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  • 25 noviembre, 2019

Detalles del Momento: Diablos de Zacate


Por| Moisés Absalón Pastora

Tuve un tío político que aprecié mucho, ya no está entre nosotros, al que un día hace muchísimos años, mientras lo conducía de un lugar a otro en su vehículo porque no estaba apto para manejar, me sorprendió cuando asustado y con los ojos desorbitados gritaba que a su lado se le había pegado un chompipe colorado. Yo miraba por el retrovisor y miraba al Tío con gestos manuales tratando de espantar o quitar de su lado al tal chompipe colorado con el que pasó peleando todo el camino que tuvimos que recorrer. Ese mismo día comenté el episodio con otro Tío que era médico, que también ya se nos fue, y me dijo que él vidente del chompipe colorado que miraba diablos de zacate padecía de algo propio del alcoholismo y así como en los alcohólicos este es un problema alucinante que también sufren los drogadictos, los esquizofrénicos y los que obsesivamente fijan su mente en estados inalcanzables que por no materializarlos los desequilibra y los hace ver cosas que no existen.

Hay vicios de vicios, que pudiendo ser diferentes y unos más peligrosos que otros, al final todos te terminan enfermando en la medida que quien los padece más dependientes se hacen del mal y al final todos terminan matándote y así te lo hace la droga, el alcohol, el tabaco, el juego, las faldas, el ocio y aunque usted crea que no es un vicio, el odio que es el peor de todos, igual te termina matando, desprestigiando y por supuesto excluyéndote.

Como es lo que me interesa voy a quedarme en el vicio del odio para poner sobre la mesa el tema que quiero desarrollar y lo primero que debo decir es que es el hijo predilecto de la ira y cuando asoma se convierte en un problema que afecta directamente al entorno familiar y después, en la medida que se vuelve crónico y clínico, a la sociedad en su conjunto.

El odio es un intento por rechazar o eliminar aquello que nos genera disgusto; es decir, sentimiento de profunda antipatía, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo solo porque sí, aunque no haya razón.

El odio se puede basar en el miedo a su objetivo, ya sea justificado o no, o más allá de las consecuencias negativas de relacionarse con él.

El odio se describe con frecuencia como lo contrario del amor o el afecto. El odio puede generar, sentimientos de destrucción, destrucción del equilibrio armónico y por supuesto la autodestrucción.

El odio no es justificable desde el punto de vista racional porque atenta contra la posibilidad de diálogo y construcción común. Es posible que las personas sientan cierta aversión sobre personas u organizaciones, incluso hacia ciertas tendencias ideológicas.

El odio es perversamente una intensa sensación de desagrado. Se puede presentar en una amplia variedad de contextos, desde el odio de los objetos inanimados o animales, al odio de uno mismo u otras personas, grupos enteros de personas, la gente en general, la existencia, la sociedad, o todo y por eso es que un veneno sumamente dañino porque golpea y duele más en la medida que te lo aplican en pequeñas dosis, pero sostenidamente.

Ese odio del que hablo un día llevó a un patético comentarista deportivo en el país a decir que si para que cayera Daniel Ortega era necesario que murieran 3 millones de nicaragüenses pues que murieran, pero no fue maje ni baboso, para decir que él también lo estaría porque el vivían se dejó al margen de los que sí lo harían por el papa imperial.

Ese odio llevó a un hipócrita como Denis Martínez, al que la “dictadura” apoyó con grandes presupuestos para ligas menores que solo existieron en la cabeza del mismo “Chirizo”; por el cual pusieron su nombre al nuevo y precioso estadio nacional, a boicotear series internacionales para afectar a nuestro deporte rey cuando antes se babeaba al lado de un Daniel Ortega que ahora le podrá caer mal y es su derecho, pero que ni por odio, ni por nada, tiene moral para afectar la imagen deportiva de nuestro país solo porque hoy se congracia con el imperio que lo usa para maldecir a una nación que segura y mayoritariamente ya no tiene la misma imagen de aquel que un día estuvo en un nicho, pero que por su corta inteligencia estropeó el único juego perfecto que le quedaba, el respeto de Nicaragua.

