infantil “razón” de ser, que además, presumen “divina”: creen haber nacido con la banda presidencial puesta como pañal, con los anexos correspondientes que han jodido al país.

Da la “casualidad” que también dirigieron o se involucraron en la destrucción humana y material de la nación hace tres años, para recordarnos que sus “virtudes cívicas” son bicentenarias.

Da la “casualidad” que el Consejo Mediático de Indias e ídem han convertido la barbarie de 2018, en efemérides.

Da la “casualidad que con los EFEctos especiales del sinvergüenza de  Pablo Abrao, despedido de la CIDH con más de 60 denuncias, exaltaron como “manifestaciones pacíficas del pueblo” lo que ejecutaron EFEctivos paramilitares y terroristas: el secuestro violento de varias ciudades y los tranques de la tortura y la muerte.   

Da la “casualidad”, para variar, que ahora son proyectados como los “Mahatma Gandhi de la democracia”.

Y para aclaración final:

Lo que hacen los nicaragüenses, 200 años después, es sacar de los 63 mil legajos de las bodegas guatemaltecas, y de los documentos, libros, sandeces oligárquicas y monumentos en que se han diluido dos siglos, el derecho de ser, por primera vez, Nicaragua.

Más específicamente, a no estar sujetos a las arbitrariedades y al yugo “de cualquiera otra potencia así del antiguo, como del nuevo mundo; i que no son ni deben, ser el patrimonio de persona ni familia alguna”.

Y esta no es consigna del Kremlin: son los “justos sentimientos” de “recuperar los derechos usurpados”, por mandato expreso del Decreto de Independencia de la Asamblea Nacional Constituyente de las Provincias Unidas de Centroamérica, del 1 de julio de 1823.

Porque la Independencia es algo más que desfiles escolares, cuadros gimnásticos y cuatro hermosas palillonas. Es poner en pie un Acta que lejos del Sol y de la Historia por hacer, yace fría e inerte, entre los 18° y 24° centígrados de postergación.

…pues, de qué vale en este mundo un Acta en Estado Abstracto, si le quedó debiendo a la vida el principal Acto de Libertad:

El Estado Nacional que se le “olvidó” a la oligarquía.

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