Ese mismo odio enfermizo tiene a la iglesia católica profundamente cuestionada y esas declaraciones recientes de Leopoldo Brenes de que ni él ni la iglesia son enemigos del gobierno nadie se lo cree porque sus acciones vandálicas de convertir los templos en cuarteles hablan en la práctica más fehacientemente que sus propias mentiras y por eso mismo ya comenzamos a observar que la indignación de quienes siempre creyeron que los templos eran para orar y no para refugiar terroristas llegó a su límite y los verdaderos fieles están en rebeldía y van a profundizar sus protestas en la misma medida que estos obispos y sacerdotes sigan actuando más como políticos que como pastores, pues individuos como Rolando Álvarez llegaron al colmo de su mitomanía política que llenó la catedral que custodia en Matagalpa de plasmas gigantes de alta resolución solo para que quienes a un llegan engañados a su cuartel lo vean más de cerca en su perverso rol de agitador, de predicador del odio, de enemigo de la paz, de cómplice del crimen y la tortura que jamás denunció cuando desde los tranques, la gran creación de Silvio Báez, pretendieron con el financiamiento imperial montar un golpe contra el estado.

En este contexto del odio al que me refiero el más reciente de los aparecidos es Luis Enrique Mejía que al merecer un Grammy recientemente -que bien por él- dijo que lo recibía a nombre de una Nicaragua y pueblo que está en guerra contra una “dictadura” que solo está en la perversidad de su mente y lo hizo con premeditación y alevosía usando una tribuna televisada, vista por millones de personas, cuando sin vivir él aquí, mintiendo sobre nuestra realidad nos pinta con un brochazo de infamia como una nación que no tiene nada que ver con la visión apocalíptica de sus Tíos, Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, que en otrora tiempos, antes que el imperio, antes que el enemigo de la humanidad les financiaran el exilio dorado que viven en Estados Unidos, eran parte de las mieles del poder cuando eran los trovadores de aquella revolución a la que le cantaron, pero que por unos cuantos dólares terminaron apuñaleando.

Qué miseria humana resultó ser este Luis Enrique Mejía, que pauperismo mental la de este tipo que decidió matar el respeto que se le tenía al balbucear esa monumental estupidez de que Nicaragua es un país que está en guerra.

Él quiso decir que nos estamos matando, que aquí hay medios de comunicación cerrados, que los periodistas están deslenguados, que da por cierto que hay prisioneros políticos solo porque los mentirosos de la alianza cínica así lo dicen y otro montón de falacias que seguramente se las contó algún nica tan caitudo como él, cuando la verdad es que la Nicaragua que tenemos en el presente y en el hoy es la Nicaragua rescatada de las garras del terrorismo que la bañó de sangre y donde sus Tíos tienen una enorme cuota de responsabilidad porque fueron parte del guion que ayudaron a ejecutar y del que se fueron huyendo, una vez que hicieron la trastada, porque sabían que aquí quedaba un pueblo herido, pero no vencido, que si algún día los vuelve a ver en las calles, les sabrá mirar a los ojos para transmitirles su desprecio, pues aquí se podrá perdonar pero nunca olvidar y a ese desprecio se suma ahora Luis Enrique Mejía.

Este Luis Enrique Mejía perdió el respeto se le pudo haber tenido y no porque piense diferente a Daniel Ortega o al partido de gobierno, porque es su derecho, pero sí lo perdió porque hay dolo de su parte al decir que aquí estamos en guerra.

Si la referencia hubiese sido para decir que aquí estamos en guerra contra la pobreza, contra la desigualdad, contra la ignorancia, contra el analfabetismo, contra el desempleo, hubiese sido otra cosa, pero el vio cadáveres en las calles, al ejército patrullando en sus tanques, a la policía reprimiendo, al pueblo aterrorizado metido en sus casas bajo estado de sitio y sin poder hacer aunque fuera una mueca contra el poder y todo eso lo sugirió para enchufarse con un plan macabro que pretende reeditar los tristes acontecimientos de abril de 2018 y que nos impuso una Nicaragua golpeada económicamente como la de hoy, pero que poco a poco se enrumba a la situación que teníamos antes de aquellos trágicos acontecimientos de la que fueron parte tristes personajes como Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy y a los que ahora se suma, el que no sabe nada del mañana porque soldado al falso “sueño americano” no tiene ni idea de nuestra historia y aunque hoy sale del closet como gringo caitudo que es y cómo “Príncipe”, pero de la mentira, en lo único que acierta es que éste país tiene en su lista a un renegado más de su propia nacionalidad; Así es la vida, Luis Enrique.


